Blog personal de Ángela Beato. Escribo lo que siento. Digo lo que pienso. Procura no tomarme demasiado en serio.

jueves, 26 de julio de 2018

Abrir el melón del lenguaje inclusivo

Creo que ya en alguna entrada anterior de este blog he manifestado la pereza que me da la discusión sobre eso que se ha dado en llamar el lenguaje inclusivo. En aquella ocasión venía a cuento por lo pesado que resulta un mitin político cuando el conferenciante se empeña en visibilizar a las mujeres expulsándolas del genérico de toda la vida y forzando su mención específica con el calzador de la forma en femenino: compañeros y compañeras, españoles y españolas, castellanoleoneses y castellanoleonesas… Les reto a que hagan un discurso incorporando en cada párrafo el gentilicio de mi comunidad autónoma desdoblado en masculino y femenino. Se cagan…

El colmo del absurdo en esta guerra fue el término portavoza, que en un principio pareció fruto de un error y que terminó convirtiéndose en un ingenioso invento reivindicado no sin esfuerzo por algunos, dado que al ser tan antinatural, como que cuesta sonar convincente en su defensa. Es imposible feminizar más una palabra femenina –voz- que, por otra parte, cuando se une con el prefijo porta- puede aplicarse indistintamente a hombres y mujeres precediéndola del artículo masculino o femenino según el caso.


La lengua, la semántica y la gramática, términos todos femeninos –qué casualidad-, nos proporcionan ejemplos de dan mucho juego y sirven para ilustrar este asunto peliagudo del género en el lenguaje. El sufijo -nte, en sus variantes -ante, -ente, -iente, -yente, sirve para formar adjetivos a partir de verbos y expresan qué o quién ejecuta la acción. Es decir, no tiene un género concreto, se podría utilizar indistintamente para hombres y mujeres. Ocurre algo parecido en los países anglosajones con las palabras inglesas acabadas en –nt. Lo cierto es que algunos sustantivos con esa terminación han generado en castellano una versión femenina que se ha terminado admitiendo (-nta), pero no una masculina (-nto). ¿Y qué hace que surjan estas variantes? Es más, ¿qué provoca que aparezcan en unos casos y no en otros? Digo yo que no será por capricho.

Pensemos en estudiante o cantante, nunca han necesitado una versión alternativa femenina específica. Ni siquiera delincuente. Por cierto, no es de esta familia de palabras pero estoy recordando el término homicida, acabado en a, lo que podría inducirnos a pensar que se trata de un vocablo femenino, pero que sirve para ambos géneros. No imagino a los hombres reclamando para sí una versión masculina. Probablemente por el significado y las connotaciones negativas. O simplemente porque es ridículo.

El caso de la palabra presidente es curioso. Se refiere a quien preside, independientemente de su género. El diccionario de la RAE contiene también desde 1803 la versión femenina acabada en ‘a’, cuyo uso se había documentado ya desde el siglo XV, eso sí, aplicada a las esposas de los presidentes, no a las mujeres que ostentaban una presidencia, más que nada porque no existían, lo de presidir era cosa de hombres.

Analicemos ahora la palabra asistente. Como el resto de términos con los que comparte sufijo, denomina a la persona que ejecuta la acción, en este caso, que asiste. Inmediatamente habréis pensado en hombre o mujer que ayuda a un alto cargo en su quehacer profesional diario. Pero cuando la feminizamos y utilizamos la variante asistenta, que figura en el diccionario, seguro que la imagen que se os aparece en la mente es la de una chacha.

En cuanto a farsante, tiene oficializada en el diccionario su farsanta, pero ¿cuántos de vosotros utilizáis el femenino para una mujer? Y no será porque no hay mujeres farsantes. O a una figurante, la mujer que hace bulto en una película, ¿cuántos la llamáis figuranta? Pues la palabra existe, pero las mayoría elegimos usar el neutro figurante.

Quiero decir con todo esto que el diccionario de la RAE es más rico y amplio de lo que muchos piensan. Y que es la lengua la que va evolucionando a la vez que los hispanohablantes, de modo que con el uso vamos moldeándola y enriqueciéndola, siempre dentro de unas normas que permiten que los que la empleamos para comunicarnos sigamos entendiéndonos.

Así que cuando la vicepresidenta anunció que el Gobierno pretendía revisar la Constitución para adecuarla a un lenguaje inclusivo y que solicitaría a la RAE su asesoramiento, primero no di crédito. Podría darse la paradoja de que por fin se reformara la Constitución, pero no para desatascar el tema catalán, ni para eliminar la preferencia del varón sobre la mujer en la sucesión a la Corona (art. 57), o suprimir la coletilla del artículo sobre la abolición de la pena de muerte que dice salvo "lo que puedan disponer las leyes penales militares para tiempos de guerra" (art. 15), o actualizar el artículo en el que, al hablar del secreto de las comunicaciones, se menciona el telégrafo -hoy que ya nadie manda telegramas- (art.18), o fulminar de la Carta Magna la referencia al servicio militar obligatorio (art.30).

Y supongo que ya que quieren hacer un lenguaje inclusivo, no será solo para incluir a la mujer, sino también refinar la manera de denominar a los que llama el texto ‘disminuidos’ (art.49) para que no chirríe tanto en estos tiempos de personas con discapacidad o diversas capacidades. Y ya puestos, para que tenga algún sentido eso de que todos somos iguales ante la ley, podían cargarse la inmunidad de los diputados y senadores (art.71).

Pero no, no ha mencionado nada de eso Carmen Calvo quien, por otra parte, al comprobar lo poco receptivos que están en la RAE con su propuesta, ya ha avisado: la revisión del lenguaje de la Constitución se hará con o sin ellos. Pues que se vayan preparando quienes tengan que pelar esta patata caliente. Por poner un ejemplo de la locura que será, basta elegir el último artículo mencionado, el 71. Este artículo cuenta con cuatro puntos y en cada uno de ellos se menciona a los Diputados y Senadores, imaginad lo que puede ser el desdoble. “Los Diputados y Diputadas y los Senadores y Senadoras gozarán de inviolabilidad… bla bla bla”. No digo más.

En definitiva, creo que la lengua está viva y que va evolucionando a medida que cambia y se desarrolla la sociedad que la emplea para comunicarse. Claro que los textos legales deben emplear un lenguaje no sexista que contemple y respete a todos, pero no creo que forzar porque sí la simple incorporación de la versión femenina de las palabras neutras en la Constitución o poblarla de expresiones genéricas del tipo ‘personas’, ‘ciudadanía’ o ‘población’ vaya a significar un cambio sustancial en nuestra sociedad. Prefiero que llamemos a los cambios entre todos. Que por ejemplo, un día, dejemos de asociar asistenta con chacha, porque en el sector del servicio doméstico haya igualmente hombres y mujeres, y que la que colabora estrechamente con un alto cargo pueda hacerse llamar asistenta sin correr el riesgo de que la confundan.  O que cuanto antes dejen de tener connotaciones negativas los femeninos de palabras como perro, zorro, cerdo...

Esto por no mencionar que, hasta el momento, el Gobierno solo ha manifestado su interés por visibilizar a las mujeres. Pero, ¿qué pasa con las personas transgénero, género no binario o las que simplemente no se ven reflejadas en ninguna de las definiciones -masculina y femenina-?  Estas personas suelen reivindicar para ellas otro género neutro, el que simbólicamente aparece marcado por una ‘e’ al final de artículos, sustantivos y adjetivos. Sí, esto también era nuevo para mí, pero como tengo una hija a la que le fascina este tema tanto como para soltarte a bocajarro en una conversación  expresiones como cisheteropatriarcado o heteronormativo, te das cuenta de que hoy las cosas ya no se resumen en blanco y negro, masculino y femenino. Así que todo puede ser todavía más complejo. Quizá Carmen Calvo debía plantearse antes de nada si quiere abrir este melón.

No hay comentarios:

Publicar un comentario