Blog personal de Ángela Beato. Escribo lo que siento. Digo lo que pienso. Procura no tomarme demasiado en serio.

domingo, 11 de junio de 2017

La afición por el libro dedicado

Hoy que cierra sus puertas la Feria del Libro de Madrid, me apetece divagar sobre la afición por los autógrafos, últimamente casi arrinconada por la incursión del selfie, salvo cuando se trata -eso sí- de este evento cultural donde el mitómano cultiva ambas modalidades.

Nunca he guardado cola para que me firmaran un libro, me puede el pudor. Es más, nunca le he pedido a ningún escritor una dedicatoria, aunque sí conservo algún ejemplar que cayó en mis manos ya con la firma estampada por su propio autor, que tuvo el detalle de considerarme merecedora de tan alta distinción.  



El problema que acarrean los libros con dedicatoria es que tu conciencia te impide incluirlos en la lista de los prescindibles cuando llega la hora de limpiar la estantería y tomar la dura decisión de aligerarla para ganar espacio. Pero eso no le pasa a todo el mundo. Cuentan que una vez el autor mejicano Artemio de Valle-Arizpe encontró en un puesto de venta de libros usados a orillas del Sena un libro suyo dedicado a un amigo “Con afecto”. Así que decidió comprarlo y enviárselo a su traidor lector añadiéndole otra dedicatoria en la que se podía leer “Con renovado afecto”. 

Que a los autores no les suele desagradar firmar sus libros a los lectores queda patente en la larga lista de escritores que han pasado por esta edición de la Feria del Libro de Madrid, los que se dejaron ver en Sant Jordi o los que aparecen por cualquier pequeña feria literaria de las muchas que se prodigan a lo largo y ancho del país. Una tarea aparentemente tan anodina debe proporcionar un íntimo placer, visto lo visto. La liturgia de la firma de libros viene de antaño y cada autor vive y afronta este peaje a su estilo. A los clásicos, algunos fieles a su costumbre de escribir su dedicatoria con tinta verde, como el hispanista Ian Gibson, se añaden personajes televisivos, que juegan con la ventaja de la popularidad catódica, y las nuevas estrellas del Retiro, los youtubers que han dado el salto a la literatura con el mismo éxito con el que ‘lo petan’ en internet.

Siempre he pensado que los autores que firman en este tipo de convocatorias tienen mucho mérito al exponerse públicamente de esta manera, quedando a merced de las sinceras muestras de afecto de los lectores y, en el peor de los casos, de su fanatismo, su pesadez e incluso su desidia. Cuando no estás en el ranking de los más vendidos, que te inviten a firmar en la Feria debe ser un honor, así que imagino que no te detienes más que a saborear el momento. Pero hay que tener mucho valor, primero para arriesgarse a que la gente solo pase de largo mientras te observa aguardando impaciente, con el boli en la mano. Casi alcanzarías a leer su pensamiento: ‘Mira este pobre, muerto de asco, aburrimiento y vergüenza’. Y te sentirías como ese viejo mono del zoo al que ya nadie le lanza cacahuetes ni le saca fotos. Imagino que esa horrorosa sensación se verá multiplicada cuando en la misma caseta o en la contigua se arremolina la gente para conseguir la dedicatoria de otro autor con mucho más tirón. Algo como lo que presencié la semana pasada. Todo un ilustrado José Luis Garci se refrescaba esperando que algún fan se acercara a saludarle, mientras en la caseta de al lado un tipo disfrazado de ratón peludo, reproducción del héroe infantil Gerónimo Stilton, congregaba a familias enteras deseosas de retratarse con él. 


Hay que ser también muy valiente para estar dispuesto a tirarse dos horas sentado en una silla, saludando uno por uno a los lectores que han guardado pacientemente una larga cola para conocerte, darte la mano, quizá un beso, pedirte que anotes unas líneas brillantes en su ejemplar recién comprado y terminar posando contigo para la foto de rigor que acredite que estuvo allí. En dos horas, si eres un escritor de renombre, puedes firmar muchos libros. Dicen que Jorge Luis Borges, allá por 1985, cargando a cuestas con su ceguera, estuvo en la Feria del Libro de Madrid garabateando cada libro que le dieron a firmar hasta contar 333 lectores. En ese punto, el poeta decidió parar. Había alcanzado un número mágico. Guardó su bolígrafo y con ayuda de sus asistentes se marchó tan dignamente como había llegado.

Hay que tenerlos bien puestos también para saber qué dedicatoria escribir a cada admirador. Imposible ser original más de 300 veces seguidas. Es evidente que se debe optar por algo neutro, con poca profundidad, dado que no conoces a los fulanos que se te presentan, y que a la vez satisfaga a tu lector. Como recordaba Juan Tallón en el programa ‘A vivir que son dos días’, de la Cadena Ser, el escritor Javier Marías se encontró una vez a una lectora que le sugirió directamente el texto a escribir. “Ponga Para Manoli, que tiene el mejor cuerpo de Madrid”. Y él, escogió una variante que le comprometía menos: “Para Manoli, que dicen que tiene el mejor cuerpo de Madrid”.

Hay escritores especialmente dotados de ingenio e imaginación, que se crecen aún más en función del destinatario. Se comenta que hace años los humoristas Tip y Coll, dedicaron uno de sus libros a los reyes Don Juan Carlos y Doña Sofía con la siguiente dedicatoria: "A Don Juan Carlos Primero y a Doña Sofía Después".

No quiero cerrar este post sin mencionar otro tipo de dedicatorias, las que no están escritas a mano, sino que ya vienen de imprenta. La frase con la que el autor encabeza su relato. Esa que dice tanto (o más) de él como la breve reseña biográfica que se adjunta en la solapa del libro. De esas sí que soy muy fan.

Dicen los organizadores de esta feria que han aumentado las ventas un 8%, unas buenas cifras que nos animan a vislumbrar un repunte del consumo cultural, aunque la realidad aplastante de los datos nos recuerde cada año que el 40% de los españoles no lee un libro ni con dedicatoria.

  

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