El
Instituto Nacional de Estadística ha anunciado que va a monitorizar los teléfonos móviles de los españoles durante ocho días para realizar un
estudio sobre hábitos de movilidad de los ciudadanos que resulte más
preciso que las simples encuestas. Para que nos quedemos tranquilos puntualizan
que la información va a ser anónima con fines estadísticos, es decir, no van a “espiar” a cada individuo, sino que las operadoras de telefonía proporcionarán
datos en bruto, como el número de móviles que hay en determinadas posiciones en
cada tramo horario seleccionado o cuándo se desplazan los dueños de los terminales. Toda
la información obtenida permitirá a las
administraciones, por ejemplo, rediseñar y optimizar la red de transporte o
hacerse una idea precisa de cuánta gente trabaja fuera o en el mismo lugar
donde reside.
La
noticia ha sido recibida por los ciudadanos de a pie con una mezcla de sorpresa
e indignación. La mayoría han puesto el grito en el cielo ofendidísimos por lo
que consideran una intromisión del Estado en su intimidad. Incluidos algunos
expertos en ciberseguridad.
Me sorprende esta reacción. Pensaba que todo el mundo era perfectamente
consciente del grado de hipervigilancia al que estamos sometidos y asumían con
resignación la cruda realidad: que nuestros datos andan por ahí fuera y están siendo
convenientemente explotados vaya usted a saber por quién. Se me ocurren varios
ejemplos:
-Las
tarjetas
de fidelización, ¿qué pensabais que eran? ¿Un premio a vuestros
arrebatos de compra compulsiva? Me temo que no. Para los negocios es la mejor
manera de obtener información personal del cliente y conocer sus hábitos de
consumo. Cada vez que mostramos la tarjeta de cliente en el supermercado, en la
gasolinera, en la tienda de deportes o en la peluquería quedan registrados nuestros
movimientos, costumbres, frecuencias de uso, si somos de darle al tinto o a la
cerveza, si preferimos el tenis al fútbol, si nos pasamos el día en la
carretera o si nos teñimos una vez al mes. Así que cada descuento que
conseguimos, creedme, lo estamos pagando con algo más valioso que el dinero, nuestros
datos.
-Cuando
entramos en cualquier página de internet, toda nuestra navegación termina registrada
en las famosas cookies. ¿Por
qué creéis que a veces la red nos lee el pensamiento? Porque le hemos ido dando
muchas pistas de cómo somos y qué buscamos. La nueva Ley de Protección de Datos
ha servido para que al menos el usuario sea consciente del terreno que pisa,
aunque todavía hay empresas
que se arriesgan a bordear la legalidad por un puñado de datos.
-Otro
tanto ocurre con las redes sociales, en particular Facebook. Cuenta con un
perfil único de cada uno de sus usuarios eleborado gracias a la información que
voluntariamente facilitamos. Así que el famoso algoritmo decide por nosotros lo
que aparece en nuestro muro y la publicidad con la que nos bombardea en función
de nuestros ‘me gusta’ y de las interaciones con nuestros ‘amigos’. Al final
vemos lo que considera Facebook que debemos ver, no lo que queremos ver.
Precisamente esta red social sigue en el punto de mira y afronta una multa millonaria por el
mal uso que dio a los datos personales de muchos de sus usuarios.
-Cuando
nos registramos para acceder de manera gratuita a cualquier aplicación, nos
damos de alta en un servicio o participamos en un concurso en el que debemos
rellenar campos como nuestro nombre, dirección, teléfono, fecha de nacimiento,
etc, estamos regalando nuestros datos
personales y nos arriesgamos a que comercien con ellos. Luego no deberíamos sorprendernos que nos lleguen ofertas
comerciales por correo o por teléfono de empresas que no sabemos por qué tienen
nuestros datos.
-Si
vamos por la calle con el móvil encendido o un reloj
inteligente estamos geolocalizados. Si pasamos por cualquier lugar donde
hay cámaras, nos han pillado. Si entramos con nuestro coche a un parking con
lectura automática de matrícula, estaremos fichados. Nuestros movimientos y
patrones de conducta están siendo monitorizados constantemente y lo peor es que
muchas veces no sabemos por quién ni qué uso podrá darle a esa información.
-En la
tranquilidad del hogar tampoco estamos a salvo desde que se inventaron eso que llaman ‘el
internet de las cosas’. Los electrodomésticos
inteligentes que prometen facilitarnos la vida lo hacen a costa de nuestra
privacidad. Desde las neveras
que detectan cuándo van acabándose los huevos, hasta los televisores que te
permiten hacer casi todo sin moverte del sofá, pasando por los sensores de luz, el encendido de la climatización a distancia o el robot de limpieza que, mientras
absorbe pelusas, rastrea el mapa de la casa. Lo último son los asistentes
virtuales de voz, ya sabéis, los cariñosos Ok Google o Alexa, un espía
entre nosotros.
Si a
pesar de todo esto, seguís negándoos en redondo a colaborar con el INE, lo
tenéis sencillo. Dependiendo de la operadora
que os proporcione el servicio, podéis excluiros de colaborar. Y en último
extremo, siempre podéis apagar el teléfono móvil los días en que se realizará el
seguimiento.
Por
mi parte no tengo ningún inconveniente en que los del INE me rastreen. Al menos el big data terminará beneficiándome, si es que -como dicen- esto va a servir para diseñar planes y estrategias de movilidad realmente
efectivos y que mejoren nuestra calidad de vida. Sinceramente, en toda esta
historia, más que ser stalkeada, lo que me duele es que las operadoras
(Telefónica, Vodafone y Orange) vayan a enriquecerse
doblemente a nuestra costa.
No hay comentarios:
Publicar un comentario