Un
comentario de Juanma Castaño ha desencadenado una interesante polémica. El
periodista deportivo de COPE dijo en su programa del 3 de octubre que los
futbolistas de elite, cuando están en plena temporada, no pueden levantarse por
la noche para cuidar a sus hijos. Lo soltó en medio de una tertulia de hombres
que fueron los primeros en quedar estupefactos y cuestionar tal afirmación.
Luego las redes sociales hicieron el resto. Es cierto que, por cómo lo dijo en
un primer momento y por los ejemplos con que ilustraba su argumento, parecía
estar pensando en futbolistas hombres. Añadía que algunos jugadores le habían
confesado que su peor momento de rendimiento había sido cuando fueron padres.
Se ve que los llantos de un bebé a horas intempestivas pueden alterar el
descanso y la concentración de un deportista de alta competición e impedirle ser capaz de
dar lo mejor de sí mismo. Más adelante, después de una pausa publicitaria y de
comprobar el chorreo que le caía por Twitter, aclaró que se refería a un
deportista de elite, ya fuera hombre o mujer, en vísperas de un encuentro vital.
Aquí os dejo el extracto completo del momento para que podáis escucharlo y opinar por vosotros mismos.
Toda
esta polémica me ha hecho reflexionar sobre la cuestión. Porque más allá de si
el comentario fue oportuno, machista, clasista o surrealista, que no me voy a
meter en eso, lo que trasluce es descorazonador. Con su observación, Juanma está admitiendo que la paternidad/maternidad
es incompatible con el desarrollo óptimo de una carrera profesional. Porque ser
padre o madre no es solo tener un hijo y que figures como progenitor en el
Libro de Familia. Incluye también alimentarlo, vestirlo, cuidarlo, perder el
tiempo acompañándole al parque o a extraescolares, escucharle, contarle
cuentos, reprenderle si se porta mal, jugar con él, hacer el moñas para él, enseñarle a montar en bici,
llevarle al médico cuando lo necesita, atenderle si llora por las noches… Y así
no hay quien se centre en uno mismo. A no ser, claro, que tu nivel y posición
social te permita librarte de todos esos engorros y tu papel de padre/madre se
limite a la foto familiar para Instagram. O que negocies con tu pareja y
establezcas que tu prioridad es triunfar profesionalmente y que ser un
padre/madre de familia ejemplar no entra en tus planes u ocupa un segundo plano.
Castaño
está asumiendo que si quieres triunfar en tu campo debes renunciar a todo lo
demás. Está dando por hecho que el/la deportista debe ser un cyborg capaz de aislarse de
todo lo que pasa a su alrededor y concentrarse solo en su descanso y
preparación de cara a una competición. Es decir, que da igual que tu hijo tenga una pesadilla, un cólico, anginas, una apendicitis o esté vomitando hasta la última papilla.
“Ya se encargará su madre/padre/nanny, a mí que no me molesten”. ¿Qué ser
humano es capaz de abstraerse así cuando alguien a quien quiere lo está pasando
mal? Debe ser uno que tiene las prioridades bien establecidas y él mismo las
encabeza.
Además
creo que el problema se está sobredimensionando. Tampoco los niños se pasan
todas las noches dando por saco. No están enfermos siempre. No encadenan
pesadillas. No viven en un cólico perpetuo. Algunos salen más tocapelotas que los padres, pero
lo habitual en críos sin problemas es que al final se rindan al cansancio.
Toda
la vida he dormido a pierna suelta, así que la maternidad me hizo polvo en ese
sentido. De aquella época me vienen las ojeras y bolsas que luzco bajo los ojos. Despertar cada cuatro horas por la noche para amamantar a mis hijos se
me hacía cuesta arriba. La baja maternal está más que justificada. Es imposible
hacer nada a derechas cuando se está agotado. He de confesar que el pequeño se me cayó de la cama cuando no tenía ni un año. No dejaba de llorar de
madrugada y yo estaba tan cansada que hice justo lo que recomiendan no hacer:
lo saqué de la cuna y lo tumbé sobre mí pecho en la cama a ver si se dormía.
Pero la que se quedó sopa fui yo, y él rodó hasta caer al suelo y abrirse la
cabeza. Afortunadamente hoy podemos contarlo.
Cuando
fueron creciendo, seguían llamándonos para quejarse de calor,
de frío, de dolor, de sed, de tos, de miedo... Yo llegué a ser capaz de levantarme y atenderles con
los ojos cerrados, en estado de duermevela. Pero un día decidí que quizá podía ir educándoles
sibilinamente para que dejaran de molestarme. Trabajaba temprano y necesitaba
descansar antes algo. Así que diseñé una burda estrategia. Les dije: “Repetid
conmigo… ¿A quién tengo que llamar por la noche si necesito algo? A PAPÁ”. Y
así empezaron a hacerlo. Yo no era deportista de elite. Tampoco neurocirujana,
ni piloto comercial… Me parece más importante que estos dos últimos descansen
antes de enfrentarse a su trabajo, por la responsabilidad que recae sobre sus
hombros… Pero si un deportista no está al 100% en su puesto, no pone en peligro
la vida de nadie. Tampoco yo. Lo más que puede pasar es que nuestra reputación
profesional se resienta, lo que tampoco sería un drama. Además, seguro que la
gente lo entendería.
Muchas
noches no ha sido posible dormir lo necesario, en ocasiones ha habido que
visitar urgencias porque los vómitos no cedían o quedarse en vela
refrescándoles la frente porque la fiebre no bajaba. Y, por supuesto, al día siguiente
no he estado muy fina. Y qué le vamos a hacer. En un mundo ideal, si tu hijo te ha dado una noche
toledana y no estás para nada, deberías poder ausentarte de tus obligaciones. Pero este no es un mundo ideal.
Resumiendo.
Como ya sospechábamos, la maternidad/paternidad activa está contraindicada para
quien solo piensa en sí mismo. O diciéndolo de otra manera: Egoístas,
absténganse de reproducirse. Gracias, Juanma, por recordárnoslo.
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