Blog personal de Ángela Beato. Escribo lo que siento. Digo lo que pienso. Procura no tomarme demasiado en serio.

jueves, 26 de enero de 2017

Como cualquiera

Ojiplática, tiesa, impactada, anonadada… así me he quedado al escuchar a la madre del conductor del autobús escolar que volcó en una rotonda en Fuenlabrada y dio positivo en el narcotest al que le sometieron tras el accidente. Esta madre ha admitido que su hijo consumió cocaína el viernes pasado en una fiesta, para apostillar a continuación –y esto me ha llegado al alma- “como cualquiera”. La mujer debía tener buena intención pero le ha hecho un flaco favor a su hijo. Digamos que hay amores que matan. No cabe duda que el Síndrome de Wendy le ha impedido ver con claridad, algo que a las madres nos suele ocurrir cuando nos ponemos sobreprotectoras. Creemos que ayudamos a nuestros hijos, pero les estamos hundiendo en la miseria. 

No señora, como cualquiera no. De entrada no todo el mundo elige la evasión química de su vida cotidiana, ni tiene por costumbre meterse droga cuando va a una fiesta para divertirse. Más común es darle al vino o al gin-tonic, ahí no le digo yo que no. Tampoco cualquiera se puede permitir adquirir cocaína, teniendo en cuenta que este estimulante no se encuentra en las estanterías del supermercado, por lo que hay que saber a dónde dirigirse. Sospecho, además, que el precio de una sustancia tan adictiva e ilegal no debe ser muy asequible en el mundo del trapicheo. Ignoro a cuánto está el gramo, aunque por lo que leo prefiero gastármelo en un libro, un par de pelis o un disco, que también hacen volar… la imaginación. 

Como cualquiera, me sorprende esa normalización del consumo de drogas que hace la madre. Me sorprende, sobre todo, tratándose de una madre, aunque analizándolo bien puede compararse –salvando las distancias- con la tendencia de algunas progenitoras a pasar por alto e incluso justificar las acciones incorrectas de sus hijos. Sucede constantemente, cada vez más. Así estamos como estamos.

A la madre coraje le han dolido especialmente los comentarios que han hecho los niños que iban a bordo del autobús de ruta accidentado, aludiendo a la conducción temeraria del chófer. “Él también es padre y con estas acusaciones le están arruinando la vida”, ha dicho, imagino que sin pensar, y he terminado por alucinar un poco más. ¡Ah! Que además de consumir cocaína, como todo el mundo, es padre. Uno es víctima de sus actos y sus comportamientos, uno se arruina la vida cuando teniendo hijos, es decir, siendo responsable de otras personas y un tótem para ellas, se mete coca en una fiesta y luego pretende recuperar la normalidad en su vida, ponerse al volante de un autobús cargado de críos y ser capaz de reaccionar ante cualquier imprevisto, como si no le hubiera disparado horas o días antes un polvazo a su cerebro. 

No digo yo que las cosas no sucedieran como le ha contado el hijo a su madre, que se le bloqueara la dirección al coger la rotonda y cuando trataba de enderezar el vehículo volcara. Pero lo impepinable es que, al margen de que cada uno pueda hacer lo que le plazca con su vida y su cuerpo mientras no hiera a los demás -como si quiere incorporar lejía a su dieta-, cuando en tus manos está la vida de otros, mucho más si esos otros son menores, no caben dudas y no hay excusas. Hay que ir con pies de plomo y evitar determinadas prácticas poco recomendables. Hay profesiones que realmente exigen sacrificios, y no creo que esta sea una de ellas, porque renunciar a consumir drogas o alcohol y descansar bien antes de conducir no parece que suponga un sacrificio para nadie. Y esto va también para los que no son conductores profesionales, pero sí padres/madres y taxistas de sus hijos, que critican el caso pero no dudan en coger el coche después de tres riojas. 

Esta madre reconoce que su hijo es muy nervioso (no soy una experta, pero no parece la mejor terapia para los nervios una sustancia que te pone como una moto), "pero no es un asesino". Nadie le ha acusado de ello, como mucho de irresponsable. No sé si las empresas del sector tienen por costumbre realizar test de alcohol y drogas con cierta periodicidad a sus empleados, incluso exámenes psicológicos, o si esto choca con los derechos de los trabajadores. Pero visto lo visto... Si tener que alimentar a un hijo o trabajar con chavales no te merece el mínimo respeto, quizá te despierte la conciencia y sea más efectivo saber que te arriesgas a perder tu trabajo si tus jefes detectan que te has metido una raya. Como cualquiera.

miércoles, 25 de enero de 2017

La raza humana, en peligro de extinción

Contemplo un vídeo en el que un grupo de salvajes agrede y patea a una chica a la puerta de un bar, mientras la información subraya que detrás de tanta violencia había motivos ideológicos, como si eso sirviera para justificar o mitigar la gravedad de lo visto. No me importa quienes son ni unos ni otros, me basta con detectar un claro desequilibrio. 

Hace unos días se difundía otro vídeo de un partido de fútbol juvenil en Canarias. El espectáculo no estaba en el campo y en los chavales que corrían tras el balón, sino en la grada, donde la discusión de dos padres sobre los lances del juego terminó en pelea a puñetazos, para bochorno del resto de público. 

Se publica que la policía catalana investiga la violación por turnos de una chica ocurrida en plena calle en Girona el fin de semana pasado. Y me acuerdo del Prenda y sus compañeros de polvos redondos.

Recibo levemente esperanzada -aunque espero bastante poco- la noticia de que la Fiscalía va a estudiar si existe delito en los tuits que algunos monstruos sin corazón, la mayoría anónimos, publicaron tras la muerte de Bimba Bosé aludiendo a la despedida en redes sociales de su tío Miguel, y que, por supuesto, no voy a reproducir porque me sube la tensión.

Veo todo esto y lo que me rodea a diario -discusiones de tráfico, peleas por el puesto en una cola, insultos desproporcionados contra quien piensa distinto, intimidación y amenazas, indefensión aprendida, violencia gratuita- y me pregunto cómo es posible que la raza humana aún no se haya extinguido.

lunes, 23 de enero de 2017

Tratando de no pensar

Llevo semanas sin alimentar este blog y regreso para vomitar preocupaciones.

Saber que el cáncer finalmente le ha ganado la batalla a Bimba Bosé resulta devastador. Una auténtica putada. Tanto como perder a familiares o amigos -seres anónimos- por esa enfermedad, o presenciar el implacable avance de la dolencia cuando ataca a personas próximas aún jóvenes, gente como tú.

Marta lleva en la cama de un hospital 20 días. Cuando en Navidad todos compartíamos nuestros deseos de año nuevo, supongo que ella debió pedir salud. Pero 2017, el muy canalla, no se lo ha concedido.

Marta casi no habla. No porque no pueda, es que no quiere hacerlo. Está enfadada, mucho. No quiere estar en un hospital. Preferiría irse a casa, con sus hijas, su marido, su perro. Imagino que desearía no sentir dolor, no tener en las muñecas esas dos vías por donde le enchufan los analgésicos pautados, ni esos parches transparentes pegados a la piel que van soltando la sustancia que le permite seguir callada y no estallar en gritos de dolor o directamente desmayarse. Creo que Marta daría lo que fuera por poder sostenerse sobre sus piernas para ir sola al baño. Eso significaría que no había perdido tanto -masa muscular, apetito, fuerza, kilos, pelo, ánimo- y tan rápido en esta fase del proceso.

Todos los que vamos pasando por la habitación 312 a visitarla, compartir un rato, acompañarla, charlar -es un decir-.., tratamos de darle cariño, transmitirle que estamos con ella, que no está sola. Andamos con pies de plomo a la hora de escoger temas de conversación y no podemos evitar sentir un inmediato cargo de conciencia después de contarle nuestras preocupaciones, insignificantes al lado de lo que verdaderamente es un problema. A veces nos atrevemos a probar suerte intentando arrancarle una sonrisa, decir alguna chorrada que por unos segundos la evada de la cruda realidad, y cuando lo conseguimos nos damos por satisfechas. Porque es ahí, en ese instante cuando reconocemos a Marta, una de las nuestras, amiga reencontrada y compañera de cenas solo para chicas, la última hace mes y medio, cuando parecía que todo estaba controlado. En esas quedadas nos iba poniendo al día de su lucha, los duros tratamientos a los que se sometía, los jodidos efectos secundarios, y siempre con un aplomo, optimismo y fuerza asombrosos. Y nosotras no podíamos hacer otra cosa más que animarla a seguir peleando, mientras pensábamos, sin verbalizarlo, si seríamos capaces de aguantar tanto y con tanta dignidad en una situación similar. Ojalá estos últimos años de pesadilla hubieran sido solo eso, un mal sueño.

En la habitación de Marta siempre está la televisión encendida, no solo como entretenimiento para alguien confinado a una cama de hospital, sino también para que no pese tanto el silencio sobre su acompañante.  Espero que hoy, cuando hayan dado la noticia de Bimba, la tele estuviera apagada.

Ignoro si Marta está asustada, porque no quiere decir nada. Supongo que sí. Yo lo estaría. De hecho, ya lo estoy. Y aunque lo intento, es imposible no pensar.
   

martes, 10 de enero de 2017

Sobre los concursantes de ‘Ahora caigo’ que no recordaban la Guerra Civil

Todos os habéis escandalizado porque dos concursantes del programa ‘Ahora caigo’ demostraron una ignorancia supina al costarles adivinar un panel que ocultaba un importante hecho histórico a pesar de que las pistas que se les iban aportando eran bastante reveladoras. Blanco y en botella, que diría aquel. Por ejemplo: Si os digo que ocurrió en el siglo XX en España, que fue un conflicto social, político y bélico, que hubo un alzamiento, dio paso a una dictadura o inspiró el Guernica de Picasso, ¿seríais capaces de adivinar de qué estamos hablando? Bien, pues a ellos todas estas pistas solo les inspiraron respuestas como el 2 de mayo, el 23-F o la democracia. Solo al final, cuando les dijeron que el hecho histórico en cuestión provocó el exilio de mucha gente, a uno se le encendió la bombilla y acertó con la Guerra Civil. Los concursantes tenían entre los 20 y los treinta y tantos años. Me pregunto si pesaron más los nervios de estar ante las cámaras o su condición de hijos de la LOGSE. Quizá simplemente fue un acierto del equipo de casting. 


Unos días antes, en la cabalgata de Reyes de Madrid, el youtuber polemista Álvaro Ojeda, reconvertido en reportero dicharachero estrella por obra y gracia del digital OK Diario, confundía a astrónomo Copérnico con el descubridor Colón, para regocijo de los espectadores tuiteros.

Hace algunos meses quedamos noqueados al ver en “El Intermedio” de la Sexta cómo alumnos de ESO y Bachillerato eran incapaces de explicar qué pasó el 23F. Además circulan por internet numerosos videos de entrevistas a jóvenes que no saben ubicar en el mapa las provincias españolas y a quienes Adolfo Suárez les suena a golpista.

No penséis que mi pretensión es echar pestes contra esta nueva generación y contribuir a que os deprimáis pensando que los jóvenes españoles son los menos preparados de la historia. Claro que no. Porque no es así. Tampoco voy a dedicarme a criticar el sistema educativo, aunque sea francamente mejorable. La realidad es que, como en todos los tiempos y en todas partes, hay gente con interés por saber lo que ocurre a su alrededor, curiosidad por ampliar sus conocimientos y ganas de empaparse de cultura general, aunque sea a base de crucigramas. Y luego hay otra gente que siente pereza ante la sola idea de poner a trabajar a su neurona y prefiere dar por bueno lo que le cuentan dudosas fuentes o se limita a ‘informarse’ a través de los 140 caracteres de un tuit. 

La gente que pertenece al primer grupo lee, cuestiona, contrasta y no opina de algo si no sabe. La del segundo grupo da por hecho, no pierde el tiempo en discriminar, se deja confundir y suelta lo primero que le viene a la cabeza aunque no tenga ni repajolera idea de lo que está hablando. 

A los jóvenes de ese primer grupo, si les paran por la calle para hacerles unas preguntas sobre cultura general y aciertan, probablemente les censuren y su respuesta correcta no salga en el reportaje o lo haga solo brevemente al final, porque lo que se busca en ese ‘trabajo periodístico’ es precisamente demostrar el escaso nivel cultural de los jóvenes. También es difícil, tal y como está el mercado y cómo han evolucionado los criterios de rentabilidad, que sabiendo hacer la 'O' con un canuto los contraten en medios donde se prioriza la polémica sobre la información y la formación. Y sospecho que tampoco pasarían los castings de ciertos concursos de preguntas y respuestas donde lo primero que se valora para ser seleccionado no es tu sapiencia, sino que sepas contar chistes, cantar, bailar, mover las orejas o hacer cualquier rareza que provoque la risa. 

Los jóvenes del segundo grupo, en cambio, son carne de reportaje. Desengañémonos, dan mucho juego. Seguramente, además, si tienen desparpajo y mucho morro, esas habilidades pesarán más en su currículum que tres masters y ocho idiomas a la hora de hallar ocupación y protagonismo en cualquier canal o experimento audiovisual. Y, por supuesto, seguro que les cogerían en un casting para un programa como ‘Ahora caigo’, porque ya en sí mismos resultan todo un espectáculo televisivo -y eso es la televisión, puro espectáculo para el entretenimiento-. Así, quien esté pasando el rato mirando la pantalla, podrá llevarse las manos a la cabeza, decir “¡Madre mía!” y sentirse menos inculto. O más listo.



martes, 3 de enero de 2017

Que un cambio de año (con sus 12 uvas) no te estropee una buena compra

Me cuentan que hubo un ser humano residente en Madrid que, a tan solo 25 segundos de las campanada, compró por Amazon un Superpoly. Ese juego de mesa fue el último artículo adquirido en España a través del gigante de venta por internet. ¿Qué tipo de persona descuida un momento tan fundamental, ese en que contamos por última vez las uvas para asegurarnos de que tenemos 12? Solo puede ser alguien poco supersticioso, con escaso apego a las tradiciones, o mujer -por eso de ser capaz de hacer dos cosas a la vez-, amén de ahorrador, dado que prefiere decantarse por la imitación que por el juego original. Me parece tan marciano que me ha dado por pensar si no habrá sido un golpe de efecto de la propia empresa fabricante para gozar de publicidad gratuita, que no sería mala estrategia… Por cierto, unos segundos antes, a 51 segundos de las doce, desde Jerez de la Frontera encargaron un estuche de seis marcadores Stabilo de colores pastel –nunca sabes cuándo te va a tocar subrayar los apuntes-. Justo la misma hora, en Barcelona a alguien le apeteció una plancha de pelo Remington Keratin –una ganga, oye-. Y de fondo, en la tele Pedroche con su salto de cama… qué os parece.

Querréis saber, por supuesto, cuál fue la primera compra de 2017, que tiene aún más mérito, porque después de engullir las uvas, uno abraza a los que le rodean, brinda con cava y se lía a poner mensajes de felicitación con el móvil, cualquier cosa menos andar llenando el carrito virtual. Bien, pues en este caso el primer comprador online del año era alguien de la localidad almeriense de El Ejido que a las 12 de la medianoche y 29 segundos sintió un irreprimible deseo de comprarse un volante thrustmaster para la Play Station 4. ¡Manda huevos! 

No os creáis que en esta carrera por salir en las noticias se acaban aquí las extravagancias, qué va. Alguien de Pontevedra compró pasados 52 segundos de las doce un puzzle de 5.000 piezas –claro, era de la colección ‘Casas de Campo’, gran calidad- y a un sevillano amante del bricolaje o con mucha guasa le bastó poco más de un minuto del nuevo año para encargar en el portal de compras 2.000 clavos de 15 mm. ¿Cómo os quedáis? Clavados, ¿no? 

Hubo un tiempo en que la noticia era saber qué marcas contrataban el tiempo más cotizado en televisión -el último minuto del año viejo y el primero de año nuevo- para colocar sus spots. No me preguntéis los anuncios que han salido este año. No estaba pendiente.

lunes, 2 de enero de 2017

Se trata de dar la campanada

Imagen extraída de su cuenta de Instagram
Sobre lo de Cristina Pedroche y su atuendo en la retransmisión de las campanadas en Antena 3, creo que equivocamos el tema del debate. La cosa no es tanto si se puede considerar o no adecuado el estilismo. Ni si se debe denominar vestido a un body con una falda de tul transparente encima. Tampoco si resulta poco digno que una mujer se preste a ponerse eso en televisión o si hace un flaco favor a la ancestral reivindicación femenina de no ser tratadas como un trozo de carne. Incluso no viene a cuento discutir ahora, a raíz de este asunto, sobre si las mujeres hemos alcanzado la libertad y la independencia del género masculino para poder elegir cómo nos vestimos sin pedir permiso a nadie. No señor. 

Yo creo que deberíamos dejar en paz a la Pedroche y poner el foco en la razón por la que los responsables de las cadenas, cuando llega el momento de elegir presentadores para el espacio de las 12 uvas, buscan mujeres despampanantes pero bajan el listón con el género masculino. Ellos pueden ser entrados en años, sobrados de kilos, canosos, calvos, feos, normales… da igual, con que sean populares y reconocibles por la audiencia es suficiente. Lo importante es su ‘partenaire’, que es quien da el espectáculo.

Sé que la tiranía del share es muy dura, por eso entiendo que se recurra a golpes de efecto como este de vestir desvisitiendo a señoras estupendas para arañar espectadores a la competencia. Aunque ya esté muy visto, es apostar sobre seguro -a la vista está su efectividad, todo el mundo hablando de lo mismo y Antena 3 presumiendo de su mejor dato de audiencia en 12 años-. Pero no me parece de recibo, en estos tiempos de paridad, que privemos a una parte de la población de vivir plenamente la experiencia de las campanadas mientras se te cae la baba mirando a la pantalla.

De modo que reto a los ejecutivos de las teles a que se arriesguen un año y prueben otra fórmula menos convencional. Les pido que de una vez nos den gusto también a nosotras. ¿No es la televisión puro espectáculo? Pues ¡demuéstrenlo! ¡Arriésguense! Pongan a un tío cachas a dar las uvas, con sonrisa cautivadora y hoyuelos en las mejillas, vestido con poca ropa, la justa para poder apreciar sus abdominales, recorrer con la mirada sus oblícuos y valorar la importancia de un cuerpo bien tonificado. Y a su lado, acompañándole en segundo plano, elijan a una mujer normal, es decir, que no destaque, que alabe el físico de su compañero y en la que podamos vernos reflejadas el resto de las mortales. Entonces sí que darían la campanada. Al final, de eso se trata, ¿no?