Blog personal de Ángela Beato. Escribo lo que siento. Digo lo que pienso. Procura no tomarme demasiado en serio.

sábado, 29 de marzo de 2025

Cuando el hospital te cura pero te condena

En cuatro meses he vivido el ingreso en un hospital de dos personas mayores muy cercanas a mí y en ambos casos he llegado a la conclusión de que los centros sanitarios deberían revisar el protocolo que siguen con los pacientes ancianos.

Antes de entrar al hospital, esas dos personas caminaban, eran capaces de seguir una conversación e iban solas al baño cuando sentían la necesidad. Sin embargo, durante el tiempo que estuvieron ingresadas, una por una operación para extirpar un cáncer en una encía y la otra por molestias y confusión tras una caída sin aparentes mayores consecuencias, se les limitaron los movimientos, se les impuso hacer sus necesidades en un pañal para no salir de la cama y se les suministraron fármacos tan potentes para descansar que las dejaban KO hasta la tarde del día siguiente.

El resultado fue que ambas desarrollaron un síndrome confusional con delirios y agitación y perdieron masa muscular, con los consiguientes problemas de movilidad posteriores que las han condenado a una a sufrir doble incontinencia y a la otra a llevar protección ante la posibilidad de que no llegue a tiempo la ayuda para trasladarla al baño en su silla de ruedas. Sí, los médicos curaron su dolencia, pero su estancia en el hospital aceleró su deterioro hasta hacer casi imposible devolverlas a su estado anterior.



Una sociedad cuyo sistema de atención a la dependencia está prácticamente colapsado, con listas de espera que se multiplican, no puede permitirse ampliarlas aún más por la manera en que se aborda la recuperación en un hospital de los pacientes de edad avanzada.

Cuando asistes a episodios como estos te da por pensar que quizá el sistema sigue el orden natural de las cosas y, sin ser conscientes, todos seamos piezas de ese endiablado engranaje. Quizá en esta sociedad envejecida, la manera de contrarrestar ese aumento de personas que consumen pero no aportan es ir equilibrando la balanza a base de protocolos que las van apagando poco a poco. Porque imagino que si yo dejara de tener autonomía, de ser capaz de controlar mi propia vida, y notara que mi cabeza ya no rige como antes, sería inevitable que me invadiera la tristeza y me diera igual morirme.

1 comentario: