El
Ayuntamiento de Las Rozas ha iniciado los
trámites
para la construcción de un aparcamiento subterráneo en el bulevar de la calle
Camilo José Cela, la arteria principal del Parque Empresarial del municipio.
Se trata de un
proyecto que figuraba
en el programa electoral del partido que gobierna, el PP, como medida destinada
a dar servicio a los numerosos trabajadores de las oficinas de esta zona, mejorar
la movilidad y favorecer el uso del comercio local de proximidad.
Algunos
vecinos del
barrio, entre los que me incluyo, no vemos la necesidad de acometer esta
obra. Quien no conozca el lugar no entenderá nuestro rechazo si lo que busca esta
infraestructura es incrementar considerablemente las plazas de aparcamiento en
el área. Por eso voy a tratar de explicar el trasfondo de la polémica haciendo
un esfuerzo por no resultar muy pesada.
La
zona de Las Rozas conocida como Parque Empresarial formaba parte en sus inicios,
a finales de los años 80 del siglo pasado, de un
desarrollo
urbanístico con el que el Ayuntamiento planeaba atraer sedes de grandes multinacionales
a su término municipal. Ubicándolas en esa zona, además, conseguía
unir sus
dos núcleos principales de población, entonces dispersos: el casco antiguo
de Las Rozas y el barrio de Las Matas. Una década después, con el ánimo de
ampliar el número de habitantes y viendo que los terrenos para oficinas no se
vendían tanto como se esperaba, se recalificó el suelo para levantar viviendas.
Durante
años ha existido una convivencia más que pacífica entre trabajadores y
residentes. De hecho, los pequeños negocios de proximidad del bulevar central -bares,
establecimientos de estética, tiendas de alimentación, bancos, librerías, clínicas
dentales, farmacias, etc- tienen mucho que agradecer a los empleados que se
desplazan desde Madrid o cualquier otro punto de la región de lunes a viernes. Pasan
en Las Rozas casi todo el día, así que allí se alimentan, se depilan, se ponen
un empaste, hacen compras de última hora e incluso se toman algo de afterwork.
Su
presencia entre semana también se nota en las plazas de aparcamiento de las
calles más próximas a las empresas y el eje comercial. A partir de las 7:30 de
la mañana empiezan a ocuparse y a las 10 ya resulta complicado encontrar un
hueco donde dejar el coche si uno decide visitar alguna de las tiendas de la
zona. Eso provoca una constante doble fila, no solo generada por los vecinos de
otros barrios que se desplazan en horario comercial a hacer sus recados, sino
también por los propios propietarios de esos pequeños negocios que cuando van a
abrir no encuentran un lugar donde dejar su vehículo y lo estacionan mal
provisionalmente, a la espera de que alguien se vaya. Por no hablar de sus
proveedores, que se las ven y se las desean para descargar la mercancía. Pero
todo este caos desaparece cuando llega el fin de semana, momento en que el
barrio recupera la tranquilidad y las bolsas de aparcamiento se quedan prácticamente
vacías.

Por
este motivo los críticos con el proyecto cuestionamos la conveniencia de gastar
casi 12 millones de euros de dinero municipal –de todos- en una infraestructura
que consideramos innecesaria y que, todo hace suponer, estará sin uso sábado y
domingo, dado que esos días hay sitio de sobra para aparcar en superficie y
gratis. Además, albergamos serias dudas de que los trabajadores de la zona
vayan a utilizarlo masivamente entre semana, puesto que la mayoría parece
aspirar a ocupar con su coche un hueco lo más cerca posible de su oficina sin
que le cueste un céntimo. De hecho, a medida que uno se aleja del radio de
acción de las distintas empresas, aumenta considerablemente el número de plazas
libres para aparcar. Incluso a menos de un kilómetro de allí se encuentra el
parking abierto, vacío y gratuito de un centro de ocio y un poco más allá está el
recinto ferial con numeroso espacio para dejar el vehículo. Pero a nadie le
apetece darse ese paseo ni antes ni después de trabajar.
Para
ser justos, hay que decir también que a muchos empleados no les duelen prendas
en pagar 40 euros al mes con tal de tener cerca una plaza de garaje donde dejar
el coche mientras trabajan. La prueba está en que hay lista de espera para
adquirir abonos mensuales en otro aparcamiento público ya existente en la zona,
bajo la biblioteca Leon Tolstoi. Un parking, por cierto, que tiene una de sus
dos plantas alquilada casi al completo por una de las empresas próximas.
Es
probable que os estéis preguntando si los edificios de estas compañías no
tienen su propio estacionamiento. Puede que incluso penséis que no debería
darse una licencia de obra a proyectos que no contemplen la inclusión de garajes
con plazas suficientes para cubrir las necesidades de sus futuras plantillas. Quizá
no se fue demasiado estricto con ese asunto en su momento. El caso es que como he percibido en redes sociales cierta confusión al respecto, me he tomado la molestia de contactar con
algunas de las más destacadas multinacionales radicadas en el Parque
Empresarial para sondear si disponen o no de aparcamiento en sus instalaciones,
si es gratuito o de pago, y si cubre la demanda de sus empleados. No todas han
tenido la deferencia de atender mi petición, así que también me he visto
obligada a recurrir a conocidos que forman parte de sus plantillas. Gracias a
su testimonio ya podemos hacernos una idea más o menos general de los usos y
costumbres de movilidad de sus trabajadores.
De
momento, para empezar, no he encontrado ninguna empresa en la que cobren a sus
empleados por dejar el coche. En cuanto a sus instalaciones, solo tres de las contactadas
ofrecen plazas de garaje gratuitas a todos sus empleados. El resto tiene
parking pero destinado a sus altos cargos y directivos con responsabilidades.
Eso sí, la mayoría dispone de un servicio de autobuses lanzadera que unen la
estación de Cercanías con sus sedes para facilitar el acceso a quienes optan
por desplazarse en tren. No he podido contrastar con datos si son más los trabajadores
que eligen el transporte público o los que optan por el vehículo privado,
aunque yo díría que ganan los primeros por cómo llegan a primera hora de la
mañana no solo los trenes, sino también las varias líneas de autobús que conectan
Madrid con este punto del municipio en una media hora, si el tráfico lo
permite.
Por
cierto que no solo los trabajadores de la zona se pelean por los espacios para
aparcar. También hay un instituto de reciente creación algunos de cuyos alumnos
mayores de 16 años, con permiso para conducir coches sin carnet contribuyen con sus pequeños vehículos a sobrecargar la zona entre 8:30
y 14:30. Ellos también quieren aparcar a la puerta del instituto, claro.
Imagino que si por ellos fuera, lo harían en el parking del centro, pero es
solo para sus profesores. Hablando del instituto, el aparcamiento de la
polémica se excavaría al lado mismo de este centro educativo, casi concluido tras
una latosa construcción por fases de más de seis años. Es decir, después de
haber soportado interminables obras habría que aguantar una más en una calle
donde el trasiego de chavales es constante.
En
definitiva, construir un aparcamiento subterráneo no es la solución. Creo que antes de afrontar una obra de esta envergadura y con tan alto coste, podrían estudiarse muchas otras medidas encaminadas a mejorar la movilidad. Por ejemplo:
-No
sería descabellado recuperar y hacer efectiva la idea del
Estacionamiento
regulado solo en el bulevar central, en la zona del comercio de proximidad,
para que haya mayor rotación en esas plazas y ‘animar’ a quienes las ocupan
durante toda la jornada a que aparquen unos metros más lejos, donde no haya
parquímetro pero sí sitios.
-Modificar
la distribución de los espacios en las bolsas de aparcamiento para optimizar su
uso y, por ejemplo, convertir en plazas de estacionamiento en batería lo que
ahora son en línea, lo que permitiría ampliar el espacio.
-Existen
dos centros comerciales en este radio de acción con amplios parkings ya
construidos y gratuitos que podrían dar el mismo servicio que el que planea edificar
el Ayuntamiento.
-Dado
que muchos vecinos hacen el viaje al contrario, es decir, salen con su coche de
su garaje particular a primera hora de la mañana para ir a trabajar a Madrid,
quizá podrían estar interesados en contribuir a crear una bolsa de plazas en
alquiler durante esas horas para quienes vienen a trabajar a Las Rozas.
-Fomentar
una cultura del transporte público resulta primordial, siempre que previamente se
mejore el transporte público, claro. Se podría empezar por crear una red
interna de autobuses no contaminantes para que resulte más dinámico ir de un punto a otro del municipio y esto invite a los vecinos a dejar el coche en casa.
-Lo
de poner multas tiene muy mala prensa, pero en ocasiones es lo único que
funciona con determinados individuos. Así que animaría a los agentes
municipales a multar sin miedo ni recato a quienes dejan el coche o la moto tirados
donde quieren y como quieren con tal de no tener que andar. ¡Ojo! A cualquiera, sea
residente o visitante.
-No
es cuestión de espantar a las empresas que generan riqueza en el municipio, es
cuestión de dialogar con ellas para que procuren la máxima ocupación de sus
aparcamientos, fomenten el vehículo compartido y también se busquen conjuntamente fórmulas
para premiar con incentivos a los empleados que contaminan menos. ¿Qué tal si se
gratifica a quien elige el transporte público con, por ejemplo, un día libre extra mensual, la
invitación a un menú semanal, un descuento en su abono transporte o un par de
entradas para un espectáculo de la programación cultural del municipio? Sí,
aunque suene a locura.
Ojalá el Ayuntamiento recapacite sobre el proyecto. Ahora que nos encaminamos inexorablemente a
una crisis, desaceleración, recesión o como quieran llamarlo, más que nunca convendría que las administraciones públicas repensaran en qué invierten el dinero de todos.