Me apuesto el contenido de mi hucha de cerdito a que esta noche en buena parte de los hogares españoles habrá un dispositivo móvil por cada comensal. Alrededor de la mesa estarán los del selfie navideño, los que fotografían cada plato del menú, los que envían por whatsapp las típicas felicitaciones horteras o cachondas, los que consultan compulsivamente las redes para no perderse nada de lo que se comenta, los que llaman y contestan llamadas deseando buena noche y los más jóvenes, que buscan entretenimiento digital en una celebración analógica tan aburrida. Con este panorama, al final los pocos temas de conversación entre los langostinos y el pavo tendrán seguro como hilo conductor el teléfono móvil. ¿Recordáis cómo eran las cenas de Nochebuena cuando no existía el móvil? Cuesta hacer memoria...
Esta semana el director de orquesta y clavicembalista William Christie expulsó de una velada navideña musical en el Auditorio Nacional a un espectador por interrumpir el 'Mesías' con el sonido de su móvil. Lo han publicado todos los periódicos, aunque ya me había enterado por una de mis amigas de Facebook, Katia, una melómana empedernida que vivió el bochornoso incidente en directo. Cuando sonó el teléfono en uno de los momentos más dramáticos del concierto, el director de la orquesta hizo parar a los músicos para dirigirse al lugar del público de donde procedía la interrupción y soltó muy cabreado: ”Acaba usted de cargarse uno de los pasajes más bellos de una de las obras más hermosas jamás escrita”. Luego le echó de la sala.
Los móviles provocan escenas surrealistas. Ese mismo día, en el festival navideño escolar de mi hijo, su padre vivió en sus carnes otro pequeño incidente por sugerirle a una madre que estaba hablando por teléfono durante la actuación que abandonara la sala para no molestar al resto. En este caso, en vez de conseguir que cesara el alboroto, provocó el efecto contrario.
He coincidido en medios de transporte, autobuses, trenes o el metro... con personas que tienen la costumbre de elevar tanto la voz que resulta inevitable hacer partícipes a todos los que les rodean de su conversación telefónica.
En el cine, el teatro y hasta en iglesias, siempre suena el móvil de alguien que olvida apagarlo o silenciarlo y que, por culpa de la ley de Murphy, siempre tarda mucho en encontrarlo para hacerlo callar; cosa de los nervios del que se ve pillado y se sabe observado, supongo.
Los hay que se acuestan con su móvil, que revisan desde la cama las últimas actualizaciones de sus redes sociales y ponen a descansar el terminal en su mesilla de noche, anulando el sonido, sin darse cuenta de que en el silencio nocturno el ruido del vibrador te espabila como una bofetada.
En los restaurantes es común ver sobre la mesa, alineados con los cubiertos o las copas, los móviles de cada uno de los comensales. Y no es poco frecuente contemplar la delirante escena en la que cada uno de los que comparten la mesa interaccionan con su terminal en vez de con quienes le acompañan.
Y no hablemos del coche. Con frecuencia vemos a conductores con el teléfono en la oreja -ni siquiera se toman la molestia de instalar un manos libres- o contestando mensajes de whatsapp como pueden, soltando la mano del volante y desviando los ojos del asfalto.
No sé si alguien ha caído en la cuenta de que el móvil usado de manera incorrecta puede llegar a ser un arma de destrucción masiva. Como habéis visto suele provocar conflictos y sorprende comprobar cómo su poderoso influjo convierte a su dueño en un individuo dispuesto a saltarse las normas. Da igual que coloquen carteles bien claros en gasolineras, aviones, hospitales...; siempre encontraremos a alguien consultando su móvil al lado de un surtidor de gasolina, durante el despegue de un avión o a los pies de la cama de una UCI.
Espero que Papá Noel incluya junto con los teléfonos que le han pedido de regalo este año un manual que explique el uso respetuoso y educado del móvil. Y ya puestos, ahora que se lleva tanto lo de los retos o 'challenges', a ver quién se atreve a hacer el reto de la cena de Nochebuena sin móviles o, para que tenga más tirón, el 'No Smartphone Challenge Christmas Eve Dinner'. Uf, demasiado largo para que tenga éxito...
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