Blog personal de Ángela Beato. Escribo lo que siento. Digo lo que pienso. Procura no tomarme demasiado en serio.

Mostrando entradas con la etiqueta cine. Mostrar todas las entradas
Mostrando entradas con la etiqueta cine. Mostrar todas las entradas

lunes, 25 de noviembre de 2019

Redefinamos el sentido de la palabra ocaso

El actor Liberto Rabal, hijo del director de cine Benito Rabal, sobrino de la también actriz y cantante Teresa Rabal y nieto de los grandes intérpretes Paco Rabal y la recientemente fallecida Asunción Balaguer, se ha convertido involuntariamente en noticia hace unos días porque el periódico El Mundo ha considerado de interés para sus lectores divulgar cómo se gana la vida actualmente el pequeño de esta saga artística. El titular mencionaba la palabra ocaso, no sin cierto regodeo, para definir la nueva situación laboral del actor, reconvertido en vendedor en una tienda de una conocida cadena de muebles sueca.  Quien redacta la noticia considera que vender mobiliario escandinavo con nombres imposibles debe ser terrible para quien parecía que se iba a comer el mundo después de ser nominado a los Premios Goya como mejor actor revelación por su interpretación en Tranvía a la Malvarrosa y haber trabajado con Pedro Almodóvar en Carne TrémulaEs chocante el sentido negativo con que solemos emplear metafóricamente el término ocaso y la expresión estrella fugaz, cuando en su acepción más literal se refieren a dos bellísimos espectáculos de la naturaleza.


El texto divaga sobre los motivos que han podido alejar de los focos a Liberto y, por tanto, acercarle a su decadencia, pero sin aportar datos de peso o testimonios contrastados. Digo yo que ya que tiene la desfachatez de convertir en noticia algo así, el autor podía haber tenido el cuajo de atreverse a aproximarse al protagonista de la noticia e interrogarle sobre las verdaderas causas que le han llevado a terminar vendiendo muebles y artículos de decoración en una tienda Ikea. Quizá simplemente es la mejor manera que ha encontrado para sobrevivir.

En un país con una tasa de paro del 14% y un mercado laboral caracterizado por la precariedad y una tasa de temporalidad a la cabeza de Europa, tened presente que encontrar trabajo en el mundo de la interpretación no debe ser tampoco una tarea sencilla. Probablemente haya muchos actores o actrices que envidien la seguridad que le da a este padre de familia su nómina mensual, su horario y su estabilidad, un lujo asiático comparado con la presión de tratar de demostrar en cada casting lo que sabes hacer, la incertidumbre de si te volverán a llamar para otra película o la inquietud por si tu personaje en la serie de moda no llega a la segunda temporada y tampoco tú a fin de mes.

Liberto Rabal no es el primero ni será el último personaje del cine español que baja del pedestal del estrellato. También fuera de España encontramos numerosos ejemplos, conocidos y no tanto, de artistas que cambiaron la cámara por ocupaciones menos glamurosas movidos por distintas razones. 

Y no hay que ceñirse  exclusivamente al cine. Ocurre en cualquier ámbito. Según un estudio realizado hace unos años, el 36% de los trabajadores ejerce una profesión que no tiene nada que ver con su formación. Conozco a periodistas que un día, hartos de horarios infernales, sueldos precarios y oportunidades escasas, se prepararon unas oposiciones y se reciclaron en funcionarios o aceptaron una oferta laboral, que comenzó siendo temporal y se convirtió en definitiva, para pagar sus deudas. Así que no es raro encontrarse profesores, administrativos o dependientes con su título de Ciencias de la Información enrollado en el altillo de un armario.

Lo de perseguir los sueños no siempre tiene un final feliz o, mejor dicho, el final previsto. Es más, siento comunicaros que lo común es que nos pasemos la vida deseando que ocurra algo que nunca ocurre, por mucho que nos enfoquemos en ello con todo nuestro empeño. Para que la frustración sea más llevadera, de vez en cuando conocemos casos que nos animan a seguir intentándolo. Como el del director de cine sevillano Paco Cabezas, que acaba de estrenar su última película Adiós, rodada en su barrio de las Tres Mil Viviendas, uno de sus sueños. Hace unos años sus ingresos procedían de cantar en el metro y trabajar en un videoclub. Entonces se dio un plazo de doce meses para poder trabajar en el cine con la promesa de que si no lo conseguía, abandonaría. Hoy se lo rifan en Hollywood. Su plazo no expiró. Consiguió lo que se proponía. Pero, a cuántos no les sucede lo mismo.

Yo misma me he obcecado en conseguir ‘reinsertarme’ en la radio a pesar de lo complicado de la situación en este medio y mis escasas posibilidades. También me he puesto un plazo. Seis meses. Si en ese tiempo no lo consigo, rebajaré mis pretensiones y abriré el abanico. Quizá termine ganándome la vida como teleoperadora, reponedora en un supermercado o recepcionista, y dedique mi tiempo de ocio a lo que realmente me hace feliz, que es eso de contar historias. ¿Dirán quienes me conocen que ha llegado mi ocaso, mi decadencia? ¿Habré fracasado? Pues según se mire. He visto gente que habiendo triunfado -teóricamente- en lo suyo parece profundamente infeliz. A veces el éxito no da la felicidad.

jueves, 13 de septiembre de 2018

Perder los papeles

Hondarribia celebra cada 8 de septiembre su Alarde, una fiesta en la que los vecinos emulan a un batallón de antiguos soldados y desfilan hasta el santuario de la virgen de Guadalupe para cumplir la promesa que hicieron en 1638. En plena guerra de los 30 años, asediada la ciudad por las tropas francesas, los hombres le rogaron a la virgen que les echara una mano en la contienda. Después de 69 días, por intercesión divina o humana, vaya usted a saber, consiguieron liberarse del sitio galo. Desde entonces cada año peregrinan a ritmo de marcha recreando otros tiempos en una tradición milenaria que, en principio, reservaba los principales papeles a los hombres.  Si las mujeres querían participar tenían que conformarse con interpretar el rol de cantineras. 


Si os fijáis en esta imagen de 1919, tomada por el fotógrafo Ricardo Martín y titulada 'Celebración del alarde de Hondarribia con motivo de la celebración de sus fiestas patronales', podréis distinguir una sola mujer -la cantinera- entre todos los hombres. 

Así era hasta que en 1996 un grupo de mujeres reivindicó su derecho a hacer también de soldados. Entonces se creó una compañía mixta, Jaizkibel, en la que desfilan con su uniforme y su escopeta tanto hombres como mujeres.

Los más puristas están en contra de la participación de las féminas y cada año se lo hacen saber. La crispación es tal que las compañías tradicionales y las igualitarias desfilan por separado. Aunque ya han pasado 22 años desde aquel primer Alarde con chicas en sus filas, se siguen dando protestas. En la última edición los críticos cubrieron el itinerario que debía recorrer la agrupación con plásticos negros, prepararon un pasillo en el que se colocaron exhibiendo carteles con el lema Betiko Alardea (Alarde tradicional, en euskera) y montaron un follón ensordecedor pitando con silbatos para impedir que se escuchara la música que iba interpretando la compañía con sus pífanos y tambores.

Lo más llamativo del caso es que la mayoría de las personas implicadas en el boicot eran mujeres. Mujeres enfadadas porque otras mujeres quieren poder hacer lo que durante años ha estado reservado a hombres, osando poner en peligro una tradición. No lo entiendo. Y que me disculpen los de Hondarribia si me falta algo de terruño para asimilarlo. Digo yo que el Alarde no es más que una escenificación, un gesto, un teatro, una liturgia, una tradición que nace de recrear un hecho histórico. Lo importante es desfilar uniformados, que suenen las marchas militares y que todos los vecinos del pueblo celebren felices que no son franceses gracias a la virgen. Qué más da si en las filas de los soldados hay mujeres con boina, pantalón y fusil. Que alguien me expliquen qué terrible catástrofe puede desatar la presencia de varias mujeres vestidas de hombres recordando también a sus antepasados. Máxime en los tiempos que corren. Es evidente que en 1638 quienes lucharon contra los franceses fueron hombres, pero no va a cambiar la historia porque ahora haya mujeres participando en el Alarde.

Me ocurría lo mismo con las cofradías de Semana Santa que prohibían la participación de mujeres nazarenas. Con mantilla y peineta, lo que quisieran, pero con capirote no. Afortunadamente van entrado en razón. Es una escenificación, un ritual, un teatro, un ceremonial… Cualquiera con ganas y un mínimo de implicación puede formar parte de la celebración, independientemente de su género. Y que me perdonen los piadosos si he cometido involuntariamente un sacrilegio.

Todo esto me recuerda, salvando las distancias, un par de polémicas que ha dado el cine últimamente. En el mes de julio de este año la actriz Scarlett Johannson rechazaba un papel de hombre transgénero en “Rub & Tug” cuando la presión popular se volvió insoportable. Poco después a Paco León también le llovieron las críticas por interpretar a una mujer trans en la serie “La casa de las flores”. En ambos casos la crítica principal procedía de colectivos transexuales que criticaban que no se contara con actores o actrices trans para interpretar esos papeles. Bueno, ni esos ni los otros, porque precisamente su condición les cierra muchas puertas en el cine. Ni encasillarse pueden. Entiendo su postura y lo difícil que lo tienen todavía, pero siento decirles que el cine es ficción, mentira, interpretación. Y el mayor talento de una película y de un intérprete es que nos los creamos tanto que nos hagan olvidar que debajo del personaje hay alguien haciendo un papel. Sea como sea.

La actriz Linda Hunt interpretó a un hombre en “El año que vivimos peligrosamente”, de Peter Weir, y se llevó un Oscar. Si no habéis visto la película, deberíais. Consigue que te olvides de que es una actriz la que da vida a un fotógrafo bajito. John Travolta en “Hairspray” hace de una rechoncha madre sobreprotectora de los años 60 y su caracterización no desentona con la estética de la película. Hasta el punto de que a los diez minutos dejas de fijarte en el Travolta travestido y ya solo ves a Edna. Y qué me decís de Jared Leto… En Dallas Buyers Club era trans y VIH, pero nadie concibe que en el casting para el papel se considerara un plus ser seropositivo. Por rizar un poco más el rizo, Octavi Pujades y Ana Cela son médicos de verdad además de intérpretes. ¿Qué hacemos? ¿Les damos solo a ellos papeles en Anatomía de Grey y echamos a la impostora que hace de Meredith?

domingo, 5 de noviembre de 2017

El crepúsculo de los dioses


Kevin Spacey siempre me pareció un actor algo inquietante. Quizá deba echarle la culpa a la película 'Seven', que me predispuso a verle como un psicópata enfermo y peligroso. Luego 'American Beauty' me reconcilió un poco con su faceta de pobre diablo y 'Cadena de favores' terminó por convencerme de que debía incluirlo en mi lista de sufridores intérpretes favoritos. Más tarde vinieron muchos otros destacados títulos y la serie 'House of Cards', que definitivamente apuntalaron mi entrega. Por eso me ha dejado helada su comunicado pidiendo disculpas si hace años, estando borracho, había abusado de un joven -parece que ni siquiera lo recuerda-. Y ver que aprovechaba la coyuntura para salir definitivamente del oscuro armario, me ha parado el pulso.

Lo de que quiera vivir su sexualidad como gay la verdad es que me da igual, nunca me había planteado cuáles serían sus gustos en ese campo; pero la manera en que afronta la denuncia de abuso, parapetándose en el alcohol, le ha bajado de mi pedestal de un plumazo. Que conste también que no entiendo por qué la víctima lo denuncia ahora, 31 años después del supuesto abuso, y no ante la justicia, sino en una entrevista en BuzzFeed. Imagino que algo habrá tenido que ver el movimiento #MeToo #YoTambién, surgido a raíz del escandalazo que han supuesto las denuncias contra otro depredador sexual, el afamado productor cinematográfico Harvey Weinstein. Hay una auténtica efervescencia de nuevos casos, tanto de mujeres que se declaran víctimas del productor, como de hombres que sintieron el acoso del actor. Historias terroríficas de personas que han sido toqueteadas, si no forzadas sexualmente, en un ambiente desinhibido, el del showbusiness, donde se asume que todo el mundo alguna vez ha echado una canita al aire, con más o menos ganas, sin darle mayor importancia, y donde parece que impera la ley del silencio. Pero cuando rascas, cuando escuchas a esas víctimas que han estado calladas durante años para evitar represalias, soportando la vergüenza en silencio, incluso en algunos casos la culpa, solo tienes ganas de vomitar y te planteas si detrás de toda esa fábrica de ilusiones, camuflados entre el material del que están hechos los sueños, bajo tan brillante tapadera, se acochinan muchos tipos repugnantes, sin escrúpulos, enfermos, incapaces de vivir su sexualidad de manera sana, respetando a los demás, y dispuestos a utilizar su poder y el atractivo que creen les otorga su posición, para someter a la fuerza a personas que se encuentra en una situación de inferioridad.

Si todo este barullo sirve para atajar futuros casos, no solo en la meca del cine, también en la industria patria, habrá merecido la pena. Ahora bien, en este punto tengo mis dudas sobre si como espectadora cambiará mi manera de ver a Spacey en pantalla. De confirmarse todas y cada una de las acusaciones en su contra y de formalizarse las denuncias en un tribunal, el ser humano que hay bajo el actor me parecería un ser tóxico y despreciable, merecedor de cualquier sentencia que decidan imponerle si es que alguien se atreve a dar el paso de llevarle ante un juez. Pero, a pesar de todo, no puedo dejar de considerarle un intérprete con mayúsculas. Así que no voy a participar en ningún boicot espontáneo que invite a dejar de ver sus películas o series, porque eso supondría renunciar a lo único bueno de su persona, su talento para dar vida a tantos personajes de ficción. Ya he visto que Netflix no piensa como yo, de modo que es probable que esta revelación le pase una cara factura y sea el principio del final de su carrera, su particular crepúsculo de los dioses.

Lo cierto es que este tipo de prácticas no son exclusivas del mundo del artisteo. En el día a día, en la vida cotidiana, en la oficina, en el vecindario, en mayor o menor medida, existen personas trastornadas incapaces de controlar sus impulsos sexuales ni discriminar entre sus deseos y los de los demás, con o sin sustancias de por medio. Las redes sociales están plagadas de testimonios de mujeres que padecen a diario los asaltos inesperados de alguno de estos especímenes. Y termino con un ejemplo patético de esta cruda realidad. Hace unos días una joven en paro bastante angustiada publicaba un anuncio en un portal de servicios y compra-venta de segunda mano por internet, con la esperanza de encontrar de esta manera un empleo. Pues bien, la mayoría de las respuestas que recibió a su anuncio fueron bromas, propuestas indecentes o, lo que es más grave, ofertas reales de hombres dispuestos a contratarla, pero no para ocupar un puesto relacionado con su perfil profesional, sino como pornochachá -bien pagada, eso sí- o acompañante con derecho a roce. Es cierto que quizá la chica no acertó del todo eligiendo ese portal para encontrar trabajo; probablemente en Linkedin no habría recibido ese tipo de feedback. Pero nadie tiene derecho a tratar con tan poca consideración a nadie y nadie tiene por qué aguantar sin desearlo a babosos impresentables como los muchos que habitan este planeta necesitando con urgencia tratamiento específico o aislamiento de por vida. Puede que algunos de esos babosos vivan dos existencias paralelas y cuando no están acosando a mujeres con ordinarieces, se dedican a buscar un remedio contra el cáncer. Aunque, francamente, lo dudo. No lo concibo en alguien con tan poco respeto por el prójimo.

martes, 7 de febrero de 2017

En qué mundo viven los que desprecian la cultura

Imagina vivir sin libros. Que no hubiera uno sobre tu mesilla para leer al acostarte. Que no pudieras aprovechar tus trayectos en tren, en autobús o en avión para devorar el último ejemplar de bolsillo que te regalaron. Que nadie escribiera y nadie leyera. Que te privaran de la fascinante aventura de soñar con otras vidas pasando páginas. Y del intenso placer de dormir a tu hijo con un cuento. Un mundo con gente que no sabe explicarse como un libro abierto. Sin bibliotecas donde disfrutar de la lectura en silencio, ni librerías que huelan a papel y tinta, ni recomendaciones a amigos, ni regalos con mensaje, ni bookcrossing. 

Imagina vivir sin música. Que nadie programara conciertos. Se acabó el cantar en la ducha. Y el dar el cante. Y nada de ir con la música a otra parte. Y si no hay música, no hay danza. Conducir sin tararear las canciones que escupe la radio. Que las novias llegaran al altar sin una marcha nupcial con la que seguir el paso. Que en los desfiles de moda solo sonaran los flashes. Y en los homenajes a los fallecidos nadie interpretara El cant dels ocells de Pau Casals. Que los niños saltaran a la comba sin melodía. Los cumpleaños serían menos felices sin el cumpleaños feliz. Y en los campos de fútbol y en los mítines no sonarían ni himnos ni cánticos. Un mundo sin rock, ni clásica, ni pop, ni soul, ni blues, ni jazz, ni ska, ni house, incluso sin reguetón.

Imagina vivir sin arte. Que no hubiera museos. Que nadie pintara un lienzo, esculpiera una escultura o disparara su cámara para captar una fotografía. No se entendería el concepto de ir hecho un cuadro. Las paredes siempre vacías. Adiós a las exposiciones y a las galerías. Un agujero negro en lugar de impresionismo, realismo, romanticismo, dadaísmo y todos los ismos. Que resultara imposible expresarse con los colores. Que el pastel solo fuera un dulce, y la paleta, una chica de pueblo como yo. Que nadie te dijera ‘Qué arte tienes”. Que nadie te hiciera un retrato, aunque fuera con un seis y un cuatro.

Imagina vivir sin teatro. No habría teatreros, ni copleras, ni titiriteros. Ignorar el poder de un escenario sobre las emociones. Despedirte de sentir tu vello erizarse cuando se apagan las luces. Sería de todo punto imposible contar un chiste de los que empiezan con “Se abre el telón”. Nadie podría hacer mutis por el foro. No saber lo que es participar en un aplauso colectivo. Faltar como espectador privilegiado a las extraordinarias transformaciones que se producen sobre las tablas. No tener la posibilidad de meterte en la piel de otro. Y perderte la increíble experiencia de sentir mariposas en el estómago oculto entre bambalinas antes de ponerte bajo los focos. 

Imagina vivir sin cine. Que no hubiera más películas que las que se montan los caraduras. No existirían las cañas de después, ni las palomitas de antes. Ni pantalla grande, ni cinemascope, ni Dolby surround. Nadie podría colgarte la etiqueta de peliculero. Nada de reír con una historia de risa, ni llorar con una triste, ni gritar con una de miedo, ni cantar con un musical. Para ver las estrellas deberíamos conformarnos con mirar al cielo o golpearnos la cabeza. Ignoraríamos lo que es darse el lote con el primer amor en la última fila. Y lo que es peor, renunciaríamos a una de las maneras más entretenidas de conocer nuestra historia, saber de dónde venimos y a dónde vamos. 

Todo esto es cultura. Todo esto es vida. De modo que me pregunto en qué mundo viven los que menosprecian o directamente desprecian la cultura. Seguro que en uno muy aburrido. Eso suponiendo que estén vivos.




viernes, 1 de julio de 2016

Veinte años después vuelve 'Independence day'

Esta semana la cosecha de estrenos es más que rica, muy abundante y con títulos que despiertan mucho interés. Por empezar por aquellas películas que tienen asegurado el llenazo en el patio de butacas, vamos con ‘Independence day: Contraataque’. Veinte años ha esperado Roland Emmerich para servirnos la secuela de aquel otro día de la independencia. Se supone que las naciones de la Tierra aprendieron la lección y cuentan con un programa de defensa que proteja al planeta de cualquier inesperado ataque alienígena. Pero parece ser que los extraterrestres son muy listos… Menos mal que siempre existen seres humanos valientes para evitar que el mundo se extinga. Uno de los alicientes de esta peli es volver a ver en sus papeles, con veinte años más encima a algunos de los actores del reparto original, como Jeff Goldblum y Bill Pullman, a los que se une savia nueva, la que aporta el australiano Liam Hemsworth.


De entre los títulos románticos que se acumulan esta semana destaca ‘Antes de ti’, dirigido Thea Sharrock y con Emilia Clarke y Sam Claflin encabezando el reparto. La protagonista no tiene un objetivo claro en la vida, va dando tumbos de trabajo en trabajo hasta que acepta un nuevo empleo, cuidar y acompañar a un joven y rico banquero que se quedó en silla de ruedas tras un accidente. 


Hay amor, comedia y emoción también en ‘Mi panadería en Brooklyn’, de Gustavo Ron. Dirección española con reparto internacional y localización en la mítica Nueva York para esta historia sobre las dos herederas de una panadería ubicada en el barrio de Brooklyn que tienen distintos enfoques sobre el negocio, una circunstancia que se agrava más cuando el local corre el riesgo de ser expropiado por el banco. Blanca Suárez y Aitor Luna son los rostros nacionales que intervienen en algunas de las historias cruzadas que se entremezclan en esta comedia ligera. 


Después del experimento ‘Boyhood’ que tantos premios le dio, Richard Linklater vuelve con ‘Todos queremos algo’, una gamberrada ambientada en una residencia de estudiantes universitarios en los años 80. Faltan sólo tres días para que empiecen las clases y un montón de aventuras para el protagonista, un novato que va a saber lo que es bueno. 


El siguiente título es ‘Demolición’, una original propuesta de Jean-Marc Vallée con Jake Gyllenhaal, Naomi Watts y Chris Cooper en los papeles principales. La cosa va de un hombre que pierde a su mujer en un accidente y que ve cómo su vida se bloquea. La única manera que encuentra para seguir adelante y superar su grave crisis emocional es mantener la comunicación con la responsable de un servicio de reclamaciones y romper las cosas que formaban parte de su vida. 


El alemán Tom Tykwer dirigió hace un par de años a su tocayo Tom Hanks en ‘Esperando al Rey’, una película que ve ahora la luz sobre un empresario americano que no atraviesa su mejor momento, recién divorciado y con poco éxito en los negocios. Decepcionado decide afrontar un nuevo proyecto en Arabia Saudita, donde la economía se encuentra en pleno auge y donde espera poder lograr lo necesario para pagar la hipoteca, costear los estudios de su hija y ser valorado por quienes le rodean. 


‘Un amor de verano’, de Catherine Corsini es un drama romántico franco-belga que se estrena oportunamente en estos días del orgullo gay. Ambientada en los años 70, la protagonista es una hija de campesinos que se va a París para huir del yugo familiar y conseguir emanciparse económicamente. Allí conocerá a una parisina que defiende activamente los principios del feminismo. Entre ambas surgirá el amor, aunque la relación no resulte fácil.


Entre los estrenos uno del género bélico: ‘1944’, una película que elige como título este fatídico año en que se libró una lucha fratricida en suelo de Estonia durante la segunda guerra mundial. Los soldados de aquel país se vieron obligados en muchos casos a escoger bando y enfrentarse a familiaes y amigos. 


La última es ‘Cuerpo’, una película polaca dirigida por Malgorzata Szumowska, que obtuvo el premio a la mejor dirección en el Festival de Cine de Berlín y que ofrece tres aproximaciones radicalmente diferentes al cuerpo y el alma: la de un abogado que se enfrenta a diario con la muerte, su hija anoréxica que no ha superado la muerte de su madre, y la terapeuta que le asegura que puede comunicarse con los muertos queridos. 


Aquí tenéis los estrenos. Ya veis que hay mucho y con muy buena pinta, así que si en vez de elegir una os animáis a ver dos, mejor que mejor. Disfrutad el homenaje. Como siempre a continuación os dejo la versión podcast para escuchar este mismo repaso.

viernes, 29 de enero de 2016

Cine para despedir enero

Hoy es viernes, así que toca repasar los estrenos de cine. Si queréis escucharlos, aquí tenéis el podcast semanal.



Si tenéis poco tiempo y preferís estimular vuestros ojos, seguid leyendo...

"Spotlight" es el estrenón de hoy. Tom McCarthy dirige un reparto estelar encabezado por Mark Ruffalo, Michael Keaton y Rachel McAdams, dando vida al equipo de periodistas que ganó el Pulitzer con el trabajo de investigación sobre el escándalo de los abusos a menores en el seno de la Iglesia Católica. Llega precedida por nominaciones y premios, y más que le pueden caer en los Oscars.


Otra que suena en los certámenes por uno de sus protagonistas es “Creed. La leyenda de Rocky”. Supone el regreso de Sylvester Stallone al papel que tanta gloria le dio, el de Rocky. Ahora aparece ya como un boxeador retirado que se embarca en la aventura de entrenar a Adonis, el hijo del que fuera campeón de los pesos pesados, Apollo Creed, que aspira a competir por el campeonato del mundo. De conseguir Stallone el premio al mejor actor secundario por este papel, habría ganado su segundo oscar por hacer de Rocky.


Juana Macías dirige “Embarazados”, la peli española de esta semana. Paco León, Alexandra Jiménez y Karra Elejalde son algunos de los protagonistas de esta historia sobre una pareja al borde de los 40 que se enfrenta a la decisión de tener o no tener hijos. El prefiere seguir como estaban, pero ella necesita experimentar ya la maternidad. Por supuesto las cosas todavía se pueden complicar más.


"Cuando cae la nieve" es una historia de espionaje y amor. El tema no es muy original. Moscú años 50. Una espía del gobierno americano en plena guerra fría recibe la misión de conseguir información de un político ruso. Con lo que no cuenta es con enamorarse a pesar de todo lo que él representa.


"El gran día" es una cinta francesa sobre la historia real de cuatro jóvenes que se enfrentan a una prueba que podrá cambiar sus vidas para siempre. Sus sueños están al alcance de sus manos. Se han preparado para el desafío y de ellos depende no solo su futuro, sino también el de sus familias. Es un canto a la educación, el esfuerzo y el coraje.


¿Cómo contar el argumento de la que viene a continuación? Se titula "Pesadillas", dirige Rob Letterman y nos presenta a un adolescente recién mudado a un pequeño pueblo desde la gran ciudad. Naturalmente este cambio de vida no le anima mucho, pero la aparición de una guapa vecina con la que entabla amistad le va a dar vidilla, sobre todo cuando averigüe que pertenece a una extraña familia.


Película alemana a la vista. “Respira”, se llama y es un drama sobre una joven griega que emigra a Alemania en busca de trabajo y encuentra un empleo de niñera. Todo va bien hasta que un día pierde de vista a la niña a la que cuida.


La última es “Tar (El color del tiempo)” un biopic que narra la vida del poeta estadounidense CK Williams, interpretado por James Franco, con quien comparten elenco Mila Kunis y Jessica Chastain.



Estas son las nuevas películas que se incorporan a la oferta cinematográfica. Como siempre, elegid bien y "Venid al cine".