En algunos países del mundo, como Méjico o Perú, conservan la tradición de quemar cada 31 de diciembre a medianoche un muñeco fabricado con trapos viejos, serrín y algo de pirotecnia, que simboliza todo lo malo del año que termina. Se supone que al arder dejan atrás lo negativo, se van las penas e inauguran el año nuevo de cero, limpios de polvo y paja, sin malos rollos. Aquí, tras las 12 uvas, solemos darle más a los petardos y fuegos artificiales, que no dejan de ser también fuego purificador, aunque lo que quememos sea solo pólvora.
Imaginando que fuera posible atar bien fuerte y echar a arder algunos de los episodios más tristes que ocuparon las primeras planas durante este 2015, se me ocurren cinco sin dudarlo:
-La vergonzosa gestión internacional de la crisis de los refugiados.
-El periodismo de trinchera y bandos en que se ha convertido el ejercicio de mi oficio en este país.
-El terrorismo yihadista que ha sembrado de muertos Turquía, Francia, Túnez, Kuwait, Somalia, Egipto, Siria, Kenia, Yemen…
-Las al menos 55 mujeres asesinadas en España por alguien a quien amaron.
-La pérdida de personas irremplazables como Pedro Reyes, Amparo Baró, Jesús Hermida, Ana Diosdado, Pedro Zerolo y muchos otros, también menos conocidos, a los que seguro todos hemos tenido que decir adiós este año.
Y ahora que pase 2016 y, si es posible, que traiga menos dolor.
Amén!
ResponderEliminarAmén!
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