Blog personal de Ángela Beato. Escribo lo que siento. Digo lo que pienso. Procura no tomarme demasiado en serio.

viernes, 15 de septiembre de 2017

Cuando informar sobre un huracán se convierte en un gran espectáculo

El paso de los huracanes Harvey e Irma por EEUU volvió a poner sobre la mesa el viejo debate de hasta qué punto es necesario que se la jueguen tanto los reporteros cuando informan sobre este tipo de inclemencias meteorológicas, en particular los que trabajan para la televisión. Partimos de que este medio basa su eficacia en el espectáculo visual, así que imagino que sus profesionales son conscientes de lo que se espera de ellos. En todo caso estoy segura de que se trata de un riesgo calculado. A mí, en principio, no me molesta que salga Almudena Ariza ofreciendo una crónica en TVE sumergida en agua hasta la cintura si la intención es dar una idea al espectador de la impresionante altura que ha alcanzado el agua desbordada y que eso nos ayude a imaginar cómo lo estarán afrontando los afectados. Aunque personalmente a mí me bastaría -y creo que es lo que más gráficamente puede servir para ese objetivo- con ver a los damnificados, acompañares a visitar lo que antes era su casa, dejarles expresarse y luego añadir los datos prácticos que puedan completar la información, incluido -si queremos- un paseo por la zona anegada. Pero es una cuestión de gustos. 


Unas de las intervenciones más comentadas han sido las de José Angel Abad, reportero de Antena 3, que se dejó azotar por el viento y la lluvia en directo, para regocijo de los espectadores del telediario. Ni él mismo ni su cámara debían estar disfrutando tanto. Las órdenes de las autoridades habían sido claras: Apártense del camino de Irma. Huyan. Pónganse a salvo. Pero el aguerrido reportero decidió hacer oídos sordos. Un periodista tiene que estar donde está la noticia y contarla. Claro que sí. Pero con un mínimo de calidad. Digamos que la conexión no tuvo el mejor de los sonidos, ni la mejor de las imágenes; es más, el propio cámara se las veía y se las deseaba para secar las gotas del objetivo con poco éxito. Algo normal en esas circunstancias. Aquí tenéis la secuencia.

Abad no ha sido el único que se la ha jugado para contarlo. Otras cadenas norteamericanas hicieron lo propio, aunque asegurándose muy mucho de que sus reporteros no corrieran ningún riesgo ni sufrirán ningún percance. ¿Cómo? Pues atándolos. Sí, sí. No es coña. Entrad en el enlace para verlo. 

Ahora analicemos. Para entender la ferocidad del huracán Irma, ¿necesitaba el espectador ver al corresponsal de esa guisa, atado o desatado, despeinado y empapado, hablando con dificultad y haciendo esfuerzos por mantener la verticalidad? No. ¿Habrían servido igualmente unas imágenes tomadas desde la ventana del hotel donde se alojaban? Pues probablemente, pero entonces se habría privado a los espectadores de un gran espectáculo, a la cadena de muchos clics para revivir esos momentos estelares en su web y a Twitter de unos vídeos que han provocado muchas risas. Lamentablemente soy de las que siguen venerando la regla de oro de que el periodista nunca debe convertirse en el centro de la noticia. Mucho me temo que en los casos mencionados se recordará más al reportero que a los protagonistas de la noticia. De todos modos en los últimos años se prodiga un nuevo estilo de reportero -que por el mismo motivo me gusta más bien poco- especialmente interesado en captar para sí toda la atención de la audiencia y situar en segundo plano la noticia que se supone debe contar. No abomino de la moda del reportero desenfadado, pero estoy segura que se puede cultivar un estilo cercano sin dejar de informar con rigor y, sobre todo, sin dar vergüenza ajena.

La verdadera esencia del reporterismo es informar desde donde está la noticia, transmitir al público de la manera más fiel lo que allí está sucediendo. Y el reportero no trabaja solo en televisión. Parece que se nos olvida que la radio y los periódicos también tienen reporteros, que juegan el mismo papel, realizan la misma labor, pero nadie les está mencionando. ¿Tenemos que desconfiar de ellos porque no les vemos empapados? ¿Pensar que lo que nos cuentan han podido inventarlo desde el confort de su hogar, mientras al reportero de la tele le daba Irma hasta en el carné de identidad en directo y ante millones de ojos asombrados? Cada medio tiene sus herramientas, su estilo, su manera, su código. Y la tele se rige por el show business. Para lo bueno y para lo malo. 

Voy acabando. Semanas antes de esta terrible época de huracanes y ciclones en EEUU, el sur de Asia vivía las peores inundaciones de la década con miles de víctimas. No recuerdo haber visto abrir ningún telediario con la imagen de un reportero entrando en directo, sumergido en el lodo y tiritando de frío, desde cualquiera de las ciudades más castigadas de la zona. Puede que se me haya pasado. O puede simplemente que ese ya no se considere un buen espectáculo para la sobremesa.


No hay comentarios:

Publicar un comentario