Blog personal de Ángela Beato. Escribo lo que siento. Digo lo que pienso. Procura no tomarme demasiado en serio.

miércoles, 9 de octubre de 2019

Una cuestión de confianza

No conozco a Noelia Posse, pero entiendo a la todavía a estas horas alcaldesa de Móstoles. Cuando se trata de confianza, yo también recurro a mis más próximos. De hecho, estoy segura de que cualquiera en su posición hubiera pensado en familiares y amigos para cubrir cargos importantes dentro de su equipo de Gobierno.

Lo que no termino de entender es el escándalo que han generado sus nombramientos. Esta práctica se viene realizando desde tiempos inmemoriales, entre otras cosas porque es legal, por muy obscena, poco estética o falta de ética que le parezca a alguno. El Estatuto Básico del Empleado Público recoge la figura del trabajador eventual como aquel empleado que realiza, como señala el artículo 12, funciones de confianza y asesoramiento especial, sin interferir ni sustituir la labor propia de los empleados municipales. La propia expresión ya lo deja claro: personal de libre designación. El que manda elige libremente a quién coloca. En absolutamente todas las administraciones públicas, estén gobernadas por el partido que sea, ese tipo de puestos políticos los ocupan familiares, amigos o conocidos, aunque hayan llegado ahí de manera más disimulada. La estrategia suele ser camuflar a los peones lejos del foco de atracción, precisamente para evitar estos conflictos. Noelia Posse ha pagado la novatada. Se habría ahorrado ese mal trago si hubiera maniobrado para colocar a su hermana y a su amiga en otro ayuntamiento socialista distinto, no en el de Móstoles, así el caso habría pasado más desapercibido.

Y esto no se circunscribe solo a unas siglas o un color. Si alguien tiene ganas, interés y sobre todo valor para analizar uno por uno todos los cargos de confianza de las administraciones públicas, que se prepare para tejer un verdadero árbol genealógico con lazos de sangre, amor y amistad. Es el networking de la política.

Se habla de Posse como si hubiera sido la inventora del nepotismo, el dedazo, el amiguismo, el enchufismo o la política como agencia de colocación. Pero es injusto que se le atribuya tal mérito y que, a pesar de haber revertido cada una de las cuestionadas decisiones, se le exija pagar con su puesto de alcaldesa por algo que está permitido y suele salir gratis. A las pruebas de hemeroteca me remito:











Creo que con diez ejemplos es suficiente.

Yo misma he sido personal eventual. Aunque no me unían lazos de sangre ni amistad con el alcalde que firmó el decreto de mi nombramiento, llegué al puesto recomendada. Un conocido propuso mi candidatura y mi superior se fió de su consejo después, eso sí, de mantener conmigo una breve conversación. Fue una decisión totalmente discrecional y arbitraria que respondía al único criterio del responsable del departamento. No pasé ninguna prueba, no hubo cónclave en las altas esferas, no se estudió mi currículum con lupa… Simplemente se necesitaba una persona de confianza para ese puesto y la persona que lo dejaba vacante, amigo y excompañero, respondió por mí. Esa fue mi mejor referencia para obtener el puesto.

El resto de personal de confianza al servicio de esa administración pública también llegó a dedo, igual que yo. En unos casos pesó la militancia, en otros los vínculos familiares, en algunos también el pago de favores y no faltaba el paracaidista aterrizado desde otro territorio por orden suprema. Y todos asumimos que habíamos sido designados para ejercer con responsabilidad, fidelidad y discreción una serie de funciones especiales, de carácter a menudo delicado, para las que se nos exigía amplia disponibilidad a cambio de una incierta estabilidad laboral, dado que en cualquier momento un decreto de cese nos podía mandar al paro. A ver qué empleado público firmaría unas condiciones similares.

Es como la pescadilla que se muerde la cola. Mientras exista contemplada legalmente la figura del empleado eventual, seguirá existiendo la arbitrariedad en los nombramientos y, por extensión, las sospechas. Pero si se elimina de la legislación al personal de confianza, habría que ver cómo se las apañarían los partidos en las administraciones.

En definitiva, todos los españoles somos iguales ante la ley, menos los familiares y amigos de los políticos, que están condenados ya no solo a que les salpiquen las miserias del cargo, sino además a no ser contratados como personal eventual, aún reuniendo los requisitos. Supongo que también deberán renunciar a aspirar a ser funcionarios aprobando un examen y demostrando méritos. Porque, claro, siempre serán sospechosos de haber llegado allí por ser primo, amigo, hermano o hijo del que manda. Es decir, por un dedazo.

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