Blog personal de Ángela Beato. Escribo lo que siento. Digo lo que pienso. Procura no tomarme demasiado en serio.

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miércoles, 1 de junio de 2016

Historias de padres e hijos sin manual de instrucciones

Imagen del niño perdido
Hay dos sucesos de los últimos días con niños de por medio que me han dado que pensar. Uno tiene como protagonista a Yamato Tanooka, un niño japonés de 7 años cuyos padres dejaron abandonado en medio de una zona boscosa para darle un escarmiento y aplicarle un correctivo que se les ha ido de las manos. Desde el sábado las autoridades peinan la zona, poblada por osos salvajes, pero no han hallado ni rastro del chiquillo. La cosa pinta francamente mal. Por lo que cuentan el pequeño debía ser un pelín revoltoso y había convertido en un infierno aquel día de campo, no solo para sus padres, sino para el resto de excursionistas. Y es que se había dedicado a tirar piedras a otros coches y a la gente con la que se cruzaban, así que imaginemos hasta qué parte del moño debían estar los padres cuando tomaron la decisión de darle ese escarmiento. 

Yo también he pegado algún frenazo inesperado y he amenazado con bajar del coche a mis hijos cuando se han pasado tres pueblos, aunque nunca he llegado a hacerlo. Sí les he echado literalmente de casa y les he tenido sentados a la puerta durante un rato, con la esperanza de que recapacitaran sobre su mal comportamiento. Os aseguro que a veces pueden llegar a ser realmente insoportables. Así que miro con indulgencia a esa pareja que dijo "hasta aquí". Probablemente, al ver al niño por el retrovisor corriendo tras el vehículo, podían haber considerado que el castigo era suficiente, frenar, recogerle y regresar a casa, así no estarían viviendo hoy esa autentica pesadilla. Pero nunca sabes cómo acertar.

Miremos si no el otro caso en el que está implicado un crío, el del pequeño de cuatro años que cayó al foso de un gorila en un zoo de Cincinnati y el animal terminó siendo abatido por los responsables de la instalación para salvar la vida del niño, a pesar de que el simio no llegó a atacarle, más bien estaba sorprendido con aquel juguete que le había caído del cielo. A raíz del suceso los defensores de los animales han atacado ferozmente a la madre a través de las redes sociales por haber descuidado la supervisión de su hijo y piden que sean los progenitores quienes asuman la terrible pérdida de ese animal en peligro de extinción. Se han abierto debates sobre si el modo en que el zoo gestionó la crisis era el más apropiado. He llegado a leer incluso el interrogante sobre si, dado que la travesura del niño no fue evitada por los padres, quizá habría que haber esperado a ver qué pasaba entre ambos en el foso antes de cargarse a un animal tan valioso. Supongo que quien defiende esa postura considera que el ser humano aún no corre riesgo de desaparecer y, total, en caso de que accidentalmente el gorila acabara con la vida del niño, qué más da un humanito menos, sobre todo el de unos padres irresponsables. Así aprenderán la lección, ¿no? 

Fotograma del vídeo grabado del suceso
A mí también se me han despistado mis hijos, por más que siempre haya pecado de ser una madre controladora. Recuerdo hace algunos años, una Navidad en un centro comercial. En menos de un minuto el pequeño desapareció. Por supuesto, al poco rato lo encontramos tan tranquilo en la zona de atracciones infantiles. Incluso siendo bebé, cometí la imprudencia de meterle conmigo en la piscina de un spa. Aún no sabía nadar. Pensé que lo tenía bien agarrado y se lo tragó un remolino de burbujas. Emergió sonriendo. Le he visto salir volando al confundirse de freno en la bici, y una cicatriz en su cráneo me recuerda que cuando era un bebé se me cayó de la cama porque me quedé dormida. 

Con este historial, siempre que se difunde una noticia en que unos padres quedan en evidencia, me pongo en su piel y pienso, "jo, es tan difícil ser padre...". 


martes, 24 de mayo de 2016

10 tipos de padres/madres que te encontrarás en una reunión escolar

Hoy quiero detenerme en las reuniones de padres de alumnos que tan grandes momentos propician. De entrada, nunca he entendido por qué hay que ir tres veces al año a estas citas resumen del trimestre en las que casi no hay nada que rascar y donde ves cómo se te escapa soberanamente el tiempo entre los dedos de las manos. Agradezco el esfuerzo de los centros por mantener informados a los padres -o que al menos vivamos en esa ficción-, pero por mí con las tutorías personalizadas va que chuta. Incluso, si nos mandaran por mail de vez en cuando las cuatro indicaciones más importantes, todo el mundo saldría ganando. No creo que estas otras reuniones grupales sirvan para mucho. O, mejor dicho, sirven más que nada para identificar y conocer las distintas especies o modelos de padre/madre que se cultivan en este país. Dejémoslo en 10 tipos principales:


1-Modelo preguntón: Se engloban en este tipo los que interrogan al profesor antes de que acabe su exposición, le quitan la palabra, suenan incisivos, y van ralentizando el ritmo de la reunión.

2-Modelo surrealista: Padres que esperan al turno de dudas para hacer preguntas de cajón, que no vienen a cuento, pero que tienen su gracia.

3-Modelo late show: Los que aparecen a diez minutos del final para preguntar lo que ya se ha aclarado antes de que llegaran y que al profesor le tocará volver a repetir por enésima vez. 

4-Modelo extra azucarado: Madres que se abren paso a codazos en la reunión para poder sentarse en el pupitre de su hijo e incluso le dejan notas para que el niño las encuentre a la vuelta del recreo: ‘Mami ha estado aquí’.

5-Modelo vis a vis: Las discretas, tímidas, que pasan desapercibidas. No abren la boca en toda la reunión, pero esperan al final para acaparar a los profesores e interrogarles sobre su retoño.

6-Modelo Harvard: Suelen tomar notas durante la reunión. Quieren saber las fechas de los exámenes y los temas que entran en cada uno, para tenerlo todo controlado… como si fueran unas oposiciones a Abogado del Estado, aunque los niños solo estén cursando Primaria.

7-Modelo a medio camino entre guay y pelota: Siempre piden algo de material adicional para trabajar con los niños en casa, si es en inglés mejor, para enriquecer y completar los conocimientos que están adquiriendo.

8-Modelo yo por mis hijos MA-TO: Son los protectores. Lo mismo plantean un debate sobre el exceso de deberes que se quejan a los profesores porque una vez, al pasar por el colegio, vieron a sus pequeños en el patio sin abrigo, o el peor día de lluvia les recogieron después de clase con los pies encharcados. 

9-Modelo tecno-papá: Hacen fotos de las diapositivas que utiliza el profesor en su exposición, teclean notas en su smartphone, les suena el teléfono en medio de la reunión porque se les olvida silenciarlo y al final preguntan si van a mandar por email el power point de la presentación, sobre todo pensando en los que no han podido asistir, claro. Lo que nos lleva al último de los tipos de padre/madre.

10-Modelo ausente: Las horas de las reuniones son incompatibles con sus compromisos laborales o sencillamente prefieren dedicar ese tiempo de su vida a otras actividades más edificantes. Luego, si mandan un resumen de la reunión por mail lo leerán y si no, pedirán a alguien que les cuente lo más interesante.

martes, 26 de enero de 2016

El miedo es libre

Tengo por norma no cuestionar ni criticar el modo en que otros padres educan a sus hijos. Más que nada porque tampoco me gustaría que se pusiera en tela de juicio cómo me muevo yo en la faceta de madre. Cada uno hace lo que buenamente puede y quiere. Esto viene a propósito de la foto que el torero Fran Rivera ha subido a su Facebook toreando una vaquilla mientras sujeta con un brazo a su hija de cinco meses. 


La explicación que acompaña a la foto es la siguiente: Debut de Carmen, es la 5 generación que torea en nuestra familia. Mi abuelo toreo así con mi padre . Mi padre toreo así conmigo, y yo lo he hecho con mis hijas Cayetana y ahora con Carmen #orgullodesangre

La bebé no parece asustada, desde luego, y al padre se le ve bien seguro. No obstante, quizá no sea lo que se entiende por un tranquilo plan para pasar la tarde con tu hija. Las reacciones airadas no se han hecho esperar. Y tampoco los memes. Le han puesto de irresponsable y salvaje para arriba, aunque sospecho que tiene bastante que ver con que esté por medio la polémica sobre la tauromaquia. De hecho los primeros en solidarizarse con él han sido los propios toreros. A él también le ha tocado explicarse.

A mí la fiesta nacional ni fu ni fa, ni me divierte ni me enerva, me deja bastante fría, diría que como espectáculo no cubre mis expectativas, al margen de que el toro como animal me da pánico y aparece en algunos de mis sueños más terroríficos. La pesadilla de ir por la calle, encontrarme un toro y que me toque correr ha sido bastante recurrente en una fase de mi vida, ahora menos. No voy a entrar en interpretaciones freudianas…

A lo que iba, que me disperso. La imagen de Fran toreando con su bebé no me parece peor que la de otros padres que participan en tradiciones ancestrales, más o menos dudosas, pero todas respetables, como los que ponen a sus hijos a participar en el Salto del Colacho, los que miran orgullosos a sus niños coronando un casteller catalán o los padres valencianos que cada año en la fiesta de su patrona alzan a sus pequeños entre la multitud que les conduce por la masa hasta rozar el manto de la virgen.

Tampoco me meto a criticar a los padres de Fernando Alonso que le permitieron empezar a montar en kart con tres años, o a los progenitores de cualquiera de los pilotos de motociclismo españoles que casi se subieron a la máquina antes de tener todos los dientes. Ni tampoco a los padres de los niños y niñas que practican profesionalmente gimnasia artísticas y someten a su cuerpo a tan intensas sesiones de entrenamiento que ponen en riesgo sus articulaciones y columna. Puestos ya a traspasar la línea, lo de Fran Rivera no me parece peor que lo de los padres aficionados a las armas que les dejan a sus hijos tocarlas e incluso les enseñan a apuntar. O de aquellos padres que han bebido unos vinos en la comida familiar y luego se ponen al volante del coche con sus hijos de pasajeros.

Se supone que para un padre la seguridad de su hijo está por encima de todo y que cuando le somete a actividades que desde fuera podemos considerar peligrosas, está completamente convencido de que no va a pasarle nada al crío. 

Y ahora que cada uno piense cómo ejerce su responsabilidad como padre. A los míos les ha tocado en suerte una madre a la que le gusta poco correr riesgos, así que trataría de evitar cualquiera de los peligros enumerados. Y si no me quedara más remedio que claudicar, probablemente me invadiría la angustia, como seguro le ha ocurrido a la madre de esa pequeña. El miedo es libre. Y el de una madre, más.