Blog personal de Ángela Beato. Escribo lo que siento. Digo lo que pienso. Procura no tomarme demasiado en serio.

sábado, 30 de septiembre de 2023

Nano jr, ejemplo de un sistema que cojea

Me topé por casualidad con el vídeo de David, conocido en TikTok como Nano jr, en el que se dirigía a los chavales de buena familia que lo tienen todo y no aprovechan las oportunidades.

@nano.jr10

Se me da muy mal hacer este tipo de vídeos,pero creo que se me a entendido bien.

♬ sonido original - NanoJr

En cuanto terminé de verlo, lo compartí con mis hijos de 18 y 20 años. Pensaba que quizá si se lo decía alguien como ellos, que hable su mismo lenguaje, se darían cuenta de lo afortunados que son y de lo agradecidos que debían sentirse, y pasarían a venerarnos a su padre y a mí.

Nada de eso ocurrió. De nada sirvió el alegato del chico humilde de 22 años que saca adelante a su familia con mucho sacrificio y dos trabajos, que lo mismo le regala unas zapatillas a su hermana que le paga la manicura a su madre que repone el aceite de la despensa familiar.

Ese crudo testimonio que tantos likes ha conseguido en redes sociales y que ha impresionado sobremanera a las televisiones hasta convertir a este tiktoker en héroe mediático juvenil a base de pasearlo de plató en plató, no ha calado ni un poquito en el ánimo de mis ‘retoños’ y sospecho que tampoco en los que son como ellos. “Trabajar tanto, quita, quita”, debieron pensar.

Que conste que cuando se lo puse como ejemplo buscaba que lo imitaran solo en su discurso de respeto y gratitud hacia su familia, no en lo de dejar de estudiar y buscarse dos trabajos para sacarnos adelante.

Porque, que un chaval abandone el instituto a los 16 años, como Nano, para ponerse a trabajar y alimentar a su familia, no debería ser normal. Un chaval de 16 años debería estudiar y seguir formándose en aquello que le guste o para lo que crea que está dotado. Un chaval de 16 años debería ser consciente de la vulnerabilidad familiar, sí, y ayudar en lo que pueda, también, pero no sacrificar su educación y su diversión adolescente porque los adultos responsables de su casa no sean capaces de cubrir sus necesidades básicas y el escudo social haya fallado.


Que un joven de 22 años, como Nano, se vea obligado a tener dos empleos para mantener el núcleo familiar no debería ser digno de admiración y no “es lo que toca”, por mucho que lo repita. Que un joven de 22 años trabaje una media de 13 horas al día para cobrar dos sueldos que den un respiro a su familia es muy respetable, pero no debería ser ejemplo de nada. Que un joven de 22 años entregue su vida a dos empleos precarios repartiendo paquetes por el día para Amazon y sirviendo comidas por la noche en un VIPS no parece el ideal laboral para nadie, ni joven ni viejo, ni a corto ni a largo plazo.

Me diréis que hay jóvenes poco interesados en estudiar y deseosos de entrar en el mercado laboral a cualquier precio, sin que eso sea un drama. Y yo os diré que en realidad se trata de una anomalía fruto del fracaso de un sistema que se muestra incapaz de motivar a esos chavales y retenerlos en las aulas hasta descubrir cuál es su talento y prepararlos para brillar profesionalmente.

Lo paradójico es que el sistema también fracasa con quienes permanecen en el redil educativo hasta completar su formación. Cuando salen al mundo real se dan de bruces contra un modelo económico falto de oportunidades para ellos, que les condena a la precariedad y a la imposibilidad de aventurarse fuera del nido familiar.

Al final, mientras nadie lo remedie, por uno u otro camino, el destino para toda una generación parece ser el mismo: malvivir.