Blog personal de Ángela Beato. Escribo lo que siento. Digo lo que pienso. Procura no tomarme demasiado en serio.

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martes, 22 de diciembre de 2015

El día de la marmota

Una de las varias veces que intentaba dejar de fumar, tuve una recaída el mismo día de la Lotería de Navidad. De esto hace… bufff… puede que más de quince años. Y lo que me hizo volver fue precisamente el sorteo. Por aquel entonces trabajaba en la radio y me asignaron al equipo encargado de su retransmisión. El estrés de localizar las administraciones que habían vendido los premios, poner en línea a los loteros, las conexiones con los reporteros y demás entresijos de la producción del programa, pudieron más que mi fuerza de voluntad y en un momento de respiro cogí un pitillo de la cajetilla de un compañero y lo encendí allí mismo, en el estudio. Visto ahora, con el paso del tiempo, parece mentira. Mira por dónde, gracias a Zapatero y su ley antitabaco, esas cosas ya son impensables. Me acuerdo de aquel día por este otro 22 de diciembre, el de hoy, día de la Lotería de Navidad. 


He encendido la radio, he sintonizado Onda Cero, y he vuelto a viajar en el tiempo. Mis compañeros de entonces siguen allí y hoy de nuevo les toca el programa especial. Ya estamos con la tolva, los alambres, los paraguas, el bombo, las bolas y demás términos técnicos que se empeñan en explicarnos una vez al año. Me los imagino hartos de repetir los tópicos de siempre, como atrapados en el día de la marmota, contando las mismas anécdotas año tras año, que si los murcianos les dan más importancia a la suerte y los gallegos menos, que si se mantienen a la cabeza en ventas Doña Manolita en Madrid y la Bruxa D’or en Sort, que si ya están ahí los tipos disfrazados que se cuelan en el salón cada año, o la madre del primer niño de San Ildefonso que canta un premio. Cierro los ojos y veo a Carlos León cazando al vuelo al que ha dormido en la puerta del Teatro Real para entrar el primero; a Paco de León evocando aquellos bocatas que regalaba Loterías y Apuestas del Estado a la prensa acreditada para cubrir el evento; a Taboada -siempre sembrado- surfeando presentaciones ingeniosas mientras suenan de fondo los villancicos que pincha Gema Esteban; Hernández comentando las curiosidades del sorteo y Begoña Gómez poniendo algo de cordura con una sonrisa en este equipo de lujo. Echo de menos a Chema del Olmo conectando en directo desde el sorteo y veo que el marronazo de la producción le ha caído este año a Marisol Parada. La compadezco. Todos cruzando los dedos para que el gordo no aparezca durante una desconexión publicitaria y para que tarde en salir, porque si se adelanta, la magia se agota antes de tiempo y el interés se pierde en cuanto has entrevistado a la lotera y al puñado de agraciados, pero el programa tiene que seguir y durar al menos hasta las doce y media o una, y a ver qué cuentas entonces. 

Apuesto que alguien dirá “hoy es el día de la salud” o “sonaba mejor cuando era en pesetas”, y seguro que cae algún “para tapar unos agujeros”. Recuerdo cuando la lotería le tocaba siempre a Ángel Matanzo, concejal popular en Madrid con Álvarez del Manzano. Después heredaron la “suerte” otros como Carlos Fabra. En fin...


...siempre lo mismo. La Lotería de Navidad, ese sorteo que todo el mundo sueña con ganar, aunque haya muy pocas probabilidades y, de tocarte, es difícil que te puedas retirar, sobre todo porque el fisco se lleva el 20% de los premios de más de 2.500 euros. Por eso, por mucho que pasen los años, sigo sin entender por qué la gente se vuelve tan loca cuando le cae el Gordo y se lía a descorchar botellas de cava. Me temo que la única manera de entenderlo pasa por ser uno de los agraciados. Seguiremos esperando.

jueves, 3 de diciembre de 2015

Para qué sirve el EGM

Cuando trabajaba en la radio, la víspera de la salida de las cifras del EGM se notaba un runrún en el ambiente. Aunque todo el mundo trataba de aparentar que los datos de audiencia no le importaban lo más mínimo, que eran irreales, que había muchos intereses en juego, que esa medición era un cachondeo… lo cierto es que cuando veían los números negro sobre blanco, si tocaba buena oleada, los pasillos de la emisora se llenaban de pavos presumiendo de audiencia. Y cuando era al revés, solo se repetía como un mantra eso de que “el EGM no sirve para nada”. Lamentablemente, de momento, es la única fórmula con la que cuenta la radio para medir su audiencia.

Este miércoles ha salido la tercera oleada del año del Estudio General de Medios, que tenía cierto morbillo por saber cuántos fósforos emigrarían de San Sebastián de Los Reyes a la calle Valenzuela de Madrid. El resultado se podría resumir como que a la Cope le ha venido a ver el dios Herrera con casi un millón de fieles más y que Onda Cero gana un Premio Ondas por la mañana pero pierde 600.000 oyentes en esa franja. Y mientras la Ser sigue a lo suyo, de líder.

El Estudio General de Medios nace en el 68 cuando un grupo de empresas, básicamente de anunciantes, trata de crear un estudio de audiencias mediante un sistema de entrevistas que les permita manejar datos “fiables” sobre qué cadenas/emisoras/periódicos tienen más o menos televidentes/oyentes/lectores. Hoy la Asociación para la Investigación de Medios de Comunicación (AIMC) está compuesta por 160 empresas asociadas, entre las que destacan los medios de comunicación, que necesitan buenas razones para aspirar a un pedazo de la tarta publicitaria, y las empresas anunciantes, que quieren conocer el terreno para saber dónde, a qué hora y a qué precio merece la pena anunciar sus productos. Ambas partes se sirven de este gran estudio multimedia para analizar el comportamiento de la población.

A menudo se ha cuestionado la fiabilidad del EGM. Los hay que han intentado ponerlo en evidencia. Incluso hay quien ha ido más allá. Por mi parte nunca entendí cómo podía fluctuar tanto el número de oyentes de primavera a otoño, sobre todo en el caso de programas que no experimentan absolutamente ningún cambio de una estación a otra. 

No conozco a nadie que le hayan entrevistado para este estudio, a pesar de que se encuesta a más de 30.000 personas. Pero eso entra dentro de lo normal, tampoco conozco a ningún ganador de la Primitiva. Quizá lo que me inquieta más es que, si todos tendemos a ser grandes mentirosos, qué no inventaremos cuando estamos en modo anónimo. Es probable, además, que para no quedar mal mencionemos el nombre que más nos suene, aunque ni siquiera escuchemos nunca esa cadena, ese programa o a ese locutor. Y ya si tenemos en cuenta que el sondeo se basa en un elaborado cuestionario larguísimo, de una hora de duración, donde te preguntan de todo lo habido y por haber, cuando quieran llegar a lo que importa, los hábitos de audiencia, puede que ya no tengas ganas más que de terminar. 

Por cierto, ¿han actualizado ya el sistema para contar también a los oyentes que escuchan la radio por internet o a los que se descargan podcast de programas para disfrutarlos a horas intempestivas? En fin, que el EGM tiene que existir porque los anunciantes y los medios necesitan cifras para negociar, pero hoy por hoy no creo que nadie se guíe ya por una herramienta que ha evolucionado más bien poco.