Cuando
escribo este post, el barco de la ONG Proactiva Open Arms lleva ya 19 días
en mar abierto sin encontrar un puerto cercano y seguro en el que desembarcar a
los 83 inmigrantes que quedan aún a bordo del centenar de rescatados en el
Mediterráneo central cuando huían de las costas de Libia. Desde la cubierta se
divisa perfectamente la isla italiana de Lampedusa, donde ya podían haber
atracado si no fuera porque el ministro italiano del Interior, Matteo Salvini,
se ha obcecado en prohibirlo. Y eso que la legislación marítima internacional
establece que se permita desembarcar a los rescatados en el puerto cercano más
seguro y que un juez ha anulado expresamente el decreto por el que
Salvini impedía al buque de rescate adentrarse en su zona
jurisdiccional. Al final, la propuesta de trasladar al pasaje a Sicilia
para que de allí un avión los llevara a Madrid quedó descartada y el Gobierno
español optó por enviar un buque de la armada española desde Rota hasta las
cosas de Lampedusa para recoger a los inmigrantes. La travesía dura tres días.
Cuando llegue ya se habrá acatado la orden de un fiscal
italiano, la inacutación provisional del barco de la ONG y el desembarco
de los pasajeros.
De
todas las experiencias se saca una enseñanza y, a la hora de señalar lo
aprendido con este caso, siento la tentación de hablar de la incapacidad de
la Unión Europea para
dar una respuesta conjunta al problema de la inmigración. Tendría cierta
lógica, quizá, remarcar el papel de Matteo
Salvini y preguntarme cómo es posible que un solo tipo esté
ganando este pulso. Incluso podría tratar de procesar -para entenderla- la
gestión que de este caso ha hecho el Gobierno
español, al que le ha faltado algo, no sé si firmeza, autoridad o
resolución; lo cierto es que con su tardanza en proponer soluciones y sus
cambios de estrategia, ha contribuido activamente a convertir en emergencia
humanitaria de primer orden lo que ha ido sucediendo a bordo del barco de la
ONG. Una organización, todo sea dicho, empeñada también en cruzar la raya y
saltarse prohibiciones. No olvidemos que el Open Arms solo puede dedicarse a
transportar y entregar ayuda humanitaria para los refugiados porque el Ministerio de
Fomento le vetó expresamente para realizar tareas de salvamento
en esas aguas del Mediterráneo Central. Y lo hizo precisamente para evitar
nuevas crisis como esta. Del mismo modo, entre las cosas que hemos aprendido a
raíz de este nuevo caso, sería injusto no mencionar a las mafias que
se enriquecen con los pocos ahorros de estos pobres diablos a los que dejan a
la deriva confiando en que alguno de esos barcos humanitarios acabará
rescatándolos, aunque sea a costa de generar un conflicto entre países y acabar
bloqueados en alta mar porque nadie quiere abrirles sus puertos, como ha sido
el caso. Eso si antes no se los traga una ola y sus cuerpos, entonces sí,
terminan llegando a la costa. Las mareas se pasan por el forro las
prohibiciones de Salvini. En cuanto a los negreros, poco les importará la
suerte de sus clientes, ellos ya han cobrado.
Todas
estas circunstancias que, en principio, animan a la reflexión y sin duda nos ilustran
sobre esta realidad, se quedan en nada al lado del episodio que, en mi opinión,
más nos ha enseñado en medio de este conflicto. Me refiero a una colección de
tuits escritos por todo un flamante diputado del Congreso representando al
partido Ciudadanos: Marcos de
Quinto. Este caballero ya había dado muestras de su desenfado verbal
a través de las redes. Algo lenguaraz e incapaz de resistirse a una
provocación, de esas que abundan en Twitter, con el tema del Open Arms se ha
venido arriba y ha llegado a sugerir que los rescatados del Open Arms eran
“bien comidos pasajeros”. Esta afirmación provocó una lluvia de críticas de los
tuiteros a quienes no dudó en responder con calificativos como imbécil,
mantenido, troll de mierda, cretino, deficitario educacional… Aunque sus
propios compañeros de partido en principio eludieron pronunciarse sobre sus
manifestaciones, empiezan a surgir voces que piden que se le desautorice.
Por
todo ello, no me puedo resistir a que este “pirata que navega sin bandera”, como él mismo se presenta en su cuenta de Twitter,
sea quien me inspire hoy para escribir las 10 cosas que hemos aprendido con la
crisis del Open Arms:
1.-Que
en las últimas elecciones irrumpieron en el Parlamento más hooligans que
ciudadanos capacitados, equilibrados y con alma de servidores públicos.
2.-Que,
como sospechábamos, las redes sociales son una herramienta de alto voltaje que
hay que saber utilizar.
3.-Que
dinero y posición social no son sinónimos de buena educación.
4.-Que
la chispa de la vida la tendrá la Coca-Cola, pero no quienes han ocupado cargos
directivos en la empresa.
5.-Que
a la hora de reclutar talento en la sociedad civil es más importante valorar la
sensibilidad que la cuenta de resultados (o la cuenta corriente).
6.-Que
hay miserables en todas partes.
7.-Que
los españoles nos merecemos más nivel en la clase política.
8.-Que
de un exitoso hombre de negocios se espera algo más de altura.
9.-Que
un servidor público debería tener un mínimo de contención y no responder a las
provocaciones tirándose alegremente al barro.
10.-Y
que quizá, al final, lo mejor para los ciudadanos –en todos los sentidos- es
que no haya más remedio que volver a votar. Aún estamos a tiempo de corregir
algunos errores y convertir en anécdota la breve carrera política de alguno.
Totalmente de acuerdo con tus 10 conclusiones. Es todo muy vergonzoso. Me ha gustado el artículo.
ResponderEliminarMe alegro de coincidir y de que te haya gustado.
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