Blog personal de Ángela Beato. Escribo lo que siento. Digo lo que pienso. Procura no tomarme demasiado en serio.

jueves, 28 de diciembre de 2017

Inocentadas laborales

Creo que hace más de un mes fui víctima de una inocentada. Digo creo porque aún no dispongo de las suficientes pruebas como para asegurarlo con certeza. Os cuento. Vi una oferta de empleo publicada en Linkedin. La empresa de comunicación y marketing Digital Addiction buscaba redactores editoriales para crear contenidos destinados a sus clientes. Según sus palabras “estaban reforzando su capacidad de producción” para atender las necesidades de esas marcas o empresas que delegan en ellos el duro trabajo de crear textos originales para sus páginas web.

El caso es que a las pocas horas de mostrar mi interés por uno de esos puestos recibí la siguiente respuesta: “Nos gustaría conocer un poco más en detalle tu estilo y enfoque en redacción, con el objetivo de poder empezar a trabajar lo antes posible. A este efecto, nos gustaría pedirte dos artículos, son ejemplos no reales que de forma habitual utilizamos para esta prueba”. Y pasaban a detallarme datos como título, extensión, cliente, objetivos y palabras clave.


Me afané en escribir los dos artículos durante toda la tarde-noche de aquel día, para que vieran que podía trabajar con tiempos ajustados y bajo presión, y se los envié a mis interlocutores por la mañana. Desde entonces, ni una noticia. Ningún e-mail para agradecer el envío o valorar la calidad de las pruebas. Ni siquiera una llamada o mensaje para lamentar, por ejemplo, que mi estilo no se ajustara a sus expectativas. Nada. Al principio pensé que quizá tenían muchas pruebas para valorar, que habríamos sido muchos los que habíamos respondido al reclamo. Pero pasadas las semanas, cuando ya consideré que habían tenido el tiempo suficiente para saber si les podía servir o no, les envié un correo electrónico pidiéndoles que me aclararan la cuestión, más que nada por saber a qué atenerme. Eso fue el 4 de diciembre y aún sigo esperando que me contesten.

Por lo que he visto en algunos comentarios de Linkedin, a otros que están tan necesitados como yo les ha ocurrido algo parecido, de modo que tengo la impresión de que no soy la única pardilla. Y conste que no quiero pensar que esto sea una práctica habitual, que a base de pruebas de aspirantes se hagan con material redaccional gratuito que luego coloquen a sus clientes. Lo peor es que los precios que se manejan en este tipo de trabajos suelen ser bajísimos, así que los colaboradores autónomos externos que sí alcanzan acuerdos con este tipo de empresas y se encargan de facturar los textos ingresan cantidades de risa. Este dato hace el episodio aún más patético. 

De momento he estado rastreando la red por si encontrara por ahí publicado alguno de mis textos, pero no he encontrado nada, así que puede que, después de todo, mi desconfianza provenga de otra de mis paranoias. Quién sabe. Eso sí, a partir de ahora cuando aspire a cualquiera de estos puestos de redactora de contenidos y me requieran unas pruebas de escritura, les remitiré a este mismo blog o a cualquiera de los textos que tengo disponibles, incluidos los dos que redacté para esta prueba aparentemente fallida y que reproduzco a continuación. Al menos que el esfuerzo haya merecido la pena y que algo de esto tenga sentido.

Prueba 1:
Título: “Los 7 motivos por los que consumir alimentos ecológicos”
Cliente: Gran supermercado
Extensión: 400 palabras
Objetivo de negocio: creación de tráfico hacia una tienda de ecommerce
Keywords: quinoa, vitamina, dieta saludable, alimentación infantil

Los 7 motivos por los que consumir alimentos ecológicos
Cada día es más habitual encontrar clientes en los pasillos de los supermercados leyendo las etiquetas de los productos antes de depositarlos en el carro de la compra. Demostrado que el buen funcionamiento de nuestro organismo está íntimamente ligado a una dieta saludable, existe una creciente preocupación entre los consumidores por saber lo que comen, de dónde procede y cómo ha sido elaborado. El interés por los llamados productos ecológicos también ha aumentado y cada vez ganan más terreno en el menú familiar, incluidos los destinados a la alimentación infantil. Sus múltiples beneficios para la salud son los que mueven a su consumo, pero existen muchas más ventajas. Estos son los 7 motivos por los que consumir alimentos ecológicos:

-Son Saludables. Para su producción no se utiliza ningún pesticida químico, fertilizante sintético, antibiótico o cualquier otra sustancia artificial con las que se combaten plagas o enfermedades en la agricultura y ganadería no ecológica.

-Son Nutritivos. Los alimentos ecológicos tienen más nutrientes, minerales, vitaminas, oligoelementos y antioxidantes, de modo que quien incorpora a su dieta alguno de estos alimentos, como por ejemplo la quinoa, favorece el buen funcionamiento de su organismo y se protege frente a enfermedades.

-Ofrecen mayor seguridad alimentaria. Son productos con todas las garantías, pues durante su proceso de elaboración se someten a exigentes controles e inspecciones para garantizar que cumplen con las normas y estándares de producción agroalimentaria ecológica establecidos.

-Son Sostenibles. La agricultura ecológica emplea la rotación de cultivos,  respeta los ciclos naturales, aprovecha los recursos de la zona, preserva las variedades locales, no contamina los acuíferos, recurre a prácticas naturales para potenciar la fertilidad de lo suelos y fomenta la biodiversidad.

-Provienen de prácticas respetuosas con los animales. La ganadería biológica apuesta por las especies autóctonas y el crecimiento en semi libertad. Los animales se alimentan de pastos naturales y piensos ecológicos, no están hormonados y crecen de manera natural y sin estrés.

-No hay transgénicos. En la agricultura ecológica está prohibido el uso de organismos genéticamente modificados. Este tipo de práctica que tiende a la uniformidad es totalmente opuesta a la filosofía “bio”, que impulsa la riqueza y variedad de cultivos, especies y paisajes.

-Saben y huelen. El cuidadoso modo de producción de estos alimentos les permite conservar un sabor auténtico que el paladar reconoce y una expresividad aromática que el olfato percibe sin dificultad.


Prueba 2:
Título: “Guía: las deducciones de un autónomo”
Cliente: Empresa de renting de coches
Extensión 600 palabras
Objetivo de negocio: branding
Keywords: deducción autónomos, facturación autónomos, emprendedor

Guía: las deducciones de un autónomo
El desembolso que efectúa un autónomo cuando compra un ordenador para trabajar, contrata una línea telefónica profesional,  alquila una oficina o adquiere un vehículo de empresa mediante renting son gastos que se puede deducir en su declaración de la renta. Hacienda establece que estos y otros muchos gastos que afronta el emprendedor son fiscalmente deducibles siempre que estén relacionados con la actividad económica que realizan, queden justificados mediante factura o recibo y aparezcan registrados en el libro de gastos e inversiones. A continuación repasamos los más comunes:

-Consumos de explotación: Los efectuados para obtener cualquier elemento que se precise para desarrollar la actividad empresarial, desde material de oficina hasta combustibles, embalajes y cualquier otro objeto de uso laboral.

-Sueldos y salarios: Las retribuciones que el autónomo paga a los empleados en concepto de sueldos, dietas, viajes de trabajo, indemnizaciones, pagos en especie o formación son deducibles.

-Seguridad Social a cargo de la empresa: Dentro de esta partida se incluyen las cotizaciones a la Seguridad Social por los trabajadores contratados más las correspondientes al propio empresario. Cuando la cotización de un trabajador depende del autónomo, podrá deducirse el 50% en caso de baja por contingencias comunes.

-Otros gastos de personal: Se integran aquí los gastos de formación del personal, las contribuciones a planes de pensiones, las indemnizaciones, seguros de accidente de los trabajadores, obsequios y cualquier otro gasto relacionado con sus empleados.

-Arrendamientos y cánones: Incluye las cuotas de alquiler de bienes muebles o inmuebles, puede ser una oficina o un vehículo por leasing o renting, así como el pago por el derecho de uso de patentes y marcas.

-Reparaciones y conservación: Tienen que ver con los gastos realizados para el mantenimiento de las instalaciones, siempre que la obra no conlleve una mejora o ampliación.

-Servicios de profesionales independientes: Son los honorarios que el autónomo abona a profesionales ajenos a la empresa pero cuyos servicios requiere para el normal desarrollo de su actividad, como gestores, abogados, auditores, notarios, etc.

-Otros servicios exteriores: Abarcan desde gastos habituales en una oficina, como los suministros de luz, agua o servicio de telefonía, hasta los facturados en investigación y desarrollo, transportes, primas de seguros, servicios bancarios, publicidad o relaciones públicas.  Si el emprendedor trabaja en su propia vivienda puede deducirse el IBI, la cuota de la comunidad de propietarios, el seguro, etc, en proporción a la parte de la vivienda utilizada para la actividad con respecto al total, pero no podrá deducirse los suministros. Son deducibles también los gastos generados por el uso de la línea de teléfono profesional y el vehículo destinado a la actividad empresarial. 

-Tributos fiscalmente deducibles: Se consideran así el Impuesto sobre Actividades Económicas (IAE), el Impuesto sobre Bienes Inmuebles (IBI) que recaiga sobre elementos afectos a la actividad, así como otros tributos y tasas tanto estatales como no estatales. El IVA soportado sólo será deducible cuando no sea desgravable a través de la presentación de declaraciones trimestrales de IVA y por tanto no tengan derecho a deducirse las cuotas soportadas.

-Gastos financieros y amortizaciones: Se incluyen todos los gastos derivados de la utilización de recursos financieros de terceros para la financiación de las actividades de la empresa. También la cantidad depreciada de la inversión realizada por el empresario y las pérdidas por el deterioro del valor de los elementos patrimoniales.

-Otros gastos deducibles: Comprenderían la adquisición de libros o instrumentos no amortizables, la suscripción a revistas profesionales, los gastos de asistencia a cursos, conferencias, congresos, los seguros de enfermedad o la cuotas por pertenencia a entidades profesionales, corporaciones, cámaras y asociaciones empresariales legalmente constituidas.
  

martes, 19 de diciembre de 2017

Contra el coaching motivador, realismo sucio

Siento que lo que voy a decir va en contra de la corriente imperante. Podríais considerarla una postura políticamente incorrecta, aunque yo la veo más como una verdad incómoda. En todo caso, antes de su lectura resulta indispensable inyectarse un poco de sentido del humor para asimilarla sin dramas.

Tras meses de análisis y experimentación he llegado a la conclusión de que frente a esa moda del coaching motivador que pregona lo de ‘si quieres, puedes’, debo reivindicar la vida real. Y la realidad es que el lema de Adidas –Impossible is nothing- es puro merchandishing. Siento deciros que no todo es posible. No siempre se consiguen los sueños que uno persigue. No por desear muy fuerte algo se hace realidad y no necesariamente trabajar, esforzarse y ser brillante se traduce en alcanzar las metas que te habías propuesto. Así que, por favor, que dejen ya de crear frustración a quienes pierden toda su vida en seguir esos consejos, convencidos de que son verdad, y terminan llorando por las esquina porque nunca llegan a alcanzar ninguno de sus propósitos.

Adoro la danza desde que era una cría, pero sé que, por mucho que lo desee, nunca seré Maya Plisétskaya. Envidio a la gente que canta bien y sería un sueño hecho realidad soltar unos gorgoritos en un karaoke y dejar a todos con la boca abierta. Pero me conformo con desgañitarme con las canciones que suenan en la radio cuando voy conduciendo o no desentonar cada vez que hay un cumpleaños. Cuando veo a alguien dibujar pienso en lo que daría por tener yo ese talento, pero el único retrato que alcanzo a pintar es el que sale de juntar un 6 y un 4. Lo mismo me pasa con la música. Ojalá supiera tocar el piano o la guitarra, pero voy que chuto con la pandereta y mi escueto repertorio con la flauta dulce. Hará poco más de seis meses comencé a correr. Me encantaría ser capaz de completar mañana un maratón, pero mi límite en estos momentos son los cinco kilómetros. Pasada esa distancia mi cuerpo y mi cabeza me piden que me detenga. Quizá con un severo entrenamiento –y sesiones de electroshock- podría llegar, como mucho, a los diez kilómetros y, por supuesto, no sería ni mañana ni el año que viene. Tampoco me vale que me digáis que si hubiera recibido clases desde mi más tierna infancia, hoy podría bailar, cantar, pintar o tocar cualquier instrumento, porque estoy convencida de que en la mayoría de estas disciplinas el talento no se aprende, se despierta. Es obvio que no vivo esta realidad como un trauma, sino como algo que no está hecho para mí, os pongáis como os pongáis los ‘pro-coaching’.


En este punto creo que nos convendría mejor saber asumir el fracaso y dejar de demonizarlo. Tampoco es tan malo fracasar. Lo sé de primera mano. Incluso desfallecer si es necesario. Aprender a caer y, lo que es más interesante, aprender a levantarse y armarse de valor y ganas para seguir intentándolo, aunque vuelvas a fallar mil veces. En muchas ocasiones lo interesante -el aprendizaje- está en el camino, en el proceso de intentarlo, no en el éxito en sí. Y, por supuesto, una segunda premisa sería fijarnos metas realistas, pequeños logros, de esos que sabes que, a poco que pongas de tu parte, los alcanzarás. Así al menos, entre tanto fracaso, puedes irte anotando de vez en cuando un pequeño triunfo que dé lustre a tu amor propio.

En mis largas estancias en Linkedin, visita obligada para todo desempleado que se precie, de vez en cuando compartimos entradas en las que expresamos nuestro deseo de encontrar trabajo. La verdad es que yo lo hago menos de lo que debería, supongo que porque no quiero resultar pesada. El caso es que la mayoría de las respuestas que reciben esas publicaciones son frases típicas y tópicas para animar al pobre parado: ‘No te vengas abajo’, ‘Tú puedes’, ‘Seguro que pronto encuentras algo’, ‘Tú vales mucho’, ‘No dejes de intentarlo’, ‘El que la sigue la consigue’..., cuando lo que de verdad pretendes con esa confesión no son frases motivadoras, sino que te digan que van a mover tu currículum por sus círculos, que en determinada empresa o sector andan buscando gente de tu perfil, o simplemente que toman nota y estarán pendientes de cualquier oportunidad que surja.

Digo todo esto porque si algo he aprendido en mis 25 años de experiencia profesional, incluidos los últimos meses de búsqueda, es que muchas de las cosas que nos suceden en todos los ámbitos, incluido el laboral, no dependen de que nos sintamos más o menos motivados, sino que están sujetas a variables que escapan de nuestro control. La única responsabilidad que verdaderamente tenemos, a parte de poner esfuerzo y empeño personal, es la de escoger libremente, con mayor o menor fortuna, los caminos que tomamos.  Pero os aseguro que si ‘impossible was nothing’, si nada fuera imposible, si siempre pudiéramos lograr nuestros objetivos, la tasa de paro sería 0.

Después de todo esto, si seguís decididos a poneros como motos con sesiones de coaching en vena y a luchar por conseguir llegar a lo más alto, estáis en vuestro derecho, no voy a cuestionaros. Todo lo contrario. Incluso os voy a ayudar a que lo consigáis sugiriéndoos que leáis esta guía práctica que compartía un usuario de Linkedin. No es exactamente coaching, pero os permitirá triunfar en la vida. Eso sí, el peaje que habréis de pagar es ser unos gilipollas. Vosotros elegís. 
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domingo, 17 de diciembre de 2017

Esos seres sintientes

Tuve un perro durante unos cuatro o cinco años. Lo adopté una Navidad. Supe que sus dueñas tenían intención de sacrificarlo y me dio mucha pena. Pensé que no podían hacerle tal faena en una época como esa, así que me ofrecí a alojarle temporalmente para que al menos disfrutara de su última Navidad en familia. El pobre había penado mucho. Primero fue un antojo de niñas mimadas; luego, por circunstancias de la vida, se convirtió en una carga y decidieron regalarlo. Su nuevo hogar fuera de Madrid no resultó como todos esperaban y el animal se fugó en busca de sus primeras dueñas. Cuando la policía lo encontró en Valencia y descubrió que tenía un chip que identificaba a sus antiguas propietarias, las contactó. Fueron a buscarlo porque no les quedaba más remedio. Pero su sitio ya lo ocupaba otro perro más pequeño y fino que él, así que su destino estaba escrito.

Se llamaba Zar y llegó a mi casa con secuelas del perro maltratado: cicatrices en varias partes de su lomo, carácter asustadizo y tendencia a mear contra mi estantería de CD. Una joya. Pero nunca nadie se ha alegrado tanto de verme al volver del trabajo. Nadie como él me ha recibido con esos saltos de alegría, como tratando de alcanzar mis mejillas y comerme a lametones. Por las noches se acurrucaba contra mi muslo sobre el sofá para ver conmigo alguna serie y cuando me sentaba ante el ordenador, se acercaba y esperaba paciente hasta que le daba permiso para subirse al calorcito de mi regazo, así combatíamos los dos el frío de mi viejo apartamento. En los días que estaba un poco torcida me miraba fijamente, como si entendiera cada uno de mis lamentos. En las noches de nieve o lluvia que apetecía poco sacarle a la calle, se las apañaba para terminar sus 'quehaceres' en pocos minutos, antes de calarnos los dos hasta los huesos.

Al final, pasada la Navidad, fui incapaz de devolverlo. Así que se convirtió en mi fiel compañero de piso. Con los años, a pesar de que a mi vida llegaron niños que competían con él por mis atenciones, nunca demostró celos ni dio motivos para arrepentirme de mi decisión. En la última etapa de su vida una leishmaniosis le fue dejando medio ciego y sin ganas de comer ni moverse, de modo que tuvimos que tomar la difícil decisión de pedirle a la veterinaria que le durmiera para siempre. Aún recuerdo la llorera de aquella Semana Santa.

Comprenderéis entonces que me parezca muy oportuna la decisión tomada en el Congreso para modificar el Código Civil, la Ley Hipotecaria y la Ley de Enjuiciamiento Civil de manera que se deje de considerar a las mascotas como un mueble más de la casa y se las trate como seres vivos dotados de sensibilidad, seres sintientes los llaman. Bien. Qué menos. Por fin nos vamos equiparando a otros países del entorno europeo. Pero no perdamos la perspectiva. Lo digo porque gracias a este debate hemos sabido que en España la mitad de los hogares tienen una mascota, algo que dice mucho de nuestro amor por los animales. Pero también que ya se contabilizan más familias con mascotas que familias con niños, lo que particularmente a mí me parece preocupante. Hay parejas que dilatan al máximo el momento de dar la bienvenida a la paternidad. Las circunstancias no invitan demasiado. Pero no les cuesta tanto dar el paso de incorporar a la familia un perro o un gato. Y les entiendo. Estos animales, además de hacer compañía y llenar de felicidad a sus dueños, dan menos trabajo y desvelos que un mocoso, conllevan también una responsabilidad menor y a la larga seguro que resultan más baratos. Además, con ellos no tienes que sufrir la tortura de los grupos de whatsapp de clase, los cumpleaños infantiles, las funciones escolares, los partidos del fin de semana, su mala uva adolescente… Todo son ventajas. Solo les encuentro una pega -además de tener que sacarles a la calle tres veces al día para hacer sus cositas, al menos a los perros-: que de momento no hemos conseguido que trabajen y contribuyan al sostenimiento de la hucha de las pensiones. Para eso lo que necesitamos en este país son más niños -cotizantes en potencia- que el día de mañana mantengan el sistema y nos permitan sobrevivir al retiro. Así que los que tengáis dudas y podáis, no renunciéis a traer más niños al mundo, por favor. Es más, por qué elegir. Probad a no renunciar a nada, tened niños y mascotas. El país y todos los que temen por su jubilación os lo agradecerán.

lunes, 4 de diciembre de 2017

Cuando la Administración trata a los ciudadanos como niños

Todos los años decimos que no vamos a ir al infierno en que se convierte en diciembre el centro de Madrid por la expectación que genera la decoración navideña, pero todos los años terminamos peregrinando como borregos hasta la Puerta del Sol y la Plaza Mayor para ver las lucecitas y los abetos. Supongo que la culpa la tienen Chencho y ‘La gran familia’. Sabemos que no hay quién camine, que todo está saturado de gente, que tomar un bocadillo de calamares en La Campana o un chocolate en San Ginés requiere un esfuerzo titánico. Que a duras penas consigues acercarte a alguno de los puestos de artículos navideños o bromas. Que a las horas de cada pase de Cortylandia es imposible acortar hacia Preciados desde Arenal por la Plaza de las Descalzas, a no ser que quieras arriesgarte a perder la vida aplastado o increpado por padres que cargan con sus pequeños mocosos para que vean mejor el espectáculo. La teoría la sabemos, pero inevitablemente terminamos arriesgándonos a arrepentirnos de haber vuelto a caer. 

Es decir, sabemos a lo que vamos y lo que nos encontraremos. Sabemos que deberemos ir sorteando transeúntes que se desplazan en dirección contraria a la nuestra y que en algunos tramos tendremos que caminar más despacio, al ritmo de los que nos preceden, e incluso pararnos. Sabemos también que si evitamos ciertos itinerarios, podremos librarnos de sufrir ese incómodo momento en que notas otros cuerpos rozando el tuyo, sus alientos en tu cogote,  y no sabes donde acaba el movimiento involuntario y donde empieza el sobeteo aprovechando la coyuntura. Lo sabemos y no necesitamos que ningún organismo regule nuestro masoquismo. Pero llega el Ayuntamiento de Madrid y, con el propósito de mejorar nuestra experiencia de usuario del espacio público, idea una fórmula para evitarnos las aglomeraciones y aliviar el desorden de las calles más transitadas que confluyen en la Puerta del Sol. La solución que se les ha ocurrido es convertirlas en vías peatonales de una sola dirección. En concreto pretenden obligarnos durante estas Navidades a utilizar la calle Preciados para subir desde Sol hacia Callao y a tomar la del Carmen de bajada, para que todos caminemos en el mismo sentido. ¿De verdad hacía falta?


Este pasado fin de semana se estrenó la medida y ha ocurrido lo que se esperaba. La mayoría de los transeúntes piensa, como yo, que no necesitan que nadie les diga por donde caminar. Es más, el propio instinto de conservación del ser humano medianamente consciente suele hacerle evitar los tumultos que puedan poner en riesgo su vida. Al menos el mío funciona así. Afortunadamente la gilipollez solo se ha establecido en esas dos vías y hay muchas otras por las que se puede acceder al kilómetro 0. Además, como ha aclarado la portavoz del Ayuntamiento, Rita Maestre, la dirección única solo afecta a la entrada y la salida, una vez dentro de la calle se supone que ya puedes moverte en libertad. Es un alivio saber que no tendremos que ir en fila, perfectamente alineados como si estuviéramos en una parada militar. En fin… Este plan solo se activará cuando haya aglomeraciones -faltaría más- y cuenta con la participación de agentes municipales para corregir a los peatones despistados. Personalmente creo que los policías serían más útiles persiguiendo a los malos o vigilando nuestra seguridad que no riñendo a los díscolos que osan caminar en dirección contraria, como hacemos las madres con los hijos cuando no obedecen. Mira tú por donde, se dice que en Navidad tiende a aflorar el niño que todos llevamos dentro, así que esta descabellada idea era justo lo que necesitábamos. Y como las travesuras son propias de la edad infantil, yo ya estoy deseando pasarme por el centro en un día de máxima afluencia y caminar al revés, a ver qué pasa.

La injerencia de la Administración en nuestros hábitos, usos y costumbres me chirría. Eso de limitar nuestra libertad y autonomía para protegernos de nosotros mismos se llama paternalismo. ¿Qué será lo próximo? ¿Nos obligarán a abrigarnos con gorro, bufanda y guantes cuando el termómetro baje de los 0 grados? ¿O a no enamorarnos de la persona equivocada? Puede que también nos digan dónde nos tenemos que colocar para hacernos las fotos con las luces de Navidad, una especie de punto obligatorio de selfie. ¡Ah! Y ya, por qué no, que nos dicten la carta a los Reyes Magos.

miércoles, 29 de noviembre de 2017

Mi penúltima decepción

Desde el mes de febrero, que acabé mi último contrato, habré enviado mi currículum a cerca de 150 ofertas de empleo. En menos de una docena de casos me han respondido por correo electrónico para darme las gracias y lamentar que mi perfil no se ajusta a lo que estaban buscando. Del resto no he tenido ninguna noticia. Obviamente en ningún caso se han interesado por conocerme mejor ni me han citado para una entrevista de trabajo. Esa era mi gran cruz hasta que de repente suena mi teléfono móvil y me citan para informarme sobre un proceso de selección al que me había apuntado. Os podéis imaginar mi alborozo. Lamentablemente duró poco, justo hasta que el asunto me empezó a oler raro.

Voy a contaros el último episodio de esta pesadilla en la que se ha convertido reengancharme al mercado laboral. Os pongo en situación. En vista de que no termino de encontrar una oportunidad en mi campo, he decidido ampliar ligeramente mis horizontes y postularme a otros procesos de selección, particularmente en empresas públicas, donde la edad no penaliza (sospecho que mis 49 son mi mayor lastre). En estas instituciones de vez en cuando se convocan pruebas u oposiciones, ya sea para incorporar nuevos trabajadores a la plantilla o para engrosar su bolsa de empleo. Por ejemplo, me he apuntado a las de Aena, que sí buscan periodistas entre otros profesionales, pero también a la convocatoria para renovar la nueva Bolsa de Empleo de Correos. No aparecía ningún puesto de lo mío, pero pensé que quizá era lo suficientemente espabilada como para saber realizar las labores de atención al cliente o clasificación en una oficina postal. Es más, llegué incluso a imaginar que alguno de los reclutadores, al ver mi titulación superior y mi experiencia, decidiría enfocarme en mayores responsabilidades. Sí, lo sé. De vez en cuando me dan unos ramalazos naifs incompatibles con mi edad… 

Pero volvamos al tema. El caso es que recibí la llamada de una mujer que me citaba para una entrevista en la que me informaría sobre todos los detalles de la convocatoria de Correos. Lo relacioné automáticamente con el proceso en el que me había apuntado, aunque me chocó que la dirección (Sagasta 4, 1º drcha) no coincidiera con ninguna de las instalaciones del operador, pero en aquel momento cerré el encuentro sin darle más vueltas. Un poco más tarde, mi alma de periodista o mi desconfianza innata me hizo ‘googlear’ los datos que me habían facilitado hasta dar con una página web que nada tenía que ver con Correos y en la que quedaba bastante claro que se trataba de una empresa dedicada a la preparación de exámenes para Correos, pero al margen de esta compañía. Era algo irregular. Normalmente los organismos oficiales publican todos los detalles de sus convocatorias en su propia página web, que es la que hay que ir consultando para saber los pasos que hay que dar. Llegué a valorar que quizá, en este caso, habían externalizado esa parte del proceso y por eso me citaba una empresa ajena al organismo postal, así que decidí devolverles la llamada para que me aclararan la situación. Cuando interrogué a la mujer sobre este particular, me contestó que Correos no podía estar contactando uno a uno con los aspirantes y que por eso se encargaban ellos. Y ante mi pregunta sobre si lo que pretendía era venderme un curso de formación para prepararme de cara al examen, ella respondió que ‘bueno, usted es libre de estudiar por su cuenta o prepararlo con ayuda’.


En este punto ya se había apoderado de mí la desilusión. Estaba casi segura de que todo era un camelo, pero necesitaba que me lo corroboraran. De modo que mi siguiente llamada fue al Gabinete de Comunicación de Correos. Les conté el caso y, naturalmente, les sonó a chino. Amablemente me aclararon que aún no ha concluido la primera fase de valoración de méritos en el proceso en el que estoy apuntada y que no tienen externalizada ninguna fase informativa, por lo que ninguna empresa ajena tiene el mandato de llamar a la gente para informar. Es decir, visitar esa empresa no forma parte de los requisitos para acceder al proceso y, lo más importante, me garantizaban que mis datos personales, los que yo había confiado a Correos a través del formulario de inscripción en su web, no habían sido transferidos a ninguna empresa externa para ser utilizados con otros fines.

Después de confirmar mis sospechas hice una tercera llamada a la empresa en cuestión para cancelar mi cita explicándoles que había hablado con Correos y me habían clarificado perfectamente mis dudas. La mujer se justificó diciendo que en ningún momento se había presentado como miembro de Correos y, cuando le pregunté cómo había conseguido mis datos, me respondió que yo se los había facilitado al solicitarles información sobre una convocatoria que nada tenía que ver con la mía y que de hecho ni siquiera se ha puesto en marcha aún. No recuerdo haber rellenado ningún formulario de petición de información, salvo de inscripción en la convocatoria oficial para la bolsa de empleo, aunque no me gusta decir nunca, por si me flaquea la memoria después de postularme a tantísimos puestos ofertados. El caso es que me ahorré el viaje, el tiempo perdido y la decepción que seguro habría sufrido si me hubiera dejado arrastrar por el entusiasmo y no me hubiera detenido a pensar un instante. 

Aprovecho este episodio para alertaros sobre una práctica muy común en el sector, la de esas empresas que subsisten a base de captar clientela mediante reclamos confusos que juegan con la ilusión de muchos de aquellos que se sienten desesperados por encontrar un empleo. No es algo generalizado. De hecho tener un negocio de formación para oposiciones resulta una opción empresarial de lo más respetable y muy útil para los opositores. Lo cuestionable es que quieras atraer clientes entre los aspirantes a entrar en Correos con una estrategia tan burda como abrir una web con la dirección correosonline.net, utilices colores y tipografía similar a la corporativa de Correos y llames para concertar citas en las que supuestamente solo vas a dar información oficial sobre una convocatoria que, por cierto, todavía no está abierta.