Ojiplática, tiesa, impactada, anonadada… así me he quedado al escuchar a la madre del conductor del autobús escolar que volcó en una rotonda en Fuenlabrada y dio positivo en el narcotest al que le sometieron tras el accidente. Esta madre ha admitido que su hijo consumió cocaína el viernes pasado en una fiesta, para apostillar a continuación –y esto me ha llegado al alma- “como cualquiera”. La mujer debía tener buena intención pero le ha hecho un flaco favor a su hijo. Digamos que hay amores que matan. No cabe duda que el Síndrome de Wendy le ha impedido ver con claridad, algo que a las madres nos suele ocurrir cuando nos ponemos sobreprotectoras. Creemos que ayudamos a nuestros hijos, pero les estamos hundiendo en la miseria.
No señora, como cualquiera no. De entrada no todo el mundo elige la evasión química de su vida cotidiana, ni tiene por costumbre meterse droga cuando va a una fiesta para divertirse. Más común es darle al vino o al gin-tonic, ahí no le digo yo que no. Tampoco cualquiera se puede permitir adquirir cocaína, teniendo en cuenta que este estimulante no se encuentra en las estanterías del supermercado, por lo que hay que saber a dónde dirigirse. Sospecho, además, que el precio de una sustancia tan adictiva e ilegal no debe ser muy asequible en el mundo del trapicheo. Ignoro a cuánto está el gramo, aunque por lo que leo prefiero gastármelo en un libro, un par de pelis o un disco, que también hacen volar… la imaginación.
Como cualquiera, me sorprende esa normalización del consumo de drogas que hace la madre. Me sorprende, sobre todo, tratándose de una madre, aunque analizándolo bien puede compararse –salvando las distancias- con la tendencia de algunas progenitoras a pasar por alto e incluso justificar las acciones incorrectas de sus hijos. Sucede constantemente, cada vez más. Así estamos como estamos.
A la madre coraje le han dolido especialmente los comentarios que han hecho los niños que iban a bordo del autobús de ruta accidentado, aludiendo a la conducción temeraria del chófer. “Él también es padre y con estas acusaciones le están arruinando la vida”, ha dicho, imagino que sin pensar, y he terminado por alucinar un poco más. ¡Ah! Que además de consumir cocaína, como todo el mundo, es padre. Uno es víctima de sus actos y sus comportamientos, uno se arruina la vida cuando teniendo hijos, es decir, siendo responsable de otras personas y un tótem para ellas, se mete coca en una fiesta y luego pretende recuperar la normalidad en su vida, ponerse al volante de un autobús cargado de críos y ser capaz de reaccionar ante cualquier imprevisto, como si no le hubiera disparado horas o días antes un polvazo a su cerebro.
No digo yo que las cosas no sucedieran como le ha contado el hijo a su madre, que se le bloqueara la dirección al coger la rotonda y cuando trataba de enderezar el vehículo volcara. Pero lo impepinable es que, al margen de que cada uno pueda hacer lo que le plazca con su vida y su cuerpo mientras no hiera a los demás -como si quiere incorporar lejía a su dieta-, cuando en tus manos está la vida de otros, mucho más si esos otros son menores, no caben dudas y no hay excusas. Hay que ir con pies de plomo y evitar determinadas prácticas poco recomendables. Hay profesiones que realmente exigen sacrificios, y no creo que esta sea una de ellas, porque renunciar a consumir drogas o alcohol y descansar bien antes de conducir no parece que suponga un sacrificio para nadie. Y esto va también para los que no son conductores profesionales, pero sí padres/madres y taxistas de sus hijos, que critican el caso pero no dudan en coger el coche después de tres riojas.
Esta madre reconoce que su hijo es muy nervioso (no soy una experta, pero no parece la mejor terapia para los nervios una sustancia que te pone como una moto), "pero no es un asesino". Nadie le ha acusado de ello, como mucho de irresponsable. No sé si las empresas del sector tienen por costumbre realizar test de alcohol y drogas con cierta periodicidad a sus empleados, incluso exámenes psicológicos, o si esto choca con los derechos de los trabajadores. Pero visto lo visto... Si tener que alimentar a un hijo o trabajar con chavales no te merece el mínimo respeto, quizá te despierte la conciencia y sea más efectivo saber que te arriesgas a perder tu trabajo si tus jefes detectan que te has metido una raya. Como cualquiera.