Blog personal de Ángela Beato. Escribo lo que siento. Digo lo que pienso. Procura no tomarme demasiado en serio.

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martes, 26 de enero de 2016

El miedo es libre

Tengo por norma no cuestionar ni criticar el modo en que otros padres educan a sus hijos. Más que nada porque tampoco me gustaría que se pusiera en tela de juicio cómo me muevo yo en la faceta de madre. Cada uno hace lo que buenamente puede y quiere. Esto viene a propósito de la foto que el torero Fran Rivera ha subido a su Facebook toreando una vaquilla mientras sujeta con un brazo a su hija de cinco meses. 


La explicación que acompaña a la foto es la siguiente: Debut de Carmen, es la 5 generación que torea en nuestra familia. Mi abuelo toreo así con mi padre . Mi padre toreo así conmigo, y yo lo he hecho con mis hijas Cayetana y ahora con Carmen #orgullodesangre

La bebé no parece asustada, desde luego, y al padre se le ve bien seguro. No obstante, quizá no sea lo que se entiende por un tranquilo plan para pasar la tarde con tu hija. Las reacciones airadas no se han hecho esperar. Y tampoco los memes. Le han puesto de irresponsable y salvaje para arriba, aunque sospecho que tiene bastante que ver con que esté por medio la polémica sobre la tauromaquia. De hecho los primeros en solidarizarse con él han sido los propios toreros. A él también le ha tocado explicarse.

A mí la fiesta nacional ni fu ni fa, ni me divierte ni me enerva, me deja bastante fría, diría que como espectáculo no cubre mis expectativas, al margen de que el toro como animal me da pánico y aparece en algunos de mis sueños más terroríficos. La pesadilla de ir por la calle, encontrarme un toro y que me toque correr ha sido bastante recurrente en una fase de mi vida, ahora menos. No voy a entrar en interpretaciones freudianas…

A lo que iba, que me disperso. La imagen de Fran toreando con su bebé no me parece peor que la de otros padres que participan en tradiciones ancestrales, más o menos dudosas, pero todas respetables, como los que ponen a sus hijos a participar en el Salto del Colacho, los que miran orgullosos a sus niños coronando un casteller catalán o los padres valencianos que cada año en la fiesta de su patrona alzan a sus pequeños entre la multitud que les conduce por la masa hasta rozar el manto de la virgen.

Tampoco me meto a criticar a los padres de Fernando Alonso que le permitieron empezar a montar en kart con tres años, o a los progenitores de cualquiera de los pilotos de motociclismo españoles que casi se subieron a la máquina antes de tener todos los dientes. Ni tampoco a los padres de los niños y niñas que practican profesionalmente gimnasia artísticas y someten a su cuerpo a tan intensas sesiones de entrenamiento que ponen en riesgo sus articulaciones y columna. Puestos ya a traspasar la línea, lo de Fran Rivera no me parece peor que lo de los padres aficionados a las armas que les dejan a sus hijos tocarlas e incluso les enseñan a apuntar. O de aquellos padres que han bebido unos vinos en la comida familiar y luego se ponen al volante del coche con sus hijos de pasajeros.

Se supone que para un padre la seguridad de su hijo está por encima de todo y que cuando le somete a actividades que desde fuera podemos considerar peligrosas, está completamente convencido de que no va a pasarle nada al crío. 

Y ahora que cada uno piense cómo ejerce su responsabilidad como padre. A los míos les ha tocado en suerte una madre a la que le gusta poco correr riesgos, así que trataría de evitar cualquiera de los peligros enumerados. Y si no me quedara más remedio que claudicar, probablemente me invadiría la angustia, como seguro le ha ocurrido a la madre de esa pequeña. El miedo es libre. Y el de una madre, más.

miércoles, 13 de enero de 2016

El niño de Bescansa debe descansar

Hoy la noticia de la sesión de apertura de la XI Legislatura de la democracia no era que por primera vez el Parlamento español no está presidido por un miembro del partido ganador de las elecciones. Ni siquiera el reparto de puestos en la mesa del Congreso o la esperada aparición fantasma del insigne Gómez de la Serna… No señor.


El tema de conversación en todos los corrillos, principalmente el tuitero, era el bebé de Carolina Bescansa. La diputada de Podemos ha asistido a la sesión acompañada por su hijo de seis meses, aún en periodo de lactancia, para visibilizar el problema que sufren muchas mujeres trabajadoras de este país, incapaces de conciliar la vida laboral y personal. Es cierto, tener hijos y pretender seguir trabajando al mismo nivel es muy complicado, sobre todo para las mujeres que nos creemos superwoman y nos resistimos a renunciar a una de las dos cosas, lo queremos todo. Esta disyuntiva pocas veces se la plantea un hombre.

Pero yendo al meollo de la cuestión, sin juzgar el gesto de Bescansa ni su libertad para hacer lo que le salga del bolo -como diría la Milá-, si para algo ha servido esta estampa maternal es para que todo el mundo se entere, por si no se sabía ya, de que el Congreso cuenta con una guardería a la que sus señorías y el personal de esta institución pueden llevar a sus hijos. Leo que les cuesta 150 euros al mes a los funcionarios y trabajadores de la Cámara Baja. Me extrañaría que no les saliera gratis a los diputados, igual que los móviles, ipads, conexión a internet en su domicilio, y demás servicios -o "prebendas"- que les ofrece el Congreso solo por ser diputados, a algunas de las cuales –es cierto- han renunciado los representantes de la “nueva política”. Aún con todo y con eso, a diferencia de las mujeres de a pié, la señora Bescansa ha podido elegir llevarse a su bebé con ella al trabajo, en vez de aprovechar la guardería de las instalaciones o dejarlo con alguien de confianza. Incluso ha podido darle de mamar durante su jornada laboral, y no tener que someterse al odioso sacaleches, como nos ha tocado hacer a muchas cuando se nos acabó la baja maternal y nos resistíamos a escatimar a nuestros hijos los beneficios de la leche materna.

Porque la mayoría de las madres con un empleo no tienen guardería en su lugar de trabajo, se buscan la vida para encontrar plaza en un centro público, que es más barato, y si no, con los abuelos, o con una vecina, o haciendo malabares. Cualquier cosa, menos ir a trabajar con su mocoso. Esa opción no se contempla. Imaginemos cómo serían las empresas si todo el mundo se presentara allí con sus bebés, las madres amamantando a sus criaturas y los padres enchufando el biberón. Muy tierno, pero irreal y poco deseable, la verdad. Aguanta tú el berrear de un niño con cólico cuando tienes que atender una llamada profesional o concentrarte en un escrito. Tampoco un lugar de trabajo es el sitio más indicado para que esté un bebé. Lo suyo es que duerma en una cuna, juegue sobre una mantita bien mullida, retoce con personal cualificado y escuche nanas, no las voces de la clase política. Después de lo de hoy, permitidme el juego de palabras, el niño de Bescansa debe descansar.

Mañana la imagen del bebé será portada en todos los periódicos. Ya hoy no hay web que no la muestre. Yo preferiría que Carolina Bescansa y el resto de inquilinos de la Carrera de San Jerónimo convirtieran en tema de primera plana el impulso efectivo de la conciliación; que se articulen los cambios necesarios para que las mujeres no nos veamos obligadas a escoger; que elijas lo que elijas nadie juzgue tu decisión; que encuentres ayudas que te permitan dar lo mejor de ti en ambos casos; facilidades para realizarte profesionalmente igual que el hombre; que ser mujer y madre no sea un estigma laboral; que si tus hijos se ponen enfermos y tienes que ausentarte para llevarles al médico o recogerles del cole, no recibas miradas cargadas de reproche; que algunos dejen de pensar que el paro es un producto del afán de las mujeres por salir a trabajar fuera de casa y que somos una amenaza; que los horarios laborales se ajusten de verdad a la vida real; que se ahonde en fórmulas para no desperdiciar el talento femenino, ya sea mediante el teletrabajo, los turnos flexibles o lo que sea que se inventen; que se deje de mirar tanto el tiempo que se trabaja y se valoren los resultados que se obtienen; que los permisos por maternidad y paternidad fueran amplios e iguales para ambos, que puedas decidir si lo disfrutas o no, y que si decides quedarte con tu hijo esos primeros meses no signifique asumir que cuando te reincorpores probablemente habrás perdido casi todos los trenes -estoy yo muy ferroviaria últimamente-.

Sobre todo eso me gustaría que legislara Bescansa y el resto de representantes de la ciudadanía los próximos cuatro años, si es que finalmente alguien se pone de acuerdo con alguien para formar Gobierno. Lo mismo ayudaba que sus señorías se dejaran acompañar y aconsejar en este proceso por sus hijos. Total, en muchas ocasiones el Parlamento también parece una guardería. Por si lo habíais olvidado, os lo recuerdo.