Desde el mes de febrero, que acabé mi último contrato,
habré enviado mi currículum a cerca de 150 ofertas de empleo. En menos de una
docena de casos me han respondido por correo electrónico para darme las gracias
y lamentar que mi perfil no se ajusta a lo que estaban buscando. Del resto no
he tenido ninguna noticia. Obviamente en ningún caso se han interesado por
conocerme mejor ni me han citado para una entrevista de trabajo. Esa era mi
gran cruz hasta que de repente suena mi teléfono móvil y me citan para informarme
sobre un proceso de selección al que me había apuntado. Os
podéis imaginar mi alborozo. Lamentablemente duró poco, justo hasta que el
asunto me empezó a oler raro.
Voy a contaros el último episodio de esta pesadilla en la
que se ha convertido reengancharme al mercado laboral. Os pongo en
situación. En vista de que no termino de encontrar una oportunidad en mi campo,
he decidido ampliar ligeramente mis horizontes y postularme a otros procesos de
selección, particularmente en empresas públicas, donde la edad no penaliza (sospecho
que mis 49 son mi mayor lastre). En estas instituciones de
vez en cuando se convocan pruebas u oposiciones, ya sea para incorporar nuevos
trabajadores a la plantilla o para engrosar su bolsa de empleo. Por ejemplo, me
he apuntado a las de Aena,
que sí buscan periodistas entre otros profesionales, pero también a la
convocatoria para renovar la nueva Bolsa
de Empleo de Correos. No aparecía ningún puesto de lo mío, pero pensé que
quizá era lo suficientemente espabilada como para saber realizar las labores de
atención al cliente o clasificación en una oficina postal. Es más, llegué
incluso a imaginar que alguno de los reclutadores, al ver mi titulación
superior y mi experiencia, decidiría enfocarme en mayores responsabilidades.
Sí, lo sé. De vez en cuando me dan unos ramalazos naifs incompatibles con
mi edad…
Pero volvamos al tema. El caso es que recibí la llamada de
una mujer que me citaba para una entrevista en la que me informaría sobre todos
los detalles de la convocatoria de Correos. Lo relacioné automáticamente con el
proceso en el que me había apuntado, aunque me chocó que la dirección (Sagasta
4, 1º drcha) no coincidiera con ninguna de las instalaciones del operador, pero en aquel momento cerré el encuentro sin darle más vueltas. Un
poco más tarde, mi alma de periodista o mi desconfianza innata me hizo ‘googlear’
los datos que me habían facilitado hasta dar con una página web que nada tenía que ver con
Correos y en la que quedaba bastante claro que se trataba de una empresa
dedicada a la preparación de exámenes para Correos, pero al margen de esta
compañía. Era algo irregular. Normalmente los organismos oficiales publican
todos los detalles de sus convocatorias en su propia página web, que es la que
hay que ir consultando para saber los pasos que hay que dar. Llegué a valorar que
quizá, en este caso, habían externalizado esa parte del proceso y por eso me
citaba una empresa ajena al organismo postal, así que decidí devolverles la llamada para que
me aclararan la situación. Cuando interrogué a la mujer sobre este particular,
me contestó que Correos no podía estar contactando uno a uno con los aspirantes
y que por eso se encargaban ellos. Y ante mi pregunta sobre si lo que pretendía
era venderme un curso de formación para prepararme de cara al examen, ella
respondió que ‘bueno, usted es libre de estudiar por su cuenta o prepararlo con
ayuda’.
En este punto ya se había apoderado de mí la desilusión. Estaba
casi segura de que todo era un camelo, pero necesitaba que me lo corroboraran.
De modo que mi siguiente llamada fue al Gabinete de Comunicación de Correos.
Les conté el caso y, naturalmente, les sonó a chino. Amablemente me aclararon
que aún no ha concluido la primera fase de valoración de méritos en el proceso
en el que estoy apuntada y que no tienen externalizada ninguna fase informativa,
por lo que ninguna empresa ajena tiene el mandato de llamar a la gente para
informar. Es decir, visitar esa empresa no forma parte de los requisitos para
acceder al proceso y, lo más importante, me garantizaban que mis datos
personales, los que yo había confiado a Correos a través del formulario de
inscripción en su web, no habían sido transferidos a ninguna empresa externa
para ser utilizados con otros fines.
Después de confirmar mis sospechas hice una tercera llamada
a la empresa en cuestión para cancelar mi cita explicándoles que había hablado
con Correos y me habían clarificado perfectamente mis dudas. La mujer se
justificó diciendo que en ningún momento se había presentado como miembro de
Correos y, cuando le pregunté cómo había conseguido mis datos, me respondió que yo se los
había facilitado al solicitarles información sobre una convocatoria que nada
tenía que ver con la mía y que de hecho ni siquiera se ha puesto en marcha aún.
No recuerdo haber rellenado ningún formulario de petición de información, salvo
de inscripción en la convocatoria oficial para la bolsa de empleo, aunque no me
gusta decir nunca, por si me flaquea la memoria después de postularme a
tantísimos puestos ofertados. El caso es que me ahorré el viaje, el tiempo
perdido y la decepción que seguro habría sufrido si me hubiera dejado
arrastrar por el entusiasmo y no me hubiera detenido a pensar un instante.
Aprovecho este episodio para alertaros sobre una práctica
muy común en el sector, la de esas empresas que subsisten a base de captar
clientela mediante reclamos confusos que juegan con la ilusión de muchos de
aquellos que se sienten desesperados por encontrar un empleo. No es algo
generalizado. De hecho tener un negocio de formación para oposiciones resulta
una opción empresarial de lo más respetable y muy útil para los opositores. Lo
cuestionable es que quieras atraer clientes entre los aspirantes a entrar en Correos
con una estrategia tan burda como abrir una web con la dirección
correosonline.net, utilices colores y tipografía similar a la corporativa de
Correos y llames para concertar citas en las que supuestamente solo vas a dar
información oficial sobre una convocatoria que, por cierto, todavía no está
abierta.
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