Blog personal de Ángela Beato. Escribo lo que siento. Digo lo que pienso. Procura no tomarme demasiado en serio.

miércoles, 6 de julio de 2016

Del 'Día sin Bañador' a la moda internacional de comer en bolas

El Ayuntamiento de Madrid autoriza que se celebre el 'Día sin Bañador' en las piscinas de la capital, si es que los gestores de estas instalaciones lo estiman oportuno y reciben peticiones al respecto. Ya el año pasado la Asociación para el Desarrollo del Naturismo lo solicitó y se celebró en la piscina de Lago, en la Casa de Campo, una jornada denominada 'Día del Bañador Opcional', para regocijo de los aficionados a tirarse de bomba sin que ningún trozo de tela sujete ni pechos ni glúteos ni pene. 


En Londres han abierto un restaurante donde te permiten comer desnudo para disfrutar -dicen- de una experiencia multisensorial. Se llama The Bunyadi. Podríamos pensar que es una minoría excéntrica la que le ve el punto a esto de comer en cueros y arriesgarse a tener que sacudirse las migas del vello púbico pero, a tenor del número de reservas recibidas, parece que abundan los nudi-gurmets.

En Tokio este mes dan un paso más allá. Van a abrir The Amritaun restaurante nudista, el primero de Japón, en el que además se reservan el derecho de admisión solo a gente que esté en su peso y con poca flacidez. Una báscula en la entrada para pesar a los comensales impedirá tomar un solo bocado a quienes tengan kilos de más o lleven incorporado el flotador, un casting en toda regla para evitar que los físicamente afortunados tengan que padecer la visión de seres imperfectos que les amarguen el menú.

En ambos casos los usuarios llegan vestidos hasta el local y en el interior se despojan de todas sus prendas, incluido el móvil, y esa sí que es una prueba de fuego para aquellos que se sienten desprotegidos sin su smartphone. Una de las mayores dudas que se me planteaba al conocer la existencia de estos dos negocios de restauración era escatológica y ya la he despejado: en el caso del restaurante de Londres cada comensal se sienta sobre un cojín higiénico desechable, mientras que en el de Tokio los clientes se verán obligados a levar una ligera y minúscula prenda de papel cubriendo sus partes pudendas. Aún así, imagino los pelos que se puedan desprender del pecho y de los genitales, las gotas de sudor resbalando por el canalillo, las axilas o las ingles…, las pelusillas del ombligo, el olor a pies… y en general todas aquellas secreciones que la indumentaria nos ahorra contemplar. 

No tengo nada contra la desnudez, de hecho un cuerpo sin ropa bien proporcionado, con sus músculos dibujados, me parece muy erótico y sensual. Vamos, que en una situación de relax, estando mínimamente receptiva, me pone hasta un poco cachonda. Menos mal que la excitación en las féminas no es tan evidente... En cuanto a mi vida cotidiana, en casa están aburridos de verme lucir palmito, y como hace mucho que superé la adolescencia, no me cubro pudorosa cuando alguien entra en el baño en medio de mi aseo o me sorprende en pleno proceso de cambio de ropa. Es cierto que en los vestuarios públicos de centros deportivos voy a tiro hecho y me quedo en bolas solo el tiempo estrictamente necesario, no me paseo exhibiendo cuerpazo, ni me regodeo masajeándome de manera concienzuda como hacen otras después de la ducha. 

Respeto a los nudistas. Les admiro incluso. Además confieso que he experimentado la placentera sensación de bañarme en el mar desnuda y que luego los rayos del sol me sequen el culo, pero ha sido en privado o muy en petit comité, no a la vista de cualquiera, ni en pandilla, donde impepinablemente y sin poderlo evitar tiendo a mirar y comparar. Recuerdo una vez en Budapest, de viaje con mi amiga Chus, que decidimos visitar unos baños típicos, un spa tradicional húngaro solo para mujeres. En la entrada descubrimos que para acceder había que hacerlo completamente desnuda. Así que, por no parecer unas paletas, dejamos el bañador en la mochila, nos quitamos la ropa y nos adentramos en aquel escenario que parecía el sueño de un viejo onanista. A los diez minutos en remojo, después de haber inspeccionado todo el ‘género’, convenimos que estábamos muy bien -mejor que las húngaras- y comenzamos a relajarnos, algo a lo que ayudó el masaje final, pese a que no fue especialmente suave. Fue toda una experiencia, aunque sigo pensando que me siento más cómoda con un bikini que cubra mi subdesarrollado pecho y una parte de mis sobredimensionados glúteos.

En fin, que no me esperen en The Bunyadi, The Amrita, ni en ninguna de las piscinas que celebren el 'Día sin Bañador'. No sabría comportarme con naturalidad. Y si coincido accidentalmente con algún amante del naturismo practicando tan sana afición, que me disculpe si me pilla mirándole no precisamente a los ojos o percibe que pierdo el hilo de la conversación. En algunas situaciones me cuesta concentrarme. No puedo evitarlo. Será que lo he probado poco...


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