Blog personal de Ángela Beato. Escribo lo que siento. Digo lo que pienso. Procura no tomarme demasiado en serio.

sábado, 30 de septiembre de 2023

Nano jr, ejemplo de un sistema que cojea

Me topé por casualidad con el vídeo de David, conocido en TikTok como Nano jr, en el que se dirigía a los chavales de buena familia que lo tienen todo y no aprovechan las oportunidades.

@nano.jr10

Se me da muy mal hacer este tipo de vídeos,pero creo que se me a entendido bien.

♬ sonido original - NanoJr

En cuanto terminé de verlo, lo compartí con mis hijos de 18 y 20 años. Pensaba que quizá si se lo decía alguien como ellos, que hable su mismo lenguaje, se darían cuenta de lo afortunados que son y de lo agradecidos que debían sentirse, y pasarían a venerarnos a su padre y a mí.

Nada de eso ocurrió. De nada sirvió el alegato del chico humilde de 22 años que saca adelante a su familia con mucho sacrificio y dos trabajos, que lo mismo le regala unas zapatillas a su hermana que le paga la manicura a su madre que repone el aceite de la despensa familiar.

Ese crudo testimonio que tantos likes ha conseguido en redes sociales y que ha impresionado sobremanera a las televisiones hasta convertir a este tiktoker en héroe mediático juvenil a base de pasearlo de plató en plató, no ha calado ni un poquito en el ánimo de mis ‘retoños’ y sospecho que tampoco en los que son como ellos. “Trabajar tanto, quita, quita”, debieron pensar.

Que conste que cuando se lo puse como ejemplo buscaba que lo imitaran solo en su discurso de respeto y gratitud hacia su familia, no en lo de dejar de estudiar y buscarse dos trabajos para sacarnos adelante.

Porque, que un chaval abandone el instituto a los 16 años, como Nano, para ponerse a trabajar y alimentar a su familia, no debería ser normal. Un chaval de 16 años debería estudiar y seguir formándose en aquello que le guste o para lo que crea que está dotado. Un chaval de 16 años debería ser consciente de la vulnerabilidad familiar, sí, y ayudar en lo que pueda, también, pero no sacrificar su educación y su diversión adolescente porque los adultos responsables de su casa no sean capaces de cubrir sus necesidades básicas y el escudo social haya fallado.


Que un joven de 22 años, como Nano, se vea obligado a tener dos empleos para mantener el núcleo familiar no debería ser digno de admiración y no “es lo que toca”, por mucho que lo repita. Que un joven de 22 años trabaje una media de 13 horas al día para cobrar dos sueldos que den un respiro a su familia es muy respetable, pero no debería ser ejemplo de nada. Que un joven de 22 años entregue su vida a dos empleos precarios repartiendo paquetes por el día para Amazon y sirviendo comidas por la noche en un VIPS no parece el ideal laboral para nadie, ni joven ni viejo, ni a corto ni a largo plazo.

Me diréis que hay jóvenes poco interesados en estudiar y deseosos de entrar en el mercado laboral a cualquier precio, sin que eso sea un drama. Y yo os diré que en realidad se trata de una anomalía fruto del fracaso de un sistema que se muestra incapaz de motivar a esos chavales y retenerlos en las aulas hasta descubrir cuál es su talento y prepararlos para brillar profesionalmente.

Lo paradójico es que el sistema también fracasa con quienes permanecen en el redil educativo hasta completar su formación. Cuando salen al mundo real se dan de bruces contra un modelo económico falto de oportunidades para ellos, que les condena a la precariedad y a la imposibilidad de aventurarse fuera del nido familiar.

Al final, mientras nadie lo remedie, por uno u otro camino, el destino para toda una generación parece ser el mismo: malvivir.

lunes, 21 de agosto de 2023

Besos robados

He estado revisando las imágenes de la celebración y entrega de trofeos posterior a la victoria de la Selección Española en el Mundial de Fútbol Femenino para comprobar si el presidente de la RFEF Luis Rubiales también le había plantado un beso en los morros a su querido amigo Jorge Vilda, el entrenador del combinado ganador del campeonato, pero he visto que no. Se limitó a fundirse con él en un estrecho abrazo, pero nada de robarle un pico.

Ese gesto tan íntimo lo reservó para la jugadora Jennifer Hermoso, también “gran amiga”, ha justificado, y con la que ignoro si suele tomarse esas confianzas en el día a día. Llego a la conclusión de que no tras escuchar las palabras de la deportista contemplando el vídeo del momento en el que el eufórico máximo representante de la Federación de Fútbol, después de abrazarla como una lapa, sostenía su cabeza entre las manos y juntaba sus labios por sorpresa y sin posibilidad de que ella pudiera esquivar el gesto. “No me ha gustado”, aclaró la futbolista sobre el incidente, aunque después quisiera quitarle importancia y le siguiera la corriente al ‘ladrón de besos’ cuando, en vez de disculparse por su comportamiento, bromeó con el revuelo causado.

Nadie ni nada prohíbe las muestras de afecto que provoca el éxtasis de un momento así. La propia reina Letizia abrazó muy cariñosa a todas y cada una de las futbolistas que subían a recoger su medalla y terminó saltándose el estricto protocolo que suele rodear a los ‘royals’ botando con las campeonas, algo que los espectadores interpretamos como natural. No resulta difícil comprender la efusividad en las celebraciones tras un logro de estas características, pero es que lo de Rubiales fue totalmente innecesario e improcedente. Estoy segura de que Jenni Hermoso se habría sentido perfectamente felicitada, honrada y agradecida por el presidente de este organismo con un simple abrazo y dos besos en las mejillas, sin necesidad de ese gesto tan invasivo y sin consentimiento previo.

Que algún medio deportivo haya bromeado comparándolo con el beso de Casillas y Carbonero es vomitivo y dice mucho de los patrones que siguen vigentes en el mundo del deporte, en particular, y en la sociedad, en general. No sé si caen en la cuenta de que comparan una relación sentimental con una laboral.

¿O es que acaso conciben que el gerente de su empresa les felicite por su buen trabajo con un pico, por mucha confianza que haya entre ellos? Yo no. Lo consideraría una intrusión inaceptable. Soy, por tanto, una de esas a las que Rubiales ha calificado de “idiotas” por cuestionar lo que este individuo define como “muestra de cariño sin importancia” o “un pico de dos amigos celebrando algo”. Yo prefiero definirlo como una ‘machirulada’.

Lo peor es que estemos desviando el foco del gran triunfo del fútbol femenino español por dedicarle tiempo a este personaje al que le parece algo natural y espontáneo ir por la vida robando besos a mujeres, eso sí. Porque no recuerdo haberle visto en una situación similar con jugadores. Quizá es que darles picos a hombres para celebrar le parece una mariconada.

Por cierto, parece que Rubiales se ha disculpado porque "es lo que toca". No ha entendido nada.

jueves, 10 de agosto de 2023

Envejecer es una mierda, aunque peor debe ser morirse

Mi amiga de la infancia Mª José acaba de ser abuela de una ricura de bebé de nombre Lucas. Hace, como quien dice, cuatro días estábamos bebiendo calimocho en ‘El 42’ de Toro y de repente se estrena como yaya con 55 años, la misma edad que tengo yo. He sentido que la vida me daba una bofetada para espabilarme y ponerme en mi sitio.

Vale, lo pillo, ya no soy una cría, pero es que el cuerpo me sigue pidiendo dar saltos en un concierto, echar de vez en cuando una carrerita, quedar a tomar cañas, saltar olas en el Mediterráneo, ponerme camisetas sin sujetador, perrear, ronear… Imagino que quien me vea desde fuera debe pensar: “¿Qué hace esta señora mayor?”.

No entienden que dentro de mi cabeza hay atrapada una tía de 30 años menos, en ocasiones desconcertada al comprobar que ya no despierta las mismas reacciones ni interacciona como antes ni se la tiene tanto en cuenta. Incluso, con cierta frecuencia, no es que no la miren igual, es que parece haberse vuelto invisible a muchos ojos.

Porque, aunque por dentro sea casi la misma que hace 30 años, por fuera lo que se ve es lo que hay, la realidad, una mujer de 55. Y no hay prueba más demoledora que enfrentarse en ropa interior al espejo del probador del Primark. Ahí es cuando descubres cómo te ven los demás y no puedes evitar preguntarte qué mierdas haces desfilando en bikini cada verano, como si fueras una top model, desde la toalla hasta la ducha de la piscina con ese cuerpo escombro meneándose a cámara lenta.

Los glúteos flácidos, el vientre arrugado, los muslos sin firmeza, la piel celulítica, la grasa acumulada… A ver, que no es que una haya exhibido un cuerpo escultural en algún momento de su vida, pero más tonificado y contenido sí que estaba.

No penséis que esta crisis de la mediana edad que me ha dado se reduce solo a eso. Hay otras señales de la decrepitud que joden. Yo he tenido suerte y no he sufrido los temidos sofocos asociados a la menopausia. Sin embargo, la caída de estrógenos de esta etapa vital me está haciendo perder densidad capilar casi al mismo ritmo que me crece vello donde nunca lo había sufrido. También me he librado de los trastornos del sueño; en su lugar, mantengo a raya la hipertensión con una pastilla diaria.

Otro síntoma del envejecimiento, la presbicia, avanza inexorablemente y cada vez soy más dependiente de las gafas de cerca si quiero leer los prospectos de medicamentos o los ingredientes de lo que me como.


Sospecho que voy a llevar mal lo de envejecer, igual que las octogenarias que me rodean. Al margen del desgaste de la edad, las oigo lamentarse porque empiezan a verse realmente mayores. Unas lo notan cuando los escaparates les devuelven su figura cada vez más empequeñecida y encorvada o cuando reparan en las venas marcadas y las manchas que plagan el dorso de sus manos. Otras cuando perciben mermados sus sentidos o cuando no encuentran las palabras para expresarse. Echan de menos su independencia, su agilidad, sus reflejos, su vida activa. Añoran lo resolutivas que eran y la confianza que tenían en sí mismas. Todas deben lidiar no solo con un aspecto físico en el que no se reconocen, sino también con inseguridades sobrevenidas que les convencen de que son un estorbo y, lo que es peor, con la certeza de que se les va acabando su tiempo.

Me angustia aproximarme a ese escenario. Pero luego me acuerdo de Ana y Marta, que no han pasado por esta crisis de hacerse mayor porque un cáncer se las llevó antes de los 50. Y entonces pienso que envejecer es una mierda, aunque mucho peor debe ser morirse.

jueves, 3 de agosto de 2023

Las opiniones son como los culos

La muerte del periodista Ramón Lobo y los comentarios al respecto de algunos lectores publicados al final de la noticia en ciertos periódicos digitales me han reafirmado en mi convencimiento de que habría que suprimir la opción de interactuar de esta manera con los medios.

Ya en alguna ocasión he abordado aquí ese escabroso mundo de los comentarios de los lectores de la prensa. No voy a entrar a fondo en qué tipo de persona se toma la molestia en leer una noticia y escribir después su opinión. Solo diré que sospecho que es alguien con tanto tiempo libre como necesidad de que alguien le preste atención. En cualquier caso, la mayoría de estos lectores tan ‘participativos’ suelen emplear frases anodinas y, por lo general, lenguaje respetuoso.

Pero también los hay cargados de bilis, hirientes en extremo y ejemplo evidente de que quien los emite necesita ayuda profesional. Coincidiréis conmigo en que aprovechar un obituario para poner a caldo al finado porque no pensaba como tú te define como lo que eres, un miserable. Si el que ha muerto de un cáncer no era santo de tu devoción, basta con no leer las semblanzas que de él escriben sus colegas y seguir adelante con tu vida como si nada. Lo contrario denota una pizca de masoquismo.

Diréis que, si se advierte a los usuarios que está prohibido el uso de insultos en estos espacios y se les invita a participar de manera constructiva, el medio puede aprovechar la moderación de comentarios para no publicarlos y asunto resuelto. Pero no es tan fácil. Porque se puede ejercer violencia verbal, hacer daño y enfangar sin emplear ninguna palabra malsonante. Y ante eso, un moderador se enfrenta al dilema de donde poner la línea para no caer en la censura.

Imagen de Tumisu en Pixabay

En cualquier caso, sean o no mensajes correctos, me pregunto qué necesidad tenemos el resto de lectores de conocer lo que piensa uno de nosotros sobre la noticia que acabamos de leer. A mí no me aporta nada. No digo que amordacemos al lector que quiere hacerle llegar sus impresiones al periódico. Si le ha gustado un artículo y quiere felicitar al redactor, adelante, que se lo diga. Igual que si le ha parecido poco acertado. Pero que sea una comunicación directa, sin necesidad de testigos. Para aguantar a gente vomitando odio podemos ir a Twitter, X o como se llame ahora la antigua red social del pajarito.

Me pasa lo mismo con las piezas de noticias de los telediarios que se apoyan exclusivamente en preguntar a la gente de la calle qué le parece el tema en cuestión. Son un clásico cuando se trata de asuntos como el calor, las vacaciones o cualquier otra cuestión sobre la que toque rellenar. ¿Qué me importa a mí si un fulano no concilia el sueño por las altas temperaturas o una pareja va a tomar un tren para irse a la playa unos días? Normalmente lo que aporta este tipo de ‘encuestas’ de calle suele ser tan irrelevante como la propia información, así que, en mi caso, me provocan rechazo. Prefiero que me ilustren las noticias con datos y testimonios de expertos en la materia que me cuenten algo que yo no sepa.

De modo que, como diría Clint Eastwood y remataría Joaquín Sabina, “Las opiniones son como los culos, todos tenemos uno y creemos que el de los demás apesta”.

miércoles, 24 de mayo de 2023

No somos racistas, no, qué va…

Que te llamen racista es casi tan ofensivo como que te insulten con el apelativo negro, gitano, moro, sudaca, facha, rojo, maricón o puta.

De ahí el escándalo originado por Vinicius cuando ha denunciado que España es racista. El delantero del Real Madrid se ha hartado de escuchar en las gradas y aledaños de los estadios la cantinela de ‘puto negro’ o ‘Vinicius, eres un mono’, improperios que en ningún caso estarían justificados por mucho que el futbolista sea un provocador y exhiba gestos que no le ayudan a hacerse querer.

Tras sus quejas, muchos se han rasgado las vestiduras. “No somos racistas, son casos aislados, cuatro energúmenos cobardes que aprovechan el anonimato que da ser parte de un grupo”, como sucede en las redes sociales.

Es cierto que en los campos de fútbol lo más fino que se escucha es “hijo de puta” y que, desde que este deporte mueve masas, la diana del improperio ha estado más puesta en el árbitro, que también iba antes de negro. 



Así que podemos echar balones fuera y culpar de todo al deporte rey porque despierta las bajas pasiones, pero estaríamos obviando algo relevante. En este país hasta hace bien poco, le pintábamos la cara con betún al rey Baltasar de las cabalgatas. Quiero decir que varias generaciones de españoles venimos con prejuicios de serie. Algunos van desterrándolos a medida que leen, se forman, viajan y se relacionan con gente diversa. Otros los mantienen y acrecientan, impermeables a cualquier razonamiento o al simple sentido común.

Basta con analizar nuestros propios comportamientos en diversas situaciones para saber si pertenecemos a uno u otro grupo.

-Imagina que tienes un piso para alquilar y dos candidatos, uno negro y otro como tú. ¿A quién se lo alquilas?

-Queda un puesto vacante en tu empresa y debes cubrirlo eligiendo a uno de los dos candidatos finalistas. Uno es negro y el otro es como tú. ¿A quién contratas?

-Buscas alguien que cuide de tu bebé y solo dos chicas reúnen todos los requisitos que buscabas. Una es negra y la otra como tú. ¿Con cuál te quedas?

-Vas por una calle peligrosa de noche. Por una acera camina un negro y por la otra alguien como tú. ¿Qué acera eliges?

-Hay dos asientos libres en el autobús, uno junto a un negro y el otro junto a alguien como tú. ¿Dónde te sientas?

-Notas que te han robado la cartera en un lugar donde solo hay dos personas más, una negra y otra como tú. ¿De quién sospecharías?

-Tu hija te comunica que ha dejado a su novio de toda la vida, uno como tú, porque se ha enamorado de un chico negro. ¿Recibes la noticia con satisfacción o con preocupación? (Imagino que esta respuesta depende de si el nuevo novio tiene la cuenta corriente de Vinicius)

-Tu médico de Familia deja el centro de salud y le sustituye otro que da la casualidad de que es negro. ¿Harías gestiones para cambiar de profesional o te quedarías con él?

-Dos personas han sufrido un accidente y se encuentran tendidas sobre el asfalto. Una es negra y la otra como tú. Avisas a emergencias, donde te piden que compruebes sus constantes vitales hasta que lleguen los sanitarios y, si fuera necesario, realices la respiración boca a boca. ¿Por cuál de los dos empiezas?

-En una estación de tren próxima a un centro de menores extranjeros no acompañados, entra al vagón por una puerta un chaval negro y por otra, un adolescente que podría ser tu hijo. ¿Quién pensarías que es un ‘mena’?

Valora los resultados y decide si eres racista o solo te da miedo el que no es como tú.

sábado, 6 de mayo de 2023

Réquiem por ‘Sálvame’

En los 14 años de emisión de ‘Sálvame’, en más de una ocasión habré visto algún momento del programa, voluntaria e involuntariamente, apretando el botón del 5 en el mando a distancia o zapeando, como todo hijo de vecino, aunque algunos eviten confesarlo por vergüenza o miedo al coste que podría pagar su reputación.

Como periodista, valoro el mérito que supone aguantar tanto tiempo en antena, primero luchando por las codiciadas audiencias televisivas y últimamente en la pelea de seguir destacando en un medio que ve amenazada su posición de poder por la competencia que suponen los contenidos audiovisuales alternativos para su consumo a través de redes sociales y plataformas de streaming.

También como colega, lamento que buena parte de las bocas que comen gracias a ese programa en La Fábrica de la Tele, la productora responsable del mismo, estén viviendo estos días la congoja de saber que en breve se irán al paro y deberán volver a buscarse la vida en el medio ahora que las cosas están tan achuchadas. Algo, por cierto, que sigue siendo habitual para quienes trabajan en proyectos televisivos, siempre esclavos de las audiencias y de la incertidumbre de saber la fecha en que firmas el contrato, pero desconocer la del finiquito.

Ignoro los motivos que han llevado a los directivos de Mediaset a cancelar el programa y entregarle la franja de tarde a Unicorn Content, la productora de Ana Rosa Quintana. Quizá han pensado que el formato estaba agotado. Puede que lo que se quiere es dar un giro a la línea de entretenimiento de la cadena. A lo mejor hay que echarle la culpa a estos tiempos electorales que lo contaminan todo.

Sea como sea, lo que rechazo frontalmente son los comentarios de quienes se alegran de la cancelación de este programa aplaudiendo el final de la “telebasura”. Sobre todo, me entristece que muchos de quienes lo celebran sean del gremio.


Resulta curioso que el corazón, como género periodístico, siga estando menospreciado dentro del oficio, cuando los medios convencionales considerados serios se nutren también de esos contenidos rosas, porque -desengañémonos- son los que más se leen y en formato digital dan más clics. De modo que se sigue desacreditando a los programas que abiertamente se dedican a ‘la farándula’, pero hemos normalizado que un telediario hable de Piqué y Shakira o que los periódicos incluyan una abultada crónica social.

‘Sálvame’ pasará a la historia como un show televisivo de entretenimiento que, entre risas, llantos, bailes y locura, como quien no quiere la cosa, ha luchado contra prejuicios, ha abanderado diversidad, ha hablado de maltrato y ha hecho por la difusión de enfermedades como la diabetes o el cáncer más que cualquier campaña divulgativa. Por no mencionar el papel que ha jugado como antídoto contra la soledad y producto de evasión para muchos espectadores.

Con el final de ‘Sálvame’ no acaba lo que los más ‘culturetas’ llaman “telebasura”. Basta con abrir Tiktok, Instagram, Twitter o conectarse a canales de Twitch o Youtube, donde abundan los vídeos que ya quisieran alcanzar la calidad de “telebasura” del programa que va a desaparecer.

Si yo fuera responsable de ‘Sálvame’ seguiría emitiéndolo por streaming en Internet o en formato podcast, ahora que está tan de moda. Quién sabe. Lo mismo montan un canal de Twitch, lo petan y en unos meses Mediaset llega a un acuerdo para emitirlo en sus cadenas. Como con la Kings League.

domingo, 12 de marzo de 2023

Adiós a mi mejor lectora

Ayer, cuando despedía a una mujer excepcional que nos ha dejado estos días, eché de menos que nuestros funerales se parecieran a los de las películas americanas. Que, en vez de tener sobre el altar a un sacerdote encorsetado en la liturgia del tercer domingo de cuaresma, pudieran ir tomando el micrófono quienes conocieron a la fallecida y desearan compartir con los demás sus recuerdos a modo de homenaje.

De haber sido así, en el hipotético caso de tener la oportunidad de rendirle tributo públicamente sin que se me quebrara la voz, habría destacado sobre ella que era mi mejor lectora, mi fan número uno, con permiso de mi madre, la primera en escribir un comentario y compartir las entradas de este blog en cuanto las difundía en Facebook. Siempre atinada, divertida y generosa.

Diría que la conocí siendo yo una adolescente, cuando nos mudamos al piso contiguo al suyo, al pie de la Colegiata de Toro, y con el tiempo evolucionamos de vecinos a casi familia. Aún recuerdo aquellas noches de verano, sentados en nuestras respectivas terrazas, contándonos historias a través de los barrotes que separaban ambas viviendas.

Desde la primera toma de contacto me fascinó. La niña que yo era entonces no estaba habituada a encontrar en mi entorno mujeres que fumaran y bebieran vino, salvo en bodas, bautizos y comuniones. Así que aquello debió parecerme de lo más audaz y exótico.

Nunca la vi enfadada, ni siquiera cuando intercambiaba pullas con el que fue el amor de su vida durante 70 años, una hazaña digna de figurar en el Libro Guinness (lo de durar y lo de no salir tarifando). 

Fue “la yaya” de repuesto para mis cachorros incluso después de convertirse en la orgullosa abuela de su propio nieto, al que adoraba tanto como a sus dos hijos, hombres de ciencia de los que presumía a base de bien. Así que, cuando yo me desahogaba por aquí sobre mi incompetencia en eso de la maternidad, me consolaba hallar en ella a una aliada.

Ejerció de ‘chica de oro’, alumna ejemplar de la Universidad de la Experiencia y durante mucho tiempo usuaria activa de Internet, compartiendo recomendaciones literarias de la Casa de Cultura y alguna foto del atardecer desde la ventana del ático con ascensor al que se mudaron cuando los años empezaron a pasar factura.

La edad, la enfermedad, la vida… fue agotando su batería. La última vez que la vi fue el verano pasado. Compartía confidencias, bromas y un refresco con sus amigas de la infancia en la terraza de una cafetería. Un par de meses después hablamos por teléfono. Su voz seguía sonando optimista y jovial, aceptando con más dignidad que resignación la certeza de su destino. Hoy Maricarmen habría cumplido 85 años. Me tomaré un tinto de Toro en su honor y esperaré inútilmente a leer su comentario sobre estas líneas.

domingo, 15 de enero de 2023

Todas hemos sido alguna vez la despechada y la otra

La primera vez que me pusieron los cuernos tenía 18 años. El chico con el que había empezado a tontear por los bares con cierta asiduidad se enrolló con una amiga. Yo estudiaba fuera y ambos aprovecharon la distancia que nos separaba para traicionar mi confianza. Cuando me enteré de que no me había ‘guardado ausencia’, le afeé su comportamiento y corté con él. El cabreo (leve) me duró poco. Incluso me fastidió más la traición de la que creía mi amiga. Durante un tiempo, cada vez que me refería a ellos en público, unía a su nombre un insulto. Hasta que un día el odio se diluyó, se me pasó el disgusto y ya estuve lista para enamorarme mil veces más.

No mucho tiempo después volví a lucir lo que yo consideré entonces una cornamenta pero que ahora identifico como simple falta de experiencia sentimental. Varios amigos hicimos un viaje juntos a la playa y terminé liándome con uno de ellos, traspasando esa peligrosa línea que, por lo general, lleva a perder al amigo y al lío. Así fue. Terminado el viaje, sin prometernos nada, nos emplazamos a reencontrarnos un mes después y cada uno siguió por su lado disfrutando de sus planes de verano. Pero en ese tiempo, mientras yo soñaba con el reencuentro, mi querido amigo con derecho a roce repitió la hazaña con otra conocida. Cuando me enteré, con quién más me enfadé fue conmigo misma, por gilipollas y por haber echado a perder una amistad. Él, sencillamente, me defraudó. En cuanto a ella, la sumé a mi lista de personas non gratas hasta que asumí que no tenía sentido odiarla.

Seguro que he sufrido algún otro episodio de este estilo que ahora no recuerdo, porque ya voy teniendo algunos años, pero ninguno llega a la categoría de ‘infidelidad’ con mayúsculas, porque ni estamos hablando de parejas estables ni compromisos formales. En cualquier caso, tengo la sensación de que soy poco de actuar llevada por el despecho. Más bien, tiendo a pasar página para avanzar. No le veo el sentido a forzar a nadie a quererte o a estar contigo si no le sale de dentro. Así que, en caso de vivir lo de Shakira, no me imagino vengándome y haciendo escarnio público de mi ex. Maldecirle, sí, por supuesto. Y si hay que llorar, se llora. Y si hay que recoger pedazos, se recogen. Y después, a otra cosa, mariposa. Esto es todo lo que puedo decir sobre el tema de la semana, la millonaria venganza musical de Shakira tras su ruptura con Piqué por serle infiel con otra.

Por cierto, con algunos años más, interpreté el papel de ‘la otra’ siendo consciente de que estaba convirtiendo en cornuda a otra mujer. Aún no se estilaba lo de la sororidad. Incluso una vez descubrí que compartía el título con más ‘otras’, así, en plural, y lo permití. Estupideces del amor. La mayoría de las oficiales vivieron en la ignorancia y creo que no llegaron a saber de mi existencia ni de mi papel activo como cómplice de su cornamenta, sobre todo porque esas aventurillas no sirvieron para romper sus fuertes vínculos afectivos, y eso que llegué a desearlo en algún caso arrastrada por la lela romántica que llevaba dentro. Solo una vez mi aparición forzó una ruptura. Imagino que ella hoy, si hubiera sido Shakira, podría haberse marcado una sesión con Bizarrap. Afortunadamente no. Han pasado ya tantos años que seguro que de aquellas heridas ya no le quedan ni cicatrices. Lo mismo, hasta le hice un favor.