El
sapo que quería volar es el título de un cuento infantil que
escribí hace algún tiempo y que he recuperado ahora animada por un amigo que está
explotando activamente su talento como ilustrador. Como somos un poco inocentes
y estamos algo locos los dos, nos hemos lanzado a la aventura de crear este
librito para pequeñajos con la ilusión de que alguna editorial se atreva a
publicarlo. Y aquí es donde empieza la fascinante historia que quiero contaros
hoy.
Una
vez seleccionado un puñado de editoriales especializadas en libros infantiles con
cuyos productos no desentona nuestro cuento, les remitimos el material con el
ruego de que nos indicaran si podían estar interesadas o no en incorporarlo a
su catálogo. Sabemos que este
mercado es complicado, que das una patada a una piedra y salen cientos de
aspirantes a escritor, así que estábamos preparados para que no fuera un paseo. Nos
dábamos unos meses de margen para recibir alguna respuesta, ya fuera negativa o
positiva. Si durante ese tiempo nada ocurría, planeábamos volver a la carga con
otros sellos del mismo sector. Así que cuando a los escasos quince días una de
estas editoriales respondió al correo electrónico que le habíamos remitido, no
podíamos creerlo. Una euforia contenida nos embargó al comenzar a leer el
mensaje que decía:
“Tras la recepción de tu obra y tras la
primera evaluación por parte de nuestro Dto. de Lecturas, y dado el posible
potencial que vemos en ella y su adecuación a nuestra línea editorial, nos
complace comunicarte que estaríamos interesados en publicarla dentro de nuestra
colección XXXXXX para, posteriormente, promocionarla y distribuirla en nuestros
canales (tradicionales y plataformas online)”.
Alguien
ajeno a nuestro círculo vital se tomaba la molestia de echarle un vistazo a
nuestro cuentito y parecía que le gustaba. ¡Qué subidón! El mensaje continuaba
así:
“Los contenidos y diseños de estas
colecciones infantiles están especialmente creados para primeros lectores, ya
que sus cuidadas ilustraciones, realizadas con técnicas diferentes, representan
fielmente el texto de cada página, favoreciendo la iniciación a la lectura de
los más pequeños. Disponibles en dos formatos: rústica y tapa dura”.
Vaya, consideraban nuestra obra al nivel de
otros libros de su colección. Ya estaba viendo a nuestro pequeño en sus
distintas versiones. Y distribuido por muchos colegios porque, como indicaba el
mensaje, “varios de los libros de estas colecciones
han sido considerados como Material Curricular homologado por la Consejería de
Educación de xxxx, en base a lo establecido en la Orden bla bla bla”.
En
este punto la desconfiada que llevo dentro se puso tocapelotas y mi ego comenzó
a desinflarse. No fue porque mencionaran que el texto necesitaba una corrección
–“es normal, lo hacemos con todos textos
que nos llegan, hasta con los de autores de extensa trayectoria”-; ni
porque apuntaran que “posiblemente
podamos enriquecer tu obra con una serie de ideas complementarias y actividades
que mejorarán el resultado final”. Tampoco porque nos adjudicaran ya
colección, tapa dura, formato, páginas, etc… todo “para que resulte un producto comercial lo más competitivo”, incluso
el precio: 14,95 Euros (IVA incluido). No señor. El bajonazo llegó en el sexto
párrafo del mail, cuando pasan a informarnos de las condiciones para llevar a
cabo la publicación:
“Eres un autor novel que nos ofrece una obra de
calidad que se adecua a nuestra línea editorial y que transmite valores
implícitos y, además, vemos en dicha obra el potencial comercial necesario para
publicarla, apostando por ella, entre otras. Sin embargo, son muchos los
manuscritos que nos llegan al mes con estas mismas características: autores sin
trayectoria previa, pero con grandes ideas. Por lo que tenemos que volver a
seleccionar, por falta de capacidad para asumirlas todas”.
Vale,
¿qué me están intentando decir, señores?, dije para mis adentros. No tuve más
que seguir leyendo para encontrar la respuesta:
“Por lo tanto, para dar viabilidad inmediata
a tu proyecto, mostrando tú también tu confianza en tu obra y en que esta va a
funcionar entre el público al que se dirige (comenzando por tu entorno cercano
y tu ámbito local de influencia y abriendo, poco a poco, el camino a la
distribución nacional), necesitamos que impulses el proyecto con una compra
mínima de 200 ejemplares, con un descuento del 30 % del PVP, que te permitirá
un beneficio tras su venta directa”.
¡Qué
me estás contando! Me reservo los tacos con los que acompañé la exclamación. Pero
entre que una tiene un punto masoquista y que me podía la curiosidad por saber
hasta dónde serían capaces de llegar, mantuve el tipo y seguí leyendo impávida:
“Si te interesase comprar más libros por motivos propios (¡sin compromiso!) debes saber que los descuentos de autor sobre los mismos suben de forma progresiva, para que puedas lucrarte con tu compra de forma progresiva también (consultar cada caso)”.
¡Pero
qué cachondos! Así que al final, resulta que si quiero que me publiquen esta
obra que les ha parecido tan fantástica debo poner pasta. En concreto “el presupuesto de la compra es: 14,95 Euros
- 30 % x 200 ejemplares = 2.093 Euros
(IVA incluido)”.
Para redondear la operación, el modo de proceder de esta editorial establece que el autor debe correr con el importe de los gastos por la corrección / adaptación que “serán de 91,77 euros IVA, asumiendo el autor solo el 60% del precio: 55,06 euros IVA”. Digo yo que ya que tiene que pasar por caja para publicar, lo mismo al autor no le apetece que le retoquen su obra y mucho menos pagar por ello.
El
memorable mensaje continúa informando que los simpáticos empresarios
editoriales dan todo tipo de facilidades de pago, acomodándose a las
sugerencias del autor. Incluso le ofrecen financiación externa a 12 meses sin
intereses. Cuánta generosidad. Mirad:
“De esta publicación, de los libros que nosotros pongamos en distribución y venta online (no de los tuyos) recibirás, en concepto de derechos de autor, el 10 % del PVP (sin IVA) del libro”.
Es
decir, que de los 200 cuentos que has tenido que comprarles y que puedes
intentar vender entre los amigos, no te llevas derechos de autor. ¡Con un par!
Entenderán que ya te han hecho descuento, así que para qué quieres más.
Voy
a ahorraros el resto del texto. Supongo que es el que envían a los incautos
soñadores que suelen mandar sus originales a las editoriales con la disparatada
creencia de que podrían interesar a los editores y llegar a caer un día en las manos
de los lectores. Solo os comentaré que insisten en la necesidad de que el autor
se involucre activamente en la promoción de su libro y haga una presentación
oficial donde aproveche para vender y promocionarlo, mientras la editorial se
compromete a editar, gestionar y distribuir la obra.
No
somos los primeros incautos ni seremos los últimos. Tampoco hay una única
empresa que se dedica a pescar pezqueñines con las malas artes de la autoedición
encubierta. Internet está lleno de testimonios. En resumen, que si para
publicar con una editorial tenemos que pagarle, para eso mejor recurrir a
cualquier plataforma
de autopublicación que, al menos, va de cara y no te adula para conseguir
tu dinero. Porque al final, lo peor de todo es que siempre te queda la duda
sobre si realmente tu obra es de calidad o eso se lo dicen a todos.
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