Blog personal de Ángela Beato. Escribo lo que siento. Digo lo que pienso. Procura no tomarme demasiado en serio.

lunes, 12 de noviembre de 2018

El poder humano jugando a ser divino

Ando inquieta. Puede que hasta algo perturbada. La decisión del Gobierno de corregir por decreto al Tribunal Supremo en el asunto del impuesto de las hipotecas me resulta preocupante. Quiero decir que hasta ahora tenía la sensación de que era el santísimo Poder Judicial el que enmendaba la plana al Poder Legislativo y al Ejecutivo. El poder divino controlando al poder humano. Que podíamos estar tranquilos porque los tribunales velaban por nuestros derechos y bienestar. Que los jueces eran señores muy preparados, más que nadie, aunque solo sea por los años que andan estudiando y penando para sacarse durísimas oposiciones. Tipos que hacen un juramento de imparcialidad, de compromiso ético, de lealtad institucional. Honorables caballeros –y unas pocas damas, en proporción- que se limitan a interpretar la ley y hacerla cumplir. Cierto es que después de algunas polémicas sentencias había empezado a ser consciente de que la justicia no era tan ciega como la pintaban y que, bajo ese halo divino, había mucho de humano. Pero volvamos al punto de donde partía.

Después del último Consejo de Ministros, siento que un puñado de personas –el Gobierno-, que han accedido a ese puesto de manera accidental, solo por ir en una lista electoral votada por los ciudadanos, sin especial formación en ese asunto concreto,  pueden hacer y deshacer a su antojo, en función de sus intereses, estrategias, alianzas... Ya sé que este decreto debe ser convalidado por el Parlamento posteriormente y que la legislación que surja será a la que tengan que atenerse los tribunales. Pero hasta entonces, ya ha entrado en vigor y anulado una doctrina judicial. Todos estamos de acuerdo en que el Tribunal Supremo quedó bastante en evidencia cuando, durante quince días, mantuvo en vilo a todos y terminó corrigiendo su propia jurisprudencia. Nadie discute que ese impuesto, de seguir existiendo, no debería pagarlo el que se endeuda con una hipoteca. Pero llevamos 20 años haciéndoselo pagar. No hubiera estado mal esperar un poco más y analizar detenidamente el asunto, para que la improvisación no jugara malas pasadas. Valorar globalmente la situación, seguir ordenadamente los pasos que haya que tomar, comenzando por meterle mano a la legislación al respecto, y debatir en el hemiciclo, con los 350 representantes de la ciudadanía, cuál es el mejor modelo para el futuro.

Pero claro, hoy sabemos que una vez más PP y PSOE, el Ying y el Yang, los extremos que se tocan, los enemigos irreconciliables, han logrado pactar –a pesar de estar en plena ruptura de relaciones- la renovación del Consejo General del Poder Judicial, empezando por el propio presidente, Manuel Marchena. Y eso que la LOPJ dice bien claro que son los vocales del Consejo los que deciden quién de ellos ocupa la presidencia. Pero, para qué vamos a andar disimulando… Ya están, por tanto, repartidos nombres y puestos, esos que un día a lo mejor terminan mandando en la sala del Tribunal Supremo donde se analizarán recursos cuyo resultado, si no es lo suficientemente satisfactorio para el Gobierno, será enmendado vía decreto. El Ejecutivo corrigiendo a los que él mismo designó. El poder humano jugando a ser divino. 

miércoles, 7 de noviembre de 2018

Tratando de entender lo de Alsasua

Imaginad un parque en lo alto de un cerro. Desde ese punto alcanzas a contemplar las mejores vistas de la ciudad. Por no hablar de las épicas puestas de sol que te regala el atardecer con tan privilegiada orientación. Todo el mundo sueña con verlas. Pero hay un pequeño inconveniente. Una pandilla de chavales del barrio se ha adueñado de la zona. La han hecho suya. Los mismos que en su infancia se balanceaban en los columpios, años después se dedican a pintarrajearlos con spray de colores, como si marcaran su territorio. Han convertido el parque en su cortijo. Pasan allí las horas muertas. Hacen botellón, grafitean, mean contra los árboles, provocan a los transeúntes, ahuyentan a quienes ponen un pie en la zona, amenazan a los vecinos de otros barrios que se acercan a conocer el lugar y se enfrentan con aquellos que les recriminan su actitud.


 El parque es un bien público, de la ciudad, de todos, pero parece solo de unos pocos. Suyo. Ellos deciden quién pasa y quién no. Casi nadie se atreve a subir. Hay que tener tantas ganas como agallas. Los que lo hacen, prueban suerte temprano, a una hora incompatible con la agenda de los okupas del parque. Si no, se arriesgan a topárselos y quedar a merced de lo que se les antoje en ese momento. En el mejor de los casos, quizá solo tengan que aguantar sus provocaciones en forma de insultos, bromas y groserías. En el peor, salir corriendo.

Nadie dice que esa pandilla no pueda estar allí o que tenga que ser desalojada. El parque es grande y hay sitio para todos. La presencia de unos no tendría por qué molestar a los otros. Aunque unos se dedicaran a corear consignas contrarias a los otros. Podrían sencillamente ignorarse y limitarse a disfrutar de las vistas. Pero hay quien no lo entiende. Cuando alguien osa reclamar su derecho a usar el parque, recibe calificativos como loco, incendiario, kamikaze. Las autoridades están al corriente de la anomalía. De hecho, la policía patrulla con frecuencia la zona, pero hace la vista gorda. Solo interviene cuando ya no queda otro remedio, antes de que se llegue a las manos. Preguntado el responsable de seguridad sobre el problema, se limita a aconsejar a los que protestan por no poder acceder a la zona que busquen otro punto desde donde ver las magníficas vistas o la épica puesta de sol, porque entrar en el parque y enfrentarse a quienes lo tienen tomado, supone generar crispación y quebrar la convivencia.

Incomprensible, ¿no? Pues tanto como lo de Alsasua.

martes, 23 de octubre de 2018

Estupideces varias

Llevo días sin publicar nada aquí.  Una de las razones es la falta de tiempo. Otra es que trataba de evitar el único asunto del que me pedía el cuerpo escribir. La polémica por la dichosa 'mariconez' de Mecano. Al final voy a caer. Me rindo. Voy a opinar. Sobre todo porque en mi casa hay una adolescente que me está torturando mucho con este tema. 

Tengo la sensación de que los jóvenes de ahora son seres hipersensibles con la piel muy fina a priori, pero que luego tragan carros y carretas en asuntos que uno tiende a atribuirles mayor gravedad. Y me da también la impresión de que algunos adultos les estamos haciendo un flaco favor dando condición de acontecimiento a algo que es una simple anécdota.


Me resulta incongruente, por ejemplo, que la misma generación millenial tan puntillosa con el lenguaje, sobre todo cuando tiene que ver con el movimiento LGTBI, y tan de cogérsela con papel de fumar etiquetando de machirulos conceptos tradicionales del siglo XX…, digo… esa misma generación de chicos y chicas… luego tararean canciones donde se dirigen a las mujeres como “putas” o perrean con otros grandes éxitos en los que las féminas a las que se alude tienen un único papel, el de mover el culo o servir para dar placer al que canta, por llamar de alguna manera a lo que hacen los que ahora lo petan musicalmente hablando.

Por eso toda esta polémica me parece artificial. Yo tengo discos de Mecano, he ido a alguno de sus conciertos, no me he perdido los musicales inspirados en sus canciones y nunca he dado más importancia a sus letras de la que tienen. Y eso que haciendo un pormenorizado análisis de sus grandes éxitos desde el punto de vista actual, marcado por lo políticamente correcto, casi tendría que actuar de oficio la Fiscalía.

Solo son canciones con rimas de andar por casa, algo forzadas, y juegos de palabras. “Hawai Bombai son de lo que no hay” lo dice todo. Quédate en Madrid no era de mis favoritas. Me cuesta tanto olvidarte, sí, y eso que empezaba con algo tan poco lírico como “Entre el cielo y el suelo hay algo con tendencia a quedarse calvo”. El chirriante “Tú contestastes que no” de La fuerza del destino ha sido el mayor sacrilegio musical que cometieron, por conjugar con S la segunda persona del singular del pretérito perfecto. Qué pena que no fuera esa la canción elegida en OT para ser interpretada por esos concursantes. Hubiera sido divertido ver si se rebelaban también contra ese error gramatical.

El rechazar todo lo antiguo no es novedoso. Viene en nuestro ADN que los hijos a ciertas edades tendemos a cuestionar todo aquello que asociamos con los padres y ponemos en duda su calidad o su oportunidad. Y creo que algo de eso hay en esta discusión tan marciana.

Está fenomenal empezar por el lenguaje para cambiar el mundo. Pero lo suyo es que el cambio se note en lo nuevo que se escribe, en lo nuevo que se canta. Lo que se escribió hace años en un contexto y con un sentido, no viene a cuento cambiarlo. Si a alguien le incomoda, que no lo escuche ni lo cante ni lo vea. Espero, eso sí, que pongan tanto empeño en escuchar lo que cantan cuando perrean.

El último debate generado a raíz de las ‘novedosas’ ideas de esta generación de triunfitos es sobre si la expresión ‘arreglada’ es o no afortunada. A una de las participantes le parece que usarla implica que alguien está estropeado y necesita arreglo. Prefiere emplear la expresión “potenciada”… ¿De verdad? Con la cantidad de problemas y temas de debate serios que hay en este mundo…

En resumen, me quedo con lo que señala acertadamente Alex Grijelmo en este artículo de El País. Las palabras en sí no son buenas o malas; es el sentido, el contexto y el tono de quien las emplea lo que las hace ser caricias o bofetadas.

A todo esto, la palabra 'mariconez' no está en el diccionario. Es tan inexistente como la propia polémica en torno a ella.