Blog personal de Ángela Beato. Escribo lo que siento. Digo lo que pienso. Procura no tomarme demasiado en serio.

sábado, 26 de noviembre de 2022

El espectáculo poco edificante de ver cómo atacan a Montero

Puede caerte mejor o peor, resultarte más o menos simpática, discrepar en lo político, incluso parecerte que le falta o le sobra lo que hay que tener para ejercer el cargo de ministra, pero atacar a Irene Montero por su relación personal con un hombre es de todo punto miserable y retrata a quien emplea esa munición.

“Su único mérito es haber estudiado en profundidad a Pablo Iglesias”, le dijo la diputada de Vox Carla Toscano desde la tribuna del Congreso, así, con dos ovarios y poca cortesía parlamentaria. Los políticos ignoran de manera temeraria que exhibiendo ciertos comportamientos en el Parlamento dan un peligroso ejemplo a la calle, ya suficientemente alborotada y deseosa de encontrar una coartada en las salidas de tono de sus representantes públicos. 

Que el ataque provenga de otra mujer a mí me cortocircuita el cerebro, por lo de la sororidad y tal en pleno siglo XXI. Creemos que hemos avanzado, pero no. Hay quien sigue poniendo en cuestión la valía de las mujeres y buscando en su trayectoria alguna mano masculina que explique cómo ha llegado a situarse en determinadas posiciones. Trasladado esto a la política, no encuentro nada más reaccionario que recurrir, a falta de hilvanar argumentos de más peso, a las insinuaciones sexuales y al insulto personal para desacreditar a una mujer. ¡Ojo! Sea del color que sea el que dispare el vómito. Porque sí, a mí tampoco se me olvida que desde el otro extremo también se ha azotado a base de bien.

Pero hoy quiero detenerme en esa persona a la que se ataca sin piedad en la vida real, parlamentaria y virtual de este país: la Ministra de Igualdad. Su historial como ‘pimpampum’ por su feminismo beligerante es amplio, unos principios que enarbola sin reprimirse y que le han granjeado el odio de una parte de la población que no se corta en dedicarle todo tipo de perlas. Esa agresividad contra Montero se ha exacerbado a raíz de las primeras reducciones de condena de violadores conocidas tras la aprobación de la Ley de garantía integral de la libertad sexual, conocida como ley del ‘solo sí es sí’.

Esta ley nació para introducir el consentimiento expreso en las relaciones íntimas y eliminar del Código Penal la distinción entre abuso y agresión. Es decir, desde su entrada en vigor todo acto que atente contra la libertad sexual de otra persona sin su consentimiento es una agresión sexual. Esa era la principal novedad en el ordenamiento jurídico. Las víctimas ya no tienen que demostrar que han sufrido violencia o que se han resistido para acreditar una agresión. Su impulso vino por el clamor popular motivado por la sentencia de la manada que consideró abuso sexual la violación múltiple a una joven en los Sanfermines porque no se resistió.

Irene Montero (Foto: Ministerio de Igualdad)

El caso despertó preocupación en el Ministerio y por eso sus responsables se pusieron manos a la obra para diseñar una modificación legislativa que evitara futuras sentencias similares. Desde el principio quedó bien claro que no había un ánimo punitivo, sino un simple interés por dar cobertura a comportamientos contra la integridad sexual que hasta ahora no se consideraban delito o lo eran de manera leve. De hecho, la ley estableció una horquilla progresiva de penas que crecen con cada agravante y donde se contempla cada una de esas conductas. 

Con este cambio, la nueva ley redujo las penas máximas y mínimas en algunos casos. Cuando eso ocurre, los tribunales abren un proceso de revisión de sentencias porque los condenados tienen derecho a beneficiarse de la modificación si las penas por su delito son más favorables. No así al contrario, es decir, una condena no puede aumentar a posteriori porque haya un cambio legal que perjudique al condenado.

Cuando se ha reformado en anteriores ocasiones el Código Penal, se ha incluido lo que llaman una disposición transitoria en la que se especifica qué pasa con los casos sentenciados con arreglo a la normativa anterior si van a verse afectados por la nueva. En este caso se podía haber introducido una que evitara la reducción de penas, pero no se hizo. Según la ministra, la última disposición transitoria redactada con la reforma del Código Penal de 1995 ya establece que no se puede rebajar una condena firme de cárcel si se encuentra dentro de la nueva horquilla legislativa, con lo que la jurisprudencia creada a partir de ella debería ser suficiente para que los magistrados no revisaran a la baja las penas.

Sin embargo, salta a la vista que algunos magistrados no lo han interpretado así. Por eso, quizá habría sido conveniente, como apuntan algunos juristas, haber creado una nueva disposición transitoria específica para evitar males mayores, por eso de que más vale pecar de precavido que quedarse corto.

Haya habido error técnico o no, en cualquier caso, no es de recibo echarle el muerto en exclusiva a Igualdad, cuando ni Justicia ni todos los estamentos por los que pasó esta ley consideraron necesaria la citada disposición transitoria y, con su venia, dieron por hecho que la jurisprudencia marcaría el proceder de los tribunales. En el caso del Parlamento, solo PP y Vox rechazaron apoyarla porque alegaron que dejaba indefensos a los hombres. Como vemos, de momento no se conocen casos de indefensión, más bien al contrario.

Evidentemente el objetivo de Irene Montero con esta ley no era que se pudieran rebajar las penas de abuso a menores, así que no tiene sentido cargar contra ella y su Ministerio por ese resquicio que deja la ley para favorecer que un puñado de agresores sexuales pidan revisión de su condena. 

Joven, de Podemos, hecha a sí misma, con una carrera y un master, que no reniega de su pasado como empleada en una tienda de supermercado, aunque la insulten llamándola 'cajera', de lágrima fácil, amiga del lenguaje ultrainclusivo... Entiendo que para muchos resulte tentador echarle la culpa de todo, hasta del asesinato de Kennedy. Pero no se pasen.

Lo único que se le puede reprochar a la ministra de Igualdad es su cerrazón en no solucionar el desaguisado retocando la ley cuando resulta evidente que hay quien está malinterpretando el objetivo final de la reforma normativa. Ni siquiera sería admitir un error. Más bien facilitarle el trabajo a los jueces.

sábado, 12 de noviembre de 2022

Disfrutar lo privado y defender lo público

Al actor Luis Tosar se le ha ocurrido grabar un vídeo en el que apoya la manifestación de este domingo en Madrid en defensa de la Sanidad pública y le ha caído la del pulpo.

Los que no entienden el concepto ‘libertad de expresión’, salvo cuando son ellos los que opinan, han utilizado una imagen del actor saliendo de una clínica privada, donde su pareja había dado a luz, para tacharle de hipócrita por reivindicar la Sanidad pública sin utilizarla.

Este episodio me ha hecho recordar cuando en mi urbanización todos los amantes del pádel consiguieron aprobar que la Comunidad destinara un dineral a remodelar las pistas con un suelo especial e instalar iluminación para poder utilizarlas también cuando anochecía. Yo no juego al pádel ni nunca voy a disfrutar esas instalaciones, pero pagué religiosamente mi derrama para que el vecindario pudiera pelotear todo lo que quisiera.

También me han venido a la cabeza esos edificios antiguos sin ascensor en los que han conseguido instalar uno salvando la oposición de algún vecino reticente. Porque, a pesar de que, tal y como estipula la Ley de Propiedad Horizontal, todos los propietarios están obligados a pagar los gastos y las reparaciones, siempre sale alguno que se niega a aportar, aunque viva en el segundo piso y tarde o temprano lo vaya a utilizar. Sin embargo, los propietarios del bajo dan la sorpresa mostrando total predisposición a afrontar los gastos, a pesar de que podían vivir sin ascensor perfectamente. Entienden que se trata de un beneficio para el vecindario y una mejora que revaloriza el edificio.

Que Luis Tosar defienda algo tan valioso y sagrado como un servicio público es lo lógico. Todos deberíamos hacerlo, independientemente de que lo usemos o no, de que lo necesitemos o no, de que seamos más o menos afortunados, de nuestra posición social y económica. Todos deberíamos defender que nuestros impuestos se inviertan en bienes públicos para el beneficio común y que perdure el estado del bienestar.

Confesad: si vosotros tuvierais la oportunidad de saltaros las listas de espera contratando un seguro de salud privado, ¿dejaríais de preocuparos por cómo funciona la Sanidad pública de vuestro país?

Si pudierais pagarles a vuestros hijos una educación privada elitista, ¿os la traería al pairo lo que pasara en las escuelas públicas?

Si estuvierais tan podridos de pasta que sintierais la necesidad de rodearos de seguridad privada para ganar en tranquilidad, ¿os daría igual lo que el Estado invirtiera en Policía y servicios de emergencia?

Si habéis contestado a todas estas preguntas con un sí, debo suponer que solo os interesa vuestro bienestar y que sois partidarios de bajar impuestos, invertir menos en servicios públicos y que cada uno se pague la ‘vidorra’ que pueda asumir. ¿He acertado? Si es así, entonces es evidente que no tenéis nada que ver con Luis Tosar.