Blog personal de Ángela Beato. Escribo lo que siento. Digo lo que pienso. Procura no tomarme demasiado en serio.

domingo, 31 de marzo de 2019

La España vaciada que yo conozco

Las calles de Madrid han acogido este domingo 31 de marzo una de las manifestaciones más justas y necesarias de los últimos años: La revuelta de la España vaciada.


Yo nací en la España rural. En Toro, Zamora. Procedo de una parte del país que tuvo gran relevancia en la época medieval. Aparece incluso en los libros de Historia, pero a lo largo de los siglos ha ido perdiendo el esplendor que una vez tuvo. En los últimos cincuenta años, su población ha caído de manera alarmante. En 1960 Toro casi rozaba los 10.500 habitantes. Según la última cifra del INE, ahora residen allí 8.789 personas, mi madre incluida.

En mi pueblo ya no hay cine. Hubo uno hace años, el cine Imperio, pero lo cerraron. Supongo que no era rentable. La primera película que recuerdo haber visto en pantalla grande la vi allí, ‘Salomón y la reina de Saba’. Evidentemente no era un cine de estrenos...  Ahora el Imperio es un cine abandonado con aspecto de ir a colapsar en cualquier momento, ocupado por gatos que se cuelan por los agujeros de la entrada jugándose una de sus siete vidas. Hace algunos años hubo un intento de programar películas en el teatro municipal, el Teatro Latorre, pero desistieron. El número de asistentes no cubría el gasto de la copia. La gente prefería hacer una excursión a cualquiera de las capitales provinciales más próximas, Zamora, Valladolid o Salamanca, y además de ver una película, echar la tarde haciendo compras, dando un paseo y viendo otras caras distintas a las de siempre.

Aquí llega la eterna pregunta: se va la gente de los pueblos porque no hay oportunidades o no se ofrecen oportunidades porque no hay gente.

El momento crítico en que la población joven abandona el pueblo llega cuando se acaba la educación secundaria y el bachillerato. Los que deseábamos hacer una carrera sabíamos que teníamos que emigrar. Yo me vine a Madrid, pero otros amigos no tuvieron que alejarse tanto. En Zamora había unas pocas carreras superiores y Salamanca y Valladolid ofrecían casi todo lo demás. A pesar de la relativa cercanía, todos se mudaban porque era complicado cuadrar los horarios de los pocos autobuses que existían con los turnos de clase. Además, nadie estaba dispuesto a renunciar al ambiente de la vida estudiantil en una ciudad como Salamanca. Acabada la fase universitaria, la mayor parte de nosotros ya no volvimos. Encontramos trabajo fuera y pasamos a ser de aquellos  que regresan en vacaciones, fiestas y algún que otro fin de semana para visitar a la familia y los amigos que quedan allí.

Quienes se quedan es porque afortunadamente han encontrado una ocupación que les permite o les obliga a vivir en el pueblo: comercios, agricultura, hostelería, servicios, bodegas, turismo… En 2016 se celebró la exposición las Edades del Hombre en Toro. Al abrigo del evento se abrieron numerosos establecimientos que, una vez concluido, desaparecieron. Y eso que este pueblo, creo yo, tiene los suficientes atractivos y reclamos como para poder vivir del enganche de su patrimonio toda su vida. Aunque le faltaría un empujoncito.

Del tren mejor no hablamos. Nos sobran dedos en las manos para contar los trenes que paran a diario en la estación de Toro. Y lo más lejos que te llevan es a Zamora o a Medina del Campo.  Es verdad que de los autobuses no te puedes quejar. Hay uno cada hora en sentido Zamora o Valladolid desde la mañana a la noche.


Por supuesto, no hay una clínica, aunque sí un centro de salud, con servicio de urgencias, que da cobertura a 14 municipios de la comarca. Pero si una se pone de parto, no queda otra que irse al hospital más cercano, en Zamora. Y si ocurre cualquier urgencia, por ejemplo, un accidente doméstico o laboral, rezas para que la ambulancia llegue pronto y aguantes vivo la media hora que tardas en llegar hasta el hospital. Por supuesto, olvídate de los especialistas. De eso en Toro no hay. Al menos en sistema público. Si necesitas que el oculista te controle, tienes que ir a tu centro hospitalario de referencia a 32 kilómetros. Se supone que siempre debería haber un pediatra, pero resulta que cuando está de baja no le sustituye nadie, así que se quedan si él. El problema es que no es un día ni dos, es demasiado tiempo para una población infantil que tiene que ser atendida en su lugar por un profesional de la medicina general. Sí, ya sé que es médico y conoce los síntomas de cualquier patología, independientemente de que el que tose sea grande o pequeño. El problema es que esos pacientes tienen ciertas singularidades, enferman más, requieren unas revisiones y saturan la consulta general provocando un preocupante efecto dominó. Pocas veces mi pueblo monta un ‘Fuenteovejuna’ para protestar por algo, pero hace un par de meses, la ausencia de la pediatra era ya tan prolongada, que se lanzaron a la calle a manifestarse en contra de los recortes que les condenan a no disponer de una sanidad digna y unos servicios que son un derecho para cualquier ciudadano de este país.

Pero Toro es el paraíso si lo comparamos con Sanzoles, donde viven mis amigos Ana y Ele. Es otro pueblo de la provincia de Zamora con poco más de 500 habitantes. A principios del siglo XX llegó a tener 1.500. La escuela del pueblo sobrevive a duras penas, siempre con la amenaza del cierre, porque solo tiene 18 alumnos de 3 a 12 años, entre ellos su hijo pequeño, Hugo. Están divididos en dos grupos, de Infantil y 1º Primaria, y 2º a 6º, de modo que comparten la misma aula alumnos de distintas edades y cursos. De cada grupo se encargan un par de tutoras que, al más puro estilo maestro rural, les prepararan para la vida. Además hasta allí van puntualmente profesores de materias específicas como Educación Física, Inglés, Religión o Psicomotricidad. En ese aspecto son afortunados. Es como si tuvieran un profesor particular y el nivel educativo en los CRA (Colegios Rurales Agrupados) suele ser alto.

En cuanto a la sanidad, disponen de un médico que atiende a varios pueblos y que va todos los días durante dos horas. Eso sí, para que el pediatra vea a su peque tienen que desplazarse a Zamora, que está a poco más de 15 minutos en coche. Pero eso no es un problema para ellos. Lo peor, me dicen, es la falta de vecinos. Este domingo Hugo se ha pasado la tarde en casa porque no había ningún otro niño con el que jugar. Salen a la calle y no ven a nadie. Tienen un pequeño supermercado y su gran preocupación es si aguantarán con ese negocio hasta la jubilación, porque cada año hay menos gente en el pueblo. Los jóvenes de la zona no encuentran motivos para quedarse y la población envejece.  

La despoblación afecta a más de la mitad del territorio nacional. Las autoridades no pueden acordarse solo de ellos cada cuatro años, cuando hay elecciones. El entorno rural nos alimenta pero no recibe a cambio tanto como nos da. Los españoles que viven en las zonas rurales son tan ciudadanos de primera como el resto, pero pocos tienen acceso, por ejemplo, a cobertura de Internet de alta velocidad. En Zamora hay 18 habitantes por km2, de modo que tiene cierta lógica que las empresas de telecomunicaciones no quieran invertir en hacer llegar la fibra a esta zona con tan poca clientela. Por eso resulta tan necesario que la administración actúe, mediante leyes, ayudas o incentivos que animen a convertir lo que ahora son zonas deprimidas en lugares donde asentarse  cargados de posibilidades de futuro.

Por no mencionar las infraestructuras. No es que cada español deba tener una estación de AVE o una autovía a la puerta de casa; es que cualquiera pueda desplazarse con libertad y seguridad por el territorio nacional, por ejemplo, por carreteras con arcén y marcas viales, en suficientes medios de transporte y con la garantía de que vivir en un determinado entorno no le va a limitar la vida ni las oportunidades.

Ha llegado el momento de actuar en serio. Afortunadamente hay quien está trabajando en idear fórmulas para luchar contra la despoblación. Pero hasta que todas esas propuestas no se traduzcan en medidas reales, la idea de que la vida rural es más fácil que la urbana me temo que seguirá siendo una percepción romántica y equivocada.

domingo, 24 de marzo de 2019

Qué hartura de Torra

Honorable Quim, eres un auténtico coñazo. Perdón si ha sonado sexista. Trataré de utilizar un lenguaje más inclusivo: Quim eres un pesado de mil pares de narices. Si hasta se hacen juegos de palabras con tu apellido, Torra-Turra. ¡Venga ya! Te lo voy a decir yo porque está visto que no se atreven los que te lo tenían que decir, que es tu círculo más próximo, las personas que te quieren. Quim, te estás poniendo en evidencia. Aburres. No haces gracia. Das pena. Quizá hasta vergüenza. Eres más infantil que mis hijos. Tu machacona insistencia en retar a los poderes del Estado y pasarte por el forro las normas establecidas está empezando a resultar cansina. Y si crees que así ayudas en algo a tus compañeros presos, olvídate. Estás provocando el efecto contrario.

Si te parece que la Ley Electoral se ha quedado anticuada o sientes que está siendo utilizada para perjudicarte, pelea para cambiarla. Da los pasos que haya que dar en ese sentido. Agota las vías. No sé…, abre una recogida de firmas en Change.org, si te parece. Pero hasta entonces deja de marear la perdiz y limítate a cumplirla como hacemos el resto, ¡cullons! Qué manera de perder el tiempo y de agotar nuestra paciencia. Por no hablar de lo que estás contaminando con tanto lazo de plástico. ¿Y el gasto? Porque supongo que cada uno de esos carteles que pones, cubres, quitas, repones… cuesta un dinero que estará saliendo del presupuesto, ese que sigue prorrogado por tu incapacidad para encontrar apoyos, y que procede de los impuestos pagados con el sudor de la frente de los catalanes. De todos. No solo de los que te siguen la corriente. Gente, por cierto, que no ha abandonado sus responsabilidades para estar 24/7 dando por saco.

Porque mientras tú pones todo tu empeño en alargar esta cruzada, escatimas tiempo a lo importante, lo necesario, lo primordial. Gobernar, buscar soluciones a problemas de primer orden, de la gente de la calle, del pueblo de verdad. Listas de espera en sanidad, listas de espera en residencias de mayores, paro, vivienda, inmigración, educación…, en una palabra, la calidad de los servicios públicos catalanes. Problemas reales que no tienen pancarta. Porque así de surrealista es el asunto. La última pancarta que cuelgas en el balcón de la principal institución catalana, esa que presides y tan poco respetas, reclama libertad de expresión y opinión. La libertad de expresión y de opinión no está en peligro en Cataluña, no es un problema, cualquiera puede ejercerla. Sin ir más lejos, tú mismo, que te has pasado ya muchos pueblos y ahí sigues.

Involucrar en tu lucha a los mossos han sido tu última ocurrencia. Con la necesidad que tienen de recuperar la normalidad y la buena reputación. Si te quieres inmolar, hazlo tú mismo, pero no te lleves por delante a gente que lo único que quiere es cumplir con su obligación, llevar una sueldo a casa y vivir feliz.

Todo un honorable president reconvertido en pancartista. ¿Dónde se ha visto? Pero, ¿no te das cuenta del ridículo que estás haciendo? Eres patético. Si hasta tus partidarios empiezan a cuestionar tu estrategia. Deja ya de provocar, anda. Para de forzar la confrontación. Deja ya de joder con la pelota.

Dices que vas a “seguir adelante hasta las últimas consecuencias”. Bien mirado, es la esperanza que nos queda. Cataluña no se merece un presidente como tú. A ver si te inhabilitan pronto y nos dejas a todos en paz un ratito. ¡Cansino!


jueves, 7 de marzo de 2019

El feminismo, a mi entender

Cada año, cuando llega el 8 de marzo, presenciamos el lamentable espectáculo de ver cómo se instrumentaliza este día y se le inyecta una carga ideológica que traspasa la mera denuncia de la discriminación femenina. Inevitablemente unos y otros se lanzan al barro en una lucha por apropiarse del término feminismo y darle el significado que a cada cual le conviene. Y no lo entiendo. Yo diría que no hay nada que discutir porque, en mi modesta opinión, no hay posibilidad de equívoco.

Vayamos por partes y empecemos por el principio. Feminismo no es lo contrario de machismo. No son palabras antónimas ni, por supuesto, ideas antagónicas. A ver si nos queda claro. El feminismo es el movimiento que reivindica que las mujeres dejemos de estar subordinadas a los hombres y podamos aspirar a lo mismo que ellos. Es decir, el feminismo lucha por lograr para toda la población la igualdad de derechos y oportunidades que tradicionalmente han estado reservados solo para ellos. El machismo, en cambio, defiende los roles de género establecidos y sostiene que el hombre es, por naturaleza, superior a la mujer. Eso nos deja a nosotras como seres inferiores que necesitamos tutela, permiso u orientación masculina para hacer cualquier cosa en la vida. Por eso el machista se rebela contra la feminista, porque ve amenazada su privilegiada situación. No se da cuenta de que la cuestión no es bajarle del pedestal, sino hacerle entender que hay espacio allá arriba para compartirlo con ella.

Dicho todo esto, el feminismo no es solo cosa de mujeres. Los hombres también pueden ser feministas, por mucho que el nuevo feminismo les niegue ese derecho. Cualquier ser humano que defienda la igualdad de derechos y oportunidades, independientemente del género, para mí es feminista. Por tanto, las mujeres feministas no estamos en ninguna cruzada contra el género masculino en general, simplemente tratamos de combatir las actitudes machistas, vengan de donde vengan.

Tampoco el machismo es coto privado de ellos. Parece mentira, pero hay mujeres machistas. Conozco a algunas. Suelen negar que exista de discriminación y declararse femeninas, no feministas. Ven lógico estar a la sombra del varón y ese es el lugar donde se sienten cómodas, esa es su zona de confort. Les gusta que un hombre las corteje, les abra la puerta, les retire la silla, las piropee, las proteja, las controle, se ponga celoso si otro hombre les presta atención, etc… Es su decisión. Y como tengo por costumbre respetar a todo el mundo, la respeto, como espero que ellas respeten también mi postura.

Este año la huelga del 8 de marzo tienen un componente curioso. Una podría preguntarse contra quién se para, contra quién se reivindica, contra quién se protesta. Normalmente las huelgas generales son contra el Gobierno, pero ¿qué pasa cuando el propio gobierno, más que paritario y empeñado en legislar para mejorar las cosas, está de acuerdo con la convocatoria y anuncia que también va a hacer huelga en defensa de los derechos de las mujeres? ¿Contra quién se manifiesta una entonces? Contra el futuro Gobierno, supongo.

La nueva realidad política, en esta ocasión, ha puesto en la diana de las protestas del 8 de marzo a la oposición. La irrupción de Vox; la llegada de Casado al PP con un discurso hiperconservador como estrategia para recuperar el espacio arrebatado por los extremistas; la triple alianza 'trifálica', que diría la ministra de Justicia; el discurso, en ocasiones condescendiente con las mujeres, que emplean estas formaciones; el negacionismo sobre el fenómeno de la violencia machista y lo que han dado en llamar el negocio de la igualdad de género, sembrando de sospechas el trabajo que desde algunas administraciones se realiza en apoyo a las víctimas de maltrato…  Son los argumentos que le faltaban a este Día de la Mujer.

De todos modos, creo que estamos equivocando la estrategia. Ser machaconas con la realidad y reivindicar a cada minuto está provocando el efecto contrario al que queremos producir y está empezando a ser recibido por buena parte de la población con cierto rechazo. Y más cuando se mezclan conceptos, churras y merinas, como ocurre en el manifiesto del 8M. En vez de solidaridad con la causa, despertamos cierta tirria hacia todo el género femenino. Ocurre como con los críos. Nada como prohibirles algo, para que sientan la imperiosa necesidad de hacerlo. O como con los adolescentes, que por sistema se imponen pensar lo contrario de lo que piensan sus padres. Y así un día nos encontramos con que, en vez de avanzar, retrocedemos. Cuando pensábamos que habíamos recorrido un largo camino, que las nuevas generaciones de chicas se iban a encontrar buena parte del trabajo hecho, que ya no se sentirían intimidadas, ni cohibidas, que serían libres de pensar, vestir y actuar como quisieran, que podrían aspirar a ser lo que soñaran, a llegar tan arriba como tradicionalmente solo les habían permitido llegar a ellos, aparece este estudio del Centro Reina Sofía sobre Adolescencia y Juventud y te dan una bofetada de realidad… Su conclusión es que más de la mitad de jóvenes españoles defiende posiciones machistas.

Por eso, ahora, más que nunca, es necesario militar en el feminismo. No solo por los datos espeluznantes que arroja este estudio, sino por muchos otros datos más que evidencian lo mucho que nos queda por hacer. He aquí una pocas razones:

-De los 79 magistrados que componen el Consejo General del Poder Judicial, solo 15 son magistradas, un 19%. Así que casi nos podemos dar con un canto en los dientes al ver que en el juicio del año, el del ‘procés’ independentista catalán, una de de los siete magistrados es mujer. Y ¡ojo!, porque ellas son más de la mitad de la judicatura, pero a la hora de alcanzar puestos en los órganos superiores, se quedan muy por debajo. Observad la foto de familia de la última solemne apertura del Año Judicial, en la que el Felipe V posa con los miembros de la Sala de Gobierno del Tribunal Supremo.




-En la Guardia Civil las mujeres suponen únicamente el 7,5%; en el caso de la Policía Nacional alcanzan el 14,56%; y en las Fuerzas Armadas llegan al 12,7%.  Mirando a las cúpulas de estos cuerpos, en la Policía Nacional actualmente hay siete mujeres comisarias principales de 129 a nivel nacional. En la Guardia Civil, dos tenientes coroneles y en las Fuerzas Armadas, una mujer coronel y dos capitanas de fragata.

-Solo hay 25 mujeres en el mundo presidentas o primeras ministras. No hay más que mirar la foto de familia de la última cumbre del G20 en Buenos Aires, para notar un evidente desequilibrio: solo dos mujeres.


-De las 17 comunidades autónomas, solo dos están gobernadas por mujeres: Navarra (Uxue Barkos) y Baleares (Francina Armengol). Y no llegan a un 30% las mujeres alcaldesas de capitales de provincia.

-Las mujeres no llegamos ni al 30% en los puestos directivos de las empresas de comunicación. Los nombres femeninos en los Festivales de Música son anecdóticos y en el próximo Festival de Cine Español de Málaga hay solo cuatro mujeres en la sección oficial, dos de ellas iberoamericanas.

-El proceso va lento, se van dando pequeños pasos, pero es imparable. Como ejemplo, aunque sea forzado y de cara a la galería, como parte de eso que llaman la Responsabilidad Social Corporativa, los consejos de administración de las grandes empresas que cotizan en el IBEX casi han duplicado en numero de consejeras en diez años. Eso sí, en lo que se refiere a la plantilla, a igual currículum, las empresas prefieren contratar a un hombre que a una mujer. La prueba está en este experimento del Observatorio Social de La Caixa.

Vale, sí, está bien un Día de la Mujer para reivindicar que, aunque vamos por el buen camino, aún queda mucho por hacer. Un día para remarcar que estamos aquí y que hemos venido para quedarnos, aunque ellos ya lo saben y, afortunadamente, en la mayoría de los casos, lo celebran.

Pero a la igualdad de oportunidades real no se llega solo con un día de huelga y de reventar la calle. Ni siquiera introduciendo una asignatura de feminismo en el currículo de Educación Primaria, como proponen desde Podemos. Resulta mucho más útil que un niño lo aprenda de manera práctica, por ejemplo, viéndolo en su entorno y normalizándolo. Aunque en los 70 la sociedad española era todavía marcadamente patriarcal, los recuerdos de mi infancia son más bien de matriarcado, el que ejercía mi abuela como eje familiar. Si había alguien que mandaba allí, esa era ella. Las dos abuelas de mis hijos han sido mujeres trabajadoras y ellos asumen como algo normal que no deba haber una diferenciación de roles por género, que su padre y su madre contribuyan a sostener la economía familiar o que consensúen las decisiones que toman. Siempre he vivido en un entorno en el que nadie era más que nadie, donde desde el principio se me motivó a estudiar y labrarme un futuro profesional, a perseguir mis sueños y ser independiente, lo mismo que hago yo ahora con mis hijos. Creo que esa es la mejor asignatura de feminismo. Y no cabe duda que para inocular tanto el germen de la igualdad como el de la justicia social es preciso legislar, denunciar y penalizar los mecanismos de discriminación, ofrecer incentivos y ayudas con transparencia y promover campañas de divulgación. Al feminismo se llega a través de una educación sin crispación, una lucha sin victimismo, trabajo constante y diario, sin politizar, apostando por hacer de este mundo un paisaje más paritario, donde no se desperdicie el talento de la mitad de la población, que tiene tanto o más que aportar para que la sociedad avance.