Blog personal de Ángela Beato. Escribo lo que siento. Digo lo que pienso. Procura no tomarme demasiado en serio.

jueves, 17 de marzo de 2016

Un golfista de 7 años nos da una lección de honradez

Yago tiene 7 años, es de Isla Cristina (Huelva) y juega al golf. El fin de semana pasado participó en un torneo del circuito andaluz y consiguió trofeo. Pero no lo luce en la estantería de su habitación. Ha renunciado a la gloria. Ha devuelto el premio con una carta de disculpas. El pequeño deportista había anotado en su tarjeta de competición los 50 golpes que le habían conducido al premio, pero en realidad había dado 51 veces a la pelota para completar todos los hoyos. Se había equivocado al sumar y se dio cuenta luego en casa, cuando repasó las cuentas con su padre. Yago podía haberse hecho el loco, callarse la boca, hacerse el sueco, no decir ni mu… Pero si mantenía oculto el fallo eso sería lo mismo que hacer trampas. Consultó con su padre y al saber que, según el reglamento, ese error llevaba acarreada la descalificación, decidió devolver el trofeo para que se lo entregaran a su justo ganador, no se sentía merecedor de él. Había cometido un error y debía asumirlo. Yago es pequeño pero ya entiende conceptos abstractos como el honor y la deportividad.


Seguro que habéis escuchado esta historia. Todos los medios se han hecho eco de un episodio puramente anecdótico. Nadie hubiera hablado de este campeonato de golf si este crío no hubiera dado a todos una lección de honradez, algo a lo que no estamos acostumbrados. Porque lo habitual es callarse cuando uno mete la pata, ocultar los errores, que no trasciendan, echarle el muerto a otro. En cuanto a lo del engaño, estamos tan familiarizados con el fraude que lo vemos como algo de lo más normal. Quien más y quien menos ha maquillado su currículum, ha copiado en un examen, se ha quedado con las vueltas cuando le han dado de más, ha hecho trampas a las cartas, se ha colado en una cola, ha intentado entrar en un sitio de gorra, se ha apropiado de un móvil, dinero o cualquier otro objeto que alguien haya dejado olvidado en una cafetería, o se ha bebido un refresco gratis de una máquina expendedora aprovechando que el mecanismo fallaba… por citar un puñado de ejemplos que resulten familiares.

Después de saber que existe gente como Yago me quedo más tranquila. Todavía hay esperanza para la humanidad.

2 comentarios:

  1. Si no dejaras bien claro que es de Isla Cristina (Huelva) pensaría que es un extraterrestre.

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