Blog personal de Ángela Beato. Escribo lo que siento. Digo lo que pienso. Procura no tomarme demasiado en serio.

jueves, 31 de diciembre de 2015

Quemando lo malo del año que termina

En algunos países del mundo, como Méjico o Perú, conservan la tradición de quemar cada 31 de diciembre a medianoche un muñeco fabricado con trapos viejos, serrín y algo de pirotecnia, que simboliza todo lo malo del año que termina. Se supone que al arder dejan atrás lo negativo, se van las penas e inauguran el año nuevo de cero, limpios de polvo y paja, sin malos rollos. Aquí, tras las 12 uvas, solemos darle más a los petardos y fuegos artificiales, que no dejan de ser también fuego purificador, aunque lo que quememos sea solo pólvora. 


Imaginando que fuera posible atar bien fuerte y echar a arder algunos de los episodios más tristes que ocuparon las primeras planas durante este 2015, se me ocurren cinco sin dudarlo: 

-La vergonzosa gestión internacional de la crisis de los refugiados.

-El periodismo de trinchera y bandos en que se ha convertido el ejercicio de mi oficio en este país.

-El terrorismo yihadista que ha sembrado de muertos Turquía, Francia, Túnez, Kuwait, Somalia, Egipto, Siria, Kenia, Yemen…

-Las al menos 55 mujeres asesinadas en España por alguien a quien amaron.

-La pérdida de personas irremplazables como Pedro Reyes, Amparo Baró, Jesús Hermida, Ana Diosdado, Pedro Zerolo y muchos otros, también menos conocidos, a los que seguro todos hemos tenido que decir adiós este año. 

Y ahora que pase 2016 y, si es posible, que traiga menos dolor.

miércoles, 30 de diciembre de 2015

10 razones para subir una montaña

“Porque está ahí”. Eso contestó George Mallory, el alpinista británico desaparecido en su tercer intento de coronar el Everest, cuando le preguntaron por qué tanto empeño en escalar la cumbre del Himalaya. 

Peñalara no es el pico más alto del mundo, pero sí el techo de la Sierra de Guadarrama. No hay que ser un profesional para llegar a su cima, pero también está ahí, esperando que alguien lo corone. Después de haberlo subido ayer creo entender un poco más a quienes huyen a la montaña en cuanto tienen la más mínima oportunidad. 

Aunque durante la subida te falte el aire y te cueste saludar a los que bajan… Aunque pienses que te has abrigado demasiado y te pesen las piernas tanto como el culo… Aunque camines como un pato porque te imaginas resbalando con una piedra o despeñada al patinar sobre una placa de hielo… Aunque no quieras mirar arriba para no venirte abajo, ni te atrevas a mirar abajo por si te marea la perspectiva… Aunque el trayecto se te haga eterno y tu cuerpo te pida seguir para acabar, en vez de parar para inmortalizar el momento… Aunque en algún instante de las dos horas que te tiras ascendiendo te dé por pensar en la cantidad de cosas que tienes pendientes y lo mal que te organizas… 

 
…A pesar de todo ello, he encontrado otras diez poderosas razones por las que ayer mereció la pena subir a Peñalara y por las que creo que todos -incluidos los profundamente urbanitas como yo- debemos hacer el esfuerzo de subir a lo alto de una montaña alguna vez en la vida:

1.-Sentir cómo el viento helado te abofetea la cara, te esponja los pulmones y te oxigena el cerebro. 

2.-Ver lo que hay del otro lado y disfrutar de imponentes vistas (si incluyen puesta de sol, mejor que mejor).

3.-Escuchar el silencio y entender que a veces sobran las palabras.

4.-Reprimir la tentación de zambullirte en un mar de nubes.

5.-Descubrir nuevas maneras de divertirte, como jugar con la nieve, atrochar el sendero o marcar el suelo con tus huellas.

6.-Devorar un avituallamiento hipercalórico sin que luego se note en la báscula.

7.-Comprobar cómo las fotos tienden a mejorar los recuerdos (he aquí la prueba. Gracias, Juan Seguí) 

8.-Experimentar por uno mismo la agradable sensación de que el descenso siempre parece más corto que el ascenso. 

9.-Evidenciar que el esfuerzo se hace más llevadero cuando estás bien acompañado.

10.-Agradecer infinitamente las sinceras felicitaciones de quienes dudaban si serías capaz.

El último punto del manual para subir montañas de Paulo Coelho dice “Cuenta tu historia”. Pues eso.

martes, 29 de diciembre de 2015

El concepto de diversión

Para mi hijo de 10 años la máxima diversión es quedar con algún amigo en su casa, hartarse de tirar petardos, montar una batalla con Nerf, dar patadas a una pelota y terminar enganchado al Agario.

Mi hija no imagina mayor placer que pasarse horas viendo vídeos de los Gemeliers en un bucle interminable para, posteriormente, hacer dibujos “cuquis” mientras escucha el disco del ganador de La Voz Kids y terminar bloqueando el Yomvi a base de reproducir uno tras otro los capítulos grabados y reproducidos ya mil veces de “Yo quisiera”.

A su padre no hay actividad que le llene más que hacer kilómetros con la bici por vías pecuarias, perderse en paseos por la montaña, completar con paciencia infinita –con título, intérprete, año y hasta carátula- su colección de música descubierta a través de Spotify y, ya que está enchufado a internet, pillar gangas a través de su amigo Amazon.

En lo que a mi respecta, sería feliz viendo cada día una película, que no me faltara un libro en mi mesilla, ni un vino improvisado con amigos, un paseo por la Gran Vía y una wifi a la que conectarme para lo que se tercie. Trabajando también me divertía… en fin.

Somos cuatro personas que no tenemos nada en común, salvo el parentesco y el techo que compartimos, así que cuando se trata de encontrar un plan que complazca a todos, esto es la guerra. Esto no lo soluciona ni el mejor negociador. Antes, cuando eran más pequeños y aún no distinguían entre democracia y dictadura, era fácil. Los metíamos en el coche y solo teníamos que ponernos de acuerdo los adultos -con mayor o menor dificultad-. Ahora todo el mundo opina y, por supuesto, parece que a nadie le apetecen las propuestas del resto.

Hoy nos encontramos ante uno de esos momentos clave. El padre ha quedado con su grupo de fanáticos de la montaña para subir a Peñalara a ver atardecer mientras se toman un roscón. El plan incluye llevar a las familias. Debo decir que son gente estupenda. Aprovecho para saludarles por si están leyendo ;) ... pero debo confesar que cuando nos planteó la excursión se hizo el silencio. La tensión se mascaba. A mí lo de subir a una montaña a tomar roscón y chocolate estando ahí San Ginés, a donde se llega sin ninguna pendiente, pues como que me atrae más bien poco. A mis hijos el simple hecho de tener que andar ya les parece un martirio, no te digo ya si a la caminata no pueden llevar dispositivos electrónicos. Al final discretamente, sin casi discusión, hemos claudicado. Creo que en el fondo esperábamos que el parte meteorológico nos echara una mano. Al final el calentamiento global va a tener la culpa. O será que ya nos ha poseído el espíritu de la Navidad. El caso es que vamos a tratar de entender su concepto de diversión. Veremos cómo terminamos.


lunes, 28 de diciembre de 2015

A mí también me la han Colau

Leo que lo del intercambio de bastones de mando entre Carmena y Colau era una inocentada. Confieso que piqué con lo de las #AlcaldíasRotativas. Después de lo del concurso infantil de recogida de colillas, las reinas magas o la madres limpiadoras de colegios, qué quieres. 


Hemos llegado a un punto que hasta lo más estrafalario parece creíble. De hecho en un día como el de hoy, si echas un vistazo a la prensa con ojos de desconfiado dispuesto a chafar la broma, cualquier noticia podría considerarse artillería pesada.

La inocentada de RTVE, la de Fórmula TV, la de Idealista News o la de Vertele son pecata minuta comparadas con las noticias reales que parecen mentira y nos sorprenden cualquier día en la prensa. Podría empezar por el empate en la Asamblea de la CUP sobre el apoyo a Mas de ayer o la petición del presidente de Sri Lanza para azotar con un pez venenoso a los promotores del concierto de Enrique Iglesias, pero hay otras historias hoy que bien podrían ser una broma de mal gusto. He aquí cinco bien esperpénticas:






¡Ah! Por fin llueve en Madrid. Y no es broma.

domingo, 27 de diciembre de 2015

Eso que llaman amigos de Facebook

Me ha pedido amistad en Facebook un camarógrafo moldavo. Así, a primera vista, creo que no me suena, me da que no le conozco de nada, pero no me atrevo a asegurarlo cien por cien. Me he cruzado con tanta gente en mi vida que lo mismo yo tengo peor memoria que el resto. O quizá dejo más huella en los demás que ellos en mí, vaya usted a saber. Puede que simplemente busque a alguien con mi mismo nombre y me ha confundido con otra. Esta posibilidad es, sin duda, la más factible.

El caso es que esta circunstancia me ha hecho plantearme lo de las relaciones en las redes sociales. Siempre he considerado que el perfil de Facebook era algo muy personal que debías tener cerrado y solo dar acceso a los que realmente considerabas tus amigos. En mi caso así empezó, como vínculo con mi tribu, pero con el tiempo he llegado a aceptar a familiares en distintos grados de consanguineidad y abrir la puerta de mi cuenta a otra mucha gente con la que he coincidido sin llegar a intimar pero que, en esta realidad virtual paralela, se aproxima a una velocidad inversamente proporcional a la distancia que impone el medio. Así que me veo compartiendo instantes de mi vida -cada vez menos, ya he superado el furor inicial- con personas que probablemente no sepan ni cuál es mi color favorito.

Otra de las razones que me animaron a abrir un perfil en Facebook fue recuperar el contacto con personas de mi pasado a la que les había perdido la pista. Pero si lo analizas, hay veces que la vida ya se encarga de ponerlo todo en su sitio y, si hace quince años que no te has relacionado con alguien y no ha pasado nada, quizá será porque puedes seguir viviendo sin esa persona. Mejor no tratar de desvirtualizar. En cualquier caso nunca se me ocurriría pedir amistad a alguien en Facebook si no estoy completamente segura de que nos conocemos mutuamente.

En cuanto a Twitter, uno sigue a quien admira, personajes con los que se divierte o aquellas cuentas que le pueden mantener al tanto de la actualidad. Lo veo más como un escaparate que una red social. Por ejemplo tengo muy pocos seguidores en comparación con las personas que sigo. Sospecho que mis tuits no le importan a nadie y creo saber por qué: me tomo demasiado en serio, voy con pies de plomo, no quiero cagarla. Y, por rematar, no soy todo lo ingeniosa y rápida de mente que requiere esta red social para llegar a ser alguien muy popular.

Por lo que se refiere a Instagram, soy relativamente novata y digamos que de momento trato de emplearlo con un enfoque mucho más artístico que el que parecen darle los usuarios más veteranos.


Lo de las redes sociales es un fastidio, te roban mucho tiempo, son esclavas, te obligan a estar mentalmente al cien por cien y en muchas ocasiones te impiden vivir la vida real –la analógica- y disfrutar de acontecimientos que suceden realmente. Se producen situaciones verdaderamente delirantes con esa obsesión por compartir momentos alegres, tanto que muchas veces no se saborea la felicidad del momento por captar el encuadre perfecto para buscar cuantos más "likes" mejor.

También tienen cosas buenas, pero no vienen al caso. De cualquier manera, como siempre, en el término medio está el verdadero disfrute. Y, volviendo a la petición del camarógrafo moldavo, creo que es lo más exótico que me ha pasado como usuaria de las redes sociales. Engrosaría la pobre cifra de amigos que tengo en Facebook (185), que siempre será el triple de la real. A lo mejor podría ser el principio de una bonita amistad, pero ¿sabes qué? Voy a ignorar su solicitud. 

viernes, 25 de diciembre de 2015

Al cine por Navidad

Hoy es uno de esos días que invita a ir al cine y más si se renueva la cartelera con interesantes estrenos. Santa Claus nos trae uno de los títulos más esperados: “Palmeras en la nieve”, una película basada en el best seller de Luz Gabás y en cuyo rodaje hubo flechazo entre Mario Casas y Berta Vázquez. Esta superproducción de casi tres horas –un pelín larga para mi gusto- nos presenta la historia de dos hermanos de Huesca que viajan hasta la colonia española de Fernando Poo, isla de Guinea Ecuatorial, para trabajar. Allí uno de ellos inicia una historia de amor imposible con una nativa. Medio siglo después, una carta olvidada y encontrada de manera accidental empujará a la hija de uno de ellos a viajar hasta la isla e intentar resolver los enigmas familiares 


El otro estreno fuerte es “El Desafío”, de Robert Zemeckis, con Joseph Gordon-Levitt y Ben Kingsley. La cinta está basada en la historia real de Philippe Petit, un joven soñador, y un poco loco a juzgar por sus hazañas, que se atrevió a recorrer de forma ilegal y sobre un cable la distancia que separaba las torres Gemelas de Nueva York. 


También me atrae “Macbeth”, no tanto por contemplar la enésima versión del clásico de Shakespeare, sino por ver a Michael Fassbender como el duque de Escocia, a quien un trío de brujas le profetiza que un día se convertirá en rey de Escocia. Así que para qué esperar, se carga a quien ocupa todavía el trono y acelera lo inevitable. 


Aunque en un día como el de hoy, lo que me pide el cuerpo es algo alusivo a las fiestas. Por ejemplo “Navidades, ¿Bien o en familia?”, una comedia con un reparto de lujo en el que destaca Marisa Tomei, Amanda Seyfried, John Goodman y Diane Keaton, entre otros. Por el título os imaginaréis que nos cuenta las aventuras de la familia Cooper cuando sus cuatro generaciones se juntan por Navidad.


“El secreto de Amila” se adelantó al estreno general aprovechando las vacaciones escolares. Es una de animación vasca que se puede ver desde el miércoles. Nos sitúa en un hospital donde varios niños se ven obligados a pasar temporadas por sus enfermedades. 


Tienen una fuerte competencia en “Carlitos y Snoopy: la película de Peanuts”. Estos dibujos debutan en el cine en 3D de última generación con un desvalido Carlitos embarcado en un viaje épico y heroico, mientras que el adorable sabueso se enfrenta a su archienemigo, el Barón Rojo.


“Hermanísimas” cuenta la historia de dos hermanas alejadas desde hace tiempo que se reúnen cuando sus padres las llaman para que limpien su habitación antes de vender la casa. Aprovechando la oportunidad, organizan una última fiesta para sus antiguos compañeros del instituto, ahora ya adultos. Es una gamberrada total.


El último título es un drama francés, “La Odisea de Alice”, sobre una joven marinera que está a punto de embarcarse en un viejo buque de carga cuyo capitán fue su primer amor. Por supuesto será un viaje que no olvidará. 

jueves, 24 de diciembre de 2015

Yo no quiero ser rey mago

Tener que hacer de rey mago es un rollo. Aguantar una cabalgata montado en carroza, caballo, camello o lo que se le ocurra al ayuntamiento de turno, incluido un cádillac sin frenos, puede convertirse en una pesadilla. Soportar el picor de una barba artificial -en el peor de los casos el betún marrón si te toca Baltasar y no eres negro-, el peso de la corona en las sienes y de la capa de terciopelo en el cuello, no es lo que podríamos llamar un planazo. Tampoco parece la imagen ideal de la diversión pasarte horas saludando y tirando caramelos a diestro y siniestro, arriesgándote a descalabrar a alguien del público. Y quien diga que todo eso no importa cuando ves la ilusión en el rostro de los niños, miente como un bellaco. 


Desde tiempos inmemoriales en los pueblos y ciudades se han encargado de este marrón los concejales -que para eso les pagan- y no todos, que también en este gremio hay mucho rey del escaqueo. Ni con turnos se consigue que todo la corporación pase por el aro. Y es que, desengañémonos, hacer de rey mago, paje o similar es un auténtico coñazo. Por eso muchas veces hay que recurrir a buscar voluntarios entre el personal municipal con algo de espíritu navideño, independientemente del género, entre los famosos de la localidad o, más recientemente, entre los colectivos sociales que reivindican la participación de la ciudadanía en todo lo que afecte al municipio. Dan igual unos u otros. Debajo de una corona y una barba poblada no te distingue ni la madre que te parió.

Por eso no he entendido que se haya montado la que se ha montado con el anuncio del Ayuntamiento de Madrid de incorporar a mujeres en los papeles reales en diversas cabalgatas. Bien es cierto que el equipo de Carmena podía haberse callado y organizar estos eventos sin mayor publicidad. No creo que nadie estuviera especialmente interesado en saber quién iba a interpretar a los Reyes Magos en dos cabalgatas de barrio, pero dar tres cuartos al pregonero es lo que tiene. Estas situaciones se han venido dando de manera natural sin atender a ninguna ley de paridad y sin que el público tuviera que conocer de los Magos más que sus nombres -Melchor, Gaspar y Baltasar- y su procedencia -Oriente-.


Tampoco os creáis que hacer de Papá Noel es más divertido, la única diferencia es que Santa termina esta noche su trabajo y ya no tiene que recorrer los centros comerciales aguantando una hilera interminable de niños deseando sentarse en sus rodillas. La parte negativa es que se les acaba el contrato a muchos desempleados que se sacaban un sueldo discreto con este teatrillo. 


¡Ah! Feliz Navidad y que esta Nochebuena sea una noche de paz, a pesar de la luna llena. Por si acaso, os dejo alguna herramienta para evitar que el encuentro con los cuñados os pase factura.

miércoles, 23 de diciembre de 2015

Una buena inocentada

Hace un par de semanas me llamaron de mi Oficina de Empleo para saber si me interesaba un trabajo. Sí, ya sé, es sorprendente. Y más si tenemos en cuenta que era una oferta como periodista –que es lo que soy yo- en un Gabinete de Prensa de un ayuntamiento- que es lo que he estado haciendo los últimos seis años-. Tan impactada me quedé que, en un primer momento, miré a mi alrededor buscando la cámara oculta. Al no apreciar nada fuera de lo normal, una vez repuesta de la primera impresión, atendí eufórica la llamada y dije a todo que sí, aunque se trataba de una sustitución por baja maternal y el horario vespertino era bastante incompatible con mi papel de mamá. Era igual. Ya solucionaría esos pequeños inconvenientes. Lo importante era reincorporarse al mercado laboral, sobre todo en este momento en que la prestación se reduce por llevar más de seis meses sin trabajar.

Me citaron en el paro con mi curriculum y la documentación que acreditara mi valía, y allí que me presenté. Previamente tuve que desempolvar el cuadro en el que había enmarcado mi título universitario, arrinconado en el trastero después de la última obra en casa. 


En la Oficina de Empleo tomaron nota de mi buena disposición, se quedaron con copias de mis méritos y me enviaron al ayuntamiento en cuestión para que me hicieran la entrevista de trabajo… ¡Mi primera entrevista, chispas! Al menos la primera desde que en junio se me acabó mi último contrato. Antes de pasar esa importante prueba, revisé toda mi red de contactos e informé a los que tenían conocidos en ese ámbito para que indagaran y hablaran muy positivamente de mí. Todos coincidían en que ese trabajo estaba hecho a mi medida y que no me preocupara, era pan comido. Pero yo, que tiendo a ser prudente y también un poco bruja (espero que gafe no), tenía mis reservas y no quería vender la piel del oso antes de cazarlo.


Llegado el momento, después de una noche con pesadillas y nerviosa como un flan, me presenté puntual en el consistorio, con mi título enrollado en una mano, como si fuera una espada laser, siguiendo las indicaciones de la técnico de empleo encargada de mis trámites, a pesar de que en absoluto era necesario, pero en fin… Creo que resolví profesionalmente la entrevista y que quedaron bastante satisfechos, tanto que yo ya casi me vi incorporándome el mismo 28 de diciembre, Día de los Inocentes, que era la fecha que manejaban para el comienzo de contrato. Detrás estaban citados otros cuantos desempleados más con un perfil similar al mío que el Paro había mandado al ayuntamiento. Pero no los sentí como una amenaza, estaba confiada en que los responsables de tomar la decisión habían visto en mi lo que estaban buscando.

El lunes, día en que debía recibir la llamada con la respuesta, ya fuera afirmativa o negativa, sonó el teléfono móvil justo cuando estaba dispuesta a fotografiar con su cámara el festival navideño de mi hijo. Me informaban que era reserva, vamos, que yo no era la agraciada, otra persona ocuparía ese puesto y, en caso de renunciar o no pasar la etapa de prueba, entraría yo. Nunca lo había tenido tan fácil ni tan cerca. Todavía no entiendo qué ha pasado. Es evidente que había alguien con un perfil aún más apropiado y con una mejor red de contactos –si cabe-. 



He vuelto a colocar el título en el cuadro y lo voy a devolver al trastero, de donde nunca debió salir. Y cuando llegue el 28, a mí que nadie me haga inocentadas, que ya estoy servida.

Por cierto, sigo libre y disponible, nunca de saldo. ¡Aprovechen el mercado de invierno! 


martes, 22 de diciembre de 2015

El día de la marmota

Una de las varias veces que intentaba dejar de fumar, tuve una recaída el mismo día de la Lotería de Navidad. De esto hace… bufff… puede que más de quince años. Y lo que me hizo volver fue precisamente el sorteo. Por aquel entonces trabajaba en la radio y me asignaron al equipo encargado de su retransmisión. El estrés de localizar las administraciones que habían vendido los premios, poner en línea a los loteros, las conexiones con los reporteros y demás entresijos de la producción del programa, pudieron más que mi fuerza de voluntad y en un momento de respiro cogí un pitillo de la cajetilla de un compañero y lo encendí allí mismo, en el estudio. Visto ahora, con el paso del tiempo, parece mentira. Mira por dónde, gracias a Zapatero y su ley antitabaco, esas cosas ya son impensables. Me acuerdo de aquel día por este otro 22 de diciembre, el de hoy, día de la Lotería de Navidad. 


He encendido la radio, he sintonizado Onda Cero, y he vuelto a viajar en el tiempo. Mis compañeros de entonces siguen allí y hoy de nuevo les toca el programa especial. Ya estamos con la tolva, los alambres, los paraguas, el bombo, las bolas y demás términos técnicos que se empeñan en explicarnos una vez al año. Me los imagino hartos de repetir los tópicos de siempre, como atrapados en el día de la marmota, contando las mismas anécdotas año tras año, que si los murcianos les dan más importancia a la suerte y los gallegos menos, que si se mantienen a la cabeza en ventas Doña Manolita en Madrid y la Bruxa D’or en Sort, que si ya están ahí los tipos disfrazados que se cuelan en el salón cada año, o la madre del primer niño de San Ildefonso que canta un premio. Cierro los ojos y veo a Carlos León cazando al vuelo al que ha dormido en la puerta del Teatro Real para entrar el primero; a Paco de León evocando aquellos bocatas que regalaba Loterías y Apuestas del Estado a la prensa acreditada para cubrir el evento; a Taboada -siempre sembrado- surfeando presentaciones ingeniosas mientras suenan de fondo los villancicos que pincha Gema Esteban; Hernández comentando las curiosidades del sorteo y Begoña Gómez poniendo algo de cordura con una sonrisa en este equipo de lujo. Echo de menos a Chema del Olmo conectando en directo desde el sorteo y veo que el marronazo de la producción le ha caído este año a Marisol Parada. La compadezco. Todos cruzando los dedos para que el gordo no aparezca durante una desconexión publicitaria y para que tarde en salir, porque si se adelanta, la magia se agota antes de tiempo y el interés se pierde en cuanto has entrevistado a la lotera y al puñado de agraciados, pero el programa tiene que seguir y durar al menos hasta las doce y media o una, y a ver qué cuentas entonces. 

Apuesto que alguien dirá “hoy es el día de la salud” o “sonaba mejor cuando era en pesetas”, y seguro que cae algún “para tapar unos agujeros”. Recuerdo cuando la lotería le tocaba siempre a Ángel Matanzo, concejal popular en Madrid con Álvarez del Manzano. Después heredaron la “suerte” otros como Carlos Fabra. En fin...


...siempre lo mismo. La Lotería de Navidad, ese sorteo que todo el mundo sueña con ganar, aunque haya muy pocas probabilidades y, de tocarte, es difícil que te puedas retirar, sobre todo porque el fisco se lleva el 20% de los premios de más de 2.500 euros. Por eso, por mucho que pasen los años, sigo sin entender por qué la gente se vuelve tan loca cuando le cae el Gordo y se lía a descorchar botellas de cava. Me temo que la única manera de entenderlo pasa por ser uno de los agraciados. Seguiremos esperando.

lunes, 21 de diciembre de 2015

Cinco dudas electorales que me corroen

Yo me estrené en las urnas con el referéndum sobre la entrada de España en la OTAN. No fue tan “emocionante” como parodiaba La Trinca, pero casi.


Desde entonces he vivido muchas elecciones generales, municipales, autonómicas y europeas. En todas, independientemente de los partidos implicados en la contienda o del carácter de cada uno de los comicios, se repiten casi siempre los mismos tópicos que despiertan en mi cinco dudas. Aviso que nada tienen que ver con si ha llegado el fin del bipartidismo, si el país es o no gobernable con este escenario, o si los mercados van a castigar el resultado electoral. Así que vayamos al lío:

-¿Por qué se destaca como primera y gran anécdota del día de las elecciones el hecho de que un pueblo con seis votantes tenga siempre el record de rapidez en abrir y cerrar el colegio electoral? Me refiero al municipio riojano de Villarroya. A las 9:01 minuto ya habían depositado su voto todos. Digo yo que tres de ellos serían mesa y los otros tres suplentes, así que no le veo el mérito.

-Si está comprobado que en hay varias localidades que clavan los resultados a nivel nacional, ¿no se ha planteado nadie que quizá, como medida de ahorro, podrían celebrarse solo las elecciones en estos enclaves privilegiados?

-¿Dónde se meten partidos “raros” como Muerte al sistema (+MAS+)¿Yo? ¡Producto andaluz!, Solidaridad y Autogestión Internacionalista (SAIN) o Partido azul de Derecha Progresista (PADP) cuando no hay elecciones?

-¿Por qué, pase lo que pase, en el Senado nunca pasa nada y, además, parece no importarle a nadie? De hecho medio millón de votantes prefirieron pronunciarse sobre el Congreso y no introducir su sobre sepia.

-Y para terminar, reivindicando una atención preferente al voto nulo… ¿alguien se da cuenta de que  -independientemente de quién nos gobierne- el ingenio (y la salud democrática también, sí) de un país se mide por la calidad de las papeletas tuneadas en las elecciones?



sábado, 19 de diciembre de 2015

Tengo el móvil en la UVI

Se me ha caído el móvil a la taza del váter. La he cagado, literalmente. Llevaba el aparato en el bolsillo trasero del pantalón y se me ha olvidado, así que cuando he ido al cuarto de baño… No daré más detalles, el caso es que no habrá estado sumergido más de dos segundos, el tiempo que he tardado en reaccionar e introducir mi mano en el agua estancada al fondo del inodoro. Luego he intentado secarlo y sacudirlo, como si así fuera a extraerle la humedad. Al principio, optimista que soy, he pensado que sobreviviría al ahogamiento, dado que seguían apareciendo las caras de mis hijos en la pantalla. Pero luego, cuando he querido desbloquearlo, las cosas se han complicado. Leo que este hecho es bastante común (a tres mujeres más de mi entorno les ha pasado, un dato que me inquieta)…y compruebo también que hay un montón de páginas en internet donde te dan consejos para una recuperación del terminal tras un suceso de esta magnitud. Hay incluso un invento español, pero lo he descubierto demasiado tarde. 


Lo primero y fundamental antes de dar ningún otro paso –según leo- es apagar el terminal. Yo tardé unos minutos en hacerlo, un tiempo precioso que podría marcar la diferencia.

Luego, ya es un clásico al parecer, hay que introducirlo en arroz, para que el cereal le absorba el agua que haya podido quedar almacenada en su interior. Allí sigue el pobre desde ayer (como el bogavante de una paella, con ingredientes extra, supongo).

El paso siguiente ha sido hacerme con un aparato cualquiera para salir del paso temporalmente. En estas circunstancias uno no está para exigir, así que no he sido muy selectiva y me he apañado con un aparato desechado previamente por mi suegra, un Samsung Galaxy Ace bla bla bla –que hay que ver los nombre en código que les plantan a los móviles- que en cuanto lo he restaurado de fábrica y he intentado instalarle el Whatsapp para saber qué me estaba perdiendo, ha colapsado. En fin, que me he visto obligada a volver a desinstalar “extras” y dejarlo con lo básico, es decir, como teléfono que recibe y hace llamadas.

Con este incidente me he dado cuenta de algunas cosas:

-He llegado a desarrollar una dependencia casi enfermiza del móvil, más bien de los datos para acceder a internet, aunque no sé si sería acertado calificar este síndrome como nomofobia.

-No solo gestiono mis redes sociales a través de ese maldito aparato, también me recuerda cumpleaños, renovación de contratos, pago de impuestos… es mi puñetera agenda

-Tengo instaladas aplicaciones que me hacen la vida más fácil. Por ejemplo, si ahora enfermo y necesito pedir cita al médico, ya no podré hacerlo cómodamente a través de la aplicación de la Cita Sanitaria de la Comunidad de Madrid, tendré que recurrir a la llamada tradicional… y ni siquiera recuerdo el número del Centro de Atención Primaria.

-Tampoco puedo saber qué canción suena en una tienda porque no dispongo de espacio para Shazam, ni puedo practicar mi inglés, porque por supuesto en este aparato de sustitución que me he agenciado ni se me ocurre probar a ver si me permite instalar Duolingo

-Ya nadie me llama, todo el mundo me cuenta las cosas por Whatsapp, así que sin esta aplicación de mensajería estoy incomunicada. Tanto que desde ayer tengo la impresión de estar perdiéndome algo.

Por eso me urge solucionar este problema cuanto antes. Aún confío en que el arroz pueda devolverle la vida a mi teléfono, aunque me dicen que si sale de ésta, ya no será el mismo. Quizá ha llegado el momento de buscar el relevo para seguir siendo una más de los millones de personas que no saben vivir sin datos en su móvil. 

viernes, 18 de diciembre de 2015

Vuelve Chewbacca

Sí, que se preparen los apellidos catalanes porque llega a las pantallas españolas su mayor amenaza: “Star Wars: El despertar de la fuerza”. J.J. Abrahams firma este VII capítulo, primero de la tercera trilogía, en el que viajamos más de 30 años después de la caída del Imperio Galáctico, derrotado por la Alianza Rebelde. Soy incapaz de sintetizar el argumento, así que lo resumiré diciendo que Luke Skywalker (Mark Hamill) ha desaparecido y Leia (Carrie Fisher), Han Solo (Harrison Ford), Chewbacca, R2-D2 y C-3PO todavía están activos y luchan en la resistencia. La gracia está en poder volver a ver a los actores de la primera película envejecidos sin necesidad de efectos especiales. El mejor conservado, sin duda, el enorme bicho peludo.



De tener que elegir, yo preferiría ver “Sufragistas”, una película sobre mujeres hecha por mujeres y que seguro gustará a las mujeres. Ambientada en la Inglaterra de principios del siglo XX, años antes de que estalle la Primera Guerra Mundial, es una historia sobre los primeros movimientos feministas y la lucha por el derecho al voto femenino. En el reparto nombres de primera línea como Meryl Streep, Helena Bonham Carter y Carey Mulligan.


Otro atractivo de la cartelera es “Invisibles”, sobre todo por comprobar la extraordinaria transformación de uno de los guapos del cine, Richard Gere, mutado en vagabundo de Nueva York que trata de superar esa fase de decadencia y recuperar la relación con su hija.


“45 años” es un drama inglés protagonizado por Charlotte Rampling sobre una pareja a punto de celebrar su 45 aniversario de boda, que ve cómo la armonía del momento se rompe cuando el marido recibe la carta de una mujer con la que estuvo relacionado en su pasado.


Otra producción inglesa es “Hiena: El infierno del crimen”, un thriller policial con narcotráfico, crimen y corrupción sobre el director de una unidad policial de Londres especializada en combatir esos delitos que no es todo lo limpio que se espera de un funcionario público.


Por último, la curiosidad de los estrenos es “Un día vi 10.000 elefantes”, una película a caballo entre la animación y la realidad, narrada por un veterano que participó como porteador en la expedición de 1944 a 1946 del cineasta madrileño Manuel Hernández Sanjuán en la colonia de la Guinea española. 





miércoles, 16 de diciembre de 2015

Las cookies engordan

Un día se me ocurrió echar un vistazo a la web de una conocida tienda de deportes con la intención de equiparme convenientemente para practicar -de una vez por todas y en serio- la natación. Inmediatamente concluida la labor de investigación, cada vez que ingresaba en cualquier otra página, surgía como de la nada en la pantalla de mi ordenador todo el catálogo de bañadores de esa marca. Estos últimos días, en cambio, con lo que me bombardea la pantalla es con ofertas de vuelos baratísimos, resultado de mis arduas gestiones para organizar un viaje económico a Dublín. He aquí el pantallazo de prueba.


Hubo un tiempo incluso que, sin ser consciente de haber iniciado ninguna búsqueda sobre planes de adelgazamiento, la red me acosaba con todo tipo de productos para mantener la línea. Aunque para experiencia "traumática" la que sufrió un conocido mío que cada vez que encendía su PC y revisaba la prensa online, se le llenaba la pantalla de señoritas en lencería fina. Y todo porque un día cedió su puesto de trabajo a una compañera que tenía cierta urgencia en revisar las nuevas tendencias en moda interior, para animar una despedida de soltera, y la computadora almacenó la búsqueda como prioritaria. Durante un tiempo no se le ocurría conectarse a internet si no era en soledad (lo que levantaba aún peores sospechas).


La culpa de todo la tienen las cookies, esos ficheros de texto con información sobre nuestras visitas a internet que almacena la memoria del ordenador. Bueno, en realidad la culpa la tenemos los internautas comunes que damos el ok alegremente, sin pensar ni leer, cuando las páginas nos informan sobre su política de cookies. Tampoco cultivamos la sana costumbre de limpiar el historial al cierre de la navegación. Ni siquiera perdemos el tiempo en configurar con mimo las preferencias para evitar que nuestros usos y costumbres en la red sean monitorizados por la primera web que pisemos o, si lo son, que automáticamente nuestras huellas queden desintegradas con un simple clic. 

Aunque cada vez es más complicado sortear este férreo marcaje o quedarse al margen. Se supone que quienes desarrollan las páginas web utilizan estos archivos para facilitar la navegación a los usuarios, así que a veces desactivar las cookies provoca el efecto contrario. Vamos, que algunas cookies son estrictamente necesarias para la prestación de determinados servicios, por lo que, si se desactivan, despídete. El ilustrador Randy Bish refleja gráficamente el panorama complejo al que se enfrenta el común de los mortales.


Habrá quien considere una ventaja que su navegador recuerde cuáles son las páginas que más visita y se las guarde generosamente. Pero a mí me fastidia que el sistema almacene y recupere información sobre mis decisiones y hábitos de consumo. Soy de las que prefiero descubrir, buscar, explorar, cada vez una cosa y no necesariamente adecuada a mi perfil. Es lo que me pasó con Netflix durante el mes de prueba que disfruté coincidiendo con su llegada a España. Como primer paso tuve que elegir varias de las producciones de su archivo en función de lo que me interesaba y, una vez creado mi perfil, comprobé que solo me ofrecía películas y series de temática y factura similar. Si el cuerpo me pedía otra cosa, debía salir de mi identidad y rebuscar título por título entre su colección. Lo que en principio Netflix presenta como una ventaja, para que cada miembro de la familia viva su propia experiencia personalizada con recomendaciones ad hoc, en mi caso pincha en hueso, prefiero ser yo la que personalice mi experiencia como espectadora, no una máquina. Rarita que es una.

Así que tú verás, puedes aceptar las cookies, borrarlas o bloquearlas, lo que prefieras, y para eso simplemente debes configurar de manera adecuada tu navegador o acordar con él cuál quieres que sea tu nivel de privacidad. Es mi asignatura pendiente. No quiero que nadie decida qué publicidad debo ver o qué artículo puedo necesitar, en función de lo que consulto por internet. Y, por supuesto, quiero mi intimidad, no me apetece que el que venga detrás de mí a utilizar el ordenador se pueda llevar una idea equivocada (o demasiado precisa). Pero sobre todo, me fastidia que por unas cookies alguien me sugiera que debo perder peso. Hasta ahí podíamos llegar.

martes, 15 de diciembre de 2015

Lo siento, pero yo no soy fan de "Star Wars"

Hay una iglesia de Berlín que anuncia para este domingo una misa “Star Wars”, con la que sus dos pastores pretenden enseñar a los asistentes las analogías entre las tradiciones cristianas y la saga de “La guerra de las galaxias”. Se ve que también la iglesia alemana está muy necesitada de fieles. Han previsto que la ceremonia, que se presenta como "El despertar de la Fuerza: misa con motivo del episodio VII de Star Wars", incluya escenas de la última entrega de la saga y la música, interpretada por el organista del templo, esté inspirada en la banda sonora de la película. Ah, y rizando el rizo, todo el que vaya disfrazado de personaje de la serie participará en el sorteo de entradas para ir a ver la película, cuya premiere mundial en Los Angeles reunió ayer a 3.500 invitados, se estrena mañana en la Alemania y el viernes llegará a nuestras pantallas.



Con "La guerra de las galaxias" todo suele ser muy excesivo, incluido el furor que levanta esta serie de películas entre los devotos de la secta galáctica. El trailer del séptimo episodio se convirtió en el más visto de la historia con 112 millones de visitas en sus primeras 24 horas publicado en la red, rompiendo el récord que tenía "Cincuenta sombras de Grey". La promoción de “El despertar de la fuerza” es brutal aunque, como veis, no lo necesitaría, la verdad, con solo tirar de los frikis fanáticos de la saga, el trabajo publicitario estaría resuelto. Pero la productora no ha escatimado en recursos y el merchandising que acompañará a esta nueva entrega estará a la altura de lo que ya estamos acostumbrados.

En fin, que tendremos Star Wars hasta en la sopa, y nunca mejor dicho porque hasta las sopas Campbell se han apuntado al carro de la fuerza y de una ingeniosa manera, que no ha hecho gracia a todo el mundo


Particularmente debo admitir que la saga "Star Wars" me deja más bien fría. No podría precisar cuántas de la entregas he visto completas, porque cuando llevo un rato pierdo el interés. Puede que solo la primera, por eso recuerdo a Harrison Ford, Mark Hamill y Carrie Fisher en sus papeles iniciales, y a los dos robots (siempre confundo sus nombres mixtos de números y letras, así que no me arriesgo), pero el resto de las imágenes, personajes y tramas se me entremezclan y no me aventuraría a ubicarlos en una u otra. Lo digo en voz baja, por si confesar que no soy fanática de "Star Wars" pudiera afectar a mi reputación.

Si conocéis o tenéis cerca un fan de Star Wars ya sabréis que son capaces de recitar los nombres de todos los personajes de la saga o resumirte el argumento de la historia en orden cronológico; tienen toda la colección en distintos formatos según la edad (de VHS a Blue Ray) y algún gadget en el que aparece Darth Vader; un palo en sus manos se convierte en espada laser y, por supuesto, en cualquier momento pueden soltarte una frase épica. Los hay incluso, con sentido del humor.

Y si alguno de vosotros mismos piensa que es el primer fan de la saga…, ¡no tan rápido! Primero deberéis poner a prueba vuestros conocimientos.

lunes, 14 de diciembre de 2015

Las 5 leyes de oro de los cumpleaños infantiles

En diez días mis dos hijos habrán asistido a 6 cumpleaños. Está visto que hay mucho niño gestado en primavera-verano. Lo cierto es que algunos meses generan tales picos de vida social infantil que no das abasto. Ojo, seguro que si no les invitaran me preocuparía, así que prefiero que el conflicto venga por el exceso que por el defecto.

Cecilia y Bruno ya no son unos críos, es decir, los parques de bolas pasaron a la historia para nosotros -afortunadamente-, pero aumenta la sofisticación de las celebraciones (batallas de láser, desfile de modelos, partida de bolos, carrera de karts, jugar a ser mayor en una ciudad imaginaria, sesión de cocina…) y con ello el deseo incontrolable por asistir. 

Mi experiencia de ocho años llevando a mis hijos por todos los cumpleaños habidos y por haber, me convierte en voz autorizada a la hora de establecer las 5 leyes de oro de los cumpleaños infantiles -los tuyos y los de los demás-. Son éstas:

-Tú decides si aceptas la invitación. Si fuera por tus hijos, estarían todos los días de cumpleaños, así que haz lo que mejor te venga a ti porque ellos -de momento- no tienen criterio. Cuando te planteas cuál es el número tope de festejos que puedes asumir, piensas que lo suyo debería ser como mucho uno cada quince días, nunca más de dos al mes, pero cuando caes en uno de esos meses de babyboom (abril/diciembre), o tienes mano izquierda o te toman por el pito de un sereno. Comienza por prescindir de los cumples que te provoquen problemas de logística o quebraderos de cabeza. Yo tiendo a eliminar también las invitaciones de niños de los que nunca hablan mis hijos, vamos, lo que se entiende por cumpleaños a destajo y sin filtro.  


-Confirma tanto si va a ir como si no y hazlo con tiempo. La premisa “no hagas a los demás lo que no quieras que te hagan a ti” es la que tiene que regir en este tipo de situaciones. Aún recuerdo uno de los últimos cumpleaños de mi hijo que reservé en un parque de bolas y la víspera aún no tenía confirmación de la mitad de los invitados. Lo malo es que con ese número de niños no llegaba al mínimo de participantes que exigía el establecimiento. Finalmente conseguí completar el grupo entre taquicardias, incluso con alguno que se presentó sin confirmar.

-Da prioridad a los que se celebran cerca de casa. Así podrás apurar al máximo en la entrada y recogida. Los cumpleaños que se organizan en el propio domicilio de los niños son más cómodos porque las horas de entrada y salida son más flexibles que si te citan en un lugar con actividades planificadas, donde si te retrasas fastidias a tu hijo, que se pierde el comienzo, y al resto, si tienen la deferencia de esperar. Eso sí, no demores demasiado la recogida en ningún caso, piensa que los padres están deseando recuperar la normalidad y el silencio después de tanto bullicio, así que sé considerado. Si resulta inevitable el traslado en coche a un lugar alejado de tu radio de acción, coordinate con otras madres o padres para turnarte en el desplazamiento. Y valora que la gestión de llevar a los niños siempre es más rápida que la de recogerlos, que es cuando están más remolones y siempre cuesta horrores sacarles de la fiesta.


-El regalo, mejor en común. Pero que lo compren los padres. A principio lo de sugerir una aportación para comprar algo entre todos me parecía un poco violento. Eso de ir a la caza de los padres para darles cinco euros me hacía sentir que estaba pagando la invitación. Ahora veo el cielo abierto y cuando ofrecen la posibilidad digo que sí sin dudarlo. En caso de que no pueda ser, pide ideas a la madre o el padre (nunca a la niña/el niño) y ve a tiro hecho. Tienes demasiadas cosas que hacer como para entretenerte en ser original con un regalo de cumpleaños para un crío que tiene de todo. Y ya lo ideal son los cumpleaños conjuntos de dos o tres criaturas, te quitas de un plumazo varios compromisos y economizas esfuerzos. Estos se están poniendo muy de moda ahora entre los niños de infantil.

-Si es posible, escaquéate. Deja al niño en la zona en cuestión, confirma la hora de recogida y adiós. No tientes a la suerte, no vaya a ser que al final te toque echar una mano a los padres organizadores. Esto con los cumpleaños de niños mayores no suele pasar, pero en los de peques, si tienes corazón, puede que termines cantando canciones de Disney o haciendo compañía a los progenitores. Si no dura más de dos horas y está en zona comercial, aprovecha para planificar tus compras durante ese tiempo o a quedar con alguien a tomar un café. Por cierto, prepara igualmente cena, porque en estos cumpleaños los niños van a lo que van, a divertirse, así que siempre quemarán más calorías de la que ingerirán con el perrito, el triángulo de pizza o el sándwich mixto que les pondrán de merienda. ¡Ah! Y, un consejo, si no quieres aguantar la cantinela de camino a casa, ten a mano una botella con agua cuando vayas a recogerles, porque ese menú acompañado de tanto ejercicio les da mucha sed.


Como colofón, cuando tu hijo se lo pase tan bien que quiera celebrar su cumple en el mismo sitio que su amigo, empieza por sondear a la madre o padre en cuestión sobre la experiencia y el precio. Si no te cuadra, resístete. Proponle una alternativa. Piénsate muy bien lo de organizarlo en tu casa y asume que, si lo haces, todo quedará patas arriba, pero te ahorrarás los entre 15 y 20 euros por cabeza que suele costar un lugar de fiestas infantiles. En el primer cumpleaños que organicé en casa hubo un momento que no sabía si gritar a los niños que habían convertido mi sofá en una cama elástica, a los que vaciaban los cajones de juguetes o a los que me abrían el congelador en busca de una nueva ración de helado. Es entonces cuando te das cuenta de que quizá merece más la pena hacer un esfuerzo económico por que otros entretengan a tus hijos y sus amigos. Ah, y sobre el número de invitados. Yo siempre he puesto el tope de 10, si pueden ser 8 mejor, pero cada cual tendrá sus prioridades. Por último, si logras, en una maniobra de gran precisión, convencer a tus retoños de que renuncien a invitar a sus amigos a una fiesta y a cambio les haces un gran regalo, entonces enhorabuena.

sábado, 12 de diciembre de 2015

Por qué lo llaman low cost cuando quieren decir sablazo

Hace mucho que no me subo a un avión, tanto que aún me estoy recuperando de la mezcla de impresión e indignación que me ha provocado comprobar qué es lo que se esconde bajo esa moda del low cost cuando hablamos de vuelos. 


Pensando en hacer una escapada de fin de semana a Dublín dentro de un mes a visitar a mi amiga Chus, busqué precios por internet para hacerme una idea de lo que me costaría la excursión. En principio el gasto no era exagerado, más bien todo lo contrario, la ida y vuelta salía por unos 70 euros, que comparado con un billete de AVE, por ejemplo a Málaga, me parecía bastante asequible.

Muy animada me dispongo a reservar los billetes y, nada más empezar, me topo con el primer contratiempo. El precio más económico es para la combinación de vuelos con salida a ultima hora del viernes (aterrizar allí cerca de la medianoche) y regreso a primerísima hora del domingo (a las 6 y media de la mañana, cuando no hay manera de llegar al aeropuerto si no es en taxi). Vamos, que con ese plan probablemente no necesitaría gastarme nada en alojamiento, ni llevar ropa de cambio, porque a la larga solo pasaría un día en Dublín que, por supuesto, tendría que exprimir al máximo.


Bueno, no pasa nada, sigo buscando en varios buscadores de vuelos baratos, como eDreams, Kayak o Rumbo, y doy con el viaje perfecto: ida y vuelta a las horas deseadas y precio en torno a los 90 euros. Bueno, me resigno pensando que dentro de lo que cabe no es tan caro para un viaje en avión y claudico. Saco la tarjeta y me preparo para pagar. ¡No tan rápido! El portal me obliga a rellenar absolutamente todos los datos de los viajeros antes de llegar al pago final, así que me armo de paciencia y completo todo el maldito formulario hasta que, por fin, viene el momento de pagar y… ¡tachán tachán! … descubro que el precio no incluía los gastos de gestión, entre 15 y 30 dependiendo del buscador. Bueno, qué le vamos a hacer, seguiremos adelante. Pero resulta que solo se puede pagar por tarjeta o paypal y eso está “penalizado” con una comisión de unos 15 euros. En definitiva, que lo que iban a ser 90 se convierten en 130. Y estamos hablando de vuelos en los que vas simplemente con equipaje de mano, porque si tuvieras que facturar una maleta, el precio se dispararía aún más. Además sin asiento reservado, que por algo tan peregrino también se paga un extra. Vamos, que contratas un servicio de transporte de ganado, sin "lujo" alguno. No estoy descubriendo la pólvora, esto ya lo sabe la gente que tiene mundo.

Sí, ya sé que si hubiera reservado con antelación probablemente habría entendido mejor el concepto low cost, pero de momento me debato entre si mandar la excursión a la basura y esperar que surja otra oportunidad de tomarme una genuina pinta en un pub irlandés o resignarme a pasar por el aro y seguir manteniendo esta patraña, con lo que ellos habrían ganado. No estoy en contra de que las empresas quieran ganar dinero, faltaría más, me molesta que utilicen mal los términos para confundir al personal. ¿Por qué no te dicen desde el principio cuál va a ser el precio final? O mejor aún, ¿por qué lo llaman low cost cuando quieren decir sablazo?

viernes, 11 de diciembre de 2015

No hay cines para tantos estrenos

Algo así como 16 películas renuevan la cartelera desde este viernes. Son muchas, así que vamos rapidito. La cinta estrella del fin de semana intuyo que va a ser “Un Paseo Por El Bosque”, lo pide a gritos su reparto, cargado de nombres de peso como los de Robert Redford, Nick Nolte, Emma Thompson o Mary Steenburgen. Ellos son los protagonistas de esta comedia sobre un hombre maduro decidido a escalar los Apalaches acompañado de un viejo amigo con el que no comparte la misma definición de la palabra aventura.


El otro reclamo de la cartelera es un título español, “La novia”, favorita para arrasar en los premios Feroz, que conceden los informadores cinematográficos, Dirigida por Paula Ortiz, es una adaptación libre de “Bodas de Sangre”, de Federico García Lorca. Dos hombres -Alex García y Asier Etxeandía- y una mujer -Inma Cuesta- construyen este drama de amor y deseo más fuerte que la ley. Dicen que la peli es bella hasta decir basta.


Hay un tercer estreno con muy buena pinta: “Papá o Mamá”, una producción franco-belga que narra en forma de comedia salvaje la lucha de una pareja modélica que deja de serlo cuando se divorcia y deben decidir sobre la custodia de los hijos, no porque ambos la quieran, sino por todo lo contrario.


Para los niños tenemos producto europeo. “Coco, el pequeño dragón”, una película alemana de animación sobre las aventuras de un dragón volador que no puede volar, su amigo el carnívoro vegetariano Oscar, y el puercoespín Matilda.


O “Phantom Boy”, otra de animación, en este caso franco-belga, sobre la amistad de un niño ingresado en un hospital que tiene poderes y un patoso oficial de policía que se recupera allí del ataque de un personaje misterioso.


La siguiente es “El cuento de los cuentos”. Aunque parece una opción para toda la familia, quizá atrape más a los mayores de la casa. Salma Hayek y Vincent Cassel protagonizan esta historia ambientada en el Barroco que muestra la historia de tres reinos y sus respectivos monarcas. Dirige Matteo Garrone, el realizador de "Gomorra", en una libre adaptación de una obra del napolitano Giambattista Basile, célebre autor de relatos cortos del siglo XVII.


“Turbo Kid” es una cinta de ciencia ficción canadiense que pasó por el festival de Sitges. Básicamente son las aventuras de un chico en bicicleta BMX en un hipotético futuro del año 1997, con una tierra devastada por la lluvia de ácido y donde el agua se ha convertido en un bien escaso. 


En el apartado de frikadas, tres títulos: “Dope” cuenta las peripecias de un friki adolescente, hijo de madre soltera, que se mete accidentalmente en líos cuando se mezcla con camellos en una fiesta de cumpleaños.


“El Asesinato de un Gato” es otra marcianada, protagonizada por un diseñador de figuritas de acción artesanales que decide descubrir quién ha matado a su gato y acaba destapando un complot mucho más complejo de lo que podría haber imaginado.


El título “Bloodsucking Bastards” (bastardos chupasangre) ya puede dar una idea de lo que nos espera si entramos al cine a ver esta historia, mezcla de terror y despiporre, con un nuevo jefe que aterriza en una empresa y resulta ser un vampiro sediento de sangre que quiere conseguir grandes ventas a costa de lo que sea, incluida la vida de sus empleados.


Menos gracia hace la escabrosa historia “La próxima vez apuntaré al corazón”, basada en hechos reales sucedidos a finales de los 70 en una región rural de Francia, donde un asesino en serie aterroriza a la población. El policía modélico que tendrá que investigar será precisamente el autor de los crímenes. Los pelos de punta.


No dejamos los tiros porque “The Salvation” nos transporta a 1870 en Estados Unidos y a la furia que desencadena un pionero cuando mata al hombre que asesinó a su familia. Una auténtica película del oeste en la que, por cuiriosidad, podremos ver a un ex futbolista reciclado en actor: Eric Cantona.


“Juana a los 12” es una coproducción entre Austria y Argentina sobre una alumna de 12 años de un elitista instituto de Buenos Aires cuyo rendimiento académico empieza a bajar. Su madre buscará ayuda para saber que le pasa a Juana, aunque probablemente lo que le ocurre a su hija es que se está haciendo mayor.


Terminamos con documentales. Coinciden tres en los cines y los tres son españoles. “El hombre que quiso ser Segundo” presenta la extraordinaria y fascinante historia de la vida y obra de Segundo de Chomón, pionero del cine mudo español y la técnica de la animación cinematográfica.


Tras veinte años sin verse, un padre y un hijo se reúnen durante el Mundial de fútbol de Brasil. Ese es el punto de partida de "O Futebol", otro documental dirigido por el brasileño afincado en nuestro país Sergio Oksman.


Termino con "Frankenstein 04155", un largometraje-documental impulsado por la Plataforma de Víctimas Alvia 04155 y financiado mediante crowdfunding en el que se investigan las razones por las que tuvo lugar el descarrilamiento de aquel tren el 24 de julio de 2013 en Santiago de Compostela, un fatal accidente en el que murieron 81 personas y 140 resultaron heridas. Testimonios a caballo entre el desgarro y la rabia que levantan una película imprescindible para acercarse a las causas de aquel terrible suceso.

miércoles, 9 de diciembre de 2015

Maniobras de combate


“Sigue… sí… ahí... no pares… más”. La teniente dirige la operación de asalto. El sargento acata sus órdenes hasta casi alcanzar el objetivo y, cuando adivina la explosión, se repliega. “No me tortures, por favor”. Pero él ya ha iniciado la maniobra de explorar el campo de batalla. Y, desplegada toda la artillería, a ese combate cuerpo a cuerpo solo le falta fuego a discreción.


Esto que acabáis de leer lo escribí hace un par de meses y lo presenté a un concurso de microrrelatos eróticos organizado por un sex-shop (no se me ocurrió mejor entrenamiento para llegar al Planeta ;-). Me hacía gracia intentar crear algo en ese registro y me salieron las líneas que habéis visto. Las bases del certamen especificaban que el texto no debía superar las cinco líneas, así que el reto radicaba en contar una historia sintetizando al máximo. Por añadir algún grado de dificultad al desafío, opté por eludir el lenguaje explícito y jugar, a cambio, con la metáfora bélica.

Ignoro si he logrado mi propósito inicial de describir con nitidez un tórrido combate sexual entre dos militares, o por el contrario quien lo lee experimenta un acusado descenso de la libido. El caso es que a mí me divirtió escribirlo y el jurado también debió encontrarle algo. No, no penséis que "Maniobras de combate" ha ganado, pero sí ha sido seleccionado -contra todo pronóstico- para formar parte de la antología del I Concurso de Microrrelatos "Erotismo en estado puro". ¿Mérito? Pues no sé si mucho, la verdad... Junto con el mío han sido 650 los microrrelatos elegidos para aparecer en este libro de entre los más de 1.400 presentados al concurso. Por supuesto la organización ofrece la posibilidad de adquirir la antología por un módico precio.



El aspirante a escritor "normal" compraría el libro sin dudarlo (13,80 euros), así que echad cuentas del negocio. Yo ni siquiera he reservado mi ejemplar de recuerdo -conmigo los emprendedores literarios no salen de pobres-, soy demasiado despegada. Eso sí, como una cosa no quita la otra, agradezco profundamente y reivindico de manera entusiasta los concursos de cuentos y relatos, sobre todo los que permiten la participación vía correo electrónico, aunque haya quien siembre la duda sobre este tipo de certámenes.