Blog personal de Ángela Beato. Escribo lo que siento. Digo lo que pienso. Procura no tomarme demasiado en serio.

viernes, 13 de octubre de 2017

Estudiar en la edad adulta, ese gran desafío

El lunes tengo un examen. Debería estar estudiando en vez de estar escribiendo este post, pero ese es uno de los problemas de ponerse a estudiar cuando uno ya es adulto, que siempre encuentras alguna cosa mejor y más urgente que hincar los codos. Por eso se hace tan cuesta arriba. Os preguntaréis por qué a estas alturas me da por volver al cole. No es exactamente así. En realidad la culpa la tiene el desempleo. Entre los numerosos puestos de trabajo que voy encontrando y a los que me postulo figuran también las plazas que oferta la Administración, muchas de las cuales requieren de un concurso-oposición para su adjudicación. A lo largo de los últimos meses me he ido apuntando a todas las que salían. Confiaba en que los plazos de unas y otras no coincidieran y hubiera margen entre los distintos exámenes, pero no ha sido así. De aquí a final de año, se me acumulan las pruebas. Concretamente esta próxima semana tengo tres.

Pensaréis que siendo una adulta responsable decidida a pelear por un puesto de estos me habré preparado bien los temarios durante todo este tiempo. Bueno, no ha sido exactamente así. Intención sí le he puesto. He rastreado por Spotify en busca de listas de música clásica para estudiar y tengo mi favorita. Con el mismo propósito, concentrarme en el estudio y aislarme del exterior -que son mis hijos merodeando-, he aprovechado además para confeccionar yo misma una playlist de bandas sonoras instrumentales míticas. Cualquier cosa con tal de procrastinar


También he buscado en Internet consejos para enfrentar este reto y he encontrado información muy útil. Pero claro, cada vez que me conecto no puedo evitar ojear las noticias, entrar en Linkedin por si aparece alguna buena oferta, dar una pasada por las redes sociales y consultar mi correo electrónico. Sí, lo sé, un desastre. Pero es que siento que centrarme solo en el estudio me obliga a estar ausente y si no se me detecta en el mundo virtual, nadie se acordará de mí en el mundo real. Y todo me lleva a la pescadilla que se muerde la cola. Entonces me entra hambre, voy a la cocina y termino montándome un buen aperitivo. Allí me acuerdo de que debería poner una lavadora o que falta algo por comprar o que tenía pendiente alguna otra cosa. 

Resumiendo, que de los 25 temas que me entran en el examen del lunes solo me ha dado tiempo a leer de momento cinco. Confío en que la suerte y la inspiración se alíen y me den un empujoncito. De todos modos el hecho de saber que me enfrento a casi 150 personas por una plaza de periodista en un gran museo no contribuye a motivarme en exceso, sobre todo cuando comparo las puntuaciones del concurso de méritos y veo que parto en clara desventaja. 

Es impresionante la cantidad de periodistas que estamos necesitados de un empleo. Ya era consciente de ello, pero ahora que mi DNI aparece en listas de admitidos junto con otros muchos como yo, lo visualizo más claramente. Hasta el momento me han descartado de dos de estos procesos. En uno de ellos, para un par de contratos de relevo en la Comunidad de Madrid, ni siquiera tuvieron en cuenta mi experiencia ni mi formación, a pesar de reclamar puntualmente y darme paseos de casa al Registro. En el otro, para el Mando del Estado Mayor de la Defensa, sí logré que reconocieran mis méritos y hasta llegué a la entrevista, pero ni el puesto estaba hecho para mí ni yo para el puesto. Aunque soy bastante guerrera, tengo alma pacifista. 

Me quedan cuatro oportunidades más. Para enfrentarme a ellas debo zambullirme en la Constitución, la Administración del Estado, el Derecho Administrativo, el Convenio Único y demás peaje burocrático. Un infierno, vamos, que me hace reflexionar sobre lo injustos que son algunos con los funcionarios. Después de haber tenido el valor de tragarse todos estos temarios y hacer un esfuerzo sobrehumano para sacar su plaza, qué queréis que os diga, para mí son unos héroes. De hecho tengo serias dudas sobre si podré emularles. Confío, de todos modos, en ser capaz de contestar al menos las preguntas relativas a lo mío, el periodismo. Que esa es otra, digo yo que lo interesante sería ponerme a prueba en ese aspecto, en si estoy capacitada para trabajar en un gabinete de prensa institucional. Porque para el resto de materias, en caso de necesitar solventar alguna duda, siempre tendré al señor Google, como todo el mundo.

Lo peor de todo es que siempre he pensado que lo de un puesto para toda la vida no iba conmigo, que yo tenía un espíritu libre y que eso de las oposiciones era para gente conservadora. Puede que en el fondo ese sea el problema.

En fin… ¿que por qué os cuento todo este rollo? Por lo que os decía al principio. Siempre busco cualquier excusa para no estudiar. Y así no se puede. Soy incorregible. Con qué autoridad les voy a decir luego a mis hijos que se apliquen.

No hay comentarios:

Publicar un comentario