Ahora
os imagino cabreados. Resulta hasta cierto punto lógico que os sintáis presos
de un bajonazo. Algo deprimidos incluso. Seguramente alterados. No es para
menos. Cuatro elecciones generales en cuatro años es demasiado. No hay cuerpo
que lo resista. Ni país que pueda salir adelante con esta parálisis.
Porque el bloqueo institucional nos mantiene con los mismos Presupuestos,
los del popular Cristobal Montoro, prorrogados por segunda vez, dado que con
todo este galimatías el calendario electoral no permite aprobar a tiempo otros
para 2020. Y porque el poco trabajo que se haya podido abordar estos meses en
las distintas Comisiones va a quedar en nada cuando las iniciativas
parlamentarias tramitadas decaigan automáticamente a la vez que se disuelven
las Cortes.
Estaréis
pensando inevitablemente en el dineral que nos va a costar la gracia. No solo por
el gasto
que supone organizar unas nuevas elecciones, cerca de 140 millones de euros que,
por cierto, el Gobierno deberá conseguir mediante la aprobación de un crédito.
También en la pasta que se nos va a esfumar en finiquitos
de sus señorías tras la disolución de las Cortes, como ya sucedió hace seis
meses, después de haber trabajado casi nada y menos. Desde el 21 de mayo de
2019 en que se constituyó la Legislatura hasta el “día D” habrán pasado cuatro
meses, con un verano de por medio, poco productivos para el país. No así para
los bolsillos
de estos servidores públicos.
Mención
aparte merecen los presidentes del Congreso y el Senado. Por los servicios
prestados durante solo los cuatro meses que han ejercido como tercera y cuarta
autoridad del Estado, tras el Rey y el presidente del Gobierno, se han ganado
el derecho a cobrar una pensión compensatoria del 80% de su sueldo durante el
tiempo que han cumplido su misión. Esto estaría condicionado a no recibir otra
retribución del Estado, de modo que si planean seguir como parlamentarios deberían
renunciar, como hizo en su día Patxi López.
Además, independientemente de su decisión, disponen durante cuatro años de escolta
y coche oficial.
No
he citado entre las cosas que os remueven las entrañas el célebre kit tecnológico
que al inicio de cada legislatura la Cámara entrega a los diputados; ya
sabéis, un iPhone, un iPad -el último modelo en ambos casos, naturalmente- y la
instalación de línea ADSL gratis en su domicilio, si lo desean y no cuentan con
ella. Menos mal que algunos la rechazan. Afortunadamente al final de cada
Legislatura han de devolver los aparatitos o comprarlos
a un módico precio. Con tantas elecciones seguidas, si yo fuera alguno de los
que repiten, haría negocio en Wallapop con los gadgets antiguos.
Al
margen del dinero, seguro que soportar una nueva campaña electoral no os parece
la idea más atractiva. Volver a tener las farolas decoradas con banderolas que
os recuerden las caras de los culpables de esta situación, los carteles
machando las ciudades y pueblos, los políticos todo el santo día dando
entrevistas en los medios, como si no pasara nada más en el mundo… Seguro que es
el escenario menos apetecible. Por no ir más allá, al día después, al "todos hemos ganado", a la enésima ronda de consultas, a las nuevas negociaciones...
Como me niego a que todo esto os amargue la vida, le he estado dando vueltas
hasta encontrar 10 razones para verle el lado positivo a una nueva cita
electoral. Aquí van:
1.-Dad
gracias por vivir en una democracia. Podremos volver a decirles a los políticos
qué es lo que queremos. No sé si de manera más clara, como pedía Pedro Sánchez,
pero seguro que sí de manera más contundente. Este es un país libre. Que cada
uno haga lo que quiera, que se reafirme en su voto, que lo corrija o que castigue con su
indiferencia.
2,-Los
partidos tendrán la oportunidad de refinar sus listas y desprenderse de algunos
fichajes que no les han dado más que problemas por su incontinencia verbal a
través de Twitter.
De algo ha servido este breve legislatura, como banco de pruebas.
3.-Una
nueva cita con las urnas ofrece oportunidades
laborales. Algunos medios de comunicación refuerzan sus plantillas,
las compañías dedicadas a los sondeos contratan encuestadores y hasta los
propios partidos recurren a ayuda externa. En 2011, a través de Adecco se
buscaron desde azafatas hasta técnicos de sonido, pasando por repartidores de
propaganda o expertos en el montaje de escenarios.
4.-La
campaña electoral también nos regala grandes momentos para alimentar las redes
sociales. Esos vídeos virales, esos debates con golpes de efecto, esos actos demenciales que les organizan los jefes de
campaña a los candidatos… todo es carne de meme. La diversión está asegurada. Y más comenzando en una noche de Halloween y concentrándose en una semana.
5.-¿Y
si le da tiempo a Íñigo Errejón a regresar a la política nacional ampliando la
oferta de formaciones de izquierda, fracturándose más el voto en esa ala y
arañándole escaños a su antiguo amigo Pablo Iglesias? Apasionante.
6.-Volveremos
a sentir la emoción de “a ver si nos toca la lotería”, pero de otro sorteo, el
que suelen hacer los Ayuntamientos para encontrar ciudadanos que ocupen los
puestos de presidentes y vocales de las mesas en cada uno de los colegios
electorales. Quién no sueña cuna experiencia así… Si no sois de esos, podéis ir
pensando en excusas
por si os toca el gordo.
7.-Con
lo que nos gusta a los españoles la fiesta, el 10 de noviembre podremos
disfrutar de otra… “La fiesta de la democracia”. Con todo lo que ello conlleva:
su jornada de reflexión, su cañita después de pasar por las urnas, la noche
electoral vivida en las emisoras de radio como si fuera el carrusel deportivo,
el pactódromo de Ferreras…
8.-Imaginad
ese momento impagable en el que hipotéticamente se diera un resultado idéntico
al de hace seis meses. Seguro que no cambiaríais por nada -o casi nada- mirar
sus caras y escuchar sus discursos cerca de la medianoche.
9.-Y
algo todavía mejor. Suponed que la sentencia
del juicio por el referéndum ilegal del 1 de octubre condena a los políticos
catalanes presos. No me digáis que no tenéis curiosidad por ver cómo gestiona el
todavía presidente en funciones, Pedro Sánchez, la anunciada reacción visceral
de los independentistas. ¿Citará en la Moncloa a todos con los que ha sido
incapaz de negociar para que le apoyen en la aplicación de un 155?
Sin mencionar esa patata caliente de la petición de un posible indulto. ¿Cómo
lo afrontaría el líder socialista estando en campaña? Lo dicho, apasionante.
10.-He
dejado para el final lo más importante: Era la 13ª Legislatura. Los
supersticiosos lo barruntábamos. ¿Qué esperabais? Mejor que haya acabado
pronto.
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