Blog personal de Ángela Beato. Escribo lo que siento. Digo lo que pienso. Procura no tomarme demasiado en serio.

sábado, 26 de junio de 2021

Realidad y ficción

No he necesitado más que un capítulo de la nueva temporada de la serie Élite para notar que resultaría muy oportuno incorporar un aviso al comienzo de cada episodio recordando a los espectadores que lo que van a ver es ficción y que cualquier parecido con la realidad es pura coincidencia. Los adultos no necesitamos esa aclaración, por supuesto, pero a los chavales que tienen la edad que representan los protagonistas de la historia no les vendría mal. 

Es más, nos harían un favor a los padres de adolescentes que siguen la trama en la pantalla y se dejan llevar por la tentación de pensar que aquello que ocurre en la serie debería estar pasándoles a ellos. Ayudaría a hacerles comprender que, aunque los protagonistas encuentran lío en ‘cero coma’ y se dediquen más al sexo que a las matemáticas, eso no significa que ellos vayan a tener la misma suerte. O que si las chicas salen por ahí vestidas con diseños más apropiados para gogós de discoteca que para alumnas de instituto, eso no convierte su atuendo en el más práctico para moverse por la vida. 


Me sorprende la sexualización extrema a la que se somete a los y las menores en algunas series de ficción y que siempre planea en sus relaciones cuando interactúan. Lo peor es que se transmite a la vida real y cada vez es más común ver a crías de 12 años paseando por ahí su inocencia ‘disfrazadas’ de Julia Roberts en Pretty Woman y a niños de 13 fantaseando con imitar lo que han visto en alguna pantalla. 

No solo la ficción o la industria del entretenimiento es responsable de este sinsentido. El mundo de la moda también contribuye a crear unos estereotipos enfermizos. El último ejemplo ha levantado tal polvareda que hasta una organización de consumidores ha intervenido para pedir su retirada. Me refiero a un bikini para niñas de 5 años con relleno para simular el pecho. 

Insistimos en acelerar la vida, anticipar lo inevitable, para luego, con los años, tratar de retrasar el paso del tiempo y conjurarnos contra la edad. No hay quien nos entienda. 

Hay otra serie que se sitúa en las antípodas de Élite. También es ficción, pero llegas a creértela. Se llama Mare of Easttown y se puede encontrar en HBO. Tanta discusión sobre el aspecto físico de su protagonista, Kate Winslow, me despertó la curiosidad, así que la vi. Lo que llama la atención, y de ahí la polémica, es que la actriz, de 45 años, aparece con barriga, arrugas, despeinada y sin maquillar. Como resumirían algunos, “vieja y gorda”. La caracterización está extraordinariamente conseguida. Sobre todo, porque es muy natural, muy real, muy creíble. Si vas camino de los 50, como Kate, o ya los has pasado, como yo, hay que hacer bastante poco para parecer una mujer madura más preocupada por seguir adelante con su vida que por su aspecto físico. También os digo que mucho mérito no tiene. Basta con ser una misma. No tratar de hacer eso que se asocia siempre a la mujer y suena tan tremendo: “arreglarse”. 

Hace unos días la revista Qué me dices publicaba un tuit con una información sobre otra actriz, Sarah Jessica Parker, de 56 años. En la imagen aparecía como una persona normal en un día normal, el pelo recogido, gafas y mascarilla, algo que la publicación calificó de “vaya pintas”. 
Hace poco también eran la comidilla los envejecidos -sobre todo ellos- protagonistas de Friends, reunidos de nuevo para un episodio especial de una serie que comenzó a emitirse hace más de tres décadas. Como si cumplir años y que se te note fuera algo extraordinario. 

Tengo canas que brotan de mi cabeza tiesas como antenas. El cuello se me empieza a arrugar. Se me olvida hacer pesas, así que comienzan a ser visibles las alas de murciélago en una parte de mis antebrazos. Aunque para dar pistas sobre mi edad no es necesario llegar ahí. Basta con mirar las arrugas en mi frente, las bolsas bajo los ojos, los párpados caídos, el código de barras sobre mi labio superior o las mejillas descolgadas. Mi piel está flácida, a mis músculos les falta tonificación, a pesar de hacer ejercicio periódicamente, y para poder seguir mi ritmo de vida sin que me reviente una vena en el cerebro tomo pastillas que regulan mi tensión. Nada extraordinario. Lo que suele pasar cuando has llegado viva a los 53 años. Pero se ve que alguien olvida que por aquí terminamos pasando todos o, mejor dicho, los afortunados que lo podemos contar. 

Concluyo. Estoy harta de que las canas en un hombre le hagan interesante y en una mujer la conviertan en una ‘dejada’. Me provoca mucho hastío que el monotema sea siempre el aspecto físico. Me deja perpleja que los efectos del paso del tiempo a partir de cierta edad tengan tan mala prensa, pero insistamos en hacer parecer mayores a quienes no lo necesitan. Y, sobre todo, me indigna que sexualicemos tanto y tan pronto a las niñas. Dejad que la naturaleza siga su curso. Y, sobre todo, respetad a los que somos tan reales como la vida misma.