Blog personal de Ángela Beato. Escribo lo que siento. Digo lo que pienso. Procura no tomarme demasiado en serio.

jueves, 1 de febrero de 2018

Experimentos que hacen un flaco favor al feminismo

Juraría que soy feminista, aunque las etiquetas tienen el inconveniente de acotar y simplificar demasiado. Digamos entonces que estoy en contra de cualquier discriminación, en particular por razón de género, y que defiendo la igualdad de oportunidades entre hombres y mujeres. Los chistes sexistas no me hacen gracia, me molesta la condescendencia con la que algunos tienden a tratar a las mujeres cuando reclaman reconocimiento y sigo sin comprender por qué cuesta tanto evolucionar y quitarse la costumbre rancia de utilizar la figura femenina como comparsa en ámbitos muy concretos.

Una vez dicho esto, aclarada bien mi postura, creo que ya puedo plantearos el asunto que ando rumiando desde esta mañana. La Manchester Art Gallery ha retirado de su exposición el cuadro 'Hylas y las ninfas', de John William Waterhouseen el que se pueden ver varias jóvenes desnudas. Bueno, en realidad solo he llegado a contar cinco pechos como 'elementos sensibles'. El cuadro es este.


Todo forma parte de un experimento impulsado por otra artista, Sonia Boyce, con el propósito de abrir un debate con el público sobre el trato que recibe la mujer en la pintura. Y le ha tocado pagar el pato a Waterhouse. Este pintor inglés, que desarrolló buena parte de su carrera a finales del siglo XIX, tenía una particular fijación con los personajes mitológicos y las deidades griegas y romanas de la literatura antigua. Si os tomáis la molestia de ver algunas de sus imágenes comprobaréis que sí, aparece algún desnudo femenino, pero todo en un tono muy naif. De hecho, Las tres Gracias de Rubens exhiben mucho más que las mujeres de sus cuadros, pero nunca nadie se ha planteado retirarlo ni como experimento, ni para provocar el debate sobre la cosificación de la mujer, ni porque resulte poco estético. Quizá precisamente porque las modelos de ese cuadro no se ajustan al canon de belleza actual, por estar entradas en carne y lucir orgullosas su celulitis, nadie se ha sentido erotizado ni se ha atrevido a abrir debate al respecto. Es arte, simplemente, igual que el de Waterhouse.

No entiendo nada. Ni el experimento, ni la forma de poner el foco sobre la figura de la mujer en el arte. Cuando el señor Waterhouse le daba a los pinceles, el papel de la mujer no tenía nada que ver con el actual, y con esa perspectiva hay que analizar su obra. El mundo de entonces era distinto a este, la moda era otra, las tendencias eran diferentes y las costumbres no se parecían nada a las actuales. Por aquella época no había Twitter ni Youtube, así que la inspiración se buscaba en los clásicos. Eso no quiere decir que haya que hacer desaparecer nada del pasado porque no encaje con la sociedad actual. Al contrario. Es historia. Debería servirnos para entender quiénes somos, de dónde venimos y cómo hemos llegado hasta aquí. Por eso pienso que el debate se provoca mostrando el cuadro, no retirándolo. Ser conscientes de nuestra evolución es lo único que nos puede armar de razones para seguir avanzando.

No confundamos conceptos. No mezclemos. Una obra de arte es un producto realizado con una finalidad estética y comunicativa, mediante el que se expresan ideas, emociones y una particular visión del mundo. Las obras que los artistas han ido creando a lo largo de la historia nos dan muy valiosa información sobre sus autores y las diversas épocas en las que vivieron. Cuando contemplo a estas ninfas con los pechos al aire tentando al bello Hylas para llevárselo al estanque no me enciendo ni tengo que contener mi vena feminista. La lucha está en otra parte, no en cuadros de hace dos siglos.

En todo caso, si cada tema de conflicto nos lleva a hacer desaparecer todo lo relacionado con ese punto de fricción, con el objetivo de calibrar nuestra reacción, ¿qué será lo próximo? Supongo que comenzaríamos por borrar del mapa cualquier obra que muestre más carne de la cuenta; pienso en La Maja Desnuda, El origen del mundo, La Venus del espejo y hasta en Las Señoritas de Aviñón, que aunque cubistas, también son cuerpos femeninos sin ropa. 

Ya puestos, no deberíamos quedarnos ahí; también abundan en el arte los desnudos masculinos, y supongo que igualmente se podrían interpretar como una cosificación del hombre apolíneo o de los niños, si pensamos en todos los cuadros de Sorolla ambientados en la playa. Esta web, Reprodart, dedicada a comercializar reproducciones de muchas de estas grandes obras, os puede dar una idea de la cantidad de material que estaría en el punto de mira con ese discutible criterio de retirar para debatir. ¡Fuera todos de las paredes de los museos!

Imagino que en algún momento la corriente políticamente correcta, como deferencia hacia las personas con discapacidad o 'diferentes', exigiría eliminar todas aquellas pinturas en las que se apreciaran cojos, mancos, ciegos, jorobados, enanos…

Después  haríamos desaparecer todos los cuadros relacionados con la tauromaquia, empezando por la gran colección de Goya, porque hay una fuerte corriente antitaurina y un encendido debate en torno a si es fiesta nacional o salvajada.

Más tarde podríamos quemar todos los cuadros que muestran escenas de guerra, incluido el Guernica de Picasso, porque en el siglo XXI no se puede ser más que antibelicista, aunque nos dé igual que sigan matándose en Siria y en una decena de países más del mundo. 

Posteriormente encerraremos bajo cien llaves todos los retratos de reyes y reinas, porque no deseamos disgustar a esa parte de la población que es republicana y no reconoce la legitimidad de las monarquías europeas. 

No se nos olvide seleccionar y ocultar todos aquellos lienzos en los que aparece un animal muerto o sufriendo, porque los humanos de hoy estamos muy concienciados con los derechos de esos seres sintientes. 

¡Ah! Y si pensabais que los bodegones iban a sobrevivir a la quema, estabais equivocados. Seguro que los talibanes de la nutrición saludable encontrarían algún elemento discordante en cualquiera de ellos, quizá el vino, el pan, el tocino o el azúcar.

--> Al final en las paredes de los museos solo quedarían colgadas pinturas abstractas contemporáneas que resultaría imposible descifrar. Ignoraríamos con alivio las intenciones de su autor o si a su musa se le vio un pezón durante el proceso de creación. Eso sí, serían pinceladas en blanco y negro, para que ni los daltónicos pudieran poner pegas. 

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