Blog personal de Ángela Beato. Escribo lo que siento. Digo lo que pienso. Procura no tomarme demasiado en serio.

miércoles, 30 de noviembre de 2016

Ese proceso 'bio' y 'lógico' que se llama madurar

He leído en un reportaje que en Silicon Valley algunos trabajadores entrados en años se someten a tratamientos y cirugías para no desentonar con los jovenzuelos que pueblan la meca de internet y las startups, no vaya a ser que les confundan con sus abuelos y no les tomen en serio. Incluso los propios jóvenes, cuando detectan algún cambio físico que pueda hacerles parecer menos púberes, lo atajan de raíz. Es decir, para una alopecia incipiente lo más recomendado es un injerto.

Hace algunas fechas María Jiménez se convertía en noticia al reaparecer en un acto público tras dos años sin pisar un photocall. En realidad la noticia no era que la cantante se dejaba ver después de un largo silencio, sino con qué aspecto reaparecía. Su físico fue la comidilla de todo el personal y, como es habitual, los crueles cronistas de sociedad sacaron a pasear sus lenguas viperinas. Para entender a qué me estoy refiriendo, solo hay que teclear en un buscador de internet el nombre de María Jiménez y ver lo que aparece:

Como veis, no se andan con eufemismos. El de “la sorprendente e indescriptible metamorfosis” es el que más me ha llegado al alma. Ninguno se atrevió a titular 'María Jiménez recuperada tras luchar contra un cáncer de mama'.

Un episodio similar vivimos días antes con Tamara Falcó que asistía a un acto social con kilos de más. Por lo visto un problema de tiroides le había hecho coger peso, una circunstancia que debe estar reñida con la 'clase alta' a tenor de la cantidad de tinta e imágenes que generó su nuevo aspecto. Se ve que un personaje popular y adinerado no puede estar gordo. Mejor dicho, una treintañera famosa con dinero y que ha lucido siempre una figura envidiable, no puede caer en algo tan mundano y proletario como es inflarse, tener celulitis y lucir papada. Eso sí, cuando ocurre, las mundanas y proletarias se consuelan. Mal de muchas…


La puñetera dictadura de la imagen sigue vigente. Parece que solo tuvieran derecho a existir los ángeles de Victoria SecretQue tu cuerpo refleje que eres humano parece peor que un sacrilegio. Que se te note que has vivido más años que otros, te resta galones en lugar de hacerte ganar enteros. Que te derroten los nervios o el cansancio es un síntoma de debilidad que no te puedes permitir. A esos extremos llegamos. Así que al final tanta estupidez y superficialidad genera inseguridades hasta en quienes rozan la perfección. Y no hay peor juez que uno mismo.

En mi caso, de un tiempo a esta parte, cuando me miro al espejo descubro claramente el implacable paso del tiempo. El otro día, mi hija me hizo saber que me notaba la piel del rostro 'como descolgada'. No hay que observarme con minuciosidad para adivinar mi edad, de hecho cada vez se aproximan más la que aparento y la real. En ocasiones no puedo evitar lamentarme de no haber nutrido más mi cutis, cuidado más mi alimentación o renunciado a ciertos excesos fatales para la piel. Todo por retrasar lo inevitable, ese proceso natural que experimentamos todos los que afortunadamente estamos vivos. Ese proceso 'bio' y 'lógico' que se llama envejecer. O si lo preferís, madurar. Aunque solo sea por fuera.

lunes, 28 de noviembre de 2016

Un boicot, lo que le faltaba al cine español

Supongo que ya sabréis que se ha montado una especie de boicot en las redes sociales contra ‘La reina de España’, la última película de Fernando Trueba. Y todo porque un día se le ocurrió opinar en voz alta y un sector de la población española no encajó bien lo que oía. En concreto, cierta parte de los ciudadanos a los que les 'duele' profundamente este país. Cuando Trueba recogía el Premio Nacional de Cinematografía el año pasado, en un discurso cargado de ironía que bien podían haber escrito a cuatro manos sus admirados Azcona y Wilder, mencionó que no se había sentido español ni cinco minutos. A algunos se les abrieron las carnes. Tal revuelo se montó que lleva un año explicando que lo que quería decir es que no le gustan los nacionalismos, pero es inútil. Qué triste hablar el mismo idioma y no entenderse.

Trueba no ha matado a nadie, ni robado, ni injuriado, ni cometido ningún delito recogido en la legislación de este país. Pero su 'desfachatez' le convirtió ipso facto en ‘antiespañol’. Técnicamente no sentirse ‘algo’ no implica que seas anti ‘algo’. Pero en España con el sentimiento patriótico no se juega ni se bromea -que eso fue lo que alegó el realizador, que faltaba sentido del humor-, así que desde aquel día se la tenían jurada, y el hecho de haber titulado la película ‘La reina de España’ ha venido a tocar más los testículos a los que ya estaban calentitos. 

Los que enarbolan la bandera roja y gualda del boicot contra la última película de Trueba le reprochan también que el realizador se beneficie de las subvenciones estatales al cine español. Deberían entender que ante el vicio de pedir está la virtud de no dar. Y si el Estado ofrece ayudas económicas para impulsar las producciones nacionales y la suya cumple todos los requisitos, quienes manejan los dineros para levantar el rodaje están en su derecho de pedirlas y disfrutarlas, como cualquier hijo de vecino, y la Administración tiene la obligación de decidir si las concede o las rechaza.

El estreno de la película este fin de semana no ha sido de relumbrón, pero no me aventuraría a establecer qué porcentaje de culpa tiene en esta discreta taquilla el famoso boicot y qué porcentaje la inexplicable tendencia de los españoles a preferir pagar una entrada de cine para ver superproducciones norteamericanas y esperar a que echen las nacionales por la tele, como si fuera cacería menor. El cine español no está para perder espectadores y, por supuesto, no necesita que nadie le haga campañas en contra. Ya por defecto el público que consume películas para entretenerse en su tiempo de ocio suele desplegar un cordón sanitario tejido a base de prejuicios alrededor de las producciones de aquí. Y esa tendencia no es fácil de invertir. Si hiciéramos una encuesta entre los espectadores para que nombraran diez directores españoles del momento, apuesto a que encontrarían serios problemas para completar la lista. En cambio, estoy segura de que al preguntarles por qué no ven más cine español escupirían tópicos trasnochados e irreales como que en España no rodamos más que películas sobre la guerra civil. Pues bien, salvo ‘Gernika’, que recrea por primera vez este episodio histórico enmarcado en la contienda, no encuentro entre el resto de títulos estrenados este año ninguno con esas reminiscencias. Judgad vosotros mismos. También resulta muy revelador que, por lo general, quienes más reniegan del cine español, los que critican su poca calidad y vituperan a los directores, son los mismos que ahora zarandean a Trueba en las redes sociales. De modo que, aunque el director se hubiera declarado públicamente 'muy español y mucho español', sospecho que los del boicot tampoco habrían ido a ver su película.

En fin. Que cada uno se gaste los casi diez euros que cuesta el cine en ver lo que le dé la gana, pero fijándose en la historia y no en su bandera. Que cada uno recomiende a sus amigos las películas que quiera, pero una vez vistas y testada su calidad o su capacidad para llegar al corazón. Me violentan las presiones que responden a motivos ideológicos y evito secundar ningún boicot. Prefiero decidir por mí misma y equivocarme. Lo siento, pero no veo la peligrosidad en las palabras de Trueba, su talante no despierta ninguna animadversión en mí y tanto en su obra como en sus entrevistas reconozco a un hombre ingenioso, culto y cabal.

Una última reflexión para terminar: soy de las que pienso que Fernando Trueba hace más por este país rodando una película que llevará por el mundo el nombre de España -además de generar empleo en el sector y aumentar nuestro patrimonio cultural-, que verbalizando más o menos alto, con más o menos acierto, con más o menos gracia, si se siente más o menos español.

jueves, 24 de noviembre de 2016

El mundo cruel que deja Rita Barberá

Rita Barberá ha dejado este mundo cruel. En su tránsito al otro barrio se lleva 24 años como alcaldesa de Valencia, cinco mayorías absolutas y 40 años de servicio a un partido que terminó mostrándole la puerta de salida y empujándola a desalojarlo.

Si ha servido para algo la inesperada muerte de esta mujer es para volver a poner a cada uno en su sitio, descubrir qué esconde cada cabeza, confirmar que el principio de presunción de inocencia no existe y evidenciar que el concepto de empatía no terminamos de controlarlo.

En este mundo que abandona, falta elegancia, catadura moral, educación y sentido del ridículo. Y sobra demagogia, soberbia, ganas de epatar y mucha crueldad. No hay más que ver algunos de los memes y comentarios de dudoso gusto que se están compartiendo en redes sociales desde el minuto después de confirmarse su muerte. Si este es el nivel cuando hablamos de una persona fallecida, a quien -se supone- el decoro impide maltratar por no agravar más su mala suerte, imaginad las cotas que se han alcanzado con esta mujer en vida, sobre todo en sus últimos años.

Tanto me violentan quienes le niegan un minuto de silencio respetuoso a un muerto –lo marque o no el protocolo del lugar- como quienes, al conocer el hecho luctuoso, descargan su ansiedad y sentimiento de culpa disparando hacia el lugar equivocado. Ni ha habido cacería de los medios contra Barberá ni la han matado las informaciones que se han publicado sobre el proceso judicial en el que estaba inmersa. Más duro se me antoja vivir siendo víctima de bromas generalizadas a cuenta del famoso caloret, o de la cabezadita grabada por la cámara indiscreta de una senadora más despierta que ella, unas mofas amplificadas por obra y gracia de las redes sociales y su contagiosa viralidad.

Tampoco parece plato de gusto recibir abucheos donde antes la aplaudían y tener que escuchar gritos de borracha, corrupta y choriza a la salida del Supremo. Lo cierto es que ni Ritaleaks, ni Gürtel, ni Noos, ni Fitur, ni Emarsa, ni Imelsa… lograron salpicar directamente a Rita o señalarla como autora de ninguna ilegalidad, y solo al final de sus días la pieza separada del Caso Taula, que investigaba una presunta financiación ilegal del partido en Valencia, fue la que la puso frente al juez hace dos días.

Así que, seamos justos; Rita Barberá sería lo que fuera, resultaría más o menos simpática, parecería más o menos sospechosa, pero de la acusación de blanqueo de capitales –el famoso pitufeo-, la única causa en la que había comparecido a declarar ante el juez, a petición propia, en calidad de investigada, se ha muerto siendo presunta, es decir, inocente. Le pese a quien le pese. 



viernes, 18 de noviembre de 2016

Saturada de retos

Se llama Mannequin Challenge, o lo que es lo mismo, el desafío del maniquí. Consiste en posar con varios amigos como si estuvierais congelados y que alguien lo grabe y lo suba a internet. Este reto ha multiplicado su viralidad al ser interpretado por Ronaldo y sus compañeros de la selección portuguesa.

   

Lo último y más surrealista en relación con este reto es que La Guardia Civil, más concretamente sus Grupos de Acción Rápida (que tiene guasa) se han subido al carro y han retado a la Policía Nacional a que les imiten.

 

¡Pero qué co... nos está pasando! ¿Nos hemos vuelto locos? Una cosa es reírle las gracias a un zumbado ocioso que se inventa una gilipollez y la sube a Youtube (e inexplicablemente se hace viral) y otra es que la Benemérita le siga la corriente pensando que así, pareciendo un cuerpo de seguridad ‘súper enrollado’, va a ganar amigos y reputación digital. Que lo mismo es así, viendo el nivel... Pero prueba tú a vacilarle con la tontería esta al próximo agente que te encuentres, intenta hacerle el maniquí cuando vaya a ponerte una multa por sobrepasar la velocidad permitida, ya verás qué risa. 

Antes fue el reto de la botella, hacer girar en el aire una botella de plástico con algo de líquido y conseguir que caiga sobre su base. Por supuesto, todo el procedimiento convenientemente grabado. A esto tengo enganchado a mi hijo.


Y antes de eso el reto del condón lleno de agua que te tiran encima de la cabeza. O el del condón que sorbes por la nariz y tienes que expulsar por la boca. Y el de la cucharada de canela que te comes y luego pasa lo que pasa Y mucho antes el cubo de hielo o agua fría que se tiraron todos lo famosos del mundo para solidarizarse con los enfermos de ELA. Este desafío al menos tenía cierto sentido. Pero el resto, estos que he mencionado y muchos otros más, no tienen ni pies ni cabeza. 

Qué lleva a alguien a inventar chorradas así y, lo que es peor, cómo logran que la gente les siga el rollo. Por qué no se inventa nadie un reto para descubrir la cura contra el cáncer, o la solución para reducir la tasa de paro, o la fórmula para frenar el calentamiento global… Por qué no surgen retos más prácticos. El reto, por ejemplo, de circular bien por una rotonda, o respetar un paso de peatones; el reto, quizá, de no hablar a gritos en un restaurante o espacio público; o el de tirar la basura a las papeleras y no al suelo; podría ser, por la salud general, el reto de abstenerse de subir tanto contenido inútil a la red. 

Y una última pregunta reflexiva: por qué todo el mundo quiere ser gracioso y hacer reír a los demás… cuando muchas veces no tiene ni pizca de gracia. 

Este es mi reto: tratar de no sulfurarme más con tanta idiotez.

jueves, 17 de noviembre de 2016

¿Y si dejamos en paz a la RAE?

Esta semana nos sorprendían algunos famosos, particularmente mujeres, compartiendo en sus redes sociales vídeos en los que reivindicaban una nueva acepción para la palabra madre en el diccionario de la Real Academia Española de la Lengua. Sara Carbonero fue una de ellas. Me chocó que hubiera salido espontáneamente de la periodista/celebrity esa iniciativa y rápidamente la asocié a algún tipo de campaña. No que equivocaba. La firma Puleva está detrás de esta reivindicación. No sé si esta acción podría calificarse en el argot como branded content, brand journalism, marketing de contenidos o storytelling… El caso es que la marca de lácteos ha captado a rostros conocidos y les ha hecho cómplices en el objetivo de arrastrar al populacho en pos de reclamación tan tierna. El hashtag que han puesto en circulación es #UnaMadreEs y con él invitan a los usuarios de redes sociales a compartirlo, sugerir otras definiciones alternativas a la oficial mucho más dignas y a la altura de lo que significa una madre y firmar para que ese texto cambie. Recordemos que la RAE define a la madre como "Mujer o animal hembra que ha parido a otro ser de su misma especie". Pero es que la definición de padre es “Varón o animal macho que ha engendrado a otro ser de su misma especie”, así que supongo que después de esta campaña vendrá la solidaria con papi… o no.

Partiendo de la base de que este movimiento forma parte de la propia imagen de marca de la empresa láctea, para que hablen de ella asociándola a un propósito tan sentimental, me temo que la RAE les va a decir que ‘verdes las han segado’. Si cuando los gitanos pidieron que se les borrara de su definición como colectivo lo de ‘trapacero’ (por mucho que figure la coletilla 'despectivo') no consiguieron nada, y era mucho más cruel, espero que ahora la Academia de la lengua haga lo propio, es decir, nada. Entre otras cosas porque hay que partir de la base de que un diccionario recoge términos y acepciones que se pretenden asépticas e ilustrativas de todas las palabras de un idioma, para que los que lo emplean busquen y encuentren en él la definición de cualquier vocablo que no conozcan. ¿Cuántas veces habéis tenido que buscar vosotros la palabra madre en el diccionario? Ninguna, estoy segura. Y si no hubiera sido por Puleva no habríais llegado a saber cuál era la definición que aparece de esta palabra en el diccionario. La palabra madre es una de las primeras que aprende el ser humano a lo largo de su vida y no necesita leer en ningún manual cuál es su significado, ya lo conoce de sobra. Uno recurre al diccionario para saber qué significa, por ejemplo, zangolotear, sicofanta o abuhado.

Sin embargo hay otras palabras, como por ejemplo amor... 


...que por mucho que se esfuerce la Academia en hacer una estricta concreción de un sentimiento tan abstracto, resulta mucho más agradable –doy fe- entender su significado viviéndolo que leyéndolo en un registro de la RAE. 

En fin, que madre no hay más que una, sin necesidad de buscarla en el diccionario. De modo que, ¿y si dejamos en paz a la RAE?

lunes, 14 de noviembre de 2016

La crueldad hecha anuncio

Esta mañana se presentaba a bombo y platillo, como nos tienen acostumbrados por esta época desde Loterías y Apuestas del Estado, el anuncio de la Lotería de Navidad de este año. Las primeras referencias apuntaban a que la historia elegida para esta edición nos iba a hacer llorar, así que he estado retrasando el momento de visionar el spot porque no era cuestión de empezar el lunes con los ojos hinchados. Pero ahora, una vez avanzada la jornada, me he armado de valor y ya lo he visto. Y no he soltado una sola lágrima, y eso que yo que soy de llorar hasta con los telediarios. Confieso que no me ha tocado la fibra, aunque sí me parece muy triste. Incluso me atrevería a decir que tremendamente cruel, quizá por eso me ha cabreado más que conmovido. 

Imagino que a estas alturas ya lo habréis visto, pero por si no es así, cuenta la historia de Carmina, una maestra jubilada que piensa que le ha tocado la lotería cuando la víspera del sorteo de Navidad ve en la tele unas imágenes de archivo de la edición anterior –algo de lo que ella no se percata- y da por hecho que ese es el día de la lotería y ese el número ganador de aquel año que, casualmente, coincide con el que ella ha comprado. Por no quitarle la ilusión a la pobre mujer, su familia no la saca de su error y van siguiéndole la corriente e implicando en aquel engaño a los vecinos del pueblo, el lotero, el del bar y hasta la guardia civil. Todo el pueblo se confabula para que aquella mujer sienta lo que siente alguien a quien le ha tocado la lotería, y terminan celebrando aquella gran mentira con su su televisión, su cava y su mariscada.

   

El responsable del anuncio es Santiago Zannou, director de ‘Alacrán enamorado’ y ‘El truco del manco’, entre otros títulos, y es reincidente. Suyo fue también el spot de 2014, el de Manuel, ¿recordáis?, aquel tipo que justo el año que no compra lotería en el bar de Antonio, ve cómo toca el Gordo en su bar de siempre. Y cuando se presenta allí y se pide un cafelito, el dueño del bar le da la mágica sorpresa: le habían guardado su décimo. Aquel, al menos terminaba bien, con millonarios de por medio, pero es que el de este año como mucho tiene un final abierto, incierto y también algo chungo,  a mi entender. 

Sí, ya sé que es solo un anuncio, que es ficción, que juega con ese concepto tan naíf de 'no romper la magia', pero me lleva a plantearme la siguiente pregunta: ¿qué es mejor, mantener una mentira porque hace feliz a alguien o decirle la verdad aunque sepas que acabarás con su ilusión? Siento ser una aguafiestas, pero voto por la segunda opción. Prefiero la verdad por delante. El simple hecho de descubrir que alguien ha estado alargando un teatrillo irreal por no darme un disgusto o dilatar el momento de mi decepción, provocaría en mí cualquier cosa menos gratitud. Y si tuviera la edad de la protagonista del anuncio, creo que todavía lo llevaría peor. No soporto el trato condescendiente que se le da a la gente mayor por el simple hecho de serlo. Sospecho que, de tener la historia una continuación, a Carmina tampoco le haría gracia cuando se enterara del engaño.

martes, 8 de noviembre de 2016

10 películas imprescindibles para ver mientras votan los estadounidenses

Estas son hoy las portadas de los principales diarios generalistas nacionales.


Un extraterrestre pensaría que somos un estado más de los EEUU de América. ¿Por qué prestamos tanta atención a estas elecciones si nos separan más de 5.000 kilómetros de aquel país? ¿Por qué no dedicamos el mismo espacio en las portadas cuando se trata de las elecciones de un país de nuestro entorno europeo? Haced memoria y decidme si el duelo Holland-Sarkozy acaparó tanto el foco. ¿O recordáis siquiera con quién se disputó la cancillería alemana Angela Merkel?

¿Por qué nos fascina tanto aquella cultura como para dejar de contar nuestras historias y aprendernos las suyas?

No será porque allí las cosas pasan primero, de hecho ese argumento se desmonta en un pispás. Estados Unidos, un país que capitanea modas, que está a la vanguardia, que parece más adelantado que los demás y que da la sensación de que el resto estamos condenados a ir al rebufo de su estela, resulta que está más atrasado de lo que podríamos pensar. Y a las pruebas me remito. Mientras allí es la primera vez en su historia que una mujer podría alcanzar la presidencia del país, en el resto del mundo hay 19 jefas de estado o de gobierno. Pocas, pero las hay. Cuando allí se echan las manos a la cabeza porque un millonario bocazas podría llegar a echar la siesta en el despacho oval, en numerosos países a lo largo y ancho del planeta hemos visto gente adinerada que escalaba hasta una presidencia y bufones de show televisivo rigiendo los destinos de varias naciones (desde Berlusconi hasta Yeltsin). 

Creedme, no es que nos preocupe especialmente en manos de quién esté el botón rojo que pueda borrar de un plumazo el orden mundial. Verdaderamente la culpa de esta admiración por lo yanqui la tiene el cine. Mejor dicho, el talento de los estadounidenses para que la realidad parezca escrita por el mejor guionista de Hollywood, unido -naturalmente- a nuestra afición por devorar culebrones. A las campañas presidenciales norteamericanas no les falta de nada, cuentan con todos los ingredientes: siempre se cuela algo de sexo, oscuros deseos, sospechas de corrupción, secretos del pasado, filtraciones incómodas y, como novedad en esta última que ha enfrentado a Clinton con Trump, hasta insultos barriobajeros y descalificaciones personales. Si lo comparamos con nuestras campañas, aquí lo más emocionante que hemos vivido en los últimos tiempos ha sido esperar a ver si las encuestas atinaban o sufrían un descalabro. 

Por eso hoy, en homenaje al cine norteamericano político-electoral, que es en sí todo un género, he recopilado diez películas imprescindibles para hacer tiempo con ficción de la buena, mientras esperamos que voten los estadounidenses y descubrimos si la persona que dominará el mundo desde Washington a partir de ahora será una política veterana o un multimillonario con diarrea verbal. Ahí van:

-Bulworth (Warren Beatty)

-Caballero sin espada (Frank Capra)

-Ciudadano Bob Roberts (Tim Robbins)

-El candidato (Michael Ritchie)

-El hombre del año (Barry Levinson)

-El mejor hombre (Franklin J. Schaffner)

-La cortina de humo (Barry Levinson)

-Los idus de marzo (George Clooney)

-Primary colors (Mike Nichols)


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domingo, 6 de noviembre de 2016

Incongruencia parental

Me temo que las siguientes palabras no me van a hacer muy popular. Mejor dicho, despertaré más antipatías que simpatías entre los que me lean. Eso si alguien lo llega a leer… o aguanta hasta el final.

Hace poco estuve viendo la exposición de World Press Photo 2016 en el Colegio de Arquitectos de Madrid. Al ser una muestra de fotoperiodismo, abundaban las imágenes de tragedias, supervivientes de catástrofes, víctimas de la guerra, gente en situaciones difíciles, niños con miradas profundas cuyos ojos transmiten una mezcla de sufrimiento, desconcierto y dignidad. Y entonces pensé: aquí, en esta pacífica parte del mundo en la que vivimos, andamos histéricos con la protección de datos y los derechos de imagen, vamos con pies de plomo cuando se trata de que les hagan fotos a nuestros hijos, nos dan a firmar un millar de autorizaciones, nos la cogemos con papel de fumar en cuanto alguien va a filmar a nuestras criaturas y demandamos información exhaustiva sobre el tratamiento que se le va a dar a ese material. Y ahí ves a esa pobre gente en 'puntos calientes' del planeta, que bastante tienen con preocuparse por sobrevivir. No me imagino al corresponsal de turno ni al medio de comunicación en cuestión trasladando una pila de formularios a la zona de conflicto y dándoselos a firmar a los responsables de esos críos para que quede constancia de que están de acuerdo en que se les haga una foto y circule por todo el mundo. Todo lo contrario. Imagino que albergan la esperanza de que esa imagen dé visibilidad a su miseria. Vale. Pero también son niños, como los nuestros, y aparecen en portadas sin pixelar. Y supongo que a los legalistas que defienden aquí el pixelado del rostro de los menores, les da exactamente igual que la cara de los de Siria o Sierra Leona quede al descubierto.

Broken Border-Bulent Kilic
Broken Border-Bulent Kilic (Spot News, third prize stories World Press Photo 2016)

Hace unos días, un padre del colegio de mi hijo criticaba las bases de un concurso de dibujo navideño organizado por el APA del centro porque señalaban que ‘serían rechazadas aquellas obras que no cumplieran con un mínimo de calidad’. Denunciaba que, claro, si el niño era muy pequeño o no dibujaba bien pero quería participar, se frustraría en caso de que le rechazaran. Nunca se ha rechazado ningún dibujo en el citado concurso y, además, se valora el esfuerzo y originalidad en función de la edad y las capacidades. Este mismo padre añadía que se pedía información personal del participante sin mencionar la Ley de Protección de Datos. No sé a los demás, pero a mí me parece obvio que solicitar esa información (nombre, curso y teléfono) es básico para poder saber quién ha ganado y comunicárselo, no para abrir un fichero de datos y vendérselo a cualquier empresa. ¿Que debería figurar una advertencia sobre la ley? Pues probablemente, aunque me parece excesivo tratándose de lo que es. En ocasiones el ser humano bordea el ridículo. Terminaremos presentándonos los unos a otros con el BOE entre los dientes… Eso sí, reivindicamos unas normas y nos pasamos por el forro otras, en función de que nos gusten más o menos. En fin.

Vivimos en una sociedad que protege a sus niños, los padres nos preocupamos mucho por no estresarles, que no se agobien, por favor, reclamamos huelga de deberes, que las tareas escolares en el hogar no les quiten el sueño a nuestros retoños, eso sí, que no les falte formación extraescolar de todo tipo, que sean plurilingües, que toquen varios instrumentos, que metan goles como Ronaldo o que bailen como la Plisetskaya… pero les damos un móvil cuando todavía no se saben las tablas de multiplicar, les permitimos abrirse perfil en todas las redes sociales sin saber leer del todo y, lo que es peor, no tenemos ningún control sobre lo que publican o con quién y cómo interactúan en Internet. 

Los padres de hoy en día nos presentamos ante la tutora de turno hechos una hidra cuando la docente recrimina a nuestros hijos su mal comportamiento e interpretamos que un compañero les hace el vacío por no invitarles a un cumpleaños, pero luego les dejamos salir por ahí de paseo con los amigos sin ninguna supervisión, incluso quedarse solos en unas fiestas patronales con la única indicación de que estén en un punto concreto para recogerles a la hora fijada, bien puede ser la medianoche. Les decimos que el tabaco es malo, pero fumamos en su presencia. Les pedimos que no beban, pero nos han visto tantas veces tomar vino o cerveza que asocian su consumo a un hábito normal en la edad adulta. 

Esta semana conocíamos la terrible historia de una niña de 12 años que fallecía tras no poder superar el coma etílico que le produjo la ingesta de alcohol en un botellón de Halloween. Todo el mundo se echa las manos a la cabeza y apunta hacia el establecimiento que vendió la bebida, al adulto que se la facilitó, a las pocas oportunidades de ocio para adolescentes que proporciona el Ayuntamiento... Pero nadie menciona a sus progenitores. Imagino que la gente piensa que bastante tienen esos pobres padres con el drama de haber perdido a una hija y de esa manera tan absurda. Pero es que esa menor era su responsabilidad, mucho más ahora que sabemos que no era la primera vez que el alcohol le pasaba factura. Soy consciente de que esa edad es complicada, que la rebeldía adolescente es difícil de torear, que los padres tenemos nuestros propios problemas, que los horarios de trabajo nos dejan poco margen para estar encima de nuestros hijos y que, cuando llegan a una determinada edad, ellos mismos rechazan la presencia de una canguro. Pero estamos obligados a abrir los ojos y hacerles saber quién manda en casa, aún a riesgo de provocar una guerra mundial en el entorno del hogar. El problema, me temo, es que los padres ya no sabemos decir que no y, por extensión, nos vemos incapaces de enseñarles a ellos a resistir la presión del grupo. Tampoco tenemos costumbre, ni paciencia, ni ganas, ni tiempo de hablar con los hijos para educarles, conducirles hacia un ocio saludable o hacerles ver qué es lo más adecuado para ellos. Recomiendo que leáis esta entrevista a Eva Millet autora del libro “Hiperpaternidad”. Tiene más razón que un santo. Yo iría más allá: Hemos pasado, sin solución de continuidad, de pelarles la fruta de la merienda a darles un bonobús y 10 euros para que se busquen la vida.

En este tema de cómo ejercer de padre hay mucha contradicción. No entiendo esta doble tabla de medir, ese distinto rasero. Los mismos padres que solucionan las crisis de sus hijos, que les ayudan ante cualquier obstáculo y les consultan antes de confeccionar el menú de la semana, son los que cuando el menor llega a los 10 años e insiste en empezar a volar solo, le cuelgan unas llaves de casa al cuello y se despreocupan. Hace poco he tenido que discutir con mis hijos (de 11 y 13 años) porque no entendían que no les dejara ir solos al recinto ferial instalado con motivo de las fiestas patronales y quedarse merodeando por allí con sus amigos hasta las tantas, “como todo el mundo”. Yo les explicaba que aún no tenían edad, que la ley en España puede sancionar a la familia e incluso retirarle la custodia del niño si los servicios sociales consideran que el menor está en una situación de riesgo, que hay unos deberes inherentes a la autoridad parental que hay que cumplir, entre ellos no abandonar moral ni materialmente al hijo, y que cuando tuvieran 14 años hablábamos. Resumiendo, que si les pasaba algo o se metían en lío y yo no estaba presente, se me podía caer el pelo. Por lo tanto les permitía ir a la feria, pero siendo yo quien les llevara y permaneciendo en el recinto el tiempo estipulado mientras ellos se divertían montando en las atracciones. Bien, pues estoy segura que más de un padre o madre me considera una histérica, y sospecho que en el círculo de amistades de mis hijos ya me han puesto el cartel de tirana.

También podríamos debatir sobre los motivos que han provocado un adelanto en la edad en que comienzan nuestros jóvenes a beber, y a fumar y a practicar sexo. Creo que una de las razones es el propio sistema educativo, sí señor. Eso de adelantar el salto de los niños al instituto y hacerles creer que ya son mayores con 11 o 12 años, ha sido definitivo para todo. Antes, en mi tiempo, el de la EGB, el despertar de los problemas venía a partir de los 14, más maduros, menos aniñados, más curtidos. Ahora se condena a críos que aún duermen con una luz piloto en su habitación a convertirse a pasos agigantados en borregos malhablados que se mueven por las calles en manada. 

He tardado en abordar este asunto porque me veo demasiado reflejada, tanto que a ratos me siento parte de ese colectivo de progenitores incongruentes y otras veces creo situarme en las antípodas de ese tipo de paternidad. Y no he mencionado cómo se altera la relación de pareja cuando los cónyuges defienden puntos de vista opuestos sobre cómo afrontar la autoridad parental. Eso da para otro post.




miércoles, 2 de noviembre de 2016

Putas, copas y bullas

Leo en el diario digital El Confidencial el titular “Primero de putas y luego de copas": el nuevo ocio de los jóvenes españoles. Y me da un escalofrío. Yo que pensaba que lo que se llevaba era el running, el CrossFit y demás modalidades deportivas anglófonas. ¡Qué ilusa!

Por lo visto, los jóvenes de entre 25 y 30 años se divierten ahora de esta manera. Es lo que definen como nuevo ocio, aunque lo de llamar ‘nuevo’ a este plan me parece poco preciso. Eso ya lo hacían generaciones anteriores, los puteros que se han estilado desde siempre en todos los pueblos y ciudades. Lo nuevo es que eso de buscar sexo de pago haya dejado de estar mal visto o tener un carácter residual y ahora los veinteañeros lo confiesen abiertamente.

A los chicos su exceso de testosterona les exige hacer realidad cuanto antes sus fantasías sexuales y ya no quieren andar perdiendo el tiempo con el cortejo para ver si se llevan a la chica a la cama. Ahora van a lo que van, sin complicaciones. Que les apetece que les hagan una felación y así, de entrada, no ven factible pedírselo a una desconocida en un bar de copas, pues ahorran durante la semana y el sábado van a una profesional para que les haga un trabajo de primera, sin tener que intercambiar luego teléfonos ni aguantar enfados por no volver a quedar.


El plan ‘puta y copa’ es lo más decadente que he visto en mi vida, sobre todo teniendo en cuenta que ya estamos en 2016. Está visto que los 'milenials' ya tienen de todo, así que necesitan algo más, algo excitante e inmediato, y se ve que lo más es contratar los servicios de una meretriz. Hubo un tiempo, casi hay que remontarse a la España en blanco y negro, en que era tradición estrenar al hijo, al sobrino o al amigo en un prostíbulo de la zona. Cuando llegaba el momento, al que no había conseguido por sus propios medios conocer el sexo, se le convidaba a su bautismo de fuego en brazos de una mujer experimentada por cuya cama había pasado ya toda la comarca. Ahora entre la clientela de los burdeles no debe haber ninguna alma cándida, van ya estrenados de casa. Todo va tan rápido. Incluso los jóvenes han adelantado la edad de su inicio en las relaciones sexuales. Lo quieren todo y lo quieren ya, así que por qué esperar a que una damisela se les ponga a tiro si pueden resolver el apretón fácilmente, sin discutir, ni esforzarse en parecer romántico, y por un módico precio.

Resulta divertido escucharles justificarse diciendo que sostener un noviazgo sale más caro que ir de putas, como dando a entender que una pareja seria requiere una fuerte inversión. ¿Por qué? ¿Por qué hay que invitarla al cine y a cenar? ¿Y colmarla de regalos para tenerla contenta? Esa visión es todavía más retrógrada si tenemos en cuenta que hoy en día las mujeres son personas independientes que pueden trabajar, ganarse un sueldo y, por supuesto, costearse sus gastos sin esperar que un hombre les patrocine la diversión.En fin...

Ahora que, con todos los reparos, prefiero esta actividad de ocio a esa otra moda que ha surgido en Lugo, el club de la ‘bulla’, donde chavales de 15 años, niños de buena familia y colegio privado, se citan por whatsapp para pegarse porque hablando no se entienden y prefieren solucionar sus conflictos a puñetazos. Podía parecer la evolución lógica del duelo al amanecer por una afrenta al honor, como en el siglo XVIII, si no fuera porque a la cita acude público, se graba con el móvil y luego se difunde como un gran espectáculo. Y afortunadamente, de momento, la cosa no pasa de unos cuantos moratones.

¿Pero qué nos está pasando? ¿Nos estamos volviendo locos? Me pregunto si para cuando lleguen estos luchadores adolescentes a los 25, en solo 10 años, ya no tendrán el cuerpo ni para putas.


martes, 1 de noviembre de 2016

Mis cinco epitafios favoritos

Me gusta visitar cementerios. No creo que llegue a rozar la necrofilia, aunque haya conocidos que no entiendan esta afición y me consideren morbosa. Cuando estuve en París, no pude evitar adentrarme en el Cementerio de Père-Lachaise, un camposanto repleto de tumbas de estrellas, y buscar los lugares donde reposan Jim Morrison, Oscar Wilde, Molière o Sartre y Beauvoir. Cuando visité Buenos Aires, me acerqué hasta La Recoleta, no solo por ver el lugar donde enterraron a Evita, sino por ser testigo de cómo un recinto de estas características puede ser una obra de arte. El de San Isidro en Madrid es de una belleza decadente que te arranca suspiros. Y con La Almudena tengo pendiente un paseo en profundidad.

También siento una especial atracción por las esquelas. Cuando cae un ABC en mis manos me veo obligada a detenerme en esas páginas y leer una a una las identidades de los fallecidos, su edad, la frase que le dedica la familia y otros detalles que te aporta cada una de las necrológicas. Los obituarios también me llaman la atención. En todos los casos trato de imaginarme al difunto, su vida, sus últimos días, el vacío que deja entre sus allegados, el momento de redactar esas palabras finales o sus intenciones al figurar en esa pequeña reseña una frase determinada.

Durante una temporada barajé la posibilidad de escribir un libro de historias y perfiles a partir de sus esquelas. Comencé a recortar y coleccionar aquellas que me llamaban la atención por salirse de lo habitual: las que no llevaban cruz católica, las que incluían frases para la posteridad, las minimalistas... Para después escarbar e investigar el porqué de cada uno de esos detalles. El proyecto me parecía apasionante, pero como todo, requería de esfuerzo, tiempo y dedicación, y yo en aquel momento no lo tenía. No descarto retomarlo cuando vuelva a desocuparme.

He desempolvado -y nunca mejor dicho- este asunto pendiente por culpa del Día de Todos los Santos, esa fecha del año en que la gente que nunca va al cementerio a visitar a sus muertos, hace un esfuerzo por romper esa tónica y termina comprando flores para llevarle al familiar difunto -gracias Santi por el impagable testimonio gráfico que ilustra este post, los 'crisantelmos' se van a convertir en mi flor favorita-. Y este es también un día que a mí me sirve para confesar esta disfunción que padezco y que me lleva a interesarme por estas cuestiones tan ‘animadas’. En esta línea hay un género que me fascina. Es el de los epitafios, esas frases para la posteridad que encontramos en algunas lápidas como homenaje al que se ha ido por parte de los que le sobreviven o simplemente por decisión personal del finado que, al tiempo que hace testamento para legar sus bienes a sus herederos, también busca resumir en una frase lo que ha sido su vida o el modo en el que quiere que le recuerden. Hay mucho publicado al respecto, infinidad de ejemplos, algunos se dan por reales aunque son simples leyendas urbanas. Hoy, para que el día sea menos triste, en homenaje a todos los que queremos y ya no están, ahí van mis cinco epitafios favoritos:

Tumba de Molière: Aquí yace Molière el rey de los actores. En estos momentos hace de muerto, y de verdad que lo hace bien.


Lápida de Billy Wilder: I'm a writer but then nobody's perfect (Soy escritor, pero nadie es perfecto).


Inscripción en la sepultura de José Mª Bejarano, empresario y músico: Montoro, cabrón. Ahora ven y cobras.   


Nicho del dramaturgo Enrique Jardiel Poncela. Si buscáis los máximos elogios, moríos.


Y para terminar, la lápida que señala dónde está enterrado Mel Blanc, el hombre de las 1.000 voces, que dobló a un montón de dibujos animados, entre ellos Bugs Bunny y el cerdito Porky: That's all folks (Eso es todo amigos).