Siento que lo que voy a decir va en contra de la corriente
imperante. Podríais considerarla una postura políticamente incorrecta, aunque yo
la veo más como una verdad incómoda. En todo caso, antes de su lectura resulta
indispensable inyectarse un poco de sentido del humor para asimilarla sin
dramas.
Tras meses de análisis y experimentación he llegado a la
conclusión de que frente a esa moda del coaching motivador que pregona lo de ‘si
quieres, puedes’, debo reivindicar la vida real. Y la realidad es que el lema
de Adidas –Impossible
is nothing- es puro merchandishing. Siento deciros que no todo es posible.
No siempre se consiguen los sueños que uno persigue. No por desear muy fuerte
algo se hace realidad y no necesariamente trabajar, esforzarse y ser brillante
se traduce en alcanzar las metas que te habías propuesto. Así que, por favor, que
dejen ya de crear frustración a quienes pierden toda su vida en seguir esos
consejos, convencidos de que son verdad, y terminan llorando por las esquina
porque nunca llegan a alcanzar ninguno de sus propósitos.
Adoro la danza desde que era una cría, pero sé que, por mucho
que lo desee, nunca seré Maya Plisétskaya. Envidio a la gente que canta bien y
sería un sueño hecho realidad soltar unos gorgoritos en un karaoke
y dejar a todos con la boca abierta. Pero me conformo con desgañitarme con las
canciones que suenan en la radio cuando voy conduciendo o no desentonar cada
vez que hay un cumpleaños. Cuando veo a alguien dibujar pienso en lo que daría
por tener yo ese talento, pero el único retrato que alcanzo a pintar es el que
sale de juntar un 6 y un 4. Lo mismo me pasa con la música. Ojalá supiera tocar
el piano o la guitarra, pero voy que chuto con la pandereta y mi escueto
repertorio con la flauta dulce. Hará poco más de seis meses comencé a correr.
Me encantaría ser capaz de completar mañana un maratón, pero mi límite en estos
momentos son los cinco kilómetros. Pasada esa distancia mi cuerpo y mi cabeza
me piden que me detenga. Quizá con un severo entrenamiento –y sesiones de
electroshock- podría llegar, como mucho, a los diez kilómetros y, por
supuesto, no sería ni mañana ni el año que viene. Tampoco me vale que me digáis
que si hubiera recibido clases desde mi más tierna infancia, hoy podría bailar,
cantar, pintar o tocar cualquier instrumento, porque estoy convencida de que en
la mayoría de estas disciplinas el talento no se aprende, se despierta. Es
obvio que no vivo esta realidad como un trauma, sino como algo que no está
hecho para mí, os pongáis como os pongáis los ‘pro-coaching’.
En este punto creo que nos convendría mejor saber asumir el
fracaso y dejar de demonizarlo. Tampoco es tan malo fracasar. Lo sé de primera mano. Incluso desfallecer si es
necesario. Aprender a caer y, lo que es más interesante, aprender a levantarse
y armarse de valor y ganas para seguir intentándolo, aunque vuelvas a fallar
mil veces. En muchas ocasiones lo interesante -el aprendizaje- está en el
camino, en el proceso de intentarlo, no en el éxito en sí. Y, por supuesto, una
segunda premisa sería fijarnos metas realistas, pequeños logros, de esos que
sabes que, a poco que pongas de tu parte, los alcanzarás. Así al menos, entre
tanto fracaso, puedes irte anotando de vez en cuando un pequeño triunfo que dé
lustre a tu amor propio.
En mis largas estancias en Linkedin, visita obligada para
todo desempleado que se precie, de vez en cuando compartimos entradas en las
que expresamos nuestro deseo de encontrar trabajo. La verdad es que yo lo hago
menos de lo que debería, supongo que porque no quiero resultar pesada. El caso
es que la mayoría de las respuestas que reciben esas publicaciones
son frases típicas y tópicas para animar al pobre parado: ‘No te vengas abajo’,
‘Tú puedes’, ‘Seguro que pronto encuentras algo’, ‘Tú vales mucho’, ‘No dejes
de intentarlo’, ‘El que la sigue la consigue’..., cuando lo que de verdad pretendes
con esa confesión no son frases motivadoras, sino que te digan que van a mover
tu currículum por sus círculos, que en determinada empresa o sector andan
buscando gente de tu perfil, o simplemente que toman nota y estarán pendientes
de cualquier oportunidad que surja.
Digo todo esto porque si algo he aprendido en mis 25 años de
experiencia profesional, incluidos los últimos meses de búsqueda, es que muchas
de las cosas que nos suceden en todos los ámbitos, incluido el laboral, no dependen de que nos
sintamos más o menos motivados, sino que están sujetas a variables que escapan
de nuestro control. La única responsabilidad que verdaderamente tenemos, a
parte de poner esfuerzo y empeño personal, es la de escoger libremente, con
mayor o menor fortuna, los caminos que tomamos.
Pero os aseguro que si ‘impossible was nothing’, si nada fuera imposible,
si siempre pudiéramos lograr nuestros objetivos, la tasa de paro sería 0.
Después de todo esto, si seguís decididos a poneros como
motos con sesiones de coaching en vena y a luchar por conseguir llegar a lo más
alto, estáis en vuestro derecho, no voy a cuestionaros. Todo lo contrario.
Incluso os voy a ayudar a que lo consigáis sugiriéndoos que leáis esta guía
práctica que compartía un usuario de Linkedin. No es exactamente coaching,
pero os permitirá triunfar en la vida. Eso sí, el peaje que habréis de pagar es
ser unos gilipollas. Vosotros elegís.
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