Blog personal de Ángela Beato. Escribo lo que siento. Digo lo que pienso. Procura no tomarme demasiado en serio.

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domingo, 26 de septiembre de 2021

Feminismo sangrante

Hay nueva polémica en las redes. En realidad, no deja de ser una anécdota si miramos a nuestro alrededor. El centro cultural Medialab-Prado que depende de Madrid Destino, empresa pública del Ayuntamiento de Madrid, tiene un grupo de trabajo denominado ‘Gente que sangra’ cuya función es ser “una red abierta e inclusiva de divulgación y aprendizaje menstrual”. Fue creado para organizar actividades que creen “un espacio de sororidad en torno a la menstruación” y, de paso, mantengan vivo el “activismo contra el heteropatriarcado”. Uno de sus talleres, ofertado con motivo del Día de la Visibilidad Menstrual, instruía sobre la confección de compresas de tela reutilizables.
Aunque han pasado tres meses, ha sido ahora cuando se ha prendido la mecha en Twitter. Algunas asociaciones feministas lo han considerado, por hacer un juego de palabras, ‘sangrante’. Critican la denominación ‘Gente que sangra’ porque consideran que ofende a las mujeres, las invisibiliza y las anula, cuando recuerdan que es precisamente por ser mujeres por lo que tienen el periodo durante una buena parte de su vida, es decir, que solo las mujeres menstrúan. Hoy en día esta afirmación, circunscribir la regla a las féminas, se considera tránsfobo, porque se excluye a los hombres trans.

En esa línea se sitúa el planteamiento inclusivo de los impulsores de estos talleres que invitan a participar a “todas aquellas personas dispuestas a compartir su vulnerabilidad, identidades no binarias, mujeres autoidentificadas mujeres y varones cis con ganas de escuchar", señala literalmente su presentación. 

Una parte del feminismo, el llamado ‘clásico’, defiende que la menstruación es un proceso biológico exclusivo del género femenino y que son muchos años los que las mujeres llevan defendiendo que no se considere sucio ese aspecto de su biología ni se oculte lo específico de su sexualidad, algo a lo que creen que conduce este tipo de términos genéricos. 


Sin ánimo de entrar en esta guerra, yo iría a la raíz de la cuestión. Es decir, el nombre ‘Gente que sangra’. Admitamos que la elección de esa denominación es fallida. En realidad, todos sangramos. Por la nariz, por una herida o por la menstruación. Y de todos ellos, lógicamente, las personas que podrían estar más interesadas en la fabricación de compresas serían las que tienen la regla. De modo que, a mi entender, sería más apropiado ‘Gente que menstrúa” o “Personas menstruantes”, expresiones que ya emplean en estos círculos, aunque una parte del feminismo siga pensando que también deshumanizan e insultan, porque siguen borrando de esa realidad a la mujer. Al final, este nuevo feminismo tan inclusivo parece provocar el efecto contrario. Por incluir a una minoría, excluye a la mayoría y hay quien cree que se convierte en el mejor aliado del machismo. 

Aunque lo que me extraña es que el debate no se haya centrado en el tema del taller, la fabricación casera de compresas reutilizables. Ahí sí que me pinchan y no sangro. Será una práctica todo lo ecofriendly que quieran, pero nos retrotrae a la época de nuestras abuelas, que una vez al mes se pasaban los días lavando a mano paños higiénicos. Tanto tiempo tratando de avanzar para ahora volver a retroceder. Asumo que el uso de compresas y tampones genera un exceso de residuos que no benefician al medio ambiente, pero si es por eso, merece mayor promoción como producto de higiene íntima la copa menstrual, que da libertad a quien la lleva, no condena a hacer constantes coladas y a la larga resulta más económica. 

No quiero terminar sin mencionar a las mujeres menopáusicas que se han sentido agraviadas con este asunto. Algunas se preguntaban:” Y las que ya no sangramos, ¿qué somos?”. Yo les contestaría: Afortunadas.

domingo, 8 de marzo de 2020

Acertar con el eslogan

No, el grito “Sola y borracha quiero llegar a casa” no me parece el más acertado en la historia de los eslóganes feministas. Buscar la rima conduce a estas cosas. Un lema redondo requiere un brainstorming previo. Hay que meditar mucho antes de dar a luz a una buena frase que sea coreable y diga mucho con poco. Recordad, por ejemplo, aquello de “Nosotras parimos, nosotras decidimos.”

Imagen de OpenClipart-Vectors en Pixabay  
Con todo, yo sí alcanzo a comprender lo que quiere decir “Sola y borracha quiero llegar a casa”. No necesito que me lo expliquen. El evidente mensaje que encierra esa frase es que las mujeres queremos sentirnos libres y seguras. Que nada justifica que un hombre abuse de una mujer. Ni la ropa que lleve, ni que vaya sola por la calle a altas horas de la madrugada, ni que se haya pasado con el alcohol y sus reflejos estén más dormidos de lo recomendable. Nada lo justifica. Tampoco una mujer es culpable de ser agredida sexualmente. Nunca. En ningún caso. Aunque lleve minifalda, un escote hasta la cintura, vaya bebida o drogada y transite por un callejón oscuro. No se lo está buscando. No está pidiendo a gritos que la violen. El error está en apuntar a la víctima y no al delincuente, ese que espera agazapado a su presa, ese ser abominable que no sabe gestionar de manera adecuada su sexualidad y que ve en la minifalda, el colocón y la oscuridad una oportunidad perfecta para satisfacer sus instintos más primarios sin esperar a obtener un consentimiento explícito.  

El Consejo de Ministros aprobaba esta semana el anteproyecto de ley de libertad sexual, que básicamente trata de proteger a la mujer de tipos como esos y prevenir la violencia de género. Al margen de la polémica que ha acompañado ya de por sí a esta iniciativa legislativa, un tuit en la cuenta oficial del Ministerio de Igualdad incendió las redes y provocó un nuevo debate. Mencionaba la expresión de la discordia, “Sola y borracha quiero llegar a casa”, lo que no fue recibido muy positivamente por todo el mundo.


Creo que una cuenta institucional debe dirigirse a toda la población y no adoptar la jerga de solo una parte. Lo de emplear el argot de un colectivo concreto para sintonizar con tu público es un arma de doble filo. Como no manejes bien el soporte, puedes salir trasquilado. Es muy fácil caer en la tentación y pasarse. Con el tuit en cuestión el Ministerio de Igualdad le hace un guiño a quien abandera esa causa, un público ya convencido al que no tiene que persuadir de nada. En cambio, provoca rechazo entre aquellos a los que sí tiene que concienciar. Incluso distancia y enfría a los propios. De hecho, hay muchas mujeres feministas que entienden la expresión, pero no la corean porque les chirría. De un Gobierno que reivindica la inclusión se espera que sea inclusivo y lo demuestre también en sus redes sociales. Y para ello es fundamental que sus tuits no parezcan redactados por la persona que lleva el megáfono en una manifestación.

Por lo demás, al margen de que personalmente ese tuit me haya parecido infantil, lo que pone de relieve es la incoherencia de un Gobierno que lanza mensajes contradictorios en función del Ministerio que tuitee. Así, mientras leemos en la cuenta del Ministerio de Igualdad “Sola y borracha quiero llegar a casa”, nos encontramos al de Sanidad completamente volcado en favorecer un cambio cultural con respecto al alcohol para proteger a los menores de sus efectos nocivos.


Y es que, precisamente, ¿sabéis quienes corean ahora mucho la frase de discordia? Las crías en los institutos. Esta nueva generación feminista, que vive en la adolescencia y engulle sin digerir los planteamientos del feminismo más radical, la ha incorporado a su repertorio de reivindicaciones. Corear “Sola y borracha quiero llegar a casa” les hace sentirse muy mujeres adultas. Ellas también entienden el significado, saben leer entre líneas, solo tienen 15, 16 o 17 años, pero no son tontas. El problema es que van más allá y asumen como un derecho el consumo de alcohol. Y no lo es. La venta de alcohol a menores está prohibida por ley precisamente para evitar que criaturas en proceso de desarrollo lo consuman. Es igual. Ellos siguen bebiendo y los adultos, seguimos haciendo la vista gorda. La frasecita era lo que les faltaba para convencerles de que es normal pillarse un pedo cada fin de semana.

Tengo una hija que en poco más de un mes cumplirá los 17. Espero que nunca nadie le obligue a hacer algo que ella no desee y también que no beba alcohol cuando sale con los amigos. De hecho le pido que no lo haga. Como he pasado por ahí y sé cómo son las cosas a esa edad, le sugiero que al menos, si me va a desobedecer, lo haga con responsabilidad y le insisto en que el alcohol a su edad, cuando aún está formándose, es más perjudicial que a la mía, que ya estoy ‘deformada’. Y sobre todo, le pido que no me tengan que llamar de la comisaría porque la han encontrado tirada inconsciente en un parque, ni de ningún hospital porque la han ingresado con un coma etílico. Creo que todos hemos normalizado demasiado el consumo de alcohol en la adolescencia y el resultado suele ser bastante visible en algún parque cuando todavía no ha anochecido.

Yo quiero que mi hija llegue a casa siempre sobria. Y que si está algo achispada no venga sola, que alguien la acompañe y la proteja. No hay nada más patético que una persona borracha tambaleándose por la calle sola, sin nadie que la ayude a guardar la verticalidad, a elegir una esquina en la que potar a gusto, encontrar el camino a casa y meter la llave en la cerradura.

En cualquier caso, si os digo la verdad, no creo que las agresiones sexuales representen la mayor amenaza para las mujeres de este país. Entendedme. Los datos están ahí, sí. En 2019 se denunciaron un total de 15.338 delitos contra la libertad sexual. De ellos 1.878 fueron agresiones sexuales con penetración. Somos casi 24 millones de mujeres en este país. Las víctimas suponen un 0,06% de la población femenina. Es cierto que en estas cifras no aparecen las damnificadas por compañeros babosos cuyos comentarios provocan incomodidad, los pasajeros del transporte público que aprovechan la hora punta para rozarse accidentalmente, los transeúntes que te hacen saber lo que opinan sobre tu anatomía sin que les hayas preguntado, ni los pesados que te agobian en algún local de copas cuando sales de fiesta.

Estos desagradables incidentes forman parte del peaje que algunas han tenido que pagar por nacer hembra. Afortunadamente ahora no están tan extendidos ni generalizados. La cultura machista casposa va en declive y esos comportamientos son cada vez más residuales. Hay muchas más probabilidades de que una mujer se tope con el techo de cristal o los prejuicios sexistas, sufra la brecha salarial, le penalicen laboralmente por ser madre o deba renunciar a su sueño en este mundo para transformarse en cuidadora de un familiar dependiente. Así que, sí, la reivindicación sexual es muy razonable y oportuna. Pero no olvidemos el resto.

jueves, 23 de enero de 2020

Ser inclusivo sin ser excluyente

Las mujeres que siempre nos hemos considerado feministas estamos hartas de aclarar que el feminismo no es lo contrario del machismo ni tampoco su versión femenina. Es decir, no creemos que la mujer sea superior al hombre por naturaleza ni practicamos lo que podría llamarse, si existiera, el sexismo inverso. Digamos, entonces, que somos –permitidme la licencia- ese grano que le ha brotado en el culo al supremacismo masculino para torturarlo, combatirlo y reivindicar la igualdad de oportunidades entre hombres y mujeres. Por este motivo entenderéis que, al menos yo, no pueda abanderar un sistema en el que borremos del mapa de un plumazo a los hombres y solo demos oportunidades a las mujeres.

El anuncio de Irene Montero, al poco de ser nombrada ministra de Igualdad, de que los puestos de responsabilidad de su Ministerio iban a ser ocupados solo por mujeres va en contra de mi muy personal manera de entender el feminismo. Durante años nos hemos quejado de que los hombres acaparaban empleos y cargos por el simple hecho biológico de ser hombres. Que solo se les tenía en cuenta a ellos aunque hubiera mujeres tan competentes o más. Y resulta que ahora pretendemos hacer lo mismo pero al revés, encumbrando a la otra mitad de la población y excluyéndoles a ellos de la gobernanza. Tan discriminatoria era la práctica antigua, sobre la que hemos echado pestes, como la que parece que le gustaría instaurar a la ministra.  Irene Montero no ve dónde está el problema. De hecho, viene a decir que ya era hora que la tostada diera la vuelta, que durante siglos han tenido ellos la exclusiva y llega el momento de tomarnos la revancha. Lo siento pero no. Eso no es igualdad de oportunidades. Eso no es feminismo.

Recientemente la actriz Candela Peña lo explicaba clara y brevemente en la gala de los Feroz, premios que entrega la Asociación de Informadores Cinematográficos de España. Durante su discurso para agradecer el galardón concedido por su papel en la serie ‘Hierro’, la artista elogió a varios hombres presentes en la sala y añadió que "solas no podemos. Aunque somos la hostia (sic), necesitamos a los chicos. Contad con nosotras". Creo que muchas mujeres nos identificamos con ese discurso porque coincide con el concepto de feminismo que muchas defendemos.
Imagen de Clker-Free-Vector-Images en Pixabay 

En una sociedad formada por hombres y mujeres, las instituciones, las organizaciones, el mercado laboral, la cultura… deben ser un reflejo de esa realidad. Contar solo con las mujeres o con los hombres, dar el poder en exclusiva a uno de esos colectivos y despreciar al otro, pese a demostrar similar talento, no solo es injusto y discriminatorio, sino también muy poco inteligente. Supone renunciar a beneficiarse de lo mejor de cada uno.

Lo que hay que hacer es reivindicar mayor presencia de las mujeres en todos los ámbitos, en particular en los tradicionalmente acaparados por ellos. Queremos que se nos tenga en cuenta, compartir espacios, poder decir: “Aquí estamos, no es por casualidad y de aquí no nos mueve nadie. Hemos venido para remar juntos”.

Por cierto, no puedo evitar mencionar aquí la otra polémica de actualidad relacionada con el feminismo, en concreto con el lenguaje inclusivo, un asunto sobre el que ya he escrito aquí en anteriores ocasiones. La RAE vuelve a estar en el ojo del huracán por, en primer lugar, haber llamado la atención sobre lo incorrecto de elegir la expresión femenina “Consejo de Ministras” para referirse a las reuniones semanales del actual gobierno mixto. Fue la fórmula empleada por dos de las nuevas titulares ministeriales en su toma de posesión y, como han señalado los académicos, resulta gramaticalmente inaceptable. Y en segundo lugar, por su Informe sobre el buen uso del lenguaje inclusivo en la Constitución, encargado por el Gobierno hace más de un año y aprobado por el pleno de la Academia recientemente. En él precisan que la Carta Magna está redactada de una manera impecable y, salvo la recomendación de desdoblar términos como rey y reina o príncipe y princesa, en caso de que alguna vez se reformara este texto, acuerdan que no hay necesidad de muchos más cambios para feminizarla. La RAE siempre ha defendido el uso del masculino como genérico y mantienen esa doctrina, mal que le pese a la vicepresidenta Carmen Calvo, que sigue perdiendo el tiempo y la energía en esta absurda cruzada que, en mi modesta opinión, no figura entre las principales preocupaciones o demandas de la ciudadanía. Particularmente a mí me da igual que el Congreso siga llamándose Congreso de los Diputados y no de los Diputados y Diputadas o Congreso a secas. Lo importantes es que allí dentro se legisle pensando en nosotras.

La lucha por el feminismo a través del lenguaje pasa no por negar el género masculino y sustituirlo por femenino, ni por inventarse palabras femeninas inexistentes. Tampoco por desdoblar forzosamente y hasta la extenuación todos los términos. Mucho menos por canjear las vocales que marcan el género por la «@» o la «x», una solución fallida y poco práctica para referirse a ellos y ellas porque dificulta la lectura, principalmente de quienes sufren problemas de visión y se comunican a través de herramientas electrónicas.  La reivindicación del uso del lenguaje inclusivo de género pasaría por fomentar el uso de expresiones alternativas que integran a todos. Por ejemplo, en vez de ministros y ministras, o solo uno de ellos, ¿qué tal titulares ministeriales? En vez de hombres y mujeres, o solo uno de ellos, ¿qué tal personas? En vez de niños y niñas, o solo uno de ellos, ¿qué tal infancia? En vez de alumnos y alumnas, profesores y profesoras, o solo uno de ellos, ¿qué tal alumnado, profesorado o cuerpo docente? En vez de los españoles, los catalanes y los asturianos, o su versión desdoblada o solo femenina, ¿qué tal la población o la ciudadanía española, catalana y asturiana? En vez del médico y la enfermera, ¿qué tal el personal sanitario? Solo es necesario hacer un pequeño esfuerzo al escribir. Pero para eso primero hay que estar verdaderamente convencido y concienciado.

jueves, 7 de marzo de 2019

El feminismo, a mi entender

Cada año, cuando llega el 8 de marzo, presenciamos el lamentable espectáculo de ver cómo se instrumentaliza este día y se le inyecta una carga ideológica que traspasa la mera denuncia de la discriminación femenina. Inevitablemente unos y otros se lanzan al barro en una lucha por apropiarse del término feminismo y darle el significado que a cada cual le conviene. Y no lo entiendo. Yo diría que no hay nada que discutir porque, en mi modesta opinión, no hay posibilidad de equívoco.

Vayamos por partes y empecemos por el principio. Feminismo no es lo contrario de machismo. No son palabras antónimas ni, por supuesto, ideas antagónicas. A ver si nos queda claro. El feminismo es el movimiento que reivindica que las mujeres dejemos de estar subordinadas a los hombres y podamos aspirar a lo mismo que ellos. Es decir, el feminismo lucha por lograr para toda la población la igualdad de derechos y oportunidades que tradicionalmente han estado reservados solo para ellos. El machismo, en cambio, defiende los roles de género establecidos y sostiene que el hombre es, por naturaleza, superior a la mujer. Eso nos deja a nosotras como seres inferiores que necesitamos tutela, permiso u orientación masculina para hacer cualquier cosa en la vida. Por eso el machista se rebela contra la feminista, porque ve amenazada su privilegiada situación. No se da cuenta de que la cuestión no es bajarle del pedestal, sino hacerle entender que hay espacio allá arriba para compartirlo con ella.

Dicho todo esto, el feminismo no es solo cosa de mujeres. Los hombres también pueden ser feministas, por mucho que el nuevo feminismo les niegue ese derecho. Cualquier ser humano que defienda la igualdad de derechos y oportunidades, independientemente del género, para mí es feminista. Por tanto, las mujeres feministas no estamos en ninguna cruzada contra el género masculino en general, simplemente tratamos de combatir las actitudes machistas, vengan de donde vengan.

Tampoco el machismo es coto privado de ellos. Parece mentira, pero hay mujeres machistas. Conozco a algunas. Suelen negar que exista de discriminación y declararse femeninas, no feministas. Ven lógico estar a la sombra del varón y ese es el lugar donde se sienten cómodas, esa es su zona de confort. Les gusta que un hombre las corteje, les abra la puerta, les retire la silla, las piropee, las proteja, las controle, se ponga celoso si otro hombre les presta atención, etc… Es su decisión. Y como tengo por costumbre respetar a todo el mundo, la respeto, como espero que ellas respeten también mi postura.

Este año la huelga del 8 de marzo tienen un componente curioso. Una podría preguntarse contra quién se para, contra quién se reivindica, contra quién se protesta. Normalmente las huelgas generales son contra el Gobierno, pero ¿qué pasa cuando el propio gobierno, más que paritario y empeñado en legislar para mejorar las cosas, está de acuerdo con la convocatoria y anuncia que también va a hacer huelga en defensa de los derechos de las mujeres? ¿Contra quién se manifiesta una entonces? Contra el futuro Gobierno, supongo.

La nueva realidad política, en esta ocasión, ha puesto en la diana de las protestas del 8 de marzo a la oposición. La irrupción de Vox; la llegada de Casado al PP con un discurso hiperconservador como estrategia para recuperar el espacio arrebatado por los extremistas; la triple alianza 'trifálica', que diría la ministra de Justicia; el discurso, en ocasiones condescendiente con las mujeres, que emplean estas formaciones; el negacionismo sobre el fenómeno de la violencia machista y lo que han dado en llamar el negocio de la igualdad de género, sembrando de sospechas el trabajo que desde algunas administraciones se realiza en apoyo a las víctimas de maltrato…  Son los argumentos que le faltaban a este Día de la Mujer.

De todos modos, creo que estamos equivocando la estrategia. Ser machaconas con la realidad y reivindicar a cada minuto está provocando el efecto contrario al que queremos producir y está empezando a ser recibido por buena parte de la población con cierto rechazo. Y más cuando se mezclan conceptos, churras y merinas, como ocurre en el manifiesto del 8M. En vez de solidaridad con la causa, despertamos cierta tirria hacia todo el género femenino. Ocurre como con los críos. Nada como prohibirles algo, para que sientan la imperiosa necesidad de hacerlo. O como con los adolescentes, que por sistema se imponen pensar lo contrario de lo que piensan sus padres. Y así un día nos encontramos con que, en vez de avanzar, retrocedemos. Cuando pensábamos que habíamos recorrido un largo camino, que las nuevas generaciones de chicas se iban a encontrar buena parte del trabajo hecho, que ya no se sentirían intimidadas, ni cohibidas, que serían libres de pensar, vestir y actuar como quisieran, que podrían aspirar a ser lo que soñaran, a llegar tan arriba como tradicionalmente solo les habían permitido llegar a ellos, aparece este estudio del Centro Reina Sofía sobre Adolescencia y Juventud y te dan una bofetada de realidad… Su conclusión es que más de la mitad de jóvenes españoles defiende posiciones machistas.

Por eso, ahora, más que nunca, es necesario militar en el feminismo. No solo por los datos espeluznantes que arroja este estudio, sino por muchos otros datos más que evidencian lo mucho que nos queda por hacer. He aquí una pocas razones:

-De los 79 magistrados que componen el Consejo General del Poder Judicial, solo 15 son magistradas, un 19%. Así que casi nos podemos dar con un canto en los dientes al ver que en el juicio del año, el del ‘procés’ independentista catalán, una de de los siete magistrados es mujer. Y ¡ojo!, porque ellas son más de la mitad de la judicatura, pero a la hora de alcanzar puestos en los órganos superiores, se quedan muy por debajo. Observad la foto de familia de la última solemne apertura del Año Judicial, en la que el Felipe V posa con los miembros de la Sala de Gobierno del Tribunal Supremo.




-En la Guardia Civil las mujeres suponen únicamente el 7,5%; en el caso de la Policía Nacional alcanzan el 14,56%; y en las Fuerzas Armadas llegan al 12,7%.  Mirando a las cúpulas de estos cuerpos, en la Policía Nacional actualmente hay siete mujeres comisarias principales de 129 a nivel nacional. En la Guardia Civil, dos tenientes coroneles y en las Fuerzas Armadas, una mujer coronel y dos capitanas de fragata.

-Solo hay 25 mujeres en el mundo presidentas o primeras ministras. No hay más que mirar la foto de familia de la última cumbre del G20 en Buenos Aires, para notar un evidente desequilibrio: solo dos mujeres.


-De las 17 comunidades autónomas, solo dos están gobernadas por mujeres: Navarra (Uxue Barkos) y Baleares (Francina Armengol). Y no llegan a un 30% las mujeres alcaldesas de capitales de provincia.

-Las mujeres no llegamos ni al 30% en los puestos directivos de las empresas de comunicación. Los nombres femeninos en los Festivales de Música son anecdóticos y en el próximo Festival de Cine Español de Málaga hay solo cuatro mujeres en la sección oficial, dos de ellas iberoamericanas.

-El proceso va lento, se van dando pequeños pasos, pero es imparable. Como ejemplo, aunque sea forzado y de cara a la galería, como parte de eso que llaman la Responsabilidad Social Corporativa, los consejos de administración de las grandes empresas que cotizan en el IBEX casi han duplicado en numero de consejeras en diez años. Eso sí, en lo que se refiere a la plantilla, a igual currículum, las empresas prefieren contratar a un hombre que a una mujer. La prueba está en este experimento del Observatorio Social de La Caixa.

Vale, sí, está bien un Día de la Mujer para reivindicar que, aunque vamos por el buen camino, aún queda mucho por hacer. Un día para remarcar que estamos aquí y que hemos venido para quedarnos, aunque ellos ya lo saben y, afortunadamente, en la mayoría de los casos, lo celebran.

Pero a la igualdad de oportunidades real no se llega solo con un día de huelga y de reventar la calle. Ni siquiera introduciendo una asignatura de feminismo en el currículo de Educación Primaria, como proponen desde Podemos. Resulta mucho más útil que un niño lo aprenda de manera práctica, por ejemplo, viéndolo en su entorno y normalizándolo. Aunque en los 70 la sociedad española era todavía marcadamente patriarcal, los recuerdos de mi infancia son más bien de matriarcado, el que ejercía mi abuela como eje familiar. Si había alguien que mandaba allí, esa era ella. Las dos abuelas de mis hijos han sido mujeres trabajadoras y ellos asumen como algo normal que no deba haber una diferenciación de roles por género, que su padre y su madre contribuyan a sostener la economía familiar o que consensúen las decisiones que toman. Siempre he vivido en un entorno en el que nadie era más que nadie, donde desde el principio se me motivó a estudiar y labrarme un futuro profesional, a perseguir mis sueños y ser independiente, lo mismo que hago yo ahora con mis hijos. Creo que esa es la mejor asignatura de feminismo. Y no cabe duda que para inocular tanto el germen de la igualdad como el de la justicia social es preciso legislar, denunciar y penalizar los mecanismos de discriminación, ofrecer incentivos y ayudas con transparencia y promover campañas de divulgación. Al feminismo se llega a través de una educación sin crispación, una lucha sin victimismo, trabajo constante y diario, sin politizar, apostando por hacer de este mundo un paisaje más paritario, donde no se desperdicie el talento de la mitad de la población, que tiene tanto o más que aportar para que la sociedad avance.


martes, 3 de julio de 2018

Cuando el machismo combate el feminismo con bulos

Estoy estupefacta. Hoy hemos sido testigos de cómo internet puede ser una bomba de relojería en las manos equivocadas. Me explico. Leo en las cuentas de Twitter de varios medios de comunicación que la veterana periodista deportiva Mónica Marchante ha hecho unas declaraciones incendiarias contra su colega María Gómez, la reportera que ha estado cubriendo el Mundial de Rusia con el equipo de Mediaset.

Todo parte de la polémica surgida en este campeonato de fútbol sobre las libertades que se toman algunos aficionados con las reporteras mientras están haciendo su trabajo. Lo denunció María Gómez mostrando una de esas imágenes en las que ella misma, durante una conexión, aparecía siendo besada por sorpresa por un tipo que después de la ‘supuesta broma’ se echaba a correr. ¡Qué valiente! Esta misma profesional, en un directo en el que entrevistaba a aficionados, tuvo que oír como uno de ellos le preguntaba “¿Tú cómo te llamas, guapa?”, a lo que ella contestó “Me llamo María, y lo de guapa sobra. Soy periodista”. Esa reacción y sus continuas denuncias calificadas por algunos como “demasiado feministas” le han granjeado el aplauso de muchos, pero también las críticas de otros que le reprochan que arme demasiado escándalo por algo tan inocente –dicen- como un beso o un “guapa”.

Pues bien, con este caldo de cultivo, con la polémica en ebullición, resulta que –¡oh, casualidad!- aparece una sospechosa publicación que algún tuitero atribuye a Mónica Marchante y que nada más leerla a mí me pareció demasiado ‘heavy’ como para estar firmada por cualquiera, mucho más por una periodista conocida. Tiene todo el estilo de un anónimo y está claro que procede de alguien que conoce el mundo del periodismo deportivo. Juzgad vosotros mismos.

“Pues a mí no me parece machista que me llamen guapa. Igual es porque no me llevaron nunca a un Mundial sin tener ni idea de fútbol, ni me pusieron de florero en la foto de equipo rodeada de machitos. Y mucho menos llevando 5 minutos de periodista deportiva...No soporto la hipocresía. Y menos con este tema. ¿Te ponen de adorno y enarbolas la bandera del feminismo después de pasarte el Mundial entrevistando gente en la calle porque no vales para otra cosa? ¡Venga coño! Clara Rodríguez lleva 3 mundiales y 2 Eurocopas (que yo sepa) haciendo vídeos futboleros cojonudos, directos y lo que le echen. Nunca estuvo en la foto de equipo porque no es joven ni guapa, es una chica normal, que trabaja muy bien. Nunca se ha quejado de machismo. No ha necesitado viralizarse ni llamar la atención. Ah, por cierto, si es machista que te llamen guapa... ¿qué es ponerle la mano en el hombro al entrevistado? Igual el tío se sintió acosado... Más Claras Rodríguez, Verónicas Brunatis y menos farsantes”.


Parece que muchos estaban deseando escuchar o leer algo así, porque inmediatamente comenzó a compartirse el comentario y a suscitar el correspondiente debate tuitero. Todo el mundo dio por bueno el texto. Se tragaron el cebo. Creyeron que Marchante se había soltado la melena y la bilis, y no les pareció raro que en un ramalazo kamikaze utilizara esos términos tan contundentes contra una colega.

Mónica Marchante ha negado haber hecho ninguna declaración pública contra María Gómez. Lo triste es que parece que el único periódico que se ha tomado la molestia de llamar a la protagonista para contrastar la información ha sido La Vanguardia, que ha sido el primero en publicar en su edición digital que se trata de un fake. El resto de los periódicos ha seguido la estela del diario El Mundo, que fue el que soltó la liebre ejecutando algo que se lleva mucho ahora en periodismo, que es hacer una noticia con cualquier publicación que tenga muchos retuits y se convierta en viral. Y al final resulta que todo el personal comparte lo que otros están difundiendo porque han visto que lo daba el primero. Lo más loco es que cuando el medio en cuestión es ya consciente de que está divulgando un bulo, se resiste a eliminar la noticia o rectificarla porque los clics de los lectores le están reportando beneficios y si hay que elegir entre informar con rigor o ganar dinero, amigos, no hay color.

Durante ocho horas se ha estado atizando en las redes a dos mujeres profesionales del periodismo deportivo tratando de vender un irreal tirarse de los pelos femenino, porque ¡claro!, no hay nada más creíble que una riña entre mujeres y no hay peor enemigo de una mujer que otra mujer. Y ya de paso, tangencialmente, se cargaba contra el feminismo y contra las mujeres en el ámbito deportivo, uno de los mundos más machistas.

Conclusión: O los medios se ponen las pilas y se acuerdan de algo tan básico en el periodismo como contrastar y filtrar, o seguirán perdiendo credibilidad al mismo ritmo que ganan euros.

Mientras eso ocurre, recomiendo a los usuarios de las redes, cuestionarse todo lo que vean, por favor. Aprender a distinguir la realidad del fake es fácil, aunque no lo parezca; bastan un par de comprobaciones para salir de dudas.

En cuanto al ideólogo de este nuevo bulo, ya nos contarás qué has sacado tú de todo esto, ¡figura!