Hace unas semanas fui a mi médica de familia para consultarle sobre unos chasquidos que suenan en mi columna cuando me doblo y un dolor lumbar que me despierta en medio de la noche y va desapareciendo al levantarme y reanudar la actividad física. Nada más describirle los síntomas, sin necesidad de hacerme prueba alguna ni recomendar ningún análisis, emitió un diagnóstico claro y contundente: “Estás viejita”, me dijo.
En aquel momento pensé que, si lo que pretendía empleando el diminutivo era suavizar el golpe, no lo había conseguido. Y caí en la cuenta de todas las veces que usamos diminutivos para restarle importancia a una situación. Para engañarnos o engañar sobre la gravedad de algo. Pensando que así somos más diplomáticos y vamos a resultar menos impertinentes. Pero ya os digo que nada de esto funciona.
Si a un chaval que mide 1,50 le dices que es ‘bajito’ le va a fastidiar lo mismo que si le llamas enano. Si a una chica con sobrepeso le dices que está un poco ‘gordita’, ten por seguro que la vas a hundir en la miseria igual que si la calificaras de ballena. Denominar ‘arruguitas’ a los pliegues de la piel o ‘barriguita’ a un vientre prominente de cualquiera que no seas tú es un atrevimiento innecesario que a ti no te va a reportar nada más que la antipatía de la diana de tus comentarios y a ella le va a hacer pasar un mal rato. De modo que deberíamos evitar juzgar o verbalizar nuestras opiniones sobre el físico de los demás, sea o no con diminutivos.
Hay otros muchos ejemplos de ‘ito-ita’ que empleamos de manera habitual para normalizar hábitos poco saludables, aunque la realidad es tozuda. Puede que cuando vamos a tomar unas ‘cañitas’ o un ‘vinito’, no queramos pensar en que estamos enchufándole tóxicos a nuestro organismo. Pedir unas ‘patatitas’ de aperitivo o un ‘heladito’ de postre no enmascarará los efectos negativos para la salud de estos productos como alimentos procesados. Podremos darle unas caladas a un ‘porrito’, pero el diminutivo no borrará el hecho de que estamos consumiendo droga. Como el ‘piquito’ de Luis Rubiales a Jennifer Hermoso fue un beso no consentido, por mucho que él siga pensando que no tuvo ninguna importancia.
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