Blog personal de Ángela Beato. Escribo lo que siento. Digo lo que pienso. Procura no tomarme demasiado en serio.

jueves, 3 de agosto de 2023

Las opiniones son como los culos

La muerte del periodista Ramón Lobo y los comentarios al respecto de algunos lectores publicados al final de la noticia en ciertos periódicos digitales me han reafirmado en mi convencimiento de que habría que suprimir la opción de interactuar de esta manera con los medios.

Ya en alguna ocasión he abordado aquí ese escabroso mundo de los comentarios de los lectores de la prensa. No voy a entrar a fondo en qué tipo de persona se toma la molestia en leer una noticia y escribir después su opinión. Solo diré que sospecho que es alguien con tanto tiempo libre como necesidad de que alguien le preste atención. En cualquier caso, la mayoría de estos lectores tan ‘participativos’ suelen emplear frases anodinas y, por lo general, lenguaje respetuoso.

Pero también los hay cargados de bilis, hirientes en extremo y ejemplo evidente de que quien los emite necesita ayuda profesional. Coincidiréis conmigo en que aprovechar un obituario para poner a caldo al finado porque no pensaba como tú te define como lo que eres, un miserable. Si el que ha muerto de un cáncer no era santo de tu devoción, basta con no leer las semblanzas que de él escriben sus colegas y seguir adelante con tu vida como si nada. Lo contrario denota una pizca de masoquismo.

Diréis que, si se advierte a los usuarios que está prohibido el uso de insultos en estos espacios y se les invita a participar de manera constructiva, el medio puede aprovechar la moderación de comentarios para no publicarlos y asunto resuelto. Pero no es tan fácil. Porque se puede ejercer violencia verbal, hacer daño y enfangar sin emplear ninguna palabra malsonante. Y ante eso, un moderador se enfrenta al dilema de donde poner la línea para no caer en la censura.

Imagen de Tumisu en Pixabay

En cualquier caso, sean o no mensajes correctos, me pregunto qué necesidad tenemos el resto de lectores de conocer lo que piensa uno de nosotros sobre la noticia que acabamos de leer. A mí no me aporta nada. No digo que amordacemos al lector que quiere hacerle llegar sus impresiones al periódico. Si le ha gustado un artículo y quiere felicitar al redactor, adelante, que se lo diga. Igual que si le ha parecido poco acertado. Pero que sea una comunicación directa, sin necesidad de testigos. Para aguantar a gente vomitando odio podemos ir a Twitter, X o como se llame ahora la antigua red social del pajarito.

Me pasa lo mismo con las piezas de noticias de los telediarios que se apoyan exclusivamente en preguntar a la gente de la calle qué le parece el tema en cuestión. Son un clásico cuando se trata de asuntos como el calor, las vacaciones o cualquier otra cuestión sobre la que toque rellenar. ¿Qué me importa a mí si un fulano no concilia el sueño por las altas temperaturas o una pareja va a tomar un tren para irse a la playa unos días? Normalmente lo que aporta este tipo de ‘encuestas’ de calle suele ser tan irrelevante como la propia información, así que, en mi caso, me provocan rechazo. Prefiero que me ilustren las noticias con datos y testimonios de expertos en la materia que me cuenten algo que yo no sepa.

De modo que, como diría Clint Eastwood y remataría Joaquín Sabina, “Las opiniones son como los culos, todos tenemos uno y creemos que el de los demás apesta”.

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