Blog personal de Ángela Beato. Escribo lo que siento. Digo lo que pienso. Procura no tomarme demasiado en serio.

martes, 29 de diciembre de 2015

El concepto de diversión

Para mi hijo de 10 años la máxima diversión es quedar con algún amigo en su casa, hartarse de tirar petardos, montar una batalla con Nerf, dar patadas a una pelota y terminar enganchado al Agario.

Mi hija no imagina mayor placer que pasarse horas viendo vídeos de los Gemeliers en un bucle interminable para, posteriormente, hacer dibujos “cuquis” mientras escucha el disco del ganador de La Voz Kids y terminar bloqueando el Yomvi a base de reproducir uno tras otro los capítulos grabados y reproducidos ya mil veces de “Yo quisiera”.

A su padre no hay actividad que le llene más que hacer kilómetros con la bici por vías pecuarias, perderse en paseos por la montaña, completar con paciencia infinita –con título, intérprete, año y hasta carátula- su colección de música descubierta a través de Spotify y, ya que está enchufado a internet, pillar gangas a través de su amigo Amazon.

En lo que a mi respecta, sería feliz viendo cada día una película, que no me faltara un libro en mi mesilla, ni un vino improvisado con amigos, un paseo por la Gran Vía y una wifi a la que conectarme para lo que se tercie. Trabajando también me divertía… en fin.

Somos cuatro personas que no tenemos nada en común, salvo el parentesco y el techo que compartimos, así que cuando se trata de encontrar un plan que complazca a todos, esto es la guerra. Esto no lo soluciona ni el mejor negociador. Antes, cuando eran más pequeños y aún no distinguían entre democracia y dictadura, era fácil. Los metíamos en el coche y solo teníamos que ponernos de acuerdo los adultos -con mayor o menor dificultad-. Ahora todo el mundo opina y, por supuesto, parece que a nadie le apetecen las propuestas del resto.

Hoy nos encontramos ante uno de esos momentos clave. El padre ha quedado con su grupo de fanáticos de la montaña para subir a Peñalara a ver atardecer mientras se toman un roscón. El plan incluye llevar a las familias. Debo decir que son gente estupenda. Aprovecho para saludarles por si están leyendo ;) ... pero debo confesar que cuando nos planteó la excursión se hizo el silencio. La tensión se mascaba. A mí lo de subir a una montaña a tomar roscón y chocolate estando ahí San Ginés, a donde se llega sin ninguna pendiente, pues como que me atrae más bien poco. A mis hijos el simple hecho de tener que andar ya les parece un martirio, no te digo ya si a la caminata no pueden llevar dispositivos electrónicos. Al final discretamente, sin casi discusión, hemos claudicado. Creo que en el fondo esperábamos que el parte meteorológico nos echara una mano. Al final el calentamiento global va a tener la culpa. O será que ya nos ha poseído el espíritu de la Navidad. El caso es que vamos a tratar de entender su concepto de diversión. Veremos cómo terminamos.


4 comentarios:

  1. Buen provecho!Ese roscón no engorda...lo quemas!!!

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  2. Buen provecho!Ese roscón no engorda...lo quemas!!!

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  3. Estoy esperando a ver esa segunda parte... ;-)
    Por lo menos, creo que las fotos quedaron chulas (www.flickr.com/jseguir)

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  4. Las fotos fantásticas.
    La segunda parte... cerca...

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