Blog personal de Ángela Beato. Escribo lo que siento. Digo lo que pienso. Procura no tomarme demasiado en serio.

sábado, 5 de mayo de 2018

Conceptos básicos sobre ETA que conviene no olvidar

El primer atentado de ETA que se quedó grabado en mi memoria fue el que perpetró la banda terrorista contra la Dirección General de la Guardia Civil de Guzmán el Bueno. Por aquel entonces acababa de trasladarme a Madrid para estudiar Periodismo. Me alojaba en una residencia para chicas cerca de Princesa. Mi vida consistía en ir de la Ciudad Universitaria a la residencia y de la residencia a la Ciudad Universitaria, con alguna escapada a los bajos de Moncloa o los bares de la zona de Alonso Martínez.

Me pareció escuchar el estallido al filo de la medianoche, mientras estudiaba. Encendí la radio y a los pocos minutos las noticias confirmaron el desastre. Por la mañana no pude evitar acercarme hasta allí. Me impresionó ver el boquete provocado por la furgoneta-bomba en la fachada del edificio, los cristales de las ventanas hechos añicos por toda la zona, el despliegue de seguridad, los muchos curiosos que como yo miraban embobados aquel escenario tan desolador. No podía quitarme de la cabeza a las dos víctimas inocentes. En realidad todas las personas asesinadas por ETA eran inocentes, aunque las de esa noche tenían la peculiaridad de no pertenecer a ningún cuerpo de seguridad, ni residir en una zona militarizada, ni tener más papeletas que el resto para terminar en el punto de mira de unos desalmados. Es este caso no había bonus de peligrosidad. Las víctimas de ese atentado simplemente pasaban por allí.

Uno tenía dos años y medio, se llamaba Luis y viajaba en un coche con sus padres de vuelta a casa. La mala suerte quiso que la trampa mortal estallara a su paso con más de 60 kilos de amonal y 40 de tornillería, un impacto letal para un cuerpecito tan pequeño y frágil. Sus padres también sufrieron heridas muy graves. De hecho, su madre, embarazada de cuatro meses, estuvo un tiempo en coma. Consiguieron recuperarse medianamente, sobrevivir, pero ya nada fue igual. El otro fallecido se llamaba Jaime, tenía 38 años, estaba soltero, trabajaba en TVE, le gustaba el fútbol y con el dinero que había ganado en la lotería iba a comprarse un piso para independizarse. Aquella noche volvía conduciendo a casa de sus padres. Nunca llegó. Un amigo que era técnico de la COPE se temió lo peor cuando llegó a la zona a trabajar y vio que uno de los coches afectados tenía una matrícula que le resultaba familiar. El balón que había en el maletero, el que siempre llevaba su amigo por si había que echar un partidillo, confirmaba el peor de los presagios.


Ahora que la banda terrorista ha decidido comunicar su disolución y, para asegurarse un final honroso, montar todo un teatrillo que sobra y ofende, yo solo puedo pensar en esas dos víctimas inocentes y en el resto de asesinados hasta llegar a las 853 vidas arrebatadas. Pensaba que la solución estaba en la disolución, que sentiría euforia cuando llegara este día, pero solo siento indiferencia. Debe ser porque siempre he vivido en un país acosado por una banda terrorista; cuando yo nací ETA comenzaba a utilizar la sangre como estrategia de intimidación, así que no he conocido otra cosa. Cuando nacieron mis hijos, el grupo armado todavía seguía hablando el lenguaje de las balas, pero ya vivía sus últimos coletazos. De hecho ellos están más familiarizados con el terrorismo yihadista que con el etarra. Pertenecen a una generación que se libró de los años duros de ETA y no son conscientes de la magnitud del drama y el horror que provocaron. Por eso deberíamos hacer como en las tribus ancestrales donde las historias se transmitían de generación en generación y pervivían gracias a la tradición oral. Por respeto a las víctimas y por responsabilidad con nuestros hijos, tenemos que pasar página, sí, pero no arrancarla. Mirar al futuro sin olvidar el pasado. Contarles lo ocurrido para que el paso del tiempo y la retórica propagandística de ‘los malos’ no borren de un plumazo la realidad. Sé que lo más efectivo con ellos es un vídeo, una infografía o una canción de trap, pero mientras le doy una vuelta al formato, aquí voy ensayando con algunos conceptos básicos sobre ETA para dummies:

-ETA son las siglas de Euskadi Ta Askatasuna, que quiere decir en euskera País Vasco y Libertad. Este grupo patriota, nacionalista y revolucionario aspiraba a que Euskadi fuera un estado independiente y para ello optaron por emplear estrategias tan finas como el asesinato, el secuestro, el chantaje y la extorsión.

-Para ETA el enemigo era todo aquel que no compartiera sus principios o que representara al Estado opresor. Así que puso a tiro en su diana a policías, guardias civiles, políticos de la contra, funcionarios de prisiones, empresarios poco afines o periodistas. Ser pariente de cualquiera de estos también otorgaba un bonus de peligrosidad.

-Los métodos para sembrar el terror eran variados: desde el tiro en la nuca hasta la bomba lapa en los bajos del automóvil de su objetivo, pasando por el coche-bomba cargado de amonal y metralla, con temporizador o accionado a distancia. Disponían de una red de soplones que vigilaban a las víctimas e informaban sobre sus movimientos al asesino. Aunque donde ponían la mirilla, ponían la bala, resultaba inevitable que muchas veces hubiera daños colaterales, víctimas civiles que solo cometieron el error de estar en el momento y lugar equivocados.  

-La banda nunca se ha arrepentido de sus crímenes ni ha pedido perdón. Hace poco, antes de su disolución, sí se han dignado a lamentar las víctimas inocentes, lo que no incluye, por ejemplo, a los hijos de los ‘enemigos’.

-Sus 60 años de actividad no les han servido para nada. No han conseguido sus propósitos. Solo causar dolor, enfrentamiento, odio y división. El libro 'Patria', de Fernando Aramburu es ejemplo gráfico del odio que han sido capaces de sembrar. Aunque parezca que ahora se retiran y nos perdonan la vida, no penséis que han ganado, más bien todo lo contrario. Han sido derrotados por las fuerzas de seguridad, la Justicia y el Estado de Derecho.

-ETA es una pandilla de fanáticos demodé. Una organización enferma desde sus inicios y en fase terminal desde que anunció el cese de su actividad armada en 2011. Pistoleros analógicos del siglo XX a los que les sentó fatal el cambio del milenio y que quieren disolverse porque ya no tienen guerreros, ni infraestructuras, ni fondos. Porque la Euskadi libre que propugnaban es ya más libre y más rica que cualquier otra zona del país -concierto vasco mediante- sin necesidad de excisión o revolución ninguna.

De modo que si quieren disolverse, que se disuelvan. Pero, para esa reconciliación que piden, falta algo más:

-Que se entreguen todos los huídos.
-Que confiesen para esclarecer los cientos de casos sin resolver.
-Que se les juzgue por los crímenes cometidos.
-Que pidan perdón.
-Que cumplan las penas que se merecen.

Después de todo esto, quizá los que por su culpa han sufrido un infierno en vida, logren perdonar y vivir en paz. Y para ello, insisto, es imprescindible que nadie retoque la realidad ni la reescriba. Que seamos capaces de explicar lo vivido clara y objetivamente a quienes no saben lo que es ETA ni cómo se las gastaba. Todo sin utilizar expresiones que pervierten el lenguaje y la historia. Ni conflicto armado ni lucha. Años de plomo que padecimos todos, los que aprendieron a vivir señalados y con miedo, y los que nos acostumbramos a los sobresaltos y las vilezas abriendo el telediario a la hora de comer. Lo único que ha existido durante 60 años ha sido la dictadura del terror de un puñado de asesinos incapaces de defender sus ideas sin apretar un gatillo. Una dictadura que en los últimos tiempos agonizaba, de la que ya casi nadie se acordaba y que definitivamente se ha apagado.

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