Blog personal de Ángela Beato. Escribo lo que siento. Digo lo que pienso. Procura no tomarme demasiado en serio.

viernes, 24 de febrero de 2017

Hagas lo que hagas, ponte bragas

Foto del cartel extraída de Twitter
Ya tenemos nuevo escándalo sexista. En esta ocasión tiene que ver con una iniciativa empresarial del sector de la hostelería cuyos responsables no han medido bien el alcance de su gran idea y se ha convertido en pelotazo viral. Ayer saltaban las alarmas al difundirse por las redes sociales el cartel de una fiesta en una discoteca de Barcelona en la que, como reclamo para las chicas, además de los cuerpos esculturales de un par de maromos, se ofrecía entrada gratis más una copa y 100 euros en efectivo a las que fueran sin bragas. Imaginad ese momento en el que las damas tuvieran que acreditar su derecho a cobrar la promoción. Por cierto que en el cartel –una joya del diseño- también figura que si están de cumpleaños les invitan a ‘champagne’ y pastel. Si encima van sin bragas, hacen la noche… En fin. ¿Y qué me decís de la frase en mayúsculas 'Mujeres que no tienen marido', como si las casadas no fuéramos público potencial. Aunque, ahora que lo pienso, quizá se refieren a las señoritas en bikini del cartel… Es igual. 

Después de la denuncia, la Generalitat ha pedido a la discoteca que retire la promoción y parece que el Ayuntamiento de Barcelona y otros organismos estudian emprender acciones legales. Aunque un poco tarde, porque según dice el cartel, este evento se anunciaba para todos los sábados de febrero, así que lo mismo hay quien ha picado ya en alguna de las sesiones. A mí me provocaría rechazo un local con esa imagen comercial, pero igual a alguna fémina le hace gracia. Por cierto, no es la primera vez que el Bailódromo Caña Dulce recurre a acciones de marketing sonadas. Ya es un clásico del barrio.

Lo de dejar pasar gratis a las chicas a los locales nocturnos de ocio para asegurarse público masculino es una práctica tan vieja como este mundo machista, aunque lo de sugerir quitarse las bragas es muy novedoso. Recientemente el Juzgado de lo Contencioso Administrativo número dos de Albacete desestimaba un recurso interpuesto por un pub de esa ciudad que había sido multado con 1.500 euros por cobrar la entrada a los hombres y permitir a las mujeres acceder gratis. Así que el empresario tendrá que envainársela y acoquinar la pasta por una práctica que el tribunal considera arbitraria y discriminatoria. Y -¡ojo!- que discrimina a partes iguales a ellos, porque tienen que pagar por ser hombres, y a ellas, por ser utilizadas como cebo.

Y no vale ampararse en lo de ‘reservado el derecho de admisión’. Naturalmente que el empresario puede organizar su actividad como le plazca, pero siempre dentro de la legalidad, y la norma es clara al respecto: las condiciones de acceso deben respetar la dignidad de las personas y sus derechos fundamentales y están prohibidas las decisiones arbitrarias que conducen a la discriminación por razón de nacimiento, raza, sexo, religión u opinión. Alguno podría preguntarse si es legal que te impidan el paso a un local nocturno por llevar calcetines blancos y la respuesta sería que el empresario podría hacerlo siempre que restringiera el paso a todos los clientes con ese atuendo, no solo a los feos. En ese caso incurriría en discriminación. Aunque aquí de lo que hablábamos no era de calcetines, sino de bragas. O mejor, ropa interior, que queda más fino.

Resumiendo, queridos emprendedores de la noche que os veis tentados a recurrir a estas despreciables, vomitivas y casposas tretas para animar el aforo de vuestros locales y hacer caja: Os informo que, afortunadamente, la gente ya empieza a denunciar este tipo de prácticas, lo que significa que se os aguará la fiesta más de una vez. De modo que probad otras estrategias mucho más inteligentes, que seguro agradecerá vuestra clientela y os reportarán mayores beneficios, por ejemplo, una ambientación con clase, una escogida selección musical, productos de buena calidad y un trato exquisito. Aunque, de donde no hay...

Ahora que lo pienso. Hace mucho que no salgo por las noches… Y cuando lo hacía, recuerdo que siempre seguía un sabio consejo: Hagas lo que hagas, ponte bragas.



martes, 21 de febrero de 2017

Quién quiere media naranja


Parece que en breve va a abrir sus puertas en España la Escuela Neurocientífica del Amor, un lugar donde van a enseñar a sus alumnos a “enamorarse de la persona adecuada”. Según leo, su objetivo es que los clientes se conozcan bien mediante test sinápticos (que determinan los niveles de dopamina, testosterona, estrógenos y serotonina que tiene cada sujeto) y de mapas del amor que les ayuden a identificar a su media naranja.

Ignoro si será un pelotazo, pero creo que tratar de emplear la razón para gobernar ámbitos donde manda el corazón es una pérdida de tiempo. Además, ¿quién quiere encontrar a su pareja ideal? La gracia está precisamente en ir probando y equivocándote. Sentir mariposas en el estómago tantas veces como te enamoren, caer rendida, sufrir y -resiliencia mediante- volverte a enamorar.

Y sobre todo es fundamental asumir que el enamoramiento es pasajero, que tiene fecha de caducidad, como los yogures, y la pasión del inicio termina evaporándose a fuerza de aplicarle tanto ardor, por mucho que hayas tenido la fortuna de dar con tu otra mitad. Así que, llegado a este punto, una de dos: o sigues sufriendo y buscando -con mayor dificultad a medida que maduras- o decides/te resignas a simplemente ‘querer’ y vivir el amor de otra manera, abriendo el abanico y buscándole nuevos puntos, como explorar en tu organismo hasta encontrar otras sensaciones placenteras que, si bien no son como las mariposas del estómago, al menos te dan cierta vidilla: una puesta de sol que te chuta endorfinas, una canción que te arranca un suspiro, la escena de una película que te emociona hasta las lágrimas o una caricia espontánea e inesperada que te eriza la piel. 

Una de las cientos de veces que he estado enamorada -la mayoría sin ser correspondida, todo sea dicho-, el tipo en cuestión ‘cortó amarras’ conmigo soltándome una frase demoledora que viene que ni al pelo. "Te quiero, pero no estoy enamorado de ti". Eso fue cuando supe que al final se casaba con la chica oficial. Sí, seguía adelante con sus planes, pese a haber mantenido una extraña relación paralela conmigo, ‘la otra’. ¡Madre mía, lo que lloré! Y eso que me metí en la boca del lobo perfectamente consciente de que no era el hombre de mi vida, el ‘adecuado’, pero es que mi corazón con frecuencia ignora las órdenes de mi cerebro, se salta las señales de prohibido y termina colgándose de los perfiles menos indicados. Eso sí, de haberme ofrecido un cursillo intensivo de fin de semana en la Escuela Neurocientífica del Amor para evitarme este y el resto de desamores, no lo habría aceptado. No cambiaría ninguno de los desengaños amorosos de mi patético currículum sentimental por media naranja.

jueves, 16 de febrero de 2017

Un sobresaliente muy deficiente

Hoy me he acordado de una anécdota de mi etapa escolar. Cuando mis hermanas y yo teníamos algún examen y estábamos preocupadas por el resultado, mi padre –imagino que para rebajar la tensión- solía decirnos que nos tranquilizáramos, que no pasaba nada, que él se encargaba de enviarles a las monjas un jamón y asunto resuelto. Todo sobresalientes. Evidentemente estaba bromeando. Ni las monjas se dejarían comprar a cambio de un jamón ni, por supuesto, mi padre estaba dispuesto a tener que pagar tan alto precio por los aprobados de sus hijas.

El caso es que una de mis hermanas no entendió el chiste y, más chula que un ocho, a la primera ocasión, ante una reprimenda de su profesora por el resultado de una prueba, le soltó: “Bueno, da igual, ya os mandará mi padre el jamón”. Imaginad lo poco que tardaron en comunicar a mis padres el episodio y el bochorno que tuvieron que pasar. No se volvió a bromear con las notas.

Me ha venido a la memoria este chascarrillo al leer en el periódico que el Tribunal Supremo ha dictado la primera condena a un docente por prevaricación. Se trata de un profesor de la Universidad de Granada que aprobó por la cara a una alumna. Y es un decir. No es que tuviera el examen suspenso y decidiera hacer la vista gorda. No señor. Es que directamente la alumna ni se presentó al examen. Y -¡ojo!-, que pudiendo haber tirado del aprobado raspado, encima fue generoso y le puso un sobresaliente. Pensaréis que quizá había una relación estrecha entre ellos y que por eso él decidió echarle una manilla. Pues no exactamente. Por lo que cuenta la información, ni se conocían ni se habían visto nunca. 
Resumiendo el culebrón, la estudiante de Pedagogía estaba trabajando en Cádiz, por lo que compaginar este empleo con sus estudios en Granada se le hacía complicado. Necesitaba aprobar alguna asignatura para poder acceder al derecho de compensación y obtener así el título por la vía rápida y fácil, es decir, sin dar un palo al agua. Tenía prisa por abrir su Gabinete Pedagógico así que le contó sus penas a una administrativo del departamento que, conmovida, se prestó a ayudarla y hacer de intermediaria con este profesor tan ‘enrollado’.

La gracia les va acostar a ambos siete años de inhabilitación por delito de prevaricación. Me pregunto si ese arrebato de generosidad fue sin esperar nada a cambio. Te prestas a aprobar un examen sin que la persona vaya a tus clases, ni se presente a un examen, ni esté matriculada en plazo... ¿y todo por nada? Disculpadme por ser una desconfiada. Pero, si fue así, hay que arrodillarse ante el talento de la estudiante y su poder de persuasión.

Por cierto, ¿y a esa pedagoga? Lo mismo que se condena a profesor y funcionaria, ¿nadie la va a retirar el título y obligar a repetir las asignaturas no aprobadas legalmente? Es probable que no. De cualquier modo, no sería el primer caso de título regalado. Está el mercado laboral bien nutrido. Lo que sí me gustaría es saber el nombre del negocio de la tramposa. No cuestiono que sea una gran profesional y que domine la Pedagogía -lo desconozco, de hecho, así que no puedo juzgar-, lo que sí ha demostrado es tener una cara más dura que un piano. La pena es que siga saliendo tan barato coger atajos. 

Profesores que regalan sobresalientes, rectores que plagian sus trabajos, alumnos que presumen de títulos que no poseen… Entre todos contribuyendo a hundir más en la crisis a la ya de por sí maltrecha institución. Larga vida a la Universidad española… ¡Y un jamón!


martes, 7 de febrero de 2017

En qué mundo viven los que desprecian la cultura

Imagina vivir sin libros. Que no hubiera uno sobre tu mesilla para leer al acostarte. Que no pudieras aprovechar tus trayectos en tren, en autobús o en avión para devorar el último ejemplar de bolsillo que te regalaron. Que nadie escribiera y nadie leyera. Que te privaran de la fascinante aventura de soñar con otras vidas pasando páginas. Y del intenso placer de dormir a tu hijo con un cuento. Un mundo con gente que no sabe explicarse como un libro abierto. Sin bibliotecas donde disfrutar de la lectura en silencio, ni librerías que huelan a papel y tinta, ni recomendaciones a amigos, ni regalos con mensaje, ni bookcrossing. 

Imagina vivir sin música. Que nadie programara conciertos. Se acabó el cantar en la ducha. Y el dar el cante. Y nada de ir con la música a otra parte. Y si no hay música, no hay danza. Conducir sin tararear las canciones que escupe la radio. Que las novias llegaran al altar sin una marcha nupcial con la que seguir el paso. Que en los desfiles de moda solo sonaran los flashes. Y en los homenajes a los fallecidos nadie interpretara El cant dels ocells de Pau Casals. Que los niños saltaran a la comba sin melodía. Los cumpleaños serían menos felices sin el cumpleaños feliz. Y en los campos de fútbol y en los mítines no sonarían ni himnos ni cánticos. Un mundo sin rock, ni clásica, ni pop, ni soul, ni blues, ni jazz, ni ska, ni house, incluso sin reguetón.

Imagina vivir sin arte. Que no hubiera museos. Que nadie pintara un lienzo, esculpiera una escultura o disparara su cámara para captar una fotografía. No se entendería el concepto de ir hecho un cuadro. Las paredes siempre vacías. Adiós a las exposiciones y a las galerías. Un agujero negro en lugar de impresionismo, realismo, romanticismo, dadaísmo y todos los ismos. Que resultara imposible expresarse con los colores. Que el pastel solo fuera un dulce, y la paleta, una chica de pueblo como yo. Que nadie te dijera ‘Qué arte tienes”. Que nadie te hiciera un retrato, aunque fuera con un seis y un cuatro.

Imagina vivir sin teatro. No habría teatreros, ni copleras, ni titiriteros. Ignorar el poder de un escenario sobre las emociones. Despedirte de sentir tu vello erizarse cuando se apagan las luces. Sería de todo punto imposible contar un chiste de los que empiezan con “Se abre el telón”. Nadie podría hacer mutis por el foro. No saber lo que es participar en un aplauso colectivo. Faltar como espectador privilegiado a las extraordinarias transformaciones que se producen sobre las tablas. No tener la posibilidad de meterte en la piel de otro. Y perderte la increíble experiencia de sentir mariposas en el estómago oculto entre bambalinas antes de ponerte bajo los focos. 

Imagina vivir sin cine. Que no hubiera más películas que las que se montan los caraduras. No existirían las cañas de después, ni las palomitas de antes. Ni pantalla grande, ni cinemascope, ni Dolby surround. Nadie podría colgarte la etiqueta de peliculero. Nada de reír con una historia de risa, ni llorar con una triste, ni gritar con una de miedo, ni cantar con un musical. Para ver las estrellas deberíamos conformarnos con mirar al cielo o golpearnos la cabeza. Ignoraríamos lo que es darse el lote con el primer amor en la última fila. Y lo que es peor, renunciaríamos a una de las maneras más entretenidas de conocer nuestra historia, saber de dónde venimos y a dónde vamos. 

Todo esto es cultura. Todo esto es vida. De modo que me pregunto en qué mundo viven los que menosprecian o directamente desprecian la cultura. Seguro que en uno muy aburrido. Eso suponiendo que estén vivos.




viernes, 3 de febrero de 2017

El concepto de noticia

Una se pone a revisar las últimas noticias en Twitter para estar bien informada y de repente, haciéndose un hueco a codazos entre las últimas ocurrencias de Trump y las disputas escolares de Podemos, aparece el siguiente titular: “¿Eres capaz de dormir sin bragas?”. Es el digital The Huffington Post el que recoge este –por supuesto- interesantísimo artículo de opinión de una sexóloga pero que, tal y como se nos presenta, recibimos como si fuera una última hora más. 

Diréis que eso me pasa por seguir cuentas no tradicionales. Bien, pues abro la edición digital de un diario histórico y serio, El País, y me encuentro un reportaje de alcance que leerás con avidez, sobre todo si eres o aspiras a ser astronauta: “¿Cómo es la vida sexual en el espacio?”.

Voy al ABC, que no es sospechoso particularmente de modernidades, y leo “Suspendido «a divinis» el cura de Padua que tenía un «sex shop» en la casa parroquial con fustas y vibradores”.

Pero, ¡qué narices le ha pasado al periodismo! ¿Qué le han hecho al concepto de noticia? Ya cuando en la Facultad nos decían aquello de que la verdadera noticia no era que un perro mordiera a un hombre, sino que un hombre mordiera a un perro, debí intuir que algo así podía ocurrir. 

Las redes sociales se ha terminado convirtiendo en fuente de noticias. Los medios construyen historias noticiables a partir de cuatro tuits y sondean el interés de la audiencia a base de publicaciones plagadas de likes y compartidas hasta hacerlas virales. No me extrañaría que en breve se considere periodismo de investigación rastrear Twitter y Facebook.

Lo peor es que, inexplicablemente, como poseída por una extraña y desconocida atracción, me he leído el artículo de dormir sin bragas hasta el final.