Blog personal de Ángela Beato. Escribo lo que siento. Digo lo que pienso. Procura no tomarme demasiado en serio.

sábado, 31 de agosto de 2019

Respeto

Es unánime el elogio hacia la prensa deportiva por haber sido capaz de mantener el secreto sobre los "motivos familiares de fuerza mayor" que llevaron a Luis Enrique a abandonar la concentración de la Selección española de fútbol en Malta hace cinco meses y a renunciar, posteriormente, al cargo de seleccionador nacional. Creo que habría que hacerlo extensivo el esfuerzo de los futbolistas y técnicos de su entorno, que eran conocedores de la noticia y han conseguido que no trascendiera. O casi. También a los profesionales sanitarios que estaban al tanto y han guardado total discreción. Incluso resulta milagroso que otros medios de comunicación o programas del mal llamado entretenimiento no hayan hurgado en el asunto, estando como suelen estar deseosos por destapar antes que nadie cualquier confidencialidad -cuanto peor, mejor-, como ya han hecho en otras ocasiones. Supongo que la gravedad del caso y su dramatismo, al tratarse de una menor fatalmente enferma de cáncer, también les habrá servido de freno. Porque, conocido ahora el desenlace, ¿quién podría ser tan miserable y desalmado como para no respetar la voluntad de un padre que quiere pasar en la intimidad con su familia, lejos de las cámaras, un trance tan duro como ese?

¿Quiere decir esto que la sociedad española ha cambiado? ¿Hemos madurado hasta el punto de haber aprendido a meternos en nuestros propios asuntos? Pues no del todo. Desde que Luis Enrique se despidió de la Selección me han llegado a través de la red o del boca a boca toda una colección de teorías, ocurrencias y disparates sobre lo que podía estar ocurriendo. Es lo que suele provocar la falta de información, que a la gente le da por imaginar, inventar y dar pábulo a rumores. Así que cuando el propio interesado ha querido desvelar el triste misterio, he vuelto a ser consciente de lo despreciable que puede llegar a ser el género humano cuando le invade la malsana curiosidad y el puro morbo. Afortunadamente esas invenciones no encontraron eco en ningún vehículo de comunicación masivo.

Ahora que los medios hemos demostrado que podemos abstenernos de convertir en noticia un asunto privado, por expreso deseo de los afectados, no desaprovechemos lo que hemos aprendido. A ver si somos capaces de seguir en esa línea y logramos no regodearnos en el desgarro que sentirá Luis Enrique con su pérdida. Dejémosle fuera de foco y en paz para que trate de recomponerse -si es que eso es posible después de un mazazo así- y respetemos el deseo de cualquiera que en adelante pida privacidad para su sufrimiento.

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