Rafa Nadal ha
dicho que le gustaría volver a votar y le ha caído la del pulpo. Es curioso que
en este país unos puedan decir lo que les salga del higo y a otros se les afee
que piensen en alto. Conste que no es que al tenista le haya dado por escribir
una tribuna abierta en algún periódico, montarse un vídeo-protesta de Youtube o alquilar
una camioneta con megáfono para gritar su opinión a los cuatro vientos. No
señor. Lo ha dicho durante una rueda de prensa en el torneo de tenis de Roland Garros, en París. Y ni siquiera lo ha soltado así, por las buenas, sino que
algún periodista con más ganas de carnaza que de hablar de tierra batida, le ha
preguntado por el tema de estos días, la bendita moción de censura con su
correspondiente cambio en La Moncloa, y el deportista no se ha callado ni ha
tirado pelotas fuera. Ha empezado dejando patente que este es un tema muy
sensible y que, digas lo que digas, sabes que molestará a alguien. Cualquiera
diría que adivinaba lo que ocurriría después de soltar lo que piensa, es decir,
lo que comúnmente llamamos hacer uso de su libertad de expresión. Lo mismo que
hizo C. Tangana hace
unos días cuando le preguntaron por la condena a su colega Valtonyc, pero con
una sensible diferencia, que el de Manacor no emplea tacos ni insulta a nadie
con sus palabras.
Dice: “A mi modo de entender, lo mejor sería votar, o a mí me
gustaría volver votar. Creo que al ciudadano le gustaría votar otra vez porque
a día de hoy no hay nadie que pueda gobernar, alguien que hayamos votado y nos
sintamos representados, porque hay demasiados pactos y al final nuestro voto no
nos deja cómodos”.
Ahora comparad con estas palabras del rapero en la rueda de
prensa del festival Primavera Sound:
Resumiendo: "El Rey soy yo, el Rey es un gilipollas, la madre del
Rey me come los cojones, la que ahora llaman Reina era una presentadora de la
tele, y eso es lo que sigue siendo para mí, y que me metan a mí también en la
cárcel, que me voy a ir a Bélgica a hablarles desde allí...”.
¿Habéis notado la diferencia? ¿No? Será porque ambas se enmarcan dentro del ejercicio de un derecho. Pero hay ‘pequeños matices’ que las distinguen:
En un caso, las palabras son extremadamente cívicas, yo diría que incluso
aburridas de tan formales que suenan; en el otro, son provocadoras y
contestatarias. Cada una de ellas define a quien las pronuncia y no le pillan
por sorpresa a quien las escucha. Pero, lo que son las cosas, en uno no está bien visto que se ‘meta en
política’ y en el otro es lo mínimo que se espera. Por eso lo del primero ha tenido
más trascendencia que lo del segundo.
Lo más divertido es que Nadal no ha dicho nada ofensivo
contra nadie, por eso quienes le critican recurren a la estupidez de echarle en
cara su posición económica, supongo que ganada a base de explotar su talento
con la raqueta, sudar la gota gorda y estar todo el día de la ceca a la meca
peloteando. Otros haters recurren a la comparación con deportistas a los que también les cae estopa del otro lado cuando hablan de
política: Guardiola y Piqué. Por supuesto que ellos también pueden opinar,
faltaría más, aunque tengan un discurso mucho más beligerante. Es un derecho que
consagra la Constitución, así que todos, independientemente de nuestra
ocupación, procedencia, género, posición… somos libres de hacerlo. Y también
nos exponemos a que a alguien no le guste lo que decimos y manifieste su
desconformidad. Es decir, que también haga uso de su libertad de expresión
apuntando hacia nosotros. Entonces decidiremos si, emulando a Nadal, subimos a la red para soltar un golpe a placer o esperamos al fondo de la pista el momento de devolver la pelota con un buen revés.
En el bar, en el trabajo, en el gimnasio, en el mercado, en clase, en una
fiesta familiar y en todas partes, te encuentras con gente que expresa su
opinión sobre cualquier tema: política, corrupción, paro, emigración, machismo, feminismo, fútbol,
sexo, toros… Seres humanos que piensan y se expresan. No entiendo por qué un deportista,
un actor, un escritor o un músico, que también son humanos además de ídolos de
masas, deberían limitarse a hablar en público solo de su trabajo. Imaginad que la
panadera solo pudiera disertar sobre la masa madre; el fontanero, sobre
desagües; el bombero, sobre su manguera, y la neurocirujana, sobre
complicadísimas intervenciones quirúrgicas. Ocurriría que la sociedad se
organizaría por sectores, nuestro tema de conversación sería estrictamente
profesional, solo atenderíamos a los que son como nosotros y todo –seguro- sería
mucho más aburrido.
Ahora imaginemos por un momento que cuando a Nadal le
preguntaron por la situación política en España, hubiera decidido no contestar
o simplemente decir “Yo de eso no entiendo”. O “Le deseo lo mejor a Pedro
Sánchez”. O “Centrémonos en hablar de tenis”. Habría que oír hoy a algunos.
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