Blog personal de Ángela Beato. Escribo lo que siento. Digo lo que pienso. Procura no tomarme demasiado en serio.

sábado, 10 de diciembre de 2016

La mentira

Mentir no es solo faltar a la verdad. Igual de mentira es una exageración que una omisión. Desde que se destapó el ‘caso Nadia’ no dejo de darle vueltas al tema. Y cuantos más detalles se filtran y más se enmierda el relato, más increíble me parece todo. Por lo visto solo hay una certeza: una niña enferma. El resto son verdades a medias y confusas mentiras. No puedo creer que unos padres utilicen a su hija para lucrarse con su desgracia, que vivan de dar lástima y despertar la solidaridad ciudadana, que consigan donativos para costear tratamientos de la niña y se los gasten en vivir a todo trapo. No me cuadra. No encaja. Al menos en mi mentalidad de madre. Tampoco me entra en la cabeza que después de ocho años con este supuesto ‘negocio’ nadie haya sospechado nada hasta ahora y que esta pareja haya sido capaz de hacer pasar como reales tan descaradas invenciones. Por no hablar de lo cruel y psicótico que me resultaría que alguien se inventara un cáncer no tratado por dar aún más pena. Pero al margen de todo este rompecabezas que soy incapaz de completar, pienso en aquellos a los que verdaderamente esta historia les va a pasar factura. 


Pienso en cómo estará Pedro Simón, un periodista de verdad, el extraordinario profesional cuyo relato de la historia propició que ese padre consiguiera en tiempo récord miles de euros en donaciones supuestamente para que una eminencia operara a su hija en EEUU y alargara así su vida de 11 años. Me pregunto de qué manera le estará afectando haber metido la pata y estar por ello ahora en el ojo del huracán. Porque al final todo el mundo, sin mencionarlo directamente, le culpa a él de haber escrito una historia que llegó al alma de mucha gente y de engañar al personal, cuando él mismo fue el primer estafado. Cómplice y víctima del engaño sin saberlo. Vale, cometiendo errores de principiante para un tipo al que le sobra experiencia y calidad. Pero no creo que haya que lapidarle por ello. Aquí de nuevo los medios de otras trincheras se frotan las manos con la desgracia ajena sin tener en cuenta que en cualquier momento les puede pasar en su casa, teniendo en cuenta el nivel lowcost que está alcanzando el oficio. Si un número uno como Simón ha tropezado, nadie está a salvo. De hecho en los ocho años que esta pareja lleva mendigando ayuda para su hija, muchos han sido los periodistas que se han dejado enternecer sin sospechar. Pero ninguno había comunicado tan brillantemente como para conseguir que la historia se amplificara de tal manera. 

Pienso en los que difundimos el reportaje, los que admitimos que nos había tocado la fibra, famosos y anónimos, incluso en los que hicieron transferencias a esa cuenta para ayudar a Nadia. Pienso en la cara de idiota que se les habrá quedado, y en su enfado y su rapidez en denunciar la estafa y reclamar la devolución de su dinero. Yo estuve tentada de colaborar, pero mi habitual indecisión cuando se trata de soltar dinero me salvó. Este caso ha servido para endurecernos a todos el corazón, así que de momento tardaremos mucho en volver a bajar la guardia.

Pienso en Nadia, en la niña que necesita ayuda, afectada por una enfermedad rara de nombre imposible de pronunciar en un primer intento, tricotiodistrofia, que ha pasado de ser un ángel a ocupar el centro de la polémica, un reclamo para una estafa, la niña de los ojos de un padre con antecedentes que no tuvo escrúpulos en utilizarla para su beneficio, en inventar una historia a su alrededor de la que ella parecía totalmente ajena, y que ahora, además de verse alejada de quienes -se supone- más la quieren, ha dejado de despertar lástima, emoción, solidaridad o pena. A causa de este escándalo, ya nadie volverá a conmoverse con su enfermedad. 

Y pienso en todas esas personas que lo pasan mal porque la lotería de la vida les ha adjudicado una enfermedad rara a sus hijos. Por culpa de este escándalo quedarán bajo sospecha y deberán duplicar todos sus esfuerzos para conseguir llegar a la gente y concienciar sobre la necesidad de recaudar fondos con los que afrontar los costosos gastos de los tratamientos o la investigación para encontrar una cura. 

Muchas víctimas y demasiados daños colaterales de una miserable mentira.

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