El
primer beso nunca se olvida. Me refiero al beso romántico. Más concretamente
al morreo. Yo fui tardía. Tendría unos 17 años. Siempre había fantaseado con
ese momento y quizá precisamente las altas expectativas que había ido creándome
en torno a este asunto tuvieron la culpa de que me pareciera un asco. Recuerdo
mi primer beso como una experiencia un pelín desagradable. Sentir una lengua
ajena circulando descontrolada por mi boca fue un shock para mí. Así que, en
vez de sentirme en el séptimo cielo o elevarme hasta la gloria, fui
perfectamente consciente de cada segundo que pasaba y de mi deseo de que aquel
intercambio de salivas terminara cuanto antes. Cerré los ojos, sí, pero por
comprobar si no viendo la cara del galán me abstraía. Nada. Fue mi primer y
último beso con el susodicho. Después cortamos. Afortunadamente vinieron otros
labios, otras lenguas y otras bocas más apetecibles, con mayor destreza y mucho
más agradables. Entonces sí, ya pude experimentar eso de las mariposas en la
barriga, la nube, el deseo, la ceguera, la tontería…
Cada
13 de abril se celebra el Día
Internacional del Beso. No es una fecha seria de esas que recoge Naciones
Unidas en su calendario, sino una efeméride más popular que otra cosa. Surgió
por una chorrada. Durante un certamen que premiaba el beso más largo, una
pareja tailandesa batió su propio récord con un ósculo que duró 58 horas, 35
minutos y 58 segundos. Que me perdonen pero después del primer minuto, eso ya
no es ni beso ni nada; es mantener juntos los labios y aguantar. De todo menos
romántico. Imaginad estar más de dos días así, sin poder comer ni dormir ni
lavaros los dientes… Me vienen a la mente dudas escatológicas que no voy a
compartir. En fin, que a cuenta de esta idiotez, algunas ciudades del mundo
empezaron a organizar concursos similares. Y así es cómo terminó
estableciéndose esta fecha como el Día Internacional del Beso, para animar al
personal a demostrarse su afecto mediante este gesto que no necesariamente tiene
que darse de boca a boca ni es de uso exclusivo de las parejas de enamorados. También
valen los besos en la mejilla, la mano o el pelo, de padres a hijos, de hijos a
padres, entre amigos, incluso los besos de saludo cortés. Los expertos aseguran que los besos,
cuando los das o te los dan voluntariamente -no valen los besos de Judas-, son capaces de despertar sorprendentes
reacciones físicas y químicas en el organismo y constituyen el mejor
antidepresivo. Con la que está cayendo, no sé cómo no pasamos todo el día fundiéndonos en besos.
Hoy
es el típico día en el que, a falta de alguna parida más vistosa, los medios se
hacen eco de este ‘Día de’ y aprovechan para recopilar obras de arte y fotografías
de parejas enroscadas o lugares consagrados
al beso. Aunque, ya que estamos, lo suyo es rendir tributo a esta fecha con
una película. No he llorado tanto en el cine como con la escena final de CinemaParadiso en la que Totó, el niño protagonista, ya convertido en adulto, visiona una película que le dejó como regalo su amigo Alfredo, el viejo proyeccionista de
cine: un montaje con escenas que había tenido que cortar
obligado por la iglesia antes de su proyección y había ido guardando. Una
sucesión de besos míticos de parejas cinematográficas que los censores de la
época consideraron pecaminosos pero que vistos hoy son todo candor.
Espero
que seáis de los que no desperdiciáis la oportunidad de demostrar vuestro cariño
con besos, independientemente del calendario. Entonces no necesitáis ver este vídeo para motivaros. De lo contrario, si no es así, si os cuesta
eso de parecer humanos, hoy tenéis la excusa perfecta para hacerlo sin que se resienta vuestra reputación.
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