Blog personal de Ángela Beato. Escribo lo que siento. Digo lo que pienso. Procura no tomarme demasiado en serio.

viernes, 24 de julio de 2020

Tengamos la 'no-fiesta' en paz

El Gobierno de Canarias ha lanzado una campaña para concienciar a la población sobre la manera de evitar los brotes de coronavirus. Imagino que habréis visto el anuncio. Si no, aquí os lo dejo.

 


Como veis, se trata de una tradicional reunión familiar. El abuelo cumple años y toda la familia se junta en casa como si no hubiera pasado una pandemia por nuestra vida. Comparten vasos, se dan abrazos, se besan, soplan velas, no se respeta la distancia interpersonal, no hay una sola mascarilla… Así que la historia del cumpleaños termina con el abuelo abriendo el último de los regalos que le han hecho sus seres queridos: un respirador al que le van a tener que enchufar en un hospital si alguno de los presentes era asintomático y le contagia el coronavirus.

 

Impactante, duro, realista… son algunos de los adjetivos que se han utilizado para calificar este anuncio. Yo más bien diría que es muy acertado.

 

La mayor parte de los brotes que se están registrando vienen de reuniones sociales, en particular encuentros con amigos y familiares. Somos tan básicos que damos por hecho que son los desconocidos quienes pueden estar infectados, no nuestros amigos o familiares. Así que bajamos la guardia.

 

Yo misma entono el mea culpa. Hace unas semanas estuve en una barbacoa familiar. Participábamos solo ocho personas, una de ellas mayor, y estábamos al aire libre, pero nadie llevaba mascarilla, compartimos comida de los mismos platos, estuvimos cantando con un karaoke… En fin. Allí estaban mis propios hijos que, después de un confinamiento estricto en el que no echaron de menos la calle, ahora no entran en casa. ¿Qué hago? ¿Les encierro? Me temo que eso es inviable. El único recurso que me queda es repetirles las recomendaciones y los riesgos que corremos todos si no las siguen. Pero sé positivamente que bajan la guardia cuando están por ahí con sus amigos. Se abrazan, se besan, chocan las manos y lucen poco la mascarilla. Quién me dice a mí que no van a traerme a casa el coronavirus o llevárselo a sus abuelas cuando vamos a visitarlas.

 

No creo que el principal peligro esté en el ocio nocturno regulado, es decir, en locales de copas y discotecas. Los empresarios de estos establecimientos pueden responsabilizarse de que se mantenga el aforo establecido, que la gente lleve mascarilla, que no baile, que no se mezclen grupos, pero en el momento que sus clientes traspasan la puerta y hacen su santa voluntad, ya no se puede echar la culpa al ocio nocturno. Yo apuntaría más a las reuniones sociales y a quienes relajan las medidas de seguridad cuando están con su círculo próximo, esos que confían más en el pariente o el colega que en su compañero de asiento en el metro. Y no hablo ya solo de los adolescentes que, por mucha pedagogía que hagas, van a seguir sintiéndose invulnerables y haciendo su vida de vacaciones como antes de la covid. Miro más a los adultos que, a pesar de que se les presupone más sentido común, no renuncian a unos tintos de verano con la cuadrilla bien apretaditos.

 

Lo peor es que se acercan las ‘no-fiestas populares’, recambio de las fiestas suprimidas por los ayuntamientos para evitar los rebrotes. Espero que los gobiernos locales y sus policías lo tengan previsto. Sospecho que en más de un lugar, tanto imberbes como talluditos van a encontrar una excusa para organizar con sus peñas encuentros 'gastronómicos' para honrar al santo patrón. Porque un verano sin fiesta patronal y litros de alcohol no es un verano.


El triunfo de Baco


 

 

domingo, 12 de julio de 2020

Un bote, dos botes, aquí llega el rebrote

Imagino que habréis tenido oportunidad de ver las imágenes de los seguidores del Cádiz montando una bonita aglomeración en los aledaños del estadio Ramón de Carranza pre-celebrando lo que podría significar el ascenso de su equipo a Primera División si ganaba o empataba en su partido contra el Fuenlabrada. Algunos sí llevaban mascarilla, incluso bien puesta, pero si este elemento no se refuerza con el distanciamiento social y la higiene de manos, no resulta tan efectiva. Mucho menos si estás dando botes abrazado a tus colegas y poseído por el júbilo. No sé si será cosa del karma, pero al final el resultado del partido fue el único que no justificaba la fiesta. Perdieron. Así que los aficionados cadistas se anticiparon, pero podrán seguir jugando a la ruleta rusa e incluso contribuir a aumentar los 19 brotes activos y 349 contagios reportados este domingo en Andalucía.

Quizá también habéis visto la estampa que dejó un concierto de música electrónica en Niza la noche del sábado, con las mascarillas brillando por su ausencia y los miles de asistentes bailando, bebiendo y mezclándose sin ningún temor, como si no llevara el país vecino más de 170.000 casos de coronavirus detectados.

No son hechos aislados. Cada día las redes sociales se encargan de viralizar fiestas masivas en discotecas cerradas o botellones multitudinarios donde se comparten todo tipo de fluidos corporales, a pesar de que venimos de un confinamiento decretado para contener la expansión del coronavirus.


Pero no hay que irse de juerga para tentar a la covid. Yo misma he visitado esta mañana el IKEA de Alcorcón (Madrid) y en algunos pasillos de su exposición de muebles coincidíamos tantos clientes que resultaba complicado que corriera el aire. Aún sin música dance ni chirigotas que animaran a dar saltos o bailar, no teníamos nada que envidiarles a los de Cádiz y Niza. Eso sí, todos con mascarilla, pero sin control de aforo ni personal que facilitara el flujo ordenado.


Imagen de Prawny en Pixabay 

 

Yo no iba buscando una aglomeración, aunque es evidente que un domingo de la nueva normalidad IKEA va a seguir siendo lo más alejado a un retiro espiritual. Quiero decir que no es fácil querer reanudar la vida tal y como la conocíamos. Y no es por justificar a los que se comportan como si no hubiéramos tenido las UCI colapsadas y los féretros en pistas de hielo, pero comprendo que haya quien considera que vivir sin asumir riesgos no es vivir y mientras les dejen, van a seguir disfrutando del verano, el calor y el final de Liga. 


Ese es el problema. Queremos volver a hacer la vida que hacíamos antes del coronavirus. Queremos fiesta, barbacoa y perreo. Queremos que la economía remonte rápidamente y los negocios recuperen el ritmo perdido. Pero todo esto es incompatible con la nueva realidad. Y aunque las autoridades nos lo recuerdan, como no hay prohibición de por medio, vamos de rebrote en rebrote directos a una nueva desescalada por fases, pero en sentido inverso.