Blog personal de Ángela Beato. Escribo lo que siento. Digo lo que pienso. Procura no tomarme demasiado en serio.

miércoles, 3 de enero de 2018

Discutir por la cabalgata, toda una tradición de Reyes

Uno de los recuerdos de mi infancia, que no me han borrado ni la edad ni los fallos de mi disco duro mental, tiene que ver con la noche de Reyes. Me estoy remontando a finales de los años 70 del siglo pasado. En Toro, mi pueblo, por aquel entonces solían ser empleados municipales fácilmente reconocibles quienes encarnaban a Melchor, Gaspar y Baltasar. Como en la mayoría de pueblos y ciudades de España, al que le tocaba meterse en la piel de Baltasar le sometían a un incómodo proceso de teñido a base de betún porque, naturalmente, no era negro de verdad. No tenían “de eso” en la plantilla del Ayuntamiento ni tampoco en el padrón.

Creo recordar que aparecían montados en caballos y que les acompañaba un séquito discreto de grandes y pequeños, ataviados con ropas brillantes, coloridas y muy horteras, y cuyos rostros también me resultaban familiares. La verdad es que me daba igual. Nada de la puesta en escena me importaba. Yo lo que quería era recolectar caramelos, cuantos más mejor, y recordarle a gritos a Gaspar qué era lo que le había pedido. El caso es que después del desfile –y aquí llega lo que sí quedó grabado a fuego en mi mente infantil-, los Reyes Magos y sus pajes entraban en la sucursal del Banco de Bilbao y entregaban personalmente los regalos a los hijos de los empleados de esa oficina. El resto de los niños los mirábamos envidiosos a través de las puertas de cristal sin comprender por qué ellos disfrutaban de tan alto privilegio y nosotros no. Con el tiempo entendí. Y así fue como empecé a dejar de creer.


Desde que me estrené como tía y luego como madre, me ha tocado revivir a la fuerza la magia de la noche de Reyes. Durante 12 años consecutivos hemos tenido que ver in situ alguna de las cabalgatas que recorren la zona noroeste de Madrid -Las Rozas, Las Matas, Boadilla, Majadahonda, Pozuelo-, todas siempre muy pintorescas, como cualquier otra cabalgata de barrio. Nunca faltan zancudos, malabaristas, saltimbanquis, batucadas, grupos de peñas populares, niños disfrazados de superhéroes, clubes deportivos, asociaciones culturales, bailarines, bandas de música, animales, carrozas de personajes de la tele, vehículos patrocinados por negocios locales y hasta algún camión de bomberos. Porque hace frío y suenan villancicos, si no pensarías que estás en un desfile de las fiestas patronales. Da igual. Todos esos personajes, que son puro anacronismo si te empeñas en enfocar de manera purista la celebración, no dejan de jugar un papel de simples subalternos, teloneros de atrezo que te lanzan una lluvia de caramelos para amenizarte la espera hasta que llegan los realmente importantes: los Magos de Oriente. Entonces, cuando pasan, animas a tus hijos a que griten bien fuerte, para que Melchor, Gaspar y Baltasar les escuchen desde sus tronos, qué quieren de regalo y ellos te miran como pensando “Mi madre debe ser la única imbécil que no se ha dado cuenta de que esos no son los Reyes Magos de verdad”.

Sinceramente, no creo que sumar a esa miscelánea una carroza por la diversidad en la que vayan una drag queen, una bailarina de cabaret y una cantante de hip-hop con pijamas de peluche, vaya a alterar demasiado una cabalgata como la de Puente de Vallecas, que es la que este año protagoniza la polémica. Se está convirtiendo en todo un clásico eso de provocar puntualmente un conflicto a cuenta de la llegada de los Reyes Magos. Tampoco me parece que forme parte de una operación perfectamente planificada para acabar con las tradiciones religiosas, ni una manera sibilina de adoctrinar al público menudo. No pienso siquiera que ponga en peligro la ilusión infantil, por otra parte, a prueba de bomba, en vista de la numerosa artillería que insistimos en lanzarles los adultos sin pararnos a pensarlo.

A los niños no les importa si los Reyes van con la vestimenta clásica y capas de terciopelo o con diseños que parecen salidos del fondo de armario de Agata Ruiz de la Prada. Les da igual si son mujeres las que se esconden bajo la barba postiza o el tufillo del casting para seleccionar el séquito real. Pero si los adultos seguimos insistiendo en utilizar este tipo de celebraciones para reivindicar cada uno lo suyo, entonces sí terminaremos obligándoles a perder la inocencia y las cosas de los mayores les provocarán jaqueca antes de tiempo.

Haced un esfuerzo, echad la vista atrás y acordaos de vuestra infancia. Entonces recordaréis lo que realmente quieren los niños: Ellos quieren luces, música, caramelos, chocolate con roscón, que les toque la sorpresa e irse a la cama pronto para que los Reyes les dejen cuanto antes los regalos junto a sus zapatos. Y yo también.
   

jueves, 28 de diciembre de 2017

Inocentadas laborales

Creo que hace más de un mes fui víctima de una inocentada. Digo creo porque aún no dispongo de las suficientes pruebas como para asegurarlo con certeza. Os cuento. Vi una oferta de empleo publicada en Linkedin. La empresa de comunicación y marketing Digital Addiction buscaba redactores editoriales para crear contenidos destinados a sus clientes. Según sus palabras “estaban reforzando su capacidad de producción” para atender las necesidades de esas marcas o empresas que delegan en ellos el duro trabajo de crear textos originales para sus páginas web.

El caso es que a las pocas horas de mostrar mi interés por uno de esos puestos recibí la siguiente respuesta: “Nos gustaría conocer un poco más en detalle tu estilo y enfoque en redacción, con el objetivo de poder empezar a trabajar lo antes posible. A este efecto, nos gustaría pedirte dos artículos, son ejemplos no reales que de forma habitual utilizamos para esta prueba”. Y pasaban a detallarme datos como título, extensión, cliente, objetivos y palabras clave.


Me afané en escribir los dos artículos durante toda la tarde-noche de aquel día, para que vieran que podía trabajar con tiempos ajustados y bajo presión, y se los envié a mis interlocutores por la mañana. Desde entonces, ni una noticia. Ningún e-mail para agradecer el envío o valorar la calidad de las pruebas. Ni siquiera una llamada o mensaje para lamentar, por ejemplo, que mi estilo no se ajustara a sus expectativas. Nada. Al principio pensé que quizá tenían muchas pruebas para valorar, que habríamos sido muchos los que habíamos respondido al reclamo. Pero pasadas las semanas, cuando ya consideré que habían tenido el tiempo suficiente para saber si les podía servir o no, les envié un correo electrónico pidiéndoles que me aclararan la cuestión, más que nada por saber a qué atenerme. Eso fue el 4 de diciembre y aún sigo esperando que me contesten.

Por lo que he visto en algunos comentarios de Linkedin, a otros que están tan necesitados como yo les ha ocurrido algo parecido, de modo que tengo la impresión de que no soy la única pardilla. Y conste que no quiero pensar que esto sea una práctica habitual, que a base de pruebas de aspirantes se hagan con material redaccional gratuito que luego coloquen a sus clientes. Lo peor es que los precios que se manejan en este tipo de trabajos suelen ser bajísimos, así que los colaboradores autónomos externos que sí alcanzan acuerdos con este tipo de empresas y se encargan de facturar los textos ingresan cantidades de risa. Este dato hace el episodio aún más patético. 

De momento he estado rastreando la red por si encontrara por ahí publicado alguno de mis textos, pero no he encontrado nada, así que puede que, después de todo, mi desconfianza provenga de otra de mis paranoias. Quién sabe. Eso sí, a partir de ahora cuando aspire a cualquiera de estos puestos de redactora de contenidos y me requieran unas pruebas de escritura, les remitiré a este mismo blog o a cualquiera de los textos que tengo disponibles, incluidos los dos que redacté para esta prueba aparentemente fallida y que reproduzco a continuación. Al menos que el esfuerzo haya merecido la pena y que algo de esto tenga sentido.

Prueba 1:
Título: “Los 7 motivos por los que consumir alimentos ecológicos”
Cliente: Gran supermercado
Extensión: 400 palabras
Objetivo de negocio: creación de tráfico hacia una tienda de ecommerce
Keywords: quinoa, vitamina, dieta saludable, alimentación infantil

Los 7 motivos por los que consumir alimentos ecológicos
Cada día es más habitual encontrar clientes en los pasillos de los supermercados leyendo las etiquetas de los productos antes de depositarlos en el carro de la compra. Demostrado que el buen funcionamiento de nuestro organismo está íntimamente ligado a una dieta saludable, existe una creciente preocupación entre los consumidores por saber lo que comen, de dónde procede y cómo ha sido elaborado. El interés por los llamados productos ecológicos también ha aumentado y cada vez ganan más terreno en el menú familiar, incluidos los destinados a la alimentación infantil. Sus múltiples beneficios para la salud son los que mueven a su consumo, pero existen muchas más ventajas. Estos son los 7 motivos por los que consumir alimentos ecológicos:

-Son Saludables. Para su producción no se utiliza ningún pesticida químico, fertilizante sintético, antibiótico o cualquier otra sustancia artificial con las que se combaten plagas o enfermedades en la agricultura y ganadería no ecológica.

-Son Nutritivos. Los alimentos ecológicos tienen más nutrientes, minerales, vitaminas, oligoelementos y antioxidantes, de modo que quien incorpora a su dieta alguno de estos alimentos, como por ejemplo la quinoa, favorece el buen funcionamiento de su organismo y se protege frente a enfermedades.

-Ofrecen mayor seguridad alimentaria. Son productos con todas las garantías, pues durante su proceso de elaboración se someten a exigentes controles e inspecciones para garantizar que cumplen con las normas y estándares de producción agroalimentaria ecológica establecidos.

-Son Sostenibles. La agricultura ecológica emplea la rotación de cultivos,  respeta los ciclos naturales, aprovecha los recursos de la zona, preserva las variedades locales, no contamina los acuíferos, recurre a prácticas naturales para potenciar la fertilidad de lo suelos y fomenta la biodiversidad.

-Provienen de prácticas respetuosas con los animales. La ganadería biológica apuesta por las especies autóctonas y el crecimiento en semi libertad. Los animales se alimentan de pastos naturales y piensos ecológicos, no están hormonados y crecen de manera natural y sin estrés.

-No hay transgénicos. En la agricultura ecológica está prohibido el uso de organismos genéticamente modificados. Este tipo de práctica que tiende a la uniformidad es totalmente opuesta a la filosofía “bio”, que impulsa la riqueza y variedad de cultivos, especies y paisajes.

-Saben y huelen. El cuidadoso modo de producción de estos alimentos les permite conservar un sabor auténtico que el paladar reconoce y una expresividad aromática que el olfato percibe sin dificultad.


Prueba 2:
Título: “Guía: las deducciones de un autónomo”
Cliente: Empresa de renting de coches
Extensión 600 palabras
Objetivo de negocio: branding
Keywords: deducción autónomos, facturación autónomos, emprendedor

Guía: las deducciones de un autónomo
El desembolso que efectúa un autónomo cuando compra un ordenador para trabajar, contrata una línea telefónica profesional,  alquila una oficina o adquiere un vehículo de empresa mediante renting son gastos que se puede deducir en su declaración de la renta. Hacienda establece que estos y otros muchos gastos que afronta el emprendedor son fiscalmente deducibles siempre que estén relacionados con la actividad económica que realizan, queden justificados mediante factura o recibo y aparezcan registrados en el libro de gastos e inversiones. A continuación repasamos los más comunes:

-Consumos de explotación: Los efectuados para obtener cualquier elemento que se precise para desarrollar la actividad empresarial, desde material de oficina hasta combustibles, embalajes y cualquier otro objeto de uso laboral.

-Sueldos y salarios: Las retribuciones que el autónomo paga a los empleados en concepto de sueldos, dietas, viajes de trabajo, indemnizaciones, pagos en especie o formación son deducibles.

-Seguridad Social a cargo de la empresa: Dentro de esta partida se incluyen las cotizaciones a la Seguridad Social por los trabajadores contratados más las correspondientes al propio empresario. Cuando la cotización de un trabajador depende del autónomo, podrá deducirse el 50% en caso de baja por contingencias comunes.

-Otros gastos de personal: Se integran aquí los gastos de formación del personal, las contribuciones a planes de pensiones, las indemnizaciones, seguros de accidente de los trabajadores, obsequios y cualquier otro gasto relacionado con sus empleados.

-Arrendamientos y cánones: Incluye las cuotas de alquiler de bienes muebles o inmuebles, puede ser una oficina o un vehículo por leasing o renting, así como el pago por el derecho de uso de patentes y marcas.

-Reparaciones y conservación: Tienen que ver con los gastos realizados para el mantenimiento de las instalaciones, siempre que la obra no conlleve una mejora o ampliación.

-Servicios de profesionales independientes: Son los honorarios que el autónomo abona a profesionales ajenos a la empresa pero cuyos servicios requiere para el normal desarrollo de su actividad, como gestores, abogados, auditores, notarios, etc.

-Otros servicios exteriores: Abarcan desde gastos habituales en una oficina, como los suministros de luz, agua o servicio de telefonía, hasta los facturados en investigación y desarrollo, transportes, primas de seguros, servicios bancarios, publicidad o relaciones públicas.  Si el emprendedor trabaja en su propia vivienda puede deducirse el IBI, la cuota de la comunidad de propietarios, el seguro, etc, en proporción a la parte de la vivienda utilizada para la actividad con respecto al total, pero no podrá deducirse los suministros. Son deducibles también los gastos generados por el uso de la línea de teléfono profesional y el vehículo destinado a la actividad empresarial. 

-Tributos fiscalmente deducibles: Se consideran así el Impuesto sobre Actividades Económicas (IAE), el Impuesto sobre Bienes Inmuebles (IBI) que recaiga sobre elementos afectos a la actividad, así como otros tributos y tasas tanto estatales como no estatales. El IVA soportado sólo será deducible cuando no sea desgravable a través de la presentación de declaraciones trimestrales de IVA y por tanto no tengan derecho a deducirse las cuotas soportadas.

-Gastos financieros y amortizaciones: Se incluyen todos los gastos derivados de la utilización de recursos financieros de terceros para la financiación de las actividades de la empresa. También la cantidad depreciada de la inversión realizada por el empresario y las pérdidas por el deterioro del valor de los elementos patrimoniales.

-Otros gastos deducibles: Comprenderían la adquisición de libros o instrumentos no amortizables, la suscripción a revistas profesionales, los gastos de asistencia a cursos, conferencias, congresos, los seguros de enfermedad o la cuotas por pertenencia a entidades profesionales, corporaciones, cámaras y asociaciones empresariales legalmente constituidas.
  

martes, 19 de diciembre de 2017

Contra el coaching motivador, realismo sucio

Siento que lo que voy a decir va en contra de la corriente imperante. Podríais considerarla una postura políticamente incorrecta, aunque yo la veo más como una verdad incómoda. En todo caso, antes de su lectura resulta indispensable inyectarse un poco de sentido del humor para asimilarla sin dramas.

Tras meses de análisis y experimentación he llegado a la conclusión de que frente a esa moda del coaching motivador que pregona lo de ‘si quieres, puedes’, debo reivindicar la vida real. Y la realidad es que el lema de Adidas –Impossible is nothing- es puro merchandishing. Siento deciros que no todo es posible. No siempre se consiguen los sueños que uno persigue. No por desear muy fuerte algo se hace realidad y no necesariamente trabajar, esforzarse y ser brillante se traduce en alcanzar las metas que te habías propuesto. Así que, por favor, que dejen ya de crear frustración a quienes pierden toda su vida en seguir esos consejos, convencidos de que son verdad, y terminan llorando por las esquina porque nunca llegan a alcanzar ninguno de sus propósitos.

Adoro la danza desde que era una cría, pero sé que, por mucho que lo desee, nunca seré Maya Plisétskaya. Envidio a la gente que canta bien y sería un sueño hecho realidad soltar unos gorgoritos en un karaoke y dejar a todos con la boca abierta. Pero me conformo con desgañitarme con las canciones que suenan en la radio cuando voy conduciendo o no desentonar cada vez que hay un cumpleaños. Cuando veo a alguien dibujar pienso en lo que daría por tener yo ese talento, pero el único retrato que alcanzo a pintar es el que sale de juntar un 6 y un 4. Lo mismo me pasa con la música. Ojalá supiera tocar el piano o la guitarra, pero voy que chuto con la pandereta y mi escueto repertorio con la flauta dulce. Hará poco más de seis meses comencé a correr. Me encantaría ser capaz de completar mañana un maratón, pero mi límite en estos momentos son los cinco kilómetros. Pasada esa distancia mi cuerpo y mi cabeza me piden que me detenga. Quizá con un severo entrenamiento –y sesiones de electroshock- podría llegar, como mucho, a los diez kilómetros y, por supuesto, no sería ni mañana ni el año que viene. Tampoco me vale que me digáis que si hubiera recibido clases desde mi más tierna infancia, hoy podría bailar, cantar, pintar o tocar cualquier instrumento, porque estoy convencida de que en la mayoría de estas disciplinas el talento no se aprende, se despierta. Es obvio que no vivo esta realidad como un trauma, sino como algo que no está hecho para mí, os pongáis como os pongáis los ‘pro-coaching’.


En este punto creo que nos convendría mejor saber asumir el fracaso y dejar de demonizarlo. Tampoco es tan malo fracasar. Lo sé de primera mano. Incluso desfallecer si es necesario. Aprender a caer y, lo que es más interesante, aprender a levantarse y armarse de valor y ganas para seguir intentándolo, aunque vuelvas a fallar mil veces. En muchas ocasiones lo interesante -el aprendizaje- está en el camino, en el proceso de intentarlo, no en el éxito en sí. Y, por supuesto, una segunda premisa sería fijarnos metas realistas, pequeños logros, de esos que sabes que, a poco que pongas de tu parte, los alcanzarás. Así al menos, entre tanto fracaso, puedes irte anotando de vez en cuando un pequeño triunfo que dé lustre a tu amor propio.

En mis largas estancias en Linkedin, visita obligada para todo desempleado que se precie, de vez en cuando compartimos entradas en las que expresamos nuestro deseo de encontrar trabajo. La verdad es que yo lo hago menos de lo que debería, supongo que porque no quiero resultar pesada. El caso es que la mayoría de las respuestas que reciben esas publicaciones son frases típicas y tópicas para animar al pobre parado: ‘No te vengas abajo’, ‘Tú puedes’, ‘Seguro que pronto encuentras algo’, ‘Tú vales mucho’, ‘No dejes de intentarlo’, ‘El que la sigue la consigue’..., cuando lo que de verdad pretendes con esa confesión no son frases motivadoras, sino que te digan que van a mover tu currículum por sus círculos, que en determinada empresa o sector andan buscando gente de tu perfil, o simplemente que toman nota y estarán pendientes de cualquier oportunidad que surja.

Digo todo esto porque si algo he aprendido en mis 25 años de experiencia profesional, incluidos los últimos meses de búsqueda, es que muchas de las cosas que nos suceden en todos los ámbitos, incluido el laboral, no dependen de que nos sintamos más o menos motivados, sino que están sujetas a variables que escapan de nuestro control. La única responsabilidad que verdaderamente tenemos, a parte de poner esfuerzo y empeño personal, es la de escoger libremente, con mayor o menor fortuna, los caminos que tomamos.  Pero os aseguro que si ‘impossible was nothing’, si nada fuera imposible, si siempre pudiéramos lograr nuestros objetivos, la tasa de paro sería 0.

Después de todo esto, si seguís decididos a poneros como motos con sesiones de coaching en vena y a luchar por conseguir llegar a lo más alto, estáis en vuestro derecho, no voy a cuestionaros. Todo lo contrario. Incluso os voy a ayudar a que lo consigáis sugiriéndoos que leáis esta guía práctica que compartía un usuario de Linkedin. No es exactamente coaching, pero os permitirá triunfar en la vida. Eso sí, el peaje que habréis de pagar es ser unos gilipollas. Vosotros elegís. 
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domingo, 17 de diciembre de 2017

Esos seres sintientes

Tuve un perro durante unos cuatro o cinco años. Lo adopté una Navidad. Supe que sus dueñas tenían intención de sacrificarlo y me dio mucha pena. Pensé que no podían hacerle tal faena en una época como esa, así que me ofrecí a alojarle temporalmente para que al menos disfrutara de su última Navidad en familia. El pobre había penado mucho. Primero fue un antojo de niñas mimadas; luego, por circunstancias de la vida, se convirtió en una carga y decidieron regalarlo. Su nuevo hogar fuera de Madrid no resultó como todos esperaban y el animal se fugó en busca de sus primeras dueñas. Cuando la policía lo encontró en Valencia y descubrió que tenía un chip que identificaba a sus antiguas propietarias, las contactó. Fueron a buscarlo porque no les quedaba más remedio. Pero su sitio ya lo ocupaba otro perro más pequeño y fino que él, así que su destino estaba escrito.

Se llamaba Zar y llegó a mi casa con secuelas del perro maltratado: cicatrices en varias partes de su lomo, carácter asustadizo y tendencia a mear contra mi estantería de CD. Una joya. Pero nunca nadie se ha alegrado tanto de verme al volver del trabajo. Nadie como él me ha recibido con esos saltos de alegría, como tratando de alcanzar mis mejillas y comerme a lametones. Por las noches se acurrucaba contra mi muslo sobre el sofá para ver conmigo alguna serie y cuando me sentaba ante el ordenador, se acercaba y esperaba paciente hasta que le daba permiso para subirse al calorcito de mi regazo, así combatíamos los dos el frío de mi viejo apartamento. En los días que estaba un poco torcida me miraba fijamente, como si entendiera cada uno de mis lamentos. En las noches de nieve o lluvia que apetecía poco sacarle a la calle, se las apañaba para terminar sus 'quehaceres' en pocos minutos, antes de calarnos los dos hasta los huesos.

Al final, pasada la Navidad, fui incapaz de devolverlo. Así que se convirtió en mi fiel compañero de piso. Con los años, a pesar de que a mi vida llegaron niños que competían con él por mis atenciones, nunca demostró celos ni dio motivos para arrepentirme de mi decisión. En la última etapa de su vida una leishmaniosis le fue dejando medio ciego y sin ganas de comer ni moverse, de modo que tuvimos que tomar la difícil decisión de pedirle a la veterinaria que le durmiera para siempre. Aún recuerdo la llorera de aquella Semana Santa.

Comprenderéis entonces que me parezca muy oportuna la decisión tomada en el Congreso para modificar el Código Civil, la Ley Hipotecaria y la Ley de Enjuiciamiento Civil de manera que se deje de considerar a las mascotas como un mueble más de la casa y se las trate como seres vivos dotados de sensibilidad, seres sintientes los llaman. Bien. Qué menos. Por fin nos vamos equiparando a otros países del entorno europeo. Pero no perdamos la perspectiva. Lo digo porque gracias a este debate hemos sabido que en España la mitad de los hogares tienen una mascota, algo que dice mucho de nuestro amor por los animales. Pero también que ya se contabilizan más familias con mascotas que familias con niños, lo que particularmente a mí me parece preocupante. Hay parejas que dilatan al máximo el momento de dar la bienvenida a la paternidad. Las circunstancias no invitan demasiado. Pero no les cuesta tanto dar el paso de incorporar a la familia un perro o un gato. Y les entiendo. Estos animales, además de hacer compañía y llenar de felicidad a sus dueños, dan menos trabajo y desvelos que un mocoso, conllevan también una responsabilidad menor y a la larga seguro que resultan más baratos. Además, con ellos no tienes que sufrir la tortura de los grupos de whatsapp de clase, los cumpleaños infantiles, las funciones escolares, los partidos del fin de semana, su mala uva adolescente… Todo son ventajas. Solo les encuentro una pega -además de tener que sacarles a la calle tres veces al día para hacer sus cositas, al menos a los perros-: que de momento no hemos conseguido que trabajen y contribuyan al sostenimiento de la hucha de las pensiones. Para eso lo que necesitamos en este país son más niños -cotizantes en potencia- que el día de mañana mantengan el sistema y nos permitan sobrevivir al retiro. Así que los que tengáis dudas y podáis, no renunciéis a traer más niños al mundo, por favor. Es más, por qué elegir. Probad a no renunciar a nada, tened niños y mascotas. El país y todos los que temen por su jubilación os lo agradecerán.

lunes, 4 de diciembre de 2017

Cuando la Administración trata a los ciudadanos como niños

Todos los años decimos que no vamos a ir al infierno en que se convierte en diciembre el centro de Madrid por la expectación que genera la decoración navideña, pero todos los años terminamos peregrinando como borregos hasta la Puerta del Sol y la Plaza Mayor para ver las lucecitas y los abetos. Supongo que la culpa la tienen Chencho y ‘La gran familia’. Sabemos que no hay quién camine, que todo está saturado de gente, que tomar un bocadillo de calamares en La Campana o un chocolate en San Ginés requiere un esfuerzo titánico. Que a duras penas consigues acercarte a alguno de los puestos de artículos navideños o bromas. Que a las horas de cada pase de Cortylandia es imposible acortar hacia Preciados desde Arenal por la Plaza de las Descalzas, a no ser que quieras arriesgarte a perder la vida aplastado o increpado por padres que cargan con sus pequeños mocosos para que vean mejor el espectáculo. La teoría la sabemos, pero inevitablemente terminamos arriesgándonos a arrepentirnos de haber vuelto a caer. 

Es decir, sabemos a lo que vamos y lo que nos encontraremos. Sabemos que deberemos ir sorteando transeúntes que se desplazan en dirección contraria a la nuestra y que en algunos tramos tendremos que caminar más despacio, al ritmo de los que nos preceden, e incluso pararnos. Sabemos también que si evitamos ciertos itinerarios, podremos librarnos de sufrir ese incómodo momento en que notas otros cuerpos rozando el tuyo, sus alientos en tu cogote,  y no sabes donde acaba el movimiento involuntario y donde empieza el sobeteo aprovechando la coyuntura. Lo sabemos y no necesitamos que ningún organismo regule nuestro masoquismo. Pero llega el Ayuntamiento de Madrid y, con el propósito de mejorar nuestra experiencia de usuario del espacio público, idea una fórmula para evitarnos las aglomeraciones y aliviar el desorden de las calles más transitadas que confluyen en la Puerta del Sol. La solución que se les ha ocurrido es convertirlas en vías peatonales de una sola dirección. En concreto pretenden obligarnos durante estas Navidades a utilizar la calle Preciados para subir desde Sol hacia Callao y a tomar la del Carmen de bajada, para que todos caminemos en el mismo sentido. ¿De verdad hacía falta?


Este pasado fin de semana se estrenó la medida y ha ocurrido lo que se esperaba. La mayoría de los transeúntes piensa, como yo, que no necesitan que nadie les diga por donde caminar. Es más, el propio instinto de conservación del ser humano medianamente consciente suele hacerle evitar los tumultos que puedan poner en riesgo su vida. Al menos el mío funciona así. Afortunadamente la gilipollez solo se ha establecido en esas dos vías y hay muchas otras por las que se puede acceder al kilómetro 0. Además, como ha aclarado la portavoz del Ayuntamiento, Rita Maestre, la dirección única solo afecta a la entrada y la salida, una vez dentro de la calle se supone que ya puedes moverte en libertad. Es un alivio saber que no tendremos que ir en fila, perfectamente alineados como si estuviéramos en una parada militar. En fin… Este plan solo se activará cuando haya aglomeraciones -faltaría más- y cuenta con la participación de agentes municipales para corregir a los peatones despistados. Personalmente creo que los policías serían más útiles persiguiendo a los malos o vigilando nuestra seguridad que no riñendo a los díscolos que osan caminar en dirección contraria, como hacemos las madres con los hijos cuando no obedecen. Mira tú por donde, se dice que en Navidad tiende a aflorar el niño que todos llevamos dentro, así que esta descabellada idea era justo lo que necesitábamos. Y como las travesuras son propias de la edad infantil, yo ya estoy deseando pasarme por el centro en un día de máxima afluencia y caminar al revés, a ver qué pasa.

La injerencia de la Administración en nuestros hábitos, usos y costumbres me chirría. Eso de limitar nuestra libertad y autonomía para protegernos de nosotros mismos se llama paternalismo. ¿Qué será lo próximo? ¿Nos obligarán a abrigarnos con gorro, bufanda y guantes cuando el termómetro baje de los 0 grados? ¿O a no enamorarnos de la persona equivocada? Puede que también nos digan dónde nos tenemos que colocar para hacernos las fotos con las luces de Navidad, una especie de punto obligatorio de selfie. ¡Ah! Y ya, por qué no, que nos dicten la carta a los Reyes Magos.