Blog personal de Ángela Beato. Escribo lo que siento. Digo lo que pienso. Procura no tomarme demasiado en serio.

sábado, 7 de abril de 2018

Másteres de mi universo


Acabo de terminar un Curso de Introducción a la Producción Audiovisual impartido por la Universidad Nacional Autónoma de México. He sido una alumna muy aplicada y constante, así que he recogido los frutos de todo ese esfuerzo traducidos en un expediente formidable. El trabajo final ha consistido en la realización de un vídeo en el que debíamos poner en práctica toda la teoría aprendida. Algunos compañeros lo han valorado con la puntuación máxima, así que os podéis imaginar que me siento muy satisfecha. Ahora tengo dudas sobre si incorporar esta formación a mi currículum.


Y es que, así contado, parece que me he calzado un pedazo de máster. ¿A que sí? Bueno, pues en realidad no he viajado hasta México para hacer el curso. Ojalá hubiera podido. Lo he hecho a distancia, por internet, a través de una plataforma de MOOC (Massive Open Online Courses). Por lo tanto no he asistido a ninguna clase presencial ni tutoría, me he limitado a ver unos cuantos vídeos y seguir las instrucciones que aparecían en la pantalla. Es cierto que he realizado cada una de las pruebas que se me pedían, pero a la hora de hacer los exámenes nadie controla si copias o buscas ayuda de manera ‘algo irregular’, así que si te lo propones puedes hartarte de conseguir el 100% de aciertos. Depende de las ganas de autoengañarte que tengas.

Lo del vídeo final es real, aunque no lo grabé para la ocasión; el guión que había escrito -y que se suponía debía haber rodado- era complicado porque precisaba demasiada logística, así que tiré de grabaciones que tenía en el móvil y me monté un peliculón. Lo de que lo han valorado muy bien es real, pero también es cierto que yo le di la máxima puntuación a dos trabajos de compañeros que, a decir verdad, me parecieron francamente mejorables, pero me dio lástima privarles de la satisfacción de haber concluido el curso con honores. Por cierto, no tengo el título. En esta plataforma de formación online te ofrecen la oportunidad de aprender de manera gratuita, pero si quieres un certificado que acredite que sabes, debes pasar por caja. Son solo treinta y tantos euros, pero me parecía una chorrada. En realidad yo solo me apunté a este curso por mi enfermiza curiosidad, no para engordar mi currículum.

Tengo también un diploma que me avala como árbitro de balonmano, una disciplina sobre la que no conozco ni las normas. Todo fue producto de un error. Yo participé hace siglos en un campus de baloncesto, deporte que practiqué en mis adolescencia. Al terminar el fin de semana nos dieron una especie de certificado que ni siquiera miré. Cuando llegué a casa y lo mostré orgullosa, descubrimos que lo que ponía en el papel es que había realizado satisfactoriamente un curso de árbitro de balonmano. Naturalmente nunca lo he incluido en mi CV ni he presumido de conocimientos en esa materia, porque no los tengo. Y al final, como dice el refrán, se pilla antes a un mentiroso que a un cojo.

Os cuento todo esto al hilo del tema estrella de estos últimos días. Siempre he sido contraria a los másteres. Creo que son un sacacuartos. No entiendo por qué no se puede adquirir la especialización dentro del grado -o la licenciatura en mi caso-, por qué hay que pagar un extra y alargar tu formación después de completar una carrera. Pienso en los que no andan sobrados de dinero e hipotecan su vida para poder hacer uno de estos posgrados. Leía en Twitter una interesante reflexión que decía algo así como que cuando los hijos de los pobres conseguimos llegar a la universidad y tener titulación superior, los ricos se inventaron los másteres, para seguir estando por encima de los pobres.

Yo no tengo ningún máster, por mis remilgos y también –he de confesarlo- porque no dispongo ni del tiempo ni del dinero para apuntarme a uno. Pero estoy segura que encontraría alguno interesante que me convendría, sobre todo de cara al mercado laboral. Os aseguro que ya son pocas las ofertas de empleo en las que no figura como requisito contar con un puñetero máster. Los empresarios deben pensar que así se aseguran candidatos con una cualificación extra, mayor nivel, compromiso con el trabajo y capacidad de esfuerzo. Pero al final sucede lo contrario, porque en vista de que o pasas por el aro o te quedas fuera del mercado, la gente afronta sin interés y como un trámite obligado e inevitable eso de sacarse el máster, y procura que le dé pocos quebraderos de cabeza. Así es como ha surgido un floreciente negocio en torno a esa fiebre por conseguir sin despeinarse uno de esos títulos para embellecer el currículum. Unos cuantos han visto negocio a base de dar servicio a esos vagos y escribirles su trabajo fin de master por un módico precio. Es una especie del Rincón del vago personalizado y profesionalizado. Lástima que no se me ocurriera a mí antes esa idea...

Que no tenga tiempo ni ganas de gastar dinero en másteres no significa que no haya invertido tiempo y esfuerzo en completar mi formación. Son humildes cursitos, pero para mí es como si fueran los mejores másteres de mi universo. Solo he pagado por uno: el de Comunicación Corporativa 2.0. Fue porque lo impartía la Escuela de Unidad Editorial y tenía el inocente convencimiento de que, quizá estando detrás el emporio del periódico El Mundo, me serviría de algo. Pero ya veis que solo me sirvió para engordar mi historial. El resto han sido gratis y online total: De Analítica Web, de Marketing Digital, de SEO, de Adobe Illustrator, de Liderazgo, de Redacción para Internet, de Habilidades para la era digital, de Blockchain básico para periodistas o de Creación de Landing pages. Por cierto, acabo de empezar uno que se titula ‘¿Cómo persuadir? Jugando con palabras, imágenes y números’. ¿A que promete?

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