Blog personal de Ángela Beato. Escribo lo que siento. Digo lo que pienso. Procura no tomarme demasiado en serio.

jueves, 22 de junio de 2017

Cinco razones de peso por las que no soporto los festivales escolares

Creo que no he tenido oportunidad de hablar en este blog de los festivales escolares, esas actuaciones con las que suelen deleitarnos nuestros hijos en Navidad y fin de curso, animados por el colegio o los centros donde realizan extraescolares. A esta categoría se suman también las inevitables graduaciones, esos actos solemnes que hemos instituido al final de cada etapa educativa. Debía parecernos poco aguantar esas dos galas anuales, así que nos han dado un extra. Quienes tengan hijos me entenderán. Los graduamos al terminar la antes llamada guardería; los graduamos con cinco años, cuando acaban Educación Infantil; los graduamos al llegar a 6º de Primaria; los graduamos en 4º de la ESO; y los volvemos a graduar en 2º de Bachillerato. Así que cuando alcanzan la educación superior, yo creo que ya estamos saturados. Y es precisamente al finalizar ese periodo cuando deberíamos celebrar a lo grande la graduación más importante de su vida, la que supondrá completar su formación para ir de cabeza al paro o a un contrato basura de becario.


Desde su entrada en Infantil hasta hoy mismo, que el pequeño se despide de Primaria, he cumplido con mis obligaciones como madre y he asistido uno por uno, religiosamente, a todos los festivales, actuaciones, shows, funciones, exhibiciones, conciertos, bailes y demás eventos protagonizados por mis hijos y sus compañeros de colegio. Así que hablo con conocimiento de causa -y quizá se deba a ese exceso- cuando afirmo que detesto este género artístico. Aunque siempre he tratado de disimularlo. Por si fuera necesario argumentar mi radical postura, ahí van cinco razones de peso por las que no soporto los festivales escolares:

1.-El infierno de la intendencia para el Evento. Conseguir el atuendo adecuado para cada actuación resulta un engorro. En cualquier fondo de armario de una familia con hijos debe haber un gorro de Papá Noel o cualquier otro elemento navideño susceptible de ser solicitado por el centro para disfrazar al niño por Navidad. Un polo o camiseta blanca es otro de los básicos. pero digamos que esto es lo fácil. Pero para el resto de eventos, todo depende de la imaginación desbordada de la profe. También influye mucho en este aspecto la madre hiperactiva, la que colabora estrechamente con el colegio y siempre tiene alguna idea que proponer. Este tipo de madres suelen florecer en las graduaciones y tienen fijación por calzarles a los niños una réplica del tradicional atuendo de graduado: la toga y el birrete con su borla. De esa guisa se graduó mi hijo en infantil y, lo que tiene más delito, me tocó fabricar artesanalmente con cartulina, lana y tela todo el disfraz. Ay, las inevitables manualidades escolares, también darían para otro post.

2.-La duración del Evento. Todos los padres disfrutan viendo a sus hijos hacer monerías. Sobre todo les encanta grabarles en vídeo para la posteridad y luego distribuirlo por el Whatsapp familiar, para que la abuela pueda disfrutarlo. De hecho sé de muchos padres que piden el día libre en el trabajo para acudir a este tipo de festejos, pero luego no aparecen por las reuniones escolares o las tutorías. En cualquier caso, ¿dónde viene escrito que el evento deba ser interminable? Debería ser suficiente con que cada grupo cantara una canción o se marcara un baile, pero claro, por lo general las líneas por curso en los colegios suelen ser dos o tres, así que ya de entrada sale una media de 18 actuaciones solo en Primaria; a tres minutos cada una, echad cuentas y sumadle el tiempo perdido entre entradas, salidas, colocación, fallo en la megafonía, etc. Hay colegios que establecen distintos días en función de los cursos para evitar que el show se haga insoportable. Aún así, no queda más remedio que aguantar las monerías de los demás mientras esperas que le toque triunfar al tuyo. La única receta, a falta de alcohol, mucha paciencia.

3.-La lucha por el mejor sitio en el Evento. Me provoca urticaria hacer cola a la puerta del gimnasio para entrar en el evento. Y mucho más pelearme por los asientos en primera fila. O discutir con el que se levanta y te tapa la visión justo cuando tú estabas grabando el número de tu hijo. Pero es lo que fomenta este tipo de eventos: padres, madres, abuelos, tíos y demás parientes enloquecidos cual paparazzis cazando una exclusiva. Codazos e improperios es lo mínimo que puedes encontrarte, a no ser que llegues tarde y te quedes al fondo de pie, ajeno a la histeria, respirando profundamente.

4.-La calidad del Evento. Desengañémonos. Atrevámonos. Aunque alguien se ofenda. Seamos políticamente incorrectos. Los espectáculos escolares son basura. Vas para que tu hijo no sienta que le has abandonado y, ya de paso, para ir comprobando si mejora su coordinación y la sincronización con sus compañeros, pero como espectáculo es francamente mejorable. No hay ternura que valga. Bailes desacompasados, canciones desafinadas, meteduras de pata… Ya sé que no es la Juilliard School de Nueva York, es solo un colegio de Primaria, todo el mundo trabaja de manera desinteresada, por amor al arte, pero precisamente por eso. Quizá si el claustro, en vez de imponer el repertorio, consensuara con las criaturas aquello en lo que se sienten más cómodos o lo que les hace brillar, nos harían un favor a todos.

5.-El Pos-Evento. Cuando tu hijo te pregunta qué tal lo ha hecho, si te ha gustado. Cuando te pide machaconamente poder ver las grabaciones y las fotos que le has sacado. Cuando te repite una y otra vez la coreografía, que ya te la sabes de memoria, mucho mejor que él, porque llevas un mes ayudándole a ensayar en casa. Cuando por el grupo de Whatsapp de la clase se comparte más material gráfico, y tu móvil echa humo. Es entonces, solo entonces, cuando piensas en esta parte de la vida que se están perdiendo los que no tienen hijos a los que ir a aplaudir en una función escolar.

Justamente ayer asistí a mi último evento escolar de Primaria, la graduación de mi hijo. No me preguntéis qué tal. Solo os diré que seríamos más de 300 personas metidas en un gimnasio durante cerca de dos horas a 40 grados y sin climatización. Creo que hasta se me saltó una lágrima.



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