Blog personal de Ángela Beato. Escribo lo que siento. Digo lo que pienso. Procura no tomarme demasiado en serio.

martes, 1 de octubre de 2019

Sin Champix también se puede

Como ya os he contado a través de este blog, una de las mejores decisiones que he tomado en mi vida ha sido dejar de fumar. De eso hace nueve años y ya casi seis meses. Un 10 de abril de 2010, cerca de la medianoche, me fumé mi último cigarrillo. Lo hice a pelo, sin ayuda profesional, sin acompañamiento psicológico, sin reducir la dosis, sin fármacos. Me lo propuse de un día para otro y lo conseguí con muchísima fuerza de voluntad. Durante mi desintoxicación estuve conviviendo con alguien que fumaba, aunque fuera en la terraza de casa, pelándose de frío. Además trabajaba rodeada de gente que abandonaba su puesto de trabajo furtivamente y volvía oliendo a tabaco. También sé lo que es salir de fiesta, ir a conciertos o tomar unas cañas con amigos que echan humo y yo sin poder sujetar entre el índice y el corazón el filtro de un Malboro. Superé eso, aguanté la presión, engordé los kilos reglamentarios y agradecí la ley antitabaco de Zapatero.


Por eso saber que a partir del 1 de enero el Sistema Nacional de Salud español va a incluir el Champix en la lista de medicamentos financiados me ha jodido un poco, para qué os voy a engañar. Porque si yo pude salir de ello y sobrellevar mi mono sin pastillas, cualquiera puede. No estamos hablando de yonkis adictos al caballo, por favor.

Fumar tabaco es un acto voluntario. Todos los fumadores están informados acerca de la peligrosidad sobre la salud de este producto legal, pero deciden jugar a la ruleta rusa y correr el riesgo. Igual que jugué yo en su momento. Regalarles un medicamento que les ayude a pasar el síndrome de abstinencia mientras abandonan ese hábito tan nocivo me parece una más que cuestionable manera de invertir el dinero de todos. Máxime cuando no existen garantías de que en el futuro no sufran una recaída y vuelvan voluntariamente a encenderse un pitillo. Seguro que conocéis algún caso. Y como no está la vida para ir tirando los más de 200 euros que cuesta todo el tratamiento, si el ‘enganchado’ lo paga de su bolsillo, esa cantidad tendrá un aliciente para poner todo su empeño en conseguir el objetivo de dejar de fumar, algo que dudo ocurra si le sale gratis, por mucho que vaya acompañado de consejos profesionales y una terapia supervisada por el médico de familia. Dicen que la tasa de éxito de Champix en este momento es cercana al 40%. Me gustaría ver los datos una vez que la fiesta corra a cargo de todos.

Soy consciente de que si lee esto algún médico de Atención Primaria se echará las manos a la cabeza, porque lo de financiar los tratamientos para dejar de fumar es una petición suya que viene de lejos. Una vez conseguido, ahora reclaman que Sanidad no se quede solo en la Vareniclina, principio activo de Champix, y amplíe la cobertura al resto de productos con este fin que hay en el mercado. Consideran que son mayores los costes sanitarios de las enfermedades que produce el tabaco de lo que supondrá incluir en la cartera de servicios este producto contra la adicción a la nicotina.


Ya puestos, entonces, que financien también las cremas de protección solar pantalla total, para evitar los melanomas de la gente que se empeña en tomar el sol a pelo aunque sabe que es perjudicial para la piel. O que incluyan los productos antiobesidad para aquellos a los que les gusta darse atracones gastronómicos y terminan poblando las salas de espera de los centros de salud con las patologías asociadas al sobrepeso. Y también, por qué no, los preservativos para evitar el contagio del sida y otras enfermedades de transmisión sexual. Ilusa de mí, iba a añadir a mi perorata que también se incluyeran los tratamientos para la adicción al alcohol pero ya he visto que existen varios y, sí, también están financiados por el Sistema Nacional de Salud.

Lo siento, pero preferiría que mis impuestos se invirtieran en curar enfermedades, no adiciones que pueden o no derivar en una enfermedad. Estoy pensando en algún fumador empedernido que ha llegado a los 100 años sin desarrollar un cáncer mientras que hay pacientes a los que se les diagnostica un tumor en el pulmón sin haber fumado ni estado expuestos al humo del tabaco en su vida y habiendo evitado absolutamente todas las prácticas de riesgo. Cosas de la caprichosa genética.

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