Blog personal de Ángela Beato. Escribo lo que siento. Digo lo que pienso. Procura no tomarme demasiado en serio.

domingo, 27 de diciembre de 2015

Eso que llaman amigos de Facebook

Me ha pedido amistad en Facebook un camarógrafo moldavo. Así, a primera vista, creo que no me suena, me da que no le conozco de nada, pero no me atrevo a asegurarlo cien por cien. Me he cruzado con tanta gente en mi vida que lo mismo yo tengo peor memoria que el resto. O quizá dejo más huella en los demás que ellos en mí, vaya usted a saber. Puede que simplemente busque a alguien con mi mismo nombre y me ha confundido con otra. Esta posibilidad es, sin duda, la más factible.

El caso es que esta circunstancia me ha hecho plantearme lo de las relaciones en las redes sociales. Siempre he considerado que el perfil de Facebook era algo muy personal que debías tener cerrado y solo dar acceso a los que realmente considerabas tus amigos. En mi caso así empezó, como vínculo con mi tribu, pero con el tiempo he llegado a aceptar a familiares en distintos grados de consanguineidad y abrir la puerta de mi cuenta a otra mucha gente con la que he coincidido sin llegar a intimar pero que, en esta realidad virtual paralela, se aproxima a una velocidad inversamente proporcional a la distancia que impone el medio. Así que me veo compartiendo instantes de mi vida -cada vez menos, ya he superado el furor inicial- con personas que probablemente no sepan ni cuál es mi color favorito.

Otra de las razones que me animaron a abrir un perfil en Facebook fue recuperar el contacto con personas de mi pasado a la que les había perdido la pista. Pero si lo analizas, hay veces que la vida ya se encarga de ponerlo todo en su sitio y, si hace quince años que no te has relacionado con alguien y no ha pasado nada, quizá será porque puedes seguir viviendo sin esa persona. Mejor no tratar de desvirtualizar. En cualquier caso nunca se me ocurriría pedir amistad a alguien en Facebook si no estoy completamente segura de que nos conocemos mutuamente.

En cuanto a Twitter, uno sigue a quien admira, personajes con los que se divierte o aquellas cuentas que le pueden mantener al tanto de la actualidad. Lo veo más como un escaparate que una red social. Por ejemplo tengo muy pocos seguidores en comparación con las personas que sigo. Sospecho que mis tuits no le importan a nadie y creo saber por qué: me tomo demasiado en serio, voy con pies de plomo, no quiero cagarla. Y, por rematar, no soy todo lo ingeniosa y rápida de mente que requiere esta red social para llegar a ser alguien muy popular.

Por lo que se refiere a Instagram, soy relativamente novata y digamos que de momento trato de emplearlo con un enfoque mucho más artístico que el que parecen darle los usuarios más veteranos.


Lo de las redes sociales es un fastidio, te roban mucho tiempo, son esclavas, te obligan a estar mentalmente al cien por cien y en muchas ocasiones te impiden vivir la vida real –la analógica- y disfrutar de acontecimientos que suceden realmente. Se producen situaciones verdaderamente delirantes con esa obsesión por compartir momentos alegres, tanto que muchas veces no se saborea la felicidad del momento por captar el encuadre perfecto para buscar cuantos más "likes" mejor.

También tienen cosas buenas, pero no vienen al caso. De cualquier manera, como siempre, en el término medio está el verdadero disfrute. Y, volviendo a la petición del camarógrafo moldavo, creo que es lo más exótico que me ha pasado como usuaria de las redes sociales. Engrosaría la pobre cifra de amigos que tengo en Facebook (185), que siempre será el triple de la real. A lo mejor podría ser el principio de una bonita amistad, pero ¿sabes qué? Voy a ignorar su solicitud. 

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